Foto: Levante-EMV
El Miércoles Santo hubo efeméride valencianí. No todos los Miércoles Santo, supongo, porque el calendario santo baila conforme a movidas que desconozco. Pero sí todos los 28 de marzo. Tal día pero de 1971, un gol en el alargue que el delantero de Almenara marcó contra el Celta, mantenía el estatus de aspirante máximo a aquella liga del 71. Servidor, nacido a finales del año del Mundial en Alemania Federal, no estaba ni en proyecto. Incluso repasando los libros de historia del mueble que los acuna en casa, ese gol era como una página más. De hecho, la liga del 71 no tenía casi valor por ser una de esas de chiripa. Valiente estupidez preadolescente, dice ahora el narrador, que peina canas. Supongo que por vieja, le quitaba valor. Por ser batallitas de abuelo. Igual ahora las ligas de principios de siglo le resulten lejanas a los mozalbetes de 12 o 14 años, acostumbrados al brillo de Messi y demás actores del balón y con Mundiales y Eurocopas de selecciones todavía frescas en la memoria. El 'cuando seas padre comerás huevos' versión futbolera.
No lo vi, obviamente. Y tampoco me lo contaron mucho en casa, como le pasó a Rafa Lahuerta, que tiene en el gol de Forment el irrompible cordón umbilical de su valencianismo, por lo que nunca hice bandera. Ser campeón de Liga era algo tan remoto, tan inalcanzable en aquellas épocas callejeras de heroína y movida musical que eran los ochenta y los noventa, que no servía para nada más que corroborar que el Valencia de blanco impoluto y mediano era, en realidad, un histórico y un grande de España. Aunque siempre había el hijoputa repelente niño madridista que se ponía a recitar ligas y copas merengues para taparte la boca y te menospreciaba las ligas y las copas valencianistas por ser de blanco y negro o de los primeros colores. Y tú te aferrabas a la Copa de Kempes o al gol de Tendillo, burlándote de Juan José y sus pintas de Jesucristo. Pero claro, luego hablaban del descenso y final de la historia. Maldita historia.
Por eso, no hay que desdeñar ninguna de las páginas de oro de este invento de 99 años. Y por tal motivo, maravillas espontáneas como la de Lahuerta deberían ser el motor para recuperar la esencia de lo que es el Valencia. Recuerdos y droga en vena. Que sí, que Villa, Rodrigo y Cañizares (sentido abrazo) son lustre. Pero antes de ellos, Claramunt, Forment, Sol y los demás lograron un hito: campeonar una liga más allá de Madrid diez años después. Cuentan las crónicas que aquel partido fue épico, con dos goles anulados al mismo Forment, que hizo bueno el refrán de la tercera vencedora, desatando la euforia en el Casanova. Sin ver ninguna imagen para no condicionar estas letras, me imagino a la grada parando el partido y lanzando almohadillas, como comentaba en su programa de radio ese patrimonio de la memoria del Valencia que es Paco Lloret. Después hubo más partidos, como en Sabadell, con gol de Antón. Pero si cuentan los que allí estaban, incluido Lahuerta, que fue el más emotivo, fue el más emotivo y punto final. Después vino otro en casa con victoria y la carambola del empate entre Barça y Atleti que hacía inútil cualquier resultado en Sarriá. Y la imagen del padrino de Quique Sánchez Flores, Don Alfredo, preguntando con sus manos detrás del banquillo si el resultado era de empate a uno. Que esa si la recuerdo de haberla leído y retenido.
Forment. De Almenara. La historia. Y llegará el día, quizá no tan lejano como usted cree, en el que sentará en el sofá de casa a Alejandra, a Álvaro, a Hugo o a Jaime y les contará que una vez, jugando contra diez por expulsión de un lateral izquierdo italiano llamado Carboni, se remontó un 0-1 contra el Espanyol, con goles de Baraja. De Pucela. La historia.
Porque ellos tendrán el dinero. Y algunos otros, los micrófonos. Pero Forment y Baraja son nuestros. De usted y mío. De nuestros padres. De nuestros abuelos. De nuestros hijos.
PD: Pueden contarles también que un 1 de mayo de 1983 el Valencia se salvó de descender con un gol de Tendillo al Real Madrid, que les privó, de paso, de ganar una liga. No da para traca, pero si para un brindis en la intimidad.