Hubo una época en la que nuestra vida de ocio adolescente se reducía a unas salas con multitud de maquinas recreativas, futbolines, billares y máquinas de pinball. Realmente las conocíamos como 'petacos', por aquella castellanización de flipper, las paletas con las que lanzabas la bola metálica que iba de un lado para otro, que daba nombre al conjunto del juego de salón. Esas partidas, a tres o cinco bolas, te permitían sacar premios extra, como una partida completa, normalmente al llegar a un alto puntaje o una bola extra al conseguir ciertos objetivos de destreza y puntería con la dichosa bolita plateada. Y la temporada de Marcelino este año es un pinball, sin lugar a dudas.
Esta claro que no dispone de partida gratis en el casillero. De hecho, podríamos hablar que la partida, temporada, que está jugando ahora es por su habilidad y puntería con las paletas que regían el vestuario la temporada pasada, obteniendo una puntuación en las dos primeras bolas que le permitieron jugar con menos rigidez la tercera, acertando en las dianas y jugando con la fuerza de esos pequeños toques para que la bola circule por un pasillo u otro.
Pero este año, ay, la cosa no marcha. Con fama labrada, o confirmada, en los recreativos de los entrenadores, la segunda bola está en juego y toca remontar la mala puntuación de la primera. Donde antes había acierto con las dianas, ahora no hay nada apenas. Los toques sísmicos no le salen como él quisiera y es más un sufrimiento que un placer el luchar para que la bola no se meta por el agujero y se acabe la partida de manera precipitada.
Pero cierto es que hay ligeros visos que apuntan a una mejora. Uno de los espectadores que complicaba el juego de Marcelino en el petaco está fuera. El dueño de los recreativos lo ha sacado a dar un paseo para que no moleste a Marcelino en su partida. Y hay algún otro que lleva casi el mismo camino. El señor Mateo, gerente de los Recreativos Valcefé, tiene en estima a este jugador de pinball y espera que vuelva a ser el mismo que el año pasado. O que se asemeje bastante. Por lo que le ha otorgado, sin que nadie lo viese, una oportunidad, tratando de eliminar cualquier distracción que permita al jugador García Toral volver a ser el que era. Sin distracciones, sin guiños innecesarios a quien no se lo merece puede que la cosa revierta y se logre una puntuación acorde al jugador y lo que representa.
Tiene bola extra, o camino de conseguirla. De la destreza de Marcelino depende que se coma el turrón. Está en las tiendas desde octubre y podía haberlo hecho ya, pero ustedes ya me entienden lo que les quiero decir.
Brindo por la salud de todos los que me acompañan cada semana, comentan y difunden estas palabras y ojalá nos vengan mejores bolas a todos en este pinball gigante que es la vida de cada uno de nosotros.