viernes, 22 de febrero de 2019

Pedja Mijatovic y el Centenario.

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Supongo que todos ustedes se acuerdan de él. De hecho, cada vez que desde la Castellana blanca se asocia algún jugador del Valencia con el posible fichaje por el Floper Team, sale a relucir el montenegrino. Pónganse en situación: segunda mitad de los noventa, un Valencia CF fuerte, puñetero ante los grandes, que había llegado a una final de Copa el año anterior, perdiéndola en diez minutos, con un entrenador, Luis, que se las sabía todas y una plantilla que rozaba con los dedos la opción de ser campeona de liga. El sueño de Paco Roig de 'Per un Valencia campeó' muy cerca. Y las generaciones adolescentes del valencianismo, que vieron el descenso, sentían en primera persona aquello que les contaban los que vivieron la década de los 70. Como estilete de ese equipo, forjado a base de rapidez y oficio, un yugoslavo que llegó como un desconocido delgado y hortera, como lo éramos todos en aquellos años. Venía de la mano del mito Pasieguito, cuya hoja de servicios era más que impoluta como jugador, entrenador y que, hasta aquel momento, tenía el hito de haber traído a un rosarino a Valencia que después fue Campeón del Mundo con Argentina y de casi todo en Valencia. El yugoslavo se llamaba Predrag Mijatovic y nadie sabía quien era, más allá de Bernardino.

Predrag pasó a llamarse Pedja para su nueva familia valencianista y llevaba detrás un pequeño gran drama con un hijo, valenciano, nacido con una grave enfermedad. El clima mediterráneo era más que recomendable para que Andrea pudiese remontar y mejorar en calidad de vida, por lo que parecía que se tenía Mijatovic para rato. Lazos familiares y la gestación de un equipo realmente competitivo podrían satisfacer ese gen ganador que poseen todos los balcánicos. Y Pedja, montenegrino ya, parecía feliz.

Pero Lorenzo Sanz, Capello y la revolución en el Madrid después de quedarse fuera de competiciones europeas provocó el cisma, el fichaje por cláusula de la estrella valencianista y una gestión de los momentos equivocada y asumida como tal por el protagonista. Pero siempre estamos en las mismas. Ustedes y yo puede que hayan crecido con el valencianismo corriendo por sus venas, pero un tío de Titogrado lo que quiere es ganar, ganar y ganar. Y si puede ser con buen jornal, mejor que mejor. Por mucho que su ídolo de la infancia sea Kempes. En aquel entonces, Judas, mentiroso y desear la muerte de su hijo fueron las lindezas que se lanzaron, como neandertales novios despechados. Entendibles las dos primeras cosas, injustificable la tercera. La masa, esa corriente peligrosa azuzada que zarandea coches o cosas peores. Pero bueno, lo dicho, con la perspectiva del tiempo, la gestión de los momentos, lo único mejorable por parte de Pedja. La juventud, supongo.

Dicho todo esto, resulta curioso que la vara de medir sea la mentira. Jugadores del doblete, que ahora están en púlpitos, se negaron a jugar por recibir ofertas, o sondeos, de aquel mismo lado donde las recibió Mijatovic, recibiendo a cambio renovaciones bien jugosas. O negándose a renovar por conseguir el último gran contrato. Y sigue siendo igual de lícito que lo de Pedja. Ejemplos hay, pueden hacer lista. Lo importante para medir estos aspectos es que todos, absolutamente todos, en mayor o menor medida, han contribuido para llegar a los cien años. Hasta Sabin Illie, bien citado por esa maravilla personal llamada #los100delCentenariVCF de Sergi Calvo (@violaderoda) en Twitter, tiene su cuota de protagonismo en el Centenario, de obligada visita y seguimiento.

Mijatovic fue uno de los mejores jugadores que han pasado por Mestalla en los últimos tiempos. Con su marcha, una generación creció de golpe y se dio de bruces con la realidad mercantilista de este deporte. Pero, si lo piensan, con su marcha podemos hilar el principio de todo: con el dinero de Pedja llegaron Romario, Karpin y Valdano para marcharse después y ser sustituidos por Adrian Illie, Piojo y Ranieri. Y el resto ya saben como acaba.

Por lo tanto, digo sí a Mijatovic en el Centenario. Y a que haya una foto con Mario Alberto Kempes. Para que Pasieguito agarre del cuello a Puchades y, junto con Tuzón y Paco Real, saquen pecho allá arriba y digan aquello de "...en Mestalla hem vist cavalcar els més grans...".

viernes, 15 de febrero de 2019

Vicente Peris Lozar.

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Si de algo estoy convencido es que el Centenario retoma personajes, momentos y aspectos de la vida del Valencia CF para muchos olvidados o pasados a categoría de secundarios. La inmediatez, el momento, la tiranía del resultado, todo son eufemismos para vivir el día a día con coartada. Nada importa, una temporada fantástica, con récord de puntos, si fue la anterior. En la presente, la exigencia ha de ser la misma o mayor. Sin tiempo al resuello. Nada. Voraz. Y también estoy convencido que el verdadero Centenario, más allá de la mercadotecnia oficial, muchas veces de dudoso gusto, lo conforman todos y cada uno de los aficionados que, con sus vivencias, recuerdos o enfados, crean un mosaico de diversidad alrededor del escudo valencianista. Y las redes cumplen su blanca función, exponer contenidos y compartirlos. Esas mismas redes en las que prima la inmediatez, donde lo viejo hace dos minutos era última novedad. Será eso que llaman comportamiento millenial. No lo sé. No me importa.

Hace ya tiempo que no espero mucho de los canales oficiales en Twitter con esto del Centenario. De hecho, me llegan más ecos por terceros que directamente. Por militancia, y cabezonería, es la cuenta en valenciano del club la que sigo, pero estoy al tanto de las estupideces que teclean desde la cuenta en inglés y las lagunas que desde la cuenta en castellano surgen a raíz de efemérides de la historia del club. Línea editorial se llama. Maravillosas piezas, como el recuerdo a Mundo en la promoción del partido de Leyendas, se contrarrestan con la ausencia al no recordar que un 13 de febrero fallecía Vicente Peris Lozar. Poca culpa tiene Maduro, Hedwiges, de haber nacido el mismo día, pero al holandés se le recuerda y al gran gerente, no. Cosas de jóvenes, feedbacks y métricas de esas, supongo. Y ausencia de sensibilidad por conocer la historia del club al que estás a sueldo. Que es, básicamente, no estar preparado para el trabajo a desempeñar. No por los gestores de las diferentes comunidades virtuales, pobrets, sino por los que están por encima de ellos.

Las dos cosas que más hinchan de orgullo a cualquier valencianista son el pundonor de los jugadores y el recuerdo respetuoso del pasado. Y supongo que si sustituyen valencianista por sportinguista, levantinista, sevillista o cualquier otro -ista de afición, valdrá igual. Y, oigan, sin saberlo, quien les escribe cada viernes por este lugar le debe bastante más de lo que en un principio creía a Vicente Peris. Aparte de compartir apellido, sin consanguinidad aparente, servidor recuerda los programas que se repartían antes del partido. Y la música del pasodoble 'Valencia' por megafonía al salir los jugadores. Y aquellas oficinas en la Avenida Aragón presididas por ese escudo que, nada más verlo, te vuelca el corazón. Todo eso fue cosa de Vicente Peris. Como crear el Mestalla. Todos aquellos que han hablado o escrito sobre la figura de Peris Lozar destacan su visión de futuro. Y nunca sabremos que sería del club hoy en día si aquel muchacho que empezó como botones hubiese llegado a los 65 años sirviendo al Valencia CF. Quizá hubiera vuelto a ser FC. Quizá podría seguir siendo un club con capital y sensibilidad local. Quizá seríamos el club español más inglés, por su admiración a aquel fútbol que tenía. La narración de la luctuosa jornada por parte de Jaime Hernández Perpiñá, según el testimonio de Salvador Dasí, en La Gran Historia del Valencia CF que realizó en su día Levante-EMV sigue sobrecogiendo. Muerto en plaza. Ordenando el secreto de la situación. Tapado con una bandera del Valencia en la capillita del estadio. En un partido contra el Atlético de Madrid. Precisamente el club que más fuerza hizo, en la persona de Vicente Calderón, en ficharlo, sin éxito.

No son necesarios los 280 caracteres de Twitter para recordar a Vicente Peris Lozar. Tenemos Ultimes Vesprades a Mestalla, los podcast del Centenario, las fotos de Finezas y muchas cosas más. Y, al final de todo, este rinconcito de la blogosfera que aporta su granito de arena para que si por casualidad, alguien se asoma a esta ventana sin conocer la figura de Vicente Peris Lozar, despierte su curiosidad y sepa que, entre los muchos que han querido y han servido al Valencia CF, Peris Lozar es uno de los One-Club-Man más importantes de estos cien años.

viernes, 8 de febrero de 2019

Gameiro, la madurez y un tipo de Getafe.

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Siento comenzar hablando del vil metal, pero si los jugadores cotizaran en bolsa, las acciones de Gameiro serían alcistas a más no poder. Siguiendo el símil, todo aquel que, en su momento más bajo, no se hubiera desecho de sus papelitos, hoy nadaría en la ambulancia, que diría Pazos en «Airbag». Como Marcelino, por ejemplo. Porque el bueno de Kevin está consiguiendo la redención a base de goles y partirse la cara por la camiseta blanca centenaria. Incluso ya tiene imagen icónica, tapándose el ojo a la funerala y señalando al infinito. Como somos tan dados al exceso por estos lares, para bien y para mal, exigimos desde ya posters de gran tamaño, chapas, camisetas e ilustraciones de Lawerta para abrazar al nuevo guía. Marcar en el Nou Camp y en el alargue de una semifinal copera dan para eso y mucho más. Ese gol de anoche se cantó por algún rincón de Sevilla como si a la hija la hubieran nombrado fallera mayor. De hecho, de las diecinueve mascletaes que se preparan en Fallas, una la debería de anunciar el francés. Junto con Mina y Rodrigo, por aquello de la custodia compartida en el noble arte de repartir alegría a base de goles.

Decía José María García en antena que el tiempo es ese poderoso juez que pone a cada uno en su lugar. Supongo que ahora lo dirá igual, pero jugando al chinchón en su retiro o recuperando un guiso que se antojaba soso al primer golpe de cocción. Y ese tiempo nos ha tapado la boca a todos. A unos más que otros. Con Marcelino, con Gameiro, con Parejo y con todos y cada uno de la plantilla del Valencia CF. Salvo con Cheryshev. Todos ustedes saben que el excelente estado de forma y acierto de Denis es por aquel artículo de la exigencia al ruso como unidad de medida. Puedo exigir ilustración de Lawerta en cualquier momento. Por los servicios prestados.

Es ciertamente evidente que las cosas han cambiado en el vestuario. Se puede personalizar en la salida de Batshuayi como piedra filosofal del mal, pero sería catalogar de floja la mentalidad del grupo. Personalmente, sin datos que lo contrasten, abogo por una catarsis grupal, con autocrítica por parte de todos y un aviso a navegantes por parte de Mateu. Sí, lo sé. Puede ser inverosímil. Pero déjenme soñar. Es lo que servidor haría si tuviese mando en plaza. Porque que este equipo, más muerto que vivo hace apenas un mes, se muestra más incisivo, es más ligero, tiene hechuras de difícil de ganar y va minando, poco a poco, cualquier resquicio de moral de los rivales. Jugando sin resuello hasta el noventaylargo. Y eso cala.

Madurez. La palabra de la semana. Todo el valencianismo, de repente, ha madurado. Por no pedir cabezas cuando venían mal dadas. Por no entrar a trapos en ruedas de prensa. De fuera de Valencia y de dentro. Que los hay. Busquen la rueda de prensa y escuchen, de todos los medios valencianos, quien le mete los dedos en la boca a Marcelino. Y con que elegancia sale de la situación el asturiano. Madurez, decía. Incluso la de Parejo. Que es otro. Que manda, que grita, que juega al primer toque con todo lo positivo que eso conlleva para el juego del equipo. Incluso se ha vuelto más pícaro, moviendo sprays y todo.

Y Getafe, como club. Y su presidente. Exponiendo su punto de vista de todo aquello. Faltón y desconsiderado. Abrazando su momento de gloria ante un micrófono verde. El de De La Morena. Machito. Cobarde. Como un mono de feria. El medio quería espectáculo y Ángel Torres estuvo al nivel. Y luego, sabedor que Valencia y su cantera es un más que apetecible lugar para pescar cesiones o traspasos de bajo coste, como buen presidente embrague, metió la pata y cambió. No le conviene, a futuro, estar mal. Listo. Perro viejo. Cobarde. Otra vez. Pero este circo funciona así. No conviene sulfurarse.

viernes, 1 de febrero de 2019

Hacer del martes otro sábado.

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Vaya noche la del martes, ¿eh? Seguro que alguno de ustedes todavía se pone los diez últimos minutos con la narración de Miguel Ángel Román para regocijo valencianí. O los cortes de radio de su emisora favorita para tener el nudo en la garganta como lo tenía Héctor Gómez, por poner un ejemplo. Y tirando de memoria, comparando remontadas y goles en el alargue con las de Osasuna o Madrid. Y esa misma noche, sin poder dormir, mirando Twitter, escuchando la radio o comentando con cualquiera de los enfermos de valencianismo. Hay de aquel que tuvo una epifanía a ritmo de Hendrix y todo. És això el que ens fa grans, supongo.

Este que les escribe hizo prácticamente todo lo del primer párrafo. Era martes, pero el cuerpo pedía viernes. Debía serlo porque el personal estaba muy arriba. Como bien dijo Rafa Lahuerta, era un día de los que resume cien años de historia. «Te pegas un tiro en el pie en el minuto 1 y luego regalas a tu gente 2 minutos finales de locura que ya no podremos olvidar jamás. Mestalla en estado puro», apostillaba acertadamente el autor de "La balada del Bar Torino". Pero la euforia debe guardarse en el cajón. Por una espalda. El espacio entre el éxito y el fracaso es una espalda. Por hacer el trazo gordo. Pero bendito espacio que hizo mal dormir al valencianismo esa noche desde la emoción y la alegría. La suerte también juega. Y el martes era blanquinegra.

Ojalá esta victoria haya embrujado para siempre a muchos nanos que quieran ser para siempre del Valencia. Y recuerden como su primera gran noche la clasificación copera ante el Getafe. Que así, sobre el papel, parece un equipo menor. Y tal vez lo sea, si los comparas con otros más mediáticos. Pero como dijo alguien «En el fútbol no hay enemigo pequeño». Y estos de azul son duros de pelar. Las marcas de arañazos que llevan en su camiseta son todo un simbolismo. Pelean y luchan. Los equipos buenos suelen ser el reflejo del entrenador. Y Bordalás con el Getafe lo ha conseguido. Gustará más o menos, pero estoy seguro que al sur de la Comunidad de Madrid llevan con orgullo todo lo que les está pasando. Los aficionados de a pie, digo. Los que han vivido al Geta desde la Segunda B. Como el Peri. Que en Melilla, durante la mili, allá por 1993, andaba con cánticos de la grada, que decían que tenían un hijo tonto del pueblo de al lado. Mucho, mucho antes de ser equipo de Primera.

De las actitudes de la prensa de allá, poca cosa. Algunos no son más que bufones de la corte. Entretenimiento puro y Duro que no conviene tomar en serio y si reírte, que es el motivo de todo esto. Su escenario soñado era que en semis hubieran dos equipos de allí. Para torpedear al archienemigo, que anda fuerte como un toro. Y el amor al Geta se diluirá cuando juegue contra el que ustedes saben. Y su fútbol orgulloso será marrullero, sucio y de los que merecen deportación. Y Damián será Caín en lugar de Abel. El localismo de boina es lo que tiene. ¿Qué esperan de las cloacas de una ciudad que no era más que un corral de gallinas?

PD: Por cierto, Cheryshev lleva dos partidos a nivel. Ya saben, la medida de la exigencia.