Dicen que la noche de San Juan es mágica. Con eso de ser la más corta
del año, la mística que la envuelve tiene una aureola de optimismo, de
anuncio de cerveza con perfectas barbas y apetecibles ombligos. También
cuentan que es aquella en la que se queman las cosas malas, se piden
deseos a la resaca de las olas y, con suerte, puedes robar algún beso a
la luz de las estrellas.
Vivimos en un continuo renacer, en un
mundo lleno de buenas intenciones que nunca, o casi nunca, se llevan a
cabo. Año Nuevo, Noche de San Jose, Noche de San Juan, septiembre o
cualquier lunes del año son las fechas en las que queremos poner nuestro
contador de pecados culpables a cero, de erradicar cualquier atisbo de
hedonismo maligno, de proponerse una vida más espartana, con arroz
blanco, verduras y running tres veces por semana.
Pues una mierda.
De eso nada. Buenas intenciones, las justas. No confundamos esto a
hacer el cabrón al prójimo, que son cosas distintas. Hablo de buenas
intenciones en plan 'mi cuerpo es mi templo', quitarse las grasas, dejar
los habanos y suicidios vitales varios. No se donde leí una de esas
frases que les llega a las maripilis en los sobres de azúcar que luego
se las quedan como estados místico/molones/gilipollas en Facebook que
decía algo así como 'La vida no se mide por los momentos que respiras,
sino por aquellos en que te quedas sin aliento'. Y es verdad. Estamos
encorsetados en las costumbres provincianas del sábado sabadete con cena
y el misionero de polvete. Y está bien eso de salirse del camino. Como
bien nos decía un jefe de sala un miércoles cualquiera mientras
descorchaba un excelente vino de Fontanars «No hay que dejar el vino
solo para el fin de semana. Si lo dejamos todo para el fin de semana, no
nos da tiempo a hacer todas las cosas buenas que nos gustan.» Como
dejar la vajilla buena para las ocasiones especiales. O comer marisco
solo en Navidad.
Duerman menos y vivan más. O vivan durmiendo
eternamente, si es lo que les gusta. Hagan el amor a deshoras y follen
en cualquier lugar menos en la cama. Porque luego, queriendo contestar
una WhatsApp mientras conduces o revisando ese bultito que parecía una
picadura de mosquito, la Dama Negra te pide la mano para un baile y
sabes que no puedes decirle que no.
PD: La fotaca es de Mario Testino.