viernes, 21 de diciembre de 2018

El pinball de Marcelino.

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Hubo una época en la que nuestra vida de ocio adolescente se reducía a unas salas con multitud de maquinas recreativas, futbolines, billares y máquinas de pinball. Realmente las conocíamos como 'petacos', por aquella castellanización de flipper, las paletas con las que lanzabas la bola metálica que iba de un lado para otro, que daba nombre al conjunto del juego de salón. Esas partidas, a tres o cinco bolas, te permitían sacar premios extra, como una partida completa, normalmente al llegar a un alto puntaje o una bola extra al conseguir ciertos objetivos de destreza y puntería con la dichosa bolita plateada. Y la temporada de Marcelino este año es un pinball, sin lugar a dudas.

Esta claro que no dispone de partida gratis en el casillero. De hecho, podríamos hablar que la partida, temporada, que está jugando ahora es por su habilidad y puntería con las paletas que regían el vestuario la temporada pasada, obteniendo una puntuación en las dos primeras bolas que le permitieron jugar con menos rigidez la tercera, acertando en las dianas y jugando con la fuerza de esos pequeños toques para que la bola circule por un pasillo u otro.

Pero este año, ay, la cosa no marcha. Con fama labrada, o confirmada, en los recreativos de los entrenadores, la segunda bola está en juego y toca remontar la mala puntuación de la primera. Donde antes había acierto con las dianas, ahora no hay nada apenas. Los toques sísmicos no le salen como él quisiera y es más un sufrimiento que un placer el luchar para que la bola no se meta por el agujero y se acabe la partida de manera precipitada.

Pero cierto es que hay ligeros visos que apuntan a una mejora. Uno de los espectadores que complicaba el juego de Marcelino en el petaco está fuera. El dueño de los recreativos lo ha sacado a dar un paseo para que no moleste a Marcelino en su partida. Y hay algún otro que lleva casi el mismo camino. El señor Mateo, gerente de los Recreativos Valcefé, tiene en estima a este jugador de pinball y espera que vuelva a ser el mismo que el año pasado. O que se asemeje bastante. Por lo que le ha otorgado, sin que nadie lo viese, una oportunidad, tratando de eliminar cualquier distracción que permita al jugador García Toral volver a ser el que era. Sin distracciones, sin guiños innecesarios a quien no se lo merece puede que la cosa revierta y se logre una puntuación acorde al jugador y lo que representa.

Tiene bola extra, o camino de conseguirla. De la destreza de Marcelino depende que se coma el turrón. Está en las tiendas desde octubre y podía haberlo hecho ya, pero ustedes ya me entienden lo que les quiero decir.

Brindo por la salud de todos los que me acompañan cada semana, comentan y difunden estas palabras y ojalá nos vengan mejores bolas a todos en este pinball gigante que es la vida de cada uno de nosotros.

viernes, 14 de diciembre de 2018

La ginebra de Murthy.

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Cuando la pelotita no entra, el cuello de la camisa aprieta. Y eso lo saben, o deben saberlo, aquí y en Singapur. Por eso, cuando la semana pasada Héctor Gómez le preguntó en la 97.7 Radio Levante al presidente del Valencia CF, Anil Murthy a que se dedicaba y este le contestó buscando ser simpático o gracioso que, mayormente, tomar el sol, comer y beber gintonics, se me torció el morro. No seré yo quien no cuente y viva las alabanzas de esta tierra, sus horas de sol y su excelente temperatura. Pero que el presidente del Valencia CF lo suelte con esa pachorra en antena podría catalogarse de meninfotisme a su cargo. Es decir, la forma de vivir valenciana le va calando, pero en lo menos bueno que tenemos.

Me recordó Anil a aquellos aficionados que van al campo y los pincha la cámara del vídeomarcador con cara de supuesta preocupación y el semblante les cambia al verse en la súpertele, saludando hasta al lechero. A esos los quiero animando al equipo contrario siempre. Porque les importa un bledo la mala racha de Rodrigo o cualquiera de las carencias que presenta el equipo. Siendo diplomático como es Murthy, demostró un patizambismo dialéctico como una catedral. Hubiera pagado un par de cafés por ver la cara en ese momento del entrevistador y una cena por entrar en su cabeza. No digo que no disfrute de la ciudad, su clima y la socialización que tiene. Todos lo hacemos en nuestro tiempo libre para desconectar y no pensar en los marrones laborales del día a día. Incluso podemos bromear en la intimidad acerca de nuestra procrastinación laboral. La diferencia es que Murthy no estaba con sus colegas de fatigas. Estaba en un medio de la ciudad, hablando de su trabajo y siendo, en cierta manera, fiscalizado por ello.

Este episodio solo me lleva a una conclusión. Meriton todavía no ha entendido el entorno. Según cuentan, parece que el presidente se arrimó durante un tiempo a determinado periodista no muy santo de la devoción de la mayoría. Supongo que para tomar el pulso del valencianismo. Error. Arrimarse a cualquier periodista en activo es peligroso porque se puede caer en el sesgo del medio y en el quid pro quo con más o menos voluntariedad. Lo suyo es preguntar a los papás del cole de las niñas de Murthy, por ejemplo, o a su restaurador de confianza. Así es como se pulsa el sentir de la gente. En política y en deporte. Bajar al barro, sin estridencias. Sin fanfarria. Tomar un poquito de cada uno para crear el frankestein del sentimiento valencianista. Lo otro, las risas y el vanagloriarse de beber de vez en cuando ginebra al sol provoca que afloren malasombras que te tilden de beodo.

Creo que es momento de dar una vuelta de tuerca más al organigrama del club. Es necesaria una persona que sepa desde las tripas lo que es el valencianismo. Pero no desde la bufanda. Que esté preparado. Que tenga trayectoria en gestión. Que pueda, en cualquier momento, ponerse delante de un micro y hablar al valencianismo de tú a tú. El Valencia CF necesita que Fernando Gómez haga dupla con Voro para tener hilo directo a tres con Murthy, Alemany y la secretaria técnica. Y con las peñas. Y con los medios. Y con la calle.

Perderíamos un excelente analista deportivo. Pero el Valencia ganaría en credibilidad. Y perdería ese aroma, seguramente erróneo, de meninfotisme.

viernes, 7 de diciembre de 2018

Una final sin trofeo.

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En un fin de semana futbolero por excelencia, tendremos ganas de ver los partidazos que hay dependiendo del resultado del marcador de Mestalla, a eso de las seis de la tarde, minuto arriba, minuto abajo. Porque el partido contra el Sevilla es, sin duda, el envite que va a marcar el invierno valencianista. Una victoria abrirá la esperanza de reconducir la situación para tratar de llegar al objetivo de ser cuarto y jugar Champions el año que viene. Es lo que tiene cuando la ruta económica va marcada casi en exclusiva por eso. Vamos, una final sin trofeo. Con lo que mola ganar finales y levantar copas, de un tiempo a esta parte, las únicas copas que levanta el valencianismo son las que pide la parroquia en el bar para celebrar victorias como la que, espero, se produzca mañana.

Y una derrota será una depresión deportiva. Saltarán las costuras. De puertas hacía adentro, la difícil convivencia en el vestuario provocada por los malos resultados se convertirá en más difícil todavía, como en el circo. De puertas hacía afuera, saldrán voceros apocalípticos que exigirán reacciones sin medias tintas. Pedirán sangre, por supuesto. Cambios, reacciones. Algo evidente. O no, según convenga a la empresa. Porque el mismo rigor no será el que se apliquen los propios narradores en su casa. Allá cada cual con su línea editorial. Pero los parabienes de la temporada pasada, con alfombras y focos a nivel nacional, son ahora otra cosa. Nada nuevo bajo el sol. La cabra tira al monte. Parece que la estructura deportiva a la que se alababa hace poco más de un año, no sirve. Cierto es que los refuerzos que, en principio, venían a sumar no lo están haciendo. Pero siempre se ha quejado de la volatilidad del proyecto deportivo. Ahora hay mando en plaza, que es Marcelino. Y más arriba de él, la secretaría técnica y Mateu. De ellos depende que si los resultados no funcionan, variar el rumbo. Con un viraje ligero o con un golpe de timón. Pero ahora tenemos hombres de fútbol con una trayectoria fuera de toda sospecha. Siento usar la muletilla, pero peor estábamos con el mando de Gary Neville o de Pako Ayestarán. Y justo por eso, por tener a Marcelino como director de campo del proyecto deportivo y haberle dado todo lo exigido por él, debe existir ese mismo nivel de exigencia con los resultados del técnico astur. Confianza que se solidifica con los resultados. No hay otra.

Se avecina una final sin trofeo. Otra más. Esperemos que el colectivo deportivo sepa interiorizar la importancia de los puntos del partido del Sevilla y demuestren que la plantilla actual puede volver a enganchar a la grada. Es el único paso para seguir y optar en un futuro a jugar finales con trofeo. No digo que esté cerca esto. Pero sí estará muy lejos de jugar finales con trofeo. Y la estabilidad como club se tambaleará, por mucho que haya un accionista con el 80% de las acciones.

viernes, 30 de noviembre de 2018

Unicornios valencianistas.

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No. Este que les escribe resume en ese monosílabo el post-partido del Valencia en Champions. El partido en sí era una cosa difícil de salida. En el campo de la Juve y contra un equipo que lo ha ganado todo excepto un empate y una derrota en el alargue contra Mou y su flor. Cosa de la que luego hablaremos. No aporto nada nuevo si incido en que el maná de la Champions se marchó en aquella noche de empate en Suiza. Ahí comenzó el Valencia a plegar las camisetas con el balón estrellado en las mangas. Porque jugártela contra el campeón de Italia y el equipo más poderoso de Inglaterra era este año apostar sobre seguro al no éxito de los blaquinegros. Quizá el año pasado, con esas dinámicas positivas que propiciaron un engranaje casi perfecto, se hubieran tenido opciones. Pero este año, justo por eso, por la dinámica, era difícil. Como encontrar un oasis cuando estás perdido en el desierto.

Dirán algunos que la suerte que ha tenido el Manchester es la que le ha faltado al Valencia. Dos goles en los minutos del alargue, menuda flor. Bien, compro la teoría a medias. Porque la otra mitad se llama carácter ganador. El portugués Mourinho, en su faceta de entrenador, tiene más que demostrada su solvencia para gestionar grupos y llegar al fondo de ellos para exprimir al máximo. Y eso que hace bien poco estaba más fuera que dentro, con supuesto desencuentro con Pogba y resultados regulares. Y un equipo es, casi siempre, el reflejo del entrenador. Luego el Mourinho personaje ya es cuestión de gustos. Pero es un tipo que ha jugador catorce veces la Champions League y se ha clasificado para octavos en todas. Y las dos que no las jugó, ganó la Europa League. Supongo que estarán conmigo que es incontestable deportivamente.

Por eso mismo no imagino a nadie de los Red Devils salir a prensa después de caer en la fase de grupos y hablar en positivo. Ni a Mata, que es el yerno perfecto. Si Juanín hiciera eso demostraría una sospechosa ausencia de inteligencia y una falta de aprendizaje de lo que significa el United después de tantos años allí. Lo lógico es salir cabreado, o más bien triste. Analizar en medio plazo, con sosiego y autocrítica, es lo que hacen los líderes de verdad, no los impuestos. Y el positivismo impostado es, como dice mi querido y admirado Vicent Molins, muy de Mr. Wonderful.

Y bueno, el equipo que tenía en el pasado el apelativo de 'Bronco y copero' debe de ser más de Mr. Puterful, maldita sea.

A quien corresponda. Tomen nota. Mimbres hay para construir un gran cesto a medio plazo. Estoy convencido. Pero llamando al pan, pan y al vino, vino.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Mestalla se pregunta quienes somos.

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Conozco a no pocas niñas y niños de un par de años o tres que farfullan, con la dicción propia de su edad, las canciones que canta Mestalla y que arrancan desde la grada de animación. Canciones con un ritmo fácil, al alcance de cualquiera con un rastreo sencillo en internet y que, por repetición, los nanos las cantan animados por los padres metiendo de manera velada el cuquet del valencianismo en sus jóvenes venas. Eso está bien.

Conozco empresas de diferentes tamaños a las que se les han ofrecido servicios de gestión de redes sociales porque tenían interés en crecer, tener visibilidad y aumentar su prestigio. Se les ofreció la mejor de las propuestas y, tras marear hasta límites insospechados, decidieron prescindir de estos servicios profesionales para jugárselo todo a una carta a un familiar imberbe con básicas, o nulas, nociones de gestión. Y parece que el Valencia CF ha hecho eso mismo con la cuenta en inglés de Twitter, buscando llegar a un perfil diferente al que se llega en las otras cuentas oficiales del club en la red del pajarito. Vistas las burradas, espero que simuladas, del autor o autora, supongo que querrán llenar Mestalla de guiris borrachos llegados del norte que, en un tremendo combo, tienen fútbol en Mestalla y continuación del petorro en Benidorm. Eso está mal.

Conozco a gente que piensa que el sentido del humor es un síntoma de inteligencia. Servidor es uno de ellos. Y reírse hasta de su sombra es eso, de listos. Por eso, las viñetas de Raúl Salazar en El Jueves donde se explica el Valencia CF a los no valencianistas me parece una sátira acertadísima de este ecosistema valencianí. De hecho, el humorista gráfico entra aclarando que es socio y tiene el detalle de no caricaturizar el escudo usando para las viñetas imágenes reales del escudo. Eso está bien.

Conozco a gente que pide que se haga lo mismo con otros equipos de la Comunitat. No para reírse con ellos, sino de ellos, que es diferente. Y porque se sienten ofendidos por estas viñetas. Eso está mal.

Conozco un medio extranjero, ¡la BBC tetes!, que ha colocado a Mestalla como el campo español más intimidatorio. Si andan buscando relatos para dotar de chicha el vender el Valencia CF al mundo, Ciaran Valey, quien firma el artículo ha dado a Anil & cia. el pase de la muerte para marcar gol. En casa ya es más que suficiente con dotar con un poco de cariño a cualquier acto, dependiente del centenario o no, que se haga con el escudo del club por delante. Eso está bien.

Conozco, a través de diversas informaciones, que existe un problema entre el club y la Curva Nord con el tema de la animación, las pancartas y cierta censura ante estas acciones, según una de las partes. Esto solo tiene un perjudicado, el propio Valencia y la calidez del ambiente en los partidos. Para ser justos es necesario saber la versión de la otra parte. Pero sin conocer su versión no se entiende que se tiren piedras sobre el propio tejado. Ahora, también es cuestión de animar sin mesura. Si no hay lonas, pues bufandas. O papeles. O a grito pelado. Y si así no se puede o no se quiere, cada uno a su casa y Dios en la de todos. Eso está mal.

viernes, 16 de noviembre de 2018

He venido aquí a hablar de nuestro libro.

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Y luego hay quien se queja del club. Si la semana parecía floja con el parón por selecciones, nada, se monta la presentación del libro del centenario en un lugar chiquitito en comparación con la magnitud del evento y arreglado. Añádanle la salsita de los intensitos, despechados, vividores de trincheras y plañideros y tendremos una movida divertida de la que solo hacen falta un par de paquetes de palomitas y sazonarlas al gusto.

Personalmente, me invaden las ganas de poder leer las páginas del libro presentado. Viendo la lista de autores, muchos están entre mis favoritos en cuanto a lecturas futboleras. Este club si tiene quien le escriba. Y muy bien, además. Y es bonito ver que existe un discurso pausado y reposado del pasado y del presente y un análisis del futuro con redacción impecable y ritmo, más allá de bufandeos relativamente recientes. Ser coordinador de un libro coral es como hacer una convocatoria para un Mundial. Todos tienen la suya en la cabeza. Pero quien la hace es el seleccionador y, por tanto, el único responsable. Por lo tanto, desde ya, felicitaciones a Alfonso Gil y al resto de su equipo. Y oigan, que el que vale para arengar o narrar, a veces, no vale para escribir. E incluso el que vale para escribir, en algunos casos, no vale para hablar en público. Y todos, en cierta medida, son parte del mosaico que conforma este ecosistema llamado Valencia Club de Fútbol.

Y quizá la idiosincrasia del club, su marca personal, sea esa misma. La de no tener discurso. La del navajazo a la mínima. La del meninfotisme moderado o llevado a la máxima expresión. La de rajar de tu club como el que raja de tu familia. Pero ojo que venga uno de fuera a hacerlo, que le sacas las criadillas. La de la improvisación hecha con el corazón. Como en Milán, con los bávaros con un tifo y una lona espectacular que mostraron a la salida de los jugadores y la réplica desde el fondo valencianista lleno de amor propio con bufandas extendidas al aire y el gutural 'Valencia, Valencia' como retruque. En definitiva, como bien dice hablando de otras cosas mi admirado Jesús Terrés, somos descendientes de bucaneros y baja fauna portuaria y eso sale tarde o temprano. Y haciendo trazo gordo, hemos generado bandos mediáticos gordos con dos tíos de fuera que han hecho aquí su trinchera, con incluso uno de ellos teniendo historial rajador del club que ahora, indirectamente, le da de comer. El sant, quan més lluny, més miraculós.

Pero hay otro discurso con más luz. El del creador con talento sin esperar nada a cambio. Y me viene a la cabeza Lawerta y sus maravillosas ilustraciones, a bote pronto. O Rafa Lahuerta y sus textos. Uno de ellos usado como arenga por Benítez, al loro. Esas aportaciones. Como los podcasts que van circulando por ahí. Con más o menos fortuna, pero sin, creo, esperar nada a cambio. Acciones pequeñas que conforman el relato. Como cuando presentaban jugadores en diferentes puntos de la Comunitat Valenciana. Dejando semillitas aquí para crecer allá donde son siete horas más, por ejemplo. Como hicieron en su casa cuando, un día, su tío, su padre, su abuelo o su primo mayor les llevo por primera vez al fútbol a ver a once tíos de blanco con un murciélago en el pecho.

Ese es nuestro libro particular. Cojan, si quieren el presentado el otro día y vayan añadiendo apéndices particulares. A ver si así se quedan contentos.

martes, 13 de noviembre de 2018

Loquillo. 9 de noviembre. Plaza de Toros.

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Fa vint anys que tinc vint anys.
Vint anys i encara tinc força,
i no tinc l'ànima morta,
i em sento bullir la sang.

Las estrofas de arriba, que canta Serrat con ese ritmo casi poético, sirven para resumir, si se puede, el sentimiento de todos y cada uno de los que llenamos la Plaza de Toros de Valencia el viernes 9 de noviembre. Nos hemos enamorado, reído, llorado, despedido de amigos que marcharon demasiado pronto o despertado con tremendas resacas teniendo como banda sonora cualquiera de las muchas canciones que Loquillo y sus socios se han sacado de la chistera. 
Y a eso íbamos. A recordar cuando fuimos los mejores y no teníamos mayor preocupación que llevar impoluto el pelo y el cuello de la camisa de manera correcta y pagar las deudas de amor con la mejor de nuestras torpes sonrisas. A tener el dinero justo para decidir si pagar esa copa que separa la diversión del exceso. A que nos duela todo el cuerpo mañana. A despertarnos con una sonrisa, mientras atrona un dolor punzante en nuestra cabeza y suena, al mismo tiempo, "Rock and Roll Star".

Plaza de Toros. 9 de noviembre. Arriesgado escenario por el otoño volátil tan traicionero que sufrimos al este de la península que un día te da vermú en terraza y otro lluvia hasta los talones. Pero quien no se arriesga, no se divierte. El tiempo no lo impide y, con permiso de la autoridad, tiramos de transporte público para atrenizar con tiempo suficiente en el coso de la calle Xàtiva donde una hora antes de abrir las puertas ya hay colas. Se mezclan chicos raros a los que vuestras madres miran mal mientras los imaginan más formales con tiendas de campaña de fans de Malú. Toca al día siguiente, y no seré yo quien frivolice sobre esas tiendas, cuando he pernoctado igual por unas entradas de fútbol o plantarme a las siete en primera fila para una actuación que comenzaba a las once. La juventud sigue viva y tan solo es cuestión de motivación. Pero eso es otro debate. Aquí hemos venido a rockear. Por lo tanto, nos zampamos unas hamburguesas rápidas y calóricas y a la grada. Cerca de la barra. Porque el rock da sed.

La elección de espacio nos pone a mitad de la cancha. Si el escenario es la hipotética portería, nosotros cantaremos gol desde el flanco izquierdo de la grada. Calentamos con tragos de cerveza mientras vemos actuar a Nat Simons que es una verdadera maravilla que merece la pena escuchar con calma. Sigue teniendo Loquillo la habilidad de descubrir talento y la versión de "Cruzando el paraíso" con la que nos deleitarán me recordó a cualquier fotograma de 'Ha nacido una estrella' de Cooper y Lady Gaga, salvo que el cantante de El Clot sigue estando arriba.

Pero volvamos al principio. Acojonante escenario y montaje. Con tres pantallones, dos laterales para seguir el concierto y uno detrás de Laurent Castagnet, baterista, donde se sucedían diferentes imágenes escogidas, supongo, con mimo para dotar de más fuerza a todas las canciones del concierto. Solo contar, para no destripar el repertorio, que salen con "Rock and Roll actitud", que es uno de los mejores arranques de concierto que uno puede hacer para entrar arreando a porta gayola. Que para eso estamos en una plaza de toros. La banda se sabe guapa a rabiar y se les ve con ganas de dejarse la piel. Y la plaza latió como si fuera la puta Bombonera del barrio de la Boca. Nos acordamos de los ausentes, como Johnny Hallyday, presente en la pantalla gigante en la antes mencionada "Cruzando el paraíso". Recordamos estibadores y la vida de antes. Soñamos con la Movida. Revivimos la Transición y sus matices de colores. Vimos encestar a Solozábal, Jimix y Epi otra vez. 

Se nos puso la carne de gallina con el acústico de "Brillar y brillar". Nuestros corazones se transformaron en acordeones de la mano de Lucas Albaladejo, teclista superlativo. Cantamos estrofas de boleros, incluso ritmos de Depeche Mode y T-Rex para entre bailes, vídeos y abrazos de euforia celebrar la aparición de aquella que no necesita más que la carne de los muertos. Todas gritaron a la falda de Igor Paskual y sus piernas, que lleva camino de convertir "El rey del glam" en el nuevo "Las chicas del Roxy". Alfonso Alcalá nos demostró la rabia de un bajo antes de enloquecer solo a su contacto. Y Josu García y Mario Cobo son hachas afiladas, complementarias entre sí cuando se precisa lo duro y lo clásico del rock.

Las tocaron todas, por supuesto. Las de Sabino, las suyas, las tuyas, las nuestras. Por lo que si eres de los que ha vivido su época anterior, no te decepcionará. Loquillo muestra el repertorio de cuarenta años con sus altos y sus bajos, con sus luces y sus sombras. Sigue teniendo una banda de rock and roll. Son los Siete Magníficos, quizá por ahí venga su intro musical. O quizá no. Pero lo que si es seguro es que es Rock and Roll actitud y hemos tenido suerte de llegarlo a conocer. 

El concierto de Valencia quedará para nuestros corazones. Puede que, cuando ya no podamos bailar, en el final de los días, nos preguntemos ¿Dónde estabas tú el nueve del once? Aquel día de 2018 donde dijimos adiós con lagrimas en los ojos al Nueve Tragos, por amor.

viernes, 9 de noviembre de 2018

Que se acabe el invierno.

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Ya sé que ni ha empezado. Que, según calendario, el inicio del invierno suele coincidir con el Sorteo de Navidad, ese día donde se derrama más cantidad de cava Hacendado que en cualquier cena de empresa prenavideña. Esta afición necesita alegría. Gritos. Abrazos. Y, porqué no, morderse las uñas por los nervios. Valenciastán necesita algarabía. Vacas gordas de la ilusión. Y hay de aquel que, después de un tropiezo del equipo de Marcelino, ni cena.

Necesita el aficionado volver a sentirse aquel niño que coleccionaba cromos en verano y que iba al Rastro a buscar los que le faltaban. Ya ven, adultos hechos y derechos apelando a su regresión infantil por las cosas que hagan veinteañeros millonarios. Que baje Freud y lo vea. Este valencianismo invernal no se reconoce a sí mismo. Celebra los goles de Ronaldo y sus abdominales juventinos como un gol salvador de Tendillo. Y maldice el talento de Mata, yerno perfecto, que siempre se ha sentido agradecido con la ciudad y el club y por el que todos alguna vez hemos fantaseado con su vuelta. Todo esto después de lo de Mina, Rodrigo, Soler y los demás frente al Young Boys.

El invierno aquí nos acobarda. Nos retiene en casa, debajo de la manta. Nos hace timoratos ante todo. Cuando era verano, o primavera, la gente iba a Mestalla fresco, jovial y alegre. No con soberbia, pero sí con esa autoconfianza de quien se sabe que va a tener en la pirámide básica de las emociones, el trabajo y el esfuerzo. Y que tarde o temprano el rival hincará la rodilla casi siempre. Porque lo otro llega solo. Ahora a Mestalla se llega de manera funcionarial. Sin apenas alma. Con el tan nuestro, 'Anem a vore que fan estos hui'. Y miras a izquierda o a derecha. Y buscas a ese aficionado veterano, que ha vivido copas del Generalísimo, ligas de Forment, Recopas y descensos. Y analizas su comunicación no verbal. Sus gestos, sus muecas. Y resoplas. Y arrugas con tus manos cualquier papel que tengas a mano hasta convertirlo en cualquier cosa que hecha por un escultor de renombre podría estar expuesta en alguna galería moderneta. Hoy tampoco. Frío seco. Cortante. Sin aire. Hasta que, saliendo de la nada, el chico que no valía ni para Segunda B golpea seco a la pelota. Y, durante un segundo, el silencio. Y el grito. Gol. Gol de Mina. Y lo canta todo dios. Hasta Paco Rius. Y se asoma la luz. Sigue siendo invierno, pero hace sol. Un sol que calienta y que provoca sonrisas.

Y yo sólo observo el sol, 
cómo entra el sol, 
sólo observo el sol, 
cómo entra el sol 
en los lugares qué habitan 
los hombres y se refracta su luz. 

viernes, 2 de noviembre de 2018

Mateu Alemany, delantero centro.

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Hace un par de días, Mateu Alemany se puso frente a los periodistas para tratar el estado de la nación valencianí. Se mostró incisivo, directo y contundente. A veces, incluso hasta con cierto toque de nerviosismo. Parecía un delantero del Valencia actual y uno del año pasado al mismo tiempo. Aunque más lo segundo que lo primero. Pero Alemany demostró ser letal. Sin alardes y con efectividad. Y sin ningún atisbo a la galería, más allá de su imagen de marca, con el nudo de la corbata flojo y el añadido de esa barba que casi todos llevamos con más o menos dignidad. Creo que no encontraremos en Mateu Alemany ninguna concesión a la grada, ningún titular incisivo. Sobre todo en todo aquello que corresponda a la situación deportiva, sea cual sea la que se tenga en el momento que salga a ponerse delante del micro. Sabe perfectamente las palabras que han de usarse en cada situación. Discurso plano para dejar claro que no va a subir el pan. Y la sensación que no va a haber filtraciones de ningún tipo, por el bien del colectivo, o sea, el propio club.

Con la comparecencia del director general se puso en escena la unidad en el discurso con respecto al entrenador. Es tranquilizador para el aficionado racional que sea así. Cualquier otra puesta en escena hubiera resultado inquietante y digna de la parada de rotativas. Pero es correcto que las conclusiones se realicen cuando toca. Y, de paso, nos da cierta medida a los de fuera de como es la hoja de ruta de trabajo en el club. A medio plazo. Con preocupación por el día a día, sí. Pero sin rasgarse las vestiduras. Cabeza en una empresa deportiva donde es complicado no discurrir con el corazón. Entendiendo los condicionantes en la confección de la plantilla. Sus particularidades. Y sus riesgos medidos. Ejemplos en el deporte hay muchos de buenos comienzos que acaban como el Ball de Torrent. Y en el fútbol, ni les cuento. Pero bien es cierto que el nerviosismo es algo que no debe tener un club profesional, como bien dijo Mateu.

Entiendo que esta postura de la empresa deportiva choca diametralmente con otra, la empresa periodística, ávida de titulares a grandes columnas. Y también entiendo que un periodista ha de ser notario de la actualidad y fiscalizar todo aquello que pasa por sus narices. Obligación de la profesión. Y narrar, con sus inputs, aquello que ve, no lo que quiere ver. Y se quiere ya. 

De momento, mala alforja la de Alemany para este viaje. 

viernes, 26 de octubre de 2018

Todo mal.

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Para tirar. Hecho un solar. Renovación profunda. Hasta los percheros. Todas esas cosas puede que, si es un recien llegado y estuvo viendo la segunda parte del partido de Champions del Valencia, le pasen por la cabeza si le preguntan en cualquier barra de bar acerca de su opinión sobre el equipo che. Poca explicación tiene esa bajada de brazos, esa dejadez propia de vestuarios viciados de enzismo y porteros tan buenos como conflictivos. Tampoco rematemos a aquellos ya que por aquel entonces en Valencia reinaba la anarquía y no hacían falta caretas. Pero, por momentos, volvimos a aquello, salvo honrosas excepciones.

Se pregunta el aficionado patidor donde está la solución, poniéndose el imaginario chandal de Marcelino. Me cargaba a Fulano, por manso. A Mengano lo pondría en el centro y a Zutano más adelante. Parece que todo sea cosa del plantejament que dicen en el casino de mi pueblo. Del sistema, de la disposición táctica. Y quizá no sea eso.

Si volvemos a lo de los percheros, Jorge Valdano dijo una vez que el fútbol es un estado de ánimo. Y ustedes saben que estoy de acuerdo en esta frase en particular. No les digo que las pérdidas de balón o los centros mal tirados o los penaltis estúpidos estando como unas castañuelas no pasen, pero el reponerse de errores con inmediatez, sí. Y oigan, que te empapen con etiquetas en redes sociales o hablen en los medios del club del compromiso máximo de la plantilla te hace levantar la ceja. Si eso se recalca, ¿hubo algún tiempo en que cualquier plantilla no tenía compromiso? ¿El compromiso se mide a través de los resultados?

Miren, para mí el compromiso es no esconderse. Dar la cara ante las duras. Pedir la pelota una y mil veces. Salir a rueda de prensa y decir las verdades del barquero. Como hizo Soler en Berna, por ejemplo. O aquello de "El entorno me chupa un huevo" de Baraja. Y no todos valen para liderar grupos, para encabezar reacciones, para enarbolar banderas. Y eso no es malo. No necesariamente tiene que ser el líder del equipo el que más goles meta o el que más años lleve en la plantilla. A veces naces con talento pero con un perfil bajo. O no quieres. O te ponen ahí por decreto. Como el sobrino vividor que dirige el departamento comercial de una empresa familiar. Y no dejas de ser un buen jugador por ello. Han habido laterales normales que han sido grandes capitanes, como Gary Neville. O Pepe Carrete, mítico donde los haya. Y grandes jugadores con un perfil bajo de cara a los medios y al vestuario, como Pablo Aimar. Ya ven si era grande el pibe de Río Cuarto. Y miren ahora si tiene carisma, caché y dotes de mando que fue capaz de arengar en su último partido de corto al equipo de su ciudad, Estudiantes, con un discurso que es toda una declaración de vida. Y ahora está dentro del equipo temporal que dirige a Argentina. Poca broma.

Los líderes se demuestran en la trinchera, mientras caen bombas por todos lados. Dando ejemplo, tirando del carro el primero y primando el beneficio del colectivo frente al interés individual. Y eso, o se gestiona desde dentro del vestuario o lo tiene que hacer el entrenador. Con valentía. Porque si no, la cuerda se rompe por el lado más débil. No digo que vaya a pasar esto en el Valencia. Sería para coger el barco y no volver. Pero que sin llegar a noviembre, se está en un punto crítico de la temporada, es tan cierto como que hoy es viernes.

Al final, como dice en el casino Pepe el Taronger, 'més ficar la cameta i menos xarraeta'. O lo que es lo mismo, hablar en el campo y dejar las etiquetas de redes sociales para otra ocasión.

viernes, 19 de octubre de 2018

Montes vs Cubells del siglo XXI.

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Vale. El titular tiene truco. No van a encontrar aquí recuerdos del inicial Valencia y sus primeras filias. En cualquier caso es una manera de comenzar a hablarles del eterno movimiento en cuanto a bandos en esta mitad de la Valencia futbolera. Cuentan los libros que los primeros piques entre aficionados del Foot-ball Club era entre los que gustaban por Montes, teniendo enfrente a los que bancaban por Cubells. Hablamos de aquel fútbol desmercantilizado de Algiròs, del calzón largo, camisolas con cordones y pañuelos en la cabeza. Pañuelos en la cabeza, que frivolidez, oiga.

Pero en esta semana de parón y puente, un novedoso caso se ha asomado a nuestros quioscos, tabletas y teléfonos móviles. El debate no era con dos del equipo, como con aquello de fernandistas y arroyistas de los años 80 y 90. Era, o es, un debate entre el pasado y el presente. Entre uno que se fue y otro que decían que se iba y está aquí todavía, que cantaban Los Ronaldos. si no saben de quien les hablo, esperen al próximo párrafo. Y si lo saben, sigan leyendo, por favor.

Con Paco Alcácer todo se magnifica. Con razón o sin ella, pero es así. Recuerdo su debut, como todos. Y oiga, uno no es de piedra y la superación de la pérdida te gana el sentimiento y el respeto. Igual que se lo tengo a otro Paco, amigo y de apellido Raga, al que le pasó lo mismo que al de Torrent, también de un día para otro. Y con una zurdita de oro, dicho sea de paso. Y quizá con Rodrigo también se peque de magnificencia. Pero ya saben de que va esto de contar las cosas del deporte. Blancos y negros sin escala de grises. Humanizar al deportista de élite cuando conviene. Meterle cera sin descanso si vienen mal dadas. Total, eso va con el sueldo, dijo aquel pasando con vehemencia las páginas del Marca sentado en la barra del bar, mientras pedía con señas otro carajillo.

Y claro, cuando ves ciertas maniobras orquestales en la oscuridad de redacciones con más o menos postín, el cuerno te huele. Esa armonía, cuando la mayoría de las veces esto es un reino de taifas, te mosquea más que un pavo en diciembre. Servidor entendería esa misma fanfarria en València del Nord, donde acogen en un equipo que viste como el Levante a los falsamente desencantados de valencianismo, por aquello de revalorizar a un jugador de su propiedad. Pero aquí en València, raro, raro. Y el argumento de las posibles variables económicas no valen como coartada.

Cualquiera puede escribir, lanzar debates o editoriales acerca del fútbol-ficción. Pero ensalzar a uno de fuera, deportivamente hablando, hundiendo al de casa, que además es el yerno perfecto, es de actitud poco menos que reprobable. Por no hablar de una muestra perfecta de cinismo, como si un Mollà o Galiana del tres al cuarto se tratasen. A no ser que les pase como a Groucho con sus principios y cambien al son de las monedas.

Como dijo Cruyff, un palomo no hace verano. Y estamos en octubre todavía. Servidor a Alcácer le desea que le vaya bien siempre y cuando su racha no interceda de manera directa o indirecta con los objetivos del Valencia. No valoro a la persona ni al asesoramiento dado en su día por su agencia de representación. Podrían haber hecho las cosas de otra manera, correcto. Pero tomar caminos es parte del ciclo de la vida. Y, por supuesto, de Rodrigo queremos que las vuelva a meter todas.

Todo lo demás, hacer bailar al mono por unas monedas.

viernes, 5 de octubre de 2018

¡Defensa, defensa!

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Eso gritan en las gradas de los partidos de la NBA cuando toca bajar el culo y apretar para que el contrario no anote. Sabe el aficionado medio de este deporte que defender es la base de todo. Ya ven, casi casi como en el fútbol. En realidad hay dos caminos para ganar esto. Que se asemejan pero no son lo mismo: meter más que el contrario o que no te metan. En aquellas viejas ligas de Atochas, partidos los domingos a las cinco y victorias a dos puntos, el no encajar ya te garantizaba casi el cincuenta por ciento del botín. Ahora con las de tres, la apuesta sube y un meritorio empate en, pongamos un lugar al azar, Old Trafford, te sirve pero luce un poco menos.

Y es que en esas estamos. En la búsqueda de la identidad como equipo. Otra vez. Con pólvora arriba, vistos los curriculos de los recién llegados. Con alcurnia consolidada por los que ya estaban en la misma zona. Y con un teórico mejoramiento del engranaje de la primera y la segunda línea del equipo. Pero no. Arranque complicado, dudas, ausencias con olor a cuerno quemado. Y conjeturas. Muchas. Con cierto asomo de duda cara al entrenador y su equipo. Personalizando errores en el flanco derecho de la defensa de cuatro. Con el punto de apoyo para mover el mundo valencianí, Kondogbia, renqueante. Y cuando King Kond estornuda, el entramado defensivo del Valencia se resfría. 

A la larga, la cuestión es simple. Hacer de verdad lo que tantas veces se dice por el micrófono. Jugar el próximo partido como si fuese el último. Eso garantiza la lucha, la competencia. Y después depende del acierto en las áreas que rasques más o menos. En cualquier momento el Lukaku o Messi de turno te hace un roto de proporciones bíblicas. Quizá con el argentino sea el destino más simple en el noventa por cien de los casos. Pero no extender la alfombra roja es menester. Que Messi tenga que dar dos palos para conseguir su gol, por ejemplo. O que, en esa evolución que ha experimentado el rosarino en su juego, se cortocircuite sus bajadas al centro del campo con ayudas permanentes, con trabajo de vigilancias, con coberturas. Defensa, defensa. Y no solo de la línea de cuatro. Que con correr con la cabeza a veces no basta.

Anoche Marcelino, en una visita a la Agrupación de Peñas, verbalizó las ganas que tiene de ganar al Barcelona. Serán casi las mismas que las que tiene el aficionado de a pie. Hagamos sonar el Jumbotron imaginario de Mestalla con la bocina y gritemos ¡Defensa, defensa! para conseguirlo.

Por las risas y el cachondeo posterior, chicos.

viernes, 28 de septiembre de 2018

Trata de arrancarlo, Marce.

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La frase original es de Luis Moya. Si peinan alguna cana, la reconocerán. Ya ven, con las cosas que ha hecho este hombre en los rallies y pasará a la historia popular como el que le gritaba a Carlos Sainz, su piloto y frustrado presidente del Real Madrid, que arrancara el coche, por Dios. 

Y eso supongo que le puede estar diciendo sin verbalizar Uría a Marcelino. Que la cosa tiene marchamo de épica y solo nos hemos pulido seis jornadas de liga. Que ayer por la mañnaa tirabas de clasificación y solo tenían cerapio debajo de la G el Valencia y el Pucela. Hoy, solo el Valencia. Y ya toca. Aunque sea en esa Anoeta que se parece a Atocha. Aunque sea de manera injusta. Porque el fútbol no es justo. Ni la vida, que diablos.

Lo bueno del empate del miércoles es que mañana ya hay partido. No hay motivo para el lamento. El calendario no espera y toca limpiar las cabezas, incidir en los errores y aprender de ellos para mejorar el colectivo. Parece más que obvio que ya saben como jugar a este Valencia lánguido por momentos. Y como atacar. Por fuera, claro. Por la derecha. Pero nadie en el mundo es infalible en su línea de cuatro o de cinco. El que tiene buenos laterales defensivos no son ofensivos y tiene un central que es una patata. Y el que saca pecho de centrales, cojea por fuera. Ante eso solo queda el trabajo de bloque, las coberturas, las ayudas permanentes y compromiso defensivo de los once del campo. Y de los de fuera, de la grada, el mismo compromiso. Está muy bien el raje, el pitido y todo lo demás, pero háganlo cuando el trencilla pite el final. Mientras, a muerte con todos. Hasta con el que le tienen ojeriza. Porque, aunque no lo crean, en este invento el estado de ánimo es muchas veces el plus que decanta la balanza. Miren el Lega del Flaco Pellegrino. En sesenta y ocho segundos le dan la vuelta al actual campeón y la excitación del momento les duró hasta el noventa. Piénsenlo.

Y piensen también que lo extraordinario fue lo del año pasado. Con entrenador nuevo y con muchos de los que quedaron en mitad tabla, los nuevos mostraron una adaptación digna del camaleón, pero en positivo. Kondogbia, Murillo, Guedes, Batsuhayi y algún otro vienen, por diversas cuestiones, con la forma justa. Y esto solo va a remontar con partidos, partidos y partidos. Es difícil, lo sé. Pero conviene sufrir en el silencio. Y por supuesto exigir a Marcelino, Uría y todo su equipo que eleven el ánimo de la tropa, que centren sus esfuerzos en que no decaiga el ánimo, en cortar de raíz cualquier atisbo de tontería que corrompa el habitat del vestuario. Vamos, lo normal en estos casos.

Trata de arrancarlo, Marce. En el Nuevo Atocha, que es esa maravilla que han hecho con Anoeta. El partido más importante del año de momento. Buen escenario.

viernes, 21 de septiembre de 2018

Camarero, hay una mosca en mi Centenario.

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Nos las prometíamos felices en este banquete del Centenario. Entrando por la puerta grande otra vez. Enarbolando el 'Hem tornat' y sacando pecho ante las retenciones y los fichajes en propiedad. Pero este calendario nos agota antes de empezar. Sin carburar, con tics que creíamos olvidados y una ligera sensación de nerviosismo por comparanza con el casi inmaculado curso anterior.
La memoria, ay la memoria. Esa que no permite recordar más allá de la temporada vigente. Ese hedonismo futbolero que se cuece en todas partes. Lo mismo da que sea Mestalla o el Mundial 82 de Catarroja. Lo queremos todo y ya. Sin medida. Y más habiendo vivido el nivel de la temporada pasada. Sin contar con el, importante, matiz que este año ya no tienes el factor sorpresa y que las incógnitas, como Kondogbia o Rodrigo, ya son una certeza. 

Temores pueden existir. El que la plantilla se deje llevar sin una gran competición de selecciones a la vista. La medida tomada al entrenador. Los hilos ocultos que existen en todo ecosistema deportivo. La confabulación en la sombra. Gente en los rincones afilando cuchillos.

Lo importante no es llegar. Es mantenerse. Saber manejar la exigencia de las competiciones. Saber gestionar los momentos de todos y cada uno de los componentes de la plantilla. Sin excepciones. Sin mirar el dorsal ni la historia que pueda haber detrás. La clave es esa, simple y llanamente. Que jueguen los mejores de cada momento. Que se vuelva a ese equipo rocoso. Que esa elogiada gestión de vestuario que nos mojaba la entrepierna sea otra vez la seña de identidad.

Solución fácil y, a la vez, difícil. Recuperar al colectivo apelando a las individualidades. Exigir desde dentro la cuota de responsabilidad. Trabajar desde atrás. Va a sonar duro, pero ahora es importante no perder. Construir poco a poco aquella casa que el año pasado nos hinchó el pecho. Porque el futuro del club va a depender mucho de que el nivel deportivo se mantenga para poder conservar las altas inversiones realizadas en este verano. 

Pero apelemos a la tranquilidad. No por gusto. Por estadística. Ejemplos de vecinos: el Real Madrid el verano pasado parecía que iba a arrasar con todo y ya saben que pasó. En la misma ciudad, el Atleti cae en ronda de grupos de Champions y campeona, reforzándose como equipo y como grupo. Más hacía abajo, aquel Sevilla de Sampaoli que era el acierto más grande jamás contado y que acabó como acabó. Pregunten por Pino Montano a ver que les dicen.

De Marcelino y su equipo de trabajo depende. Esta situación, con las circunstancias mal dadas, va a demostrarnos el cuajo de entrenador del asturiano. Servidor no tiene ninguna duda que la cosa va a tener final feliz. Tan solo ha de hacer como los toreros. Ser valiente y arrimarse.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Septiembre y Mateu Alemany.

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Espero hayan disfrutado de la tranquila semana. Sin liga en Primera, con partidazos de selecciones y poco más. De hecho, esta misma semana salió el habitual análisis de la plantilla por parte de los cafeteros de Café Mestalla. Aprovechen esta mañana y con el café, por supuesto, lean las reflexiones. Podrán comentar con todo lujo de detalle y conocimiento de causa.

La semana tranquila acaba hoy. Entrenamiento y lista para el partido contra el Betis. Expectación por si Guedes entrará en convocatoria o no. Saber como llegarán los valencianistas triunfadores de España, Rodrigo, Gayá y Soler. Me alegro por Gayá. De Pedreguer. Y valencianista por su abuelo. Me imagino a la familia haciendo kilómetros arriba y abajo de la Comunitat Valenciana para que el chaval jugase en el Valencia y me emociona por simpatía que haya llegado hasta ahí. Y claro, es inevitable comparar en este momento a Gayá con Alcácer. Aunque, en cualquier caso, ojalá el de Torrent haga gritar 'Tor' a la afición del Dortmund muchas veces. A pesar de haber sido mal asesorado, personalmente creo que ese muchacho merece triunfar en este negocio. Que le vaya bien y meta muchos goles, menos cuando se enfrente, directa o indirectamente, al Valencia CF.

Y para animar la espera, hablo Mateu Alemany. A explicar todo lo que se puede explicar en este momento. Y oigan, da la sensación que tiene controlada la cosa esta de los dineros. Las entradas y salidas de jugadores, la operación de Guedes y sus condiciones de pago y las urgencias económicas que parecen cada vez menos. A todas luces, la gestión hasta el día de hoy es impecable. Estábamos en la UVI que decía Lopera y ahora se ha recuperado la competitividad futbolística y revalorizado a la plantilla que juega en Mestalla. Porque la que anda por ahí cedida es otro cantar. Santos intenta asomar la cabeza y Abdennour la tiene bien hundida. Pero esos problemas no son problemas hasta que vuelvan a la disciplina che. Y cuando lleguen, ya se verá.

Da la sensación que en el club no había excesiva tensión por si llegaba una oferta escandalosamente escandalosa por Rodrigo. Tenían hechos los deberes con el gatillo puesto en William José y Aspas. Pero bueno, se han llenado páginas hablando sobre ello. Incluso se ha menospreciado desde donde siempre la calidad de Rodrigo. Igual nos tiene, que diría mi amigo Pepe Martí cuando se burla de los de la capital del Reino. Rodrigo es nuestro killer. Es nuestro delantero moderno y estoy seguro que cualquier club con posibles se planteará, tarde o temprano, abordar su contratación. Porque lo vale. Porque está de dulce. Juega y hace jugar. Y, lo mejor de todo, está plenamente motivado e identificado con este club. Y ese valor es el que realmente se paga y pesa a la hora de las decisiones de marcha de los jugadores.

Calienten en sus bandas. Viene lo bueno. Betis de Setién y Joaquín el artista. Y luego, la musiquita del balón. Con la Juve de Cancelo, Ronaldo y las Copas de Europa.

Septiembre. La corbata a estrenar que cantaban Los Enemigos tendrá que esperar. Vayan a por el pan para los bocatas del descanso, que esto ya huele a grandes noches de exigencia.

viernes, 7 de septiembre de 2018

Saura, Cerveró y el 127 de Roberto.

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Freno. Pausa. Selecciones. La Nations Cup. El nuevo invento. Nada que opinar. Por eso es ahora un buen momento para intimar ustedes y yo. Para contarles de donde sale el sentimient. Imaginen a un chaval listo de los que aprende a leer antes que casi cualquier cosa. Menudo, pero hábil con la pelota. Pelota que es casi más grande que su cabeza. La verdad es que no recuerdo, ni asocio nada en mi vida sin que ande el Valencia de por medio. Ni el fútbol. Siento no poder decir cuando fue la primera vez que entré en el Luis Casanova. De lo que sí estoy seguro es que no pagué. Recordarán los más viejos del lugar que los niños no pagábamos hasta cierta edad. Luego, mientras me hacía un hombrecito, me sacaron el pase infantil y usaba las primeras filas de los sectores 3 y 4 del Gol Sur como mi patio de recreo. Mirabas arriba a la derecha y buscabas la bandera del Valencia y antes del pitido inicial te montabas tu particular cuento de la lechera con la victoria propia y los empates o derrotas de los que iban por delante. Anotabas el minuto de los goles en el programa de mano que se entregaba en cada partido -que vuelva, por favor- y escuchabas atento a García en Antena 3, y seguro que a Lloret sin saberlo, cantar la quiniela de camino de vuelta a casa en el coche.
Si el partido era sábado por la noche, cenabas antes y bajabas dos pisos bajo de tu casa para, a la hora acordada, marcharte con tus tíos al fútbol. Tu tío, tu padrino, es el que te llevaba. Igual que después hizo con tu hermano, sin ser padrino suyo, ni falta que le hace. Y mientras, en casa, esperaba tu padre que seguía el partido por la radio pero se mantenía despierto a que llegaras para que le hicieses una crónica detallada. Sentado en la cama, le narrabas con detalle las acciones de Arias, Quique, Fernando o el paradón de Sempere. Ya ven, ya tenía interés por contar cosas.

Recuerdo a Saura, que era el galo valencianista en el Mundial 82. Su convocatoria fue el triunfo del valencianismo de campo y pueblo, derrotado por la caída final de Sempere en la lista final, aunque en mi memoria siempre estará como tercer portero del Mundial de Naranjito. Pero Saura y Tendillo fueron los nuestros con la Furia Española. Antes no se llamaba La Roja, ni se ganaba siempre. Recuerdo ver el gol de Saura en la tele. En una cena. En casa mis tíos. Donde nadie prestaba atención al Philips K-12 de color del comedor. Casi nadie. Este moco que les habla flipaba de ver el Casanova en la tele. Lleno. Esperando que nadie le hiciera nada a tu sector. A fin de cuentas los que estaban allí ocupaban las sillas de prestado. En septiembre volveríamos a nuestros asientos, a nuestro sector y debía estar todo perfecto. Así era yo con el Casanova. Incluso hasta me molestaba que jugadores rivales escupieran en el césped, el mejor cuidado de Primera División, escuché alguna vez.

Recuerdo al Valencia llegar a Catarroja. En el 81, cuando el Catarroja todavía jugaba en el viejo campo donde ahora está la Plaça Major. Catarroja, de donde es Arias, Don Ricardo. Recuerdo mis dudas sobre con que equipo ir. Disipadas por mi padre. Primero del Catarroja y después del Valencia. En la grada del viejo campo también recuerdo jugar en los partidos de liga de esa Tercera valenciana con enjundia. Mientras los mayores seguían el partido del Valencia por la radio. Mágicamente coincidía jugar el Catarroja CF de local y el Valencia de visitante y veíamos los cortes imperiales de Melero o las estiradas de Ramírez con el rabillo del ojo, pero gritando como el que más ante cada gol de los blanquiazules contra el Aspense, Olímpic, Cargagente o Onteniente, antes de ser Carcaixent i Ontinyent. El Valencia en Catarroja, les decía. Allí estaba yo, en la grada de siempre. En ese amistoso que fue una fiesta. Y cuando acabó, en la puerta, atándome el zapato con la pose más futbolera que hay para atarse un zapato, rodilla en tierra, Cerveró pasó por allí y me tocó la cabeza. Ni me enteré hasta que mi padre me lo dijo. Luego coincidí con el enfrentándome en los banquillos del fútbol regional y ahí nos dimos la mano, guardándome esta anécdota de chaval para mi memoria. Y Roberto, recién llegado al club y con mucho por recorrer, se marchó sin levantar polvo con su Seat 127, como si tal cosa, sin imaginar como iba a ser su futuro.

Por eso, cualquier cosa que haga este club me parece fantástica. Reinventarse, remodelarse, caer y volverse a levantar. Citar a los argentinos y alegrarse porque hoy juega el puto Valencia. Porque me he estudiado más a Montes, Cubells, Claramunt y Puchades que a la Generación del 27. Y me sigue emocionando que alguien tenga el detalle de plasmar mis pequeñitas aportaciones a este sentiment, como hizo Jose Ricardo March en su silla de enea en Las Provincias.

Saura, Cerveró, uno de nuestros "one club man" y el 127 de Roberto. Un cachito más de mi Centenario particular.

viernes, 31 de agosto de 2018

#Saura7Guedes, ilusión y militancia.

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Parece que haya pasado un mes. Pero no. Tan solo fue una semana desde que andábamos debatiendo en Café Mestalla la primera derrota del Centenario. Vendrán muchas más, no tengan duda. Pero esta, por ser la primera y por no esperada, duele un poco más. Ya se habló de las cosas a mejorar. Piccini y el juego colectivo, principalmente. Por lo tanto, no conviene ahondar en la herida.

La herida se tapó, por fin, con Guedes. Moto GG. La ilusión del valencianismo transformado en algarabía turca. Recibimiento en el aeropuerto, zarandeos, cánticos y Peter Lim que parece que destierra todo aquello malo que hizo los dos primeros años. Se le vuelve a corear. Como en tiempos de Salvo. Salvo, Amadeo, que ha fichado para su Ibiza a Borriello, Marco. Ojalá le salga bien y no sea su Nani pitiuso.

Ilusión. Una palabra que ha ido rondando por redes. Cíclicamente se reparten carnets de valencianismo para medirse los murciélagos. Ya ven. Cosas de agosto esta vez, supongo. Servidor se sitúa en la trinchera de Lahuerta, donde la militancia no se negocia y la ilusión va y viene. Y los gestores han de gestionar esa militancia, no basar sus políticas en la ilusión. Buscando el símil económico, hay que mirar la rentabilidad a largo plazo, diversificando una parte en valores de riesgo. O más cercano, la economía del Valencia CF no puede basarse exclusivamente en la clasificación para la Champions. Se ha de potenciar otras vías de ingresos, por pequeñas que sean. Tacita a tacita, como la militancia.

Militancia. Estos días, en un ataque desmesurado de ego, al abrigo de aquello que saltaron voces contrarias a no tener detalles con ex jugadores cuando es su aniversario, se me ocurrió lanzar la etiqueta #Saura7Guedes para buscar dentro del Departamento de Marketing que tomasen como suya la presencia del mítico capitán en una hipotética presentación del portugués en el palco de Mestalla. Dudo que se haga tal guiño. Sería bonito. Y serviría para demostrar a esa militancia sin conocimiento de la historia del club que, antes de Guedes, Villa o el Piojo, llevar el siete en el Valencia pesaba y mucho. Y Saura era la luz del valencianismo eclipsado en los 80. Ganó una Copa, una Recopa y una Supercopa de Europa, jugó un Mundial y marcó un gol, precisamente en Mestalla, cuando se llamaba Luis Casanova. Nuestro irreductible galo dentro del Imperio Romano. Portador antaño, de la bandera de la ilusión.

Ilusión. Con la Champions. Con equipazos. Los tres. Sí. No me vengan con historias. Los tres. Dos con lustre y uno con igual o más ganas de hacer ruido que el Valencia. Mata y Cancelo volverán a Mestalla, lectura en clave valencianista. O si lo quieren en clave Gestifute-Meriton, Mourinho y Ronaldo, amigos e intereses del dueño del Valencia. Prepárense a ser equipo extranjero con la vuelta del portugués juventino. Y aprendan de los errores. La indiferencia será lo mejor. Al último ex-madridista de tronío que vino a Mestalla en Champions, Raúl, se le silbó y nos calló con un gol que fue la primera piedra para ser apeados. Piensen ya en la Champions e ilusiónense. Por suerte, ni ustedes ni yo jugamos. Y el domingo se juega un partidazo a las 12 que se ha de ganar. Ganar y que a nadie de la grada le de un golpe de calor.  

viernes, 24 de agosto de 2018

El ciclo valencianista sin fin.

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Lo habrán visto ustedes. Marca Rodrigo un golazo que supone el empate y el objetivo de David González capta la esencia. Un padre levanta a su bebé de cinco meses. La euforia del gol. La devoción por unos colores. Levanta. Ni zarandea, ni lanza al aire ni cualquier otra burrada por el estilo. Levanta. Como hace usted o yo en el parque o en el sofá de casa. Y no van los servicios sociales a llevárselo. Como tampoco lo hacen con aquellos que dejan, de mano en mano, a nanos para que 'toquen' el manto de la Geperdudeta. No sean meapilas. Ustedes saben, y si no yo se lo digo, que en la grada normal de un campo de fútbol, el mayor peligro es que te den un balonazo. Y si eso pasa es porque no se está atento al juego. Yo flipo con las sensaciones que habrá vivido esa familia, al completo yendo al templo. Y ese nanete, el del fútbol, va a ser de los de su colla el que más pecho saque cuando en la piscina o en el parque de Villamarxant se saque a relucir quien fue el más joven en ir a Mestalla. Cinco meses. Toma ya. Y estuvo en un golazo. Quizá el de Rodrigo sea su propio gol de Forment. Estando, que estaba, no se acordará más allá de las cosas que le puedan contar sus padres o su hermano mayor, que también estaban allí. 'Y el balón estaba muy arriba. Y Rodrigo, que era de los mejores y lo quería el Madrid, saltó, se paró en el aire y bajó la pelota con el pecho para meter un golazo casi por la escuadra'. Y el nano soñará con ese gol. Y si lo busca en YouTube, o en cualquier plataforma de vídeo cuando tenga edad para ello, siempre podrá decir que ese fue su gol.

Más allá de debates infantiles, la imagen, digna de enmarcar, es una metáfora clara del repunte de la ilusión del valencianismo. Ya saben la historia. Años duros, mala gestión inicial de Meriton y la doble M que llega para mandar junto con un presidente con perfil diplomático que ocupa su lugar. Fuertes como institución, no dejándose doblegar ante los grandes de siempre con una cosa tan simple como defender y poner en valor sus activos. Ni más ni menos. Mestalla, un lunes, con 46.174 espectadores y nanos que, como nuestro pequeño protagonista, debutaban en la grada. De eso se trata. De perpetuar el sentiment. De rescatar esas historias familiares, que son igual de bonitas o más que la de cualquier aficionado a más de 700 kilómetros de la Avenida de Suecia. De cuidar al tipo que se casca una hora en coche para ir y otra para volver que parecen dos cuando el cabreo de la derrota va como pasajero. Y vivir este año como único, porque igual el año que viene las cañas se tornan lanzas y comienza la temporada en julio, jugándose la vida contra equipos eslovenos para entrar en una Europa League que solo mola si vienes de la fase de grupos de la Orejona.

Vivan el año que recién comienza con sonrisa de pícaro. Como la de Ferran. O la de todos los niños que apuran uno de sus primeros veranos y van por los parques y paseos marítimos con sus zamarritas valencianistas.

Bienvenidos de nuevo a este rincón.

miércoles, 1 de agosto de 2018

El último trago del Nueve.

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El último trago nunca sabes que lo es. El mío fue, exactamente, un chupito de Jack Daniel's. Como siempre, hice caras al pasar la bebida por mi garganta. Mi dureza no es como la de Andrés, curtido en mil y una batallas a un lado y otro de la barra. Todavía tuve los arrestos de marcarme unos pasos de baile tratando de disimular el ardor que provoca ese bourbon, roquero por excelencia. Desde la esquina de la barra, alguien reía. Lastimosamente, supongo. Si sabes que ese es el último, lo abrazas para la eternidad. Pero ahí está la gracia. Beberlo con normalidad. Aunque diez, quince o veinte días después se vuelva amargo.

El Nueve Tragos cierra sus puertas. Dieciocho largos años, muchas páginas escritas y recuerdos que se nos quedarán para siempre hasta que nuestro coco se reblandezca por los excesos de juventud y madurez. El Nueve entró en mí una tarde noche de marzo de 2010, con un acústico de Igor Paskual. Día 16, en plenas Fallas y, con esa cara que solo tiene el que se encuentra a medio camino de la borrachera y la resaca, me presentaba allí, tímidamente, ante el dueño, para no marcharme nunca más y dejar un trocito de mi corazón en esas mesas redondas y en esa barra presidida por un lema digno de ser mantra. Sueños de rock & Roll. 

El Nueve ha sido mucho más que un bar. Ha sido un hervidero de cosas. Me niego a llamarlo contenedor cultural, aunque pueda ser la definición técnica más acertada. Incluso fue restaurante sin serlo. O lugar improvisado para comerse una pizza regada con tertulia. Allí he comprado vino, he sido solidario, he asistido a charlas donde la música ha sido protagonista, a presentaciones de libros, a proyecciones cinematográficas con palomitas, a partidos de fútbol, a fiestas infantiles, a exposiciones fotográficas y a conciertos. He celebrado cumpleaños provocando la mejor de las sonrisas. Incluso me ha servido de escritorio en alguna de esas noches en las que solo necesitas buena música, un whisky con hielo y el buen hacer detrás de la barra. Y sí, he subido al coche de choque, con la correspondiente foto. Incluso tengo una tarjeta VIP, de la que me siento orgulloso.

Me consta que Nueve Tragos ha sido, es y será importante para mucha gente. Fue donde ella le dijo sí a él, dejando dos hijos para la posteridad, convirtiéndose para siempre en su bar. Fue el sueño cumplido de un chaval al que su pasión por el rock de Loquillo lo hizo empresario. Es nuestro espacio de seguridad, donde lamernos las heridas de lobos solitarios y el lugar del que siempre hablamos. Es el vaivén de las copas hablando de fútbol en clave valencianista o del pasado cuando jugábamos, saltando sin rubor a los problemas con las mujeres, como el disco. Es visitar sus paredes, historia viva del rock en España y Valencia. Es el altillo. Es el Loco entrando y callando a todo el bar con solo su presencia. Es el abrazo sincero de Andrés al llegar. Es el abrazo sincero de Andrés al marcharte. Es la intimidad de la puerta cerrada y las confesiones que no se pueden contar. El Nueve Tragos es la mutación al Mesón La Pepa, las mismas caras, los mismos gestos, la misma elegancia, pero bien comidos y bebidos.

Patraix se queda un poco más oscuro sin las luces de neón. Y esa pendiente despedida a lo grande será la que todos y cada uno de los que nos dejamos un trozo de nuestra vida en el Nueve Tragos imaginemos en nuestras cabezas. Con las caras que queramos recordar, con la canción que queramos cantar o bailar, con el hielo que queramos que suene en las copas.

Espero veros a todos en La Pepa, para que el Nueve Tragos y su rocanrol actitud no muera.

Por un instante… la eternidad.

Gracias por todo, Andrés Albert. 

PD: Perdón por la licencia narcisista de la foto. Si no os gusta, cerrad al salir.



viernes, 27 de julio de 2018

El calendario asimétrico y la coentor.

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Imaginen cualquier bar de los de buen almuerzo y servilletas de papel impresas con un 'Gracias por su visita'. El Mesó L'Albufera del barrio de Les Barraques de Catarroja. O el bar Alvaro de la calle Ciscar, donde el gran Jorge Iranzo dejaba sus calendarios todos los años. Imaginen, entre bocado y bocado, a la gente hablar del calendario. No de los de Iranzo. De los de Tebas. Vamos, de este de la liga. Que es asimétrico. Toma ya palabro. Que no es más que la primera vuelta y la segunda se parecen lo mismo que un huevo a una castaña. Que ya no vale eso de "el que suelta el Alavés lo recoges tú y luego vas al que deja la Real". De pequeño, me flipaba ese control del calendario que tenía mi tío. Digo tenía porque este año, nada de nada. Su teoría al traste. Asimétrico. Nunca un calendario ha calado tan hondo en las charlas de bar, excepción hecha de los de la difunta Interviú, que han presidido el noventa y ocho por ciento de los talleres mecánicos de España y todas las cabinas de camioneros de grandes rutas. Vale, el de la Interviú y los de ahora de Pirelli. Venga va, y los de los bomberos macizorros. Y ya. Que nos desviamos del tema.

El calendario asimétrico. Que viene parido de cuando había un Madrid-Barça con la liga decidida y sin interés por los puntos y la sangre, que es de lo que se trata este invento. Ir pululando por los campos de Dios para jugarse la tostada estos dos en el Bernabeú o el Nou Camp. Lo demás, como coger el avión oficial para ir a Castellón de reuniones. Excusas para justificar ver a The Killers. Los otros 18 son teloneros. No esperen tratos de favor, ni atenciones especiales. Miren el primer partido, contra el Atleti. Partido de la jornada. Partidazo. Hay un canal de televisión que se llama así. Y no va a emitir ese partidazo. Que por alcurnia, debería ser jugado un sábado noche. O un domingo. Aunque, por aquello de la nostalgia, sábado a las 22.30 sería lo suyo. Vendiéndose bombón helado en las gradas. Y sacando café granizado a repartir entre los vecinos de asiento a la hora del descanso. 

"Nos adaptamos a las necesidades de los clubes, de la televisión y de los medios de comunicación" ha dicho Tebas. Para no mezclar la Semana Santa, dice. Y el Betis-Sevilla lo meten el Domingo de Ramos. Pues anda que a Pepe Lobo le ha hecho la misma gracia que no tener lumbre a las dos y media de la madrugada. Y claro, lo de tener los horarios con varios meses de antelación para organizar viajes o vida, en general, olvídate. Alguien debería decirle a Tebas, tanta modernor que quiere mostrar cuando solo es un alopécico coent, con esas gafitas de montura imantada colgadas del pescuezo, que si tuviera los santos bemoles de cerrar horarios antes de irnos de vacaciones, podría darse el caso que el personal se animase a viajar con su equipo. Un arranque de valentía en el chiringo una noche tonta de agosto, con la camarera subiendo sus Stories y tú con los colegas más cocidos que las ratas, muy mal se tiene que dar para que no salga el fútbol a la conversación y una de esas de echarle pelotas para pillar un viaje a Girona, Huesca o Getafe en octubre. Pero no, Tebas Javier prefiere poner a la televisión de por medio como excusa. Será que no hay canales 24 horas de deportes y se la sopla que esos dos equipos de los que usted me habla jueguen a las 4, a las 8 o a las 10.

En fin, es lo que quieren. Show me the money y llámame tonto. Lo malo es que luego, con cualquier chorrada, se nos sube la moral y nos vamos, en chanclas, a renovar el pase. Y muchos, en vez de organizar la vida y después ver lo del fútbol, ven lo del fútbol y después concilian su vida con los niños, la mujer, la querida y los amigos.

Hasta que los otros 18 no se planten y se independicen, esto es lo que hay. Una Liga de aparente modernor, pero que es molt coenta y garrula.

viernes, 20 de julio de 2018

Marcelino 2020.

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Renovación. Para seguir moviendo las cosas. Para continuar cambiando el rumbo de este Valencia meritoniano que parece aprender de los errores del pasado. Ese pasado que parece tan lejano ahora, al calor del Centenario, de las canciones de diversos estilos y gustos y de agotar las camisetas conmemorativas. Ya ven, en esas estamos. En dramas insustanciales propios de una calma del que se siente seguro. Porque sabemos que las cosas del balón están más que controladas. Y a ciegas confiamos en Marcelino, Uría y todo el equipo. A pesar de algunas borradas en ciertos partidos de la temporada pasada. Medir esfuerzos, recuerden. Como los ciclistas modernos, que llevan aparatitos para medir sus pulsaciones y no han de pasarse de cierto ritmo. La tecnología, nano. El VAR y la modernor.

Es interesante, entre las frases destacables de su rueda de prensa, la que habla de la Champions y la necesidad de estar continuamente en ella. A nadie sorprendemos si se afirma que los ingresos que da la competición del baloncito son parte importante del pastel de la caja. Optar a ser, mínimo, cuartos es el objetivo. ¿El mínimo es el máximo en estos momentos? Pues puede ser, vistos los montantes de las operaciones que se gastan en Madrid entera, salvo Vallecas, y en la Barcelona blaugrana. El objetivo ha de ser marcar distancia con Sevilla, Villarreal, Betis y Athletic mientras se intenta recortar la que te ha tomado el Atlético. No hay más en términos económicos. Ahora, el plus deportivo si se le va a exigir a este grupo de jugadores que en breve sudarán la gota gorda en Suiza. Y en todos los partidos. Contra el Corralejo o contra el Manchester City. Esa va a ser la exigencia que ha de gestionar Marcelino para poder continuar disfrutando de la indulgencia del aficionado. Porque se lo ha ganado. Si da el ok a gastarse 15 kilos en un central semidesconocido, nadie chista. Si vende directamente a proyectos de jugadores con buena pinta como Maksimovic o Vidal, poco debate. Ese mérito, ganado a pulso, no será perpetuo. Simplemente ha de seguir marcando la línea, manteniendo el nivel de justicia deportiva y de gestión de vestuario como hasta ahora, añadiendo la pelota de la Champions a este malabarismo.

La normalidad de tener un entrenador con todas las letras en el club es esto. No con plenos poderes, pero casi. Con sintonía con la dirección deportiva y la general. Con buen rollo con la presidencia y la propiedad. Se romperán algunos huevos, como el caso Zaza, mal que nos pese a los latinos. Pero tener un entrenador es eso, tomar decisiones. Y, de momento, se van a tomar decisiones hasta 2020.

Dos años para recortar con los de arriba y tomar distancia con nuestros semejantes. Ojalá lo aprovechemos.

viernes, 13 de julio de 2018

El fútbol, en pretemporada, es un estado de ánimo.

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La frase original la dijo Valdano. Creo que por aquello de llegar físicamente un punto más que el rival ante situaciones adversas y el componente emocional del entorno. En la Valencia blanquinegra, o blanca, el estado de ánimo anda por las nubes. Con el equipo ya sudando por Paterna, cuatro fichajes en la pera y negociaciones varias en marcha, la parroquia tacha los días del calendario para sus vacaciones con una sonrisa chota en los labios. King Kond volvió para quedarse, han venido dos jugadores desconocidos para el gran público pero con el sello de aprobación de Longoria y, de momento, la última incorporación es Wass. Que si tú lo miras en frío es un danés que no ha ido al Mundial. Por lo que ya se te puede quedar cara de meme. Pero claro, escuchas a los que saben, lees análisis y buceas en los tuits de Marteen Romà (@RomaMarteen) y te vienes arriba como si estuvieras en el Montgorock una noche de viernes. Pero es que incluso las salidas son tratadas con una claridad y trellat que nos pilla descolocados, por aquello de hacer las cosas como toca. Gonzalo Villar y sus movidas con los representantes, marchando al Elche, pero reteniendo sus derechos económicos, Villalba y una cesión a Soria de esas que te curte al sacarte de la zona de confort. Hasta Anil Murthy, activo a tope en Instagram, se ha abierto cuenta en Twitter. Y contesta y todo.

Vamos, una luna de miel futbolística. Que tienes ganas locas de ir al chiringo de playa y meterle tres meneos al madrileño de turno que saca pecho de su Cristiano y todo aquello. Que esa es otra. Que se ha ido. Y se han inventado cartas de despedida y todo. La posverdad, nano. Que ya los han calado. Que se lo tragan todo. Incluso de reojo, miras a la Selección y te mola que Rubiales haya firmado a Luis Enrique porque sabes que va a picar allá donde tú sabes que pica. Que los mismos de la carta de despedida de Serresiete han entrevistado a Amunike. Sí, es por eso. Por aquello de la canción y ser su padre. Vamos que hay alguno que el agua se la bebe turbia con gustito a regaliz fijo. Si no, no se entiende.

Pues eso, un estado de ánimo. En el fin de semana que se acaba el Mundial, donde se merece una oda aquellas tardes de partidos a las cuatro, los vídeos de la pareja argentina y compartir el debut de España cenando con los amigos de verdad, el fútbol, más bien la pretemporada, de este Valencia que se viene es nuestro estado de ánimo. Y se esperan largas noches de tertulia a la luna de la playa o del monte, verbalizando los sueños, embriagado de ello y sentenciando, mientras le pides otro Old Fashioned a la persona de detrás de la barra, que este puede ser el año del salto del Valencia.

Brindemos por ello. Que para esto sirve el fútbol. Para brindar y soñar.

viernes, 6 de julio de 2018

Los pequeños centenarios dentro del Centenario.

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Yo empecé a ir al Luis Casanova a principios de los 80. No sabría decirles si fue antes o después del Mundial de España. Probablemente sería después, porqué por allí andaba yo, todo digno, diciendo a todos que era de la Real Sociedad. Por Arconada, claro. Pero mi tío sabía que, tarde o temprano, iba a caer en el valencianismo. Y así fue, desde el mirar de reojo a los que pelean por bajar, coleccionando los programas de cada partido y anotando el momento del gol valencianista en esa revista, mientras toda la grada celebraba. De hecho, todavía recuerdo a una mujer sonreír sorprendida porque, cuando todo el mundo celebraba el gol, yo me apresuraba a apuntar el goleador y el minuto en el que se marcaba. Después vino el coqueteo con el descenso, Tendillo y su gol, el partido contra el Hércules que fue de Kempes, diluviando, que fue la única vez que vino mi padre con nosotros, el descenso, la Segunda con Quique y Subirats de sobrados, Botubot volviendo con el Xerez, el hermanamiento con el Logroñés, las botas de vino riojanas, los partidos de Copa con termos de café, o carajillo, que bebían los mayores, el Mestalla después del partido de las cinco, a los que veíamos media parte, el Valencia saliendo después del rival, sonando el pasodoble y las tracas. Básicamente, y en párrafo corto, eso es el Valencia en mi memoria. Porque ganar la Copa o perderla en un minuto, eso ya lo dirán los demás.

Pero ese es solo mi Valencia. El que yo recuerdo. Más o menos idealizado. Pero usted tendrá el suyo propio, con sus momentos, con sus vivencias. Y quizá era de Claramunt. O recuerda a Penev como primer gran ídolo y espejo en el que mirarse. Pero ni el suyo, ni el del panadero Lahuerta, del que ha salido ese libro con nombre de balada y bar, ni el de aquel que ahora tiene quince camisetas del Valencia CF por cada año cumplido, es más bueno o menos, es mejor o peor. Es, simplemente el suyo. Maneras de vivir el valencianismo, citando a Rosendo.

Porque el recuerdo viene marcado por el momento en el que se cuenta por parte de los que quedan. Mirando la historia, sí. Pero la comparativa esta viciada entre lo que has visto y lo que te han contado o leído. ¿Qué gol fue más importante, el de Forment o el de Tendillo? Pues depende para quien. Seguro que es injusto comparar a Monzó con Albelda, por ejemplo, aunque sobre el papel, por cercano en el tiempo, tenga más espacio el de Pobla Llarga que el capitán del Valencia de los cuarenta, el bronco y copero, con cinco títulos y siete subcampeonatos. Ahí es nada. Y siempre se tiende a comparar lo pasado con lo actual, cuando la única posición en el campo que menos ha cambiado es la de portero, y ni aún así.

El Centenario es algo que no vamos a volver a vivir los que estamos aquí ahora. Es de todos. De los del pantalón blanco y de los del pantalón negro. De los del Fecé y del Club de Fútbol. De los del Piojo y los de Arias. De los de la canción de Bombai y los de la canción de Seguridad Social. Todos somos pequeños trozos del mosaico de este bicharraco del que no entendemos la vida sin él.

Por eso, tomo prestada esta reflexión de @jamacuco, que es la mejor manera de cerrar esta columna: «En este año de celebración del Centenario del Valencia CF sólo pediría una cosa al valencianismo: que disfrute. Recordemos nuestro pasado, nuestra gente, nuestras historias... No hemos sido perfectos, ni lo seremos. Pero somos nosotros y nos debe servir para unirnos y crecer».