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Joder. Si los fundadores del Valencia FC hubiesen procrastinado un
poco, nos toca vivir el Centenario en streaming. El sueño húmedo de
cualquier conspiranoico que ve a Meriton como el culpable de todos los
males. Hubiera sido un quilombo guapo. Los guardianes del sentiment
pidiendo que se les dejara caminar por las calles frente a la contra que
no lo hace, siendo tachados de mamadores. ¿Se imaginan? No, no lo
imaginen. No hubiera pasado. Se hubiese optado por la responsabilidad.
En esta tierra nuestra donde la militancia en un club deportivo y las
fallas son asuntos de fuerza mayor, con la cancelación de la fiesta se
dimensionó la seriedad del asunto. Y por encima de todo, hasta del
escudo, está la gente. Por mucho que Tebas siga insistiendo en que se ha
de acabar la liga. Por mucho que los jugadores se sigan machacando con
sus máquinas de última generación. Yo, de momento, prefiero tomar vinos
con mis colegas. Por Skype, claro. Supongo que me llegará el momento de
hacer algo de actividad física, más allá de viajar a la nevera. Por no
hacer, ni el reto de los toques con el papel higiénico. Toques. Cuando
era más joven se llamaban repiques. Malditos modernos y su adaptación
vaga del vocabulario.
Servidor
ya da por amortizadas las fallas. Y la liga, casi que también. Por
mucho que el dueño quiera acabarla. El dueño de la liga. Así, en
partidos miércoles-domingo. Hasta entrado verano. Ojo, que puede haber
nicho de mercado si, cuando se vuelva a esa deseada normalidad, juegan
los partidos a partir de las 10 de la noche. Y que le den al mercado
extranjero. Con abrazos de gol, aunque sea de codo. Partidos con nocturnidad, sin calor veraniega. O con menos.
Como aquellos que vivíamos en el Casanova a las diez y media. Que
comenzaban en sábado y acababan en domingo. Siempre he pensado que los
periodistas y algunos jugadores se juntaban en las barras de la noche
valenciana al acabar esos partidos. En agradable camaradería. Con
códigos no escritos de no soltar prenda de lo que pasase en aquellos
lugares. Las Vegas valenciana.
No
queda otra que ser responsables. Tirar de nostalgia y recuerdos. Salir
solo a lo justo. Aunque los que no tenemos hijos lo llevemos mejor, sin
duda. Mantener a los peques en casa puede ser un ejercicio de santa
paciencia digna de Job. Y tener consuelo de tontos porque, de momento,
el Valencia CF será vigente campeón de Copa más tiempo que el que tocaba
por calendario. Y pensar que Piccini está más cerca de recuperarse.
Toda alta es bien recibida para cuando el dueño decida, o le dejen,
volver a hacer rodar la pelota. Mientras, nos toca ser Ferran o Vicente
regateando bulos que nos llegan por Whatsapp. O ser Quique Sánchez
Flores teniendo ataques de risa en ruedas de prensa ante los vídeos que
nos llegan de los confinamientos o lesiones por una mala técnica en el
toque de papel higiénico.
No nos queda otra. Pero, si nuestros abuelos lo hicieron, nosotros también. Amunt!