He leído en algún sitio, creo que fue en el baño, que ya llevamos diez años sin Frank Sinatra. La verdad es que el tipo supo fraguarse una imagen genial. No discuto que su voz era superlativa, el apodo la hace obvio. Lo que yo creo que fomentaba la envidia de sus semejantes, y el deseo de sus semejantas, era ese aire canalla, esa pinta que todo hombre vividor quisiera tener de beberse medio Kentucky, era un verdadero devoto del Jack Daniel’s, y con una duchita reparadora cantar dos horitas en el Madison Square Garden y después juntarse con sus colegas del Rat Pack, Sammy Davis jr o Dean Martin para beberse el otro medio estado de Kentucky, mientras le susurra proposiciones indecentes a alguna joven partenaire. Pero lo más bonito de su biografía, es que se encontró con la horma de su zapato aquí en España. Sinatra estaba casado con Ava Gardner "el animal más bello del mundo", la Jolie de antes, para quien esté desubicado. Y cuando la actriz vino a España a rodar una película, tras una noche en un tablao flamenco, se calzó a Luis Miguel Dominguín, el torero, nuestro Sinatra patrio del estoque y la muleta. Con dos cuernos, maestro.
Moraleja uno: lo de fuera no tiene porqué ser siempre lo mejor y lo más bueno. O si lo es, busca tus fortalezas y aprovecha tus oportunidades.
Moraleja dos: seguro que Sinatra no cogió a Ava y le pego catorce o quince puñaladas, ni la roció con ácido, ni la tiró por el balcón al grito de "¡Para mí o para nadie!". Os digo yo que lo que hizo fue coger un avión y pedir explicaciones. Otra cosa no hubiera sido propia de Frank.
Moraleja tres: seamos Frank y Luis Miguel en algunas ocasiones. Seguro que nos irá un poco mejor.