viernes, 23 de febrero de 2018

A jugarnos los cuartos desde el cuarto.

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Por esas cosas de los partidos aplazados, el Valencia jugó sin jugar el miércoles en Butarque. Y perdió. La victoria del Madrí, término leído a Rafa Lahuerta y que, desde ya, adopto con respeto a su creador, baja a los chicos de Marcelino al último escalón del top cuatro. Sigues a siete más uno del Sevilla, que anda de pelea con Mourinho y los colegas de Mata y a ocho del Villarreal, liberado de compromisos europeos desde ayer. Y mientras vimos por la tele los ambientes de los partidos que convierten a un martes en lo más parecido a un sábado, transcurrió la semana como quien no quiere la cosa, con ruidos mediáticos y de forment, ni un grà.

Primero fue Robinson que hizo de Mestalla España entera por aquello de rajar conforme venga el viento, pero rajar sin duda. Luego aquello de Semedo y las exclusivas con partida de nacimiento para acabar con las desiguales condiciones que, a ojos del consumidor, parece que tienen las delegaciones locales de los medios nacionales con respecto a quienes solo son locales. Es lo que tiene jugar sábado y tener dos días de descanso. No digo que no se haya hablado de lo deportivo, pero menos, al no haber la urgencia de la información estrictamente deportiva hasta ayer u hoy mismo. De esto último, que se deje constancia en este rinconcito que servidor considera que hay un poco de trato de favor, por decirlo finamente. Que si es una estrategia de visibilización por parte de Meriton, la obra desde del desconocimiento y la historia indica que desde sus estudios centrales nunca se puso el foco aquí salvo para la polémica. A De la Morena, de verde o amarillo, nunca le importó esta plaza más allá del ruido y a las otras dos grandes cadenas privadas de radio, cuatro chascarrillos que ni frío ni calor y más guiños granotas que otra cosa por bienquedas. Pero bueno, cada cual entiende el negocio como quiere, puede o le dejan. Incluido el Valencia, que abre la casa a quien le viene en gana. Eso faltaba. Pero los actos llevan consecuencias. Y la desconexión del oyente, lector o televidente sería total sin las redacciones locales pequeñas y, por supuesto, de las grandes. Luego usted, yo y mi tío de Massanassa ya miraremos que dial, o diales, escoger. Pero todo polvo trae lodo. Y parece que no es bueno el polvo de este camino, Murthy.

Y por si fuera poco, hablo Alemany. Y habló más de los cuartos que del cuarto. No salió, a mi entender, muy arreglado de la comparecencia. Digna de alabar y de agradecer, tal y como dijo en su presentación como Director General, pasa revista de manera periódica a la actualidad del Valencia de arriba a abajo. Pero esta vez fue sin contundencia. Sin despejar con claridad. O despejando en exceso, si prefieren. Dudas con el campo, dudas con la retención de Guedes, dudas con la posible sanción de la FIFA. Dudas con todo. Recordó con su verbo al peor Aderllan Santos con los pies. Aunque supongo que contó lo que pudo contar, sin levantar liebres ni alarmas. Va con el jornal. Mantener la calma. Ser la voz pausada y con cierto sentido ante pretéritos comunicados de patio de colegio que provocan la quema de contenedores y el corte de autopistas. En sentido figurado. En Twitter, claro.

Y curiosamente hay que jugarse los cuartos como aquel que dice en un par de días. Y para más curiosidad, los próximos cinco partidos se reparten autonómicamente entre Euskadi y Andalucía. Más bien Sevilla. Pero nos sirve la cuestión si empezamos a contar desde Málaga y acabamos en ese Mestalla que tanto le gusta a Robin con el Alavés. En ese tapeo futbolístico, con la penúltima jornada entre semana de la temporada, están los cuartos. Y la flechita fluctuante de la clasificación ya no puede moverse más que hacía arriba. Hacía abajo es premio de consolación. Y ahora queremos que se consuelen otros. Porque se quiere vivir de la realeza europea. Se quiere volver a las carpas de hospitality, con los logos de los patrocinadores de la UEFA. Porque ese será, no lo duden, el reclamo para quien quiera venir. Por mucho ojo que le tenga tirado Marcelino al refuerzo futuro, por mucha dirección deportiva inglesa que adopte el club. Por mucho error que esto sea así me parezca. Y los cuartos del cuarto han de pasar, sin lugar a dudas, por mejorar más el funcionamiento del club. Sin poner todos los huevos en la cesta de la Champions. Por si no pasa. Por si vuelven las oscuras golondrinas.

Somos rescoldos de un apasionado siglo XX, como dijo Forges en una de sus viñetas. Pensemos ya en revivir esa pasión moderna. Pasión de siglo XXI. Que ya nos toca, cachisla.

viernes, 16 de febrero de 2018

La semana fantástica.

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Foto: www.valenciacf.com

Hemos asistido esta semana a un fenómeno extraordinario. El favor arbitral de algo tan lejano como el partido de la semana pasada nos ha permitido un trasvase de altas y bajas por parte de los repartidores de sentiment y reprimendas por encima del hombro de la flora y fauna de Valenciastán. Próceres, lo más fino que he leído en estos días. Monóculo en ojo, supongo, mientras declaman aquello de 'Espejito, espejito...'. Esta semana me ha recordado casi a una experiencia religiosa, que cantaba el hijo de Julio, que no Hulio. He visualizado a los parroquianos de las redes sociales en sus casas, con su batín a la altura de la cintura y descalzos, flagelando su propia espalda por ganar un partido sin, según la corriente populista, apenas merecerlo.

Porque sí, querido lector. En esta ley no escrita, en el momento que una equivocada decisión arbitral de gran calado sucede, se abre un partido paralelo. Y no cuenta ni el antes ni, evidentemente, el hipotético después. El empujón de Gabriel a Gayá abre una dimensión que convierte el 1-2 en un resultado inamovible, donde no pueden suceder cosas como faltas discutidas, expulsiones o, llámenme loco, más goles.

Y siento decirlo, pero así es como actúan los que ustedes ya saben. Esos argumentos que si el Levante no había llegado con peligro al área de Neto son los mismos que crean y manipulan los ronceros, pedreroles, juanmas y manolos varios. Servidor, en Café Mestalla argumentaba esto mismo. Los méritos no eran muy grandes en ese momento. Y con posterioridad, tampoco. Pero son sus armas. Apostar al recogimiento defensivo y a la efectividad máxima si hay oportunidad. Como cuando el Valencia compite contra equipos más grandes que él. Es lo lógico. Lo ilógico es ser Paco Jémez. Pero tranquilos, que no cunda el pánico que, como casi siempre, el embajador en el exilio, Don Mario Alberto Kempes, nos puso a todos en nuestro sitio, llamando a las cosas por su nombre. No pasa absolutamente nada por reconocer el error arbitral. No pasa nada por darle una palmadita a la espalda a ese levantinista de bien al que usted conoce y aprecia, haberlos haylos como mi amigo David Ribes, y sentirlo. Tienen coartada. Los árbitros de este país son malos. Mucho. Lo son tanto que esa normativa en la que se indica que, ante la duda no se ha de pitar, esa duda baja de nivel si el perjudicado es uno de los dos grandes. ¿Por qué? Fácil, están amparados por la patronal, por su presidente con sueldo y cláusula de futbolista y por las medidas disciplinarias que pueden sufrir, sin contar el escarnio mediático de los voceros y voceras de bufanda y corbata. Y ese rasero va bajando según enfrentamientos. Lo del pez grandote que se come al grande y el grande que se come al chico. Que, dicho sea de paso, la mayoría de Valenciastán se comportó como eso, mamporreros de la voz y descalificadores ante las palabras del mayor diez, y once, de la historia del valencianismo, junto con Fernando Gómez. La ignorancia, que es atrevida y retrata al que no tiene trellat.

Y por si esto fuera poco, nos faltaba la demostración a todo el mundo, entiéndase mundo al ombligo mediático del Floper Team, de las lagunas de Emery como entrenador. Que ya ves tú que derroche de talento, que ya ves tú que cambio más raro, que ya ves tú quejándose del árbitro con los millones que tiene. Todas aquellas cosas que no entendían los que solo pisan nuestra tierra para comer paella de gañote o hacer el gamberro por Cullera, Gandia o Benidorm. Por Sevilla andan algunos igual que nosotros, llenos de razón, a pesar que ellos tuvieron más suerte al bailar y beber tres Europa League.

No crean que no ha sido divertida la cosa para no tener partido. A veces, casi cunde más que cuando rueda el balón. Que por cierto, a ver si rueda ya en tierra santa y nos quitamos este polvo de tontería que se nos ha quedado. O igual es caspa.

jueves, 8 de febrero de 2018

La madre de todas las previas.

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Foto: www.valenciacf.com

Probablemente hoy, usted se haya levantado dando un salto mortal y no haya peleado con el despertador como de costumbre. Quizá incluso, si no tiene la suerte de llevar uniforme en su lugar de trabajo, se haya esmerado más en la búsqueda de su vestuario. Le habrá pedido algún dulce extra al camarero de su bar de confianza con el café o se habrá arreado una tostada de más a tope de mantequilla y azúcar en casa, mientras escucha la radio, por aquello de estar informado de las otras cosas de la vida, porque de las cosas del querer lo sabe todo, salvo La Duda. Habrá salido casi de noche, si es de los de madrugar mucho, y el cielo le habrá parecido caoba y bonito. Y el frío le habrá parecido frescoreta. Y quizá cuando haya llegado al trabajo, más de uno se habrá extrañado con envidia de su cara sonriente, pensando que igual usted había hecho arroz, como en aquel anuncio.

Y todo esto es porque esta noche el Valencia, su Valencia, el Valencia de sus antepasados, se juega el provocar un éxodo blanquinegro allá donde digan los gerifaltes del fútbol. Madrid probablemente. Y anoche estuvo viendo como la gozaron en Sevilla, que es rival pero hermano. Y le gustaría que la final de la Copa fuera un homenaje a Los Otros 18. Sin equipos que monopolizan la información futbolística en este país a tal nivel que provocan hastío. ¿El Sevilla hermano? Empresarialmente, sí. Cuanto más poderosos sean los dos de arriba, mayor brecha se tendrá con el resto. Y aunque el pique, sano, y la burla que roza lo políticamente incorrecto estén a la orden del día en estos tiempos de clic y tuit, la unión verdadera de los dieciocho equipos restantes contra los dos de siempre y la patronal sería el mayor beneficio para los aficionados de aquí, los de butaca y abono.

Y en ese espejo nos toca mirar, mal que nos pese. Ese sevillismo que llenó su estadio. Que cantó hasta retorcer las cuerdas vocales. Que empujó desde el primer pitido del árbitro. Y que alenta, conmueve y excita a cualquier futbolista que juega de local en este campo y con ese ambiente. Eso es exactamente lo que toca hacer esta noche. Recibir al equipo. Darle calor. Hacerles sentir que están a un paso de poder generar una ilusión que va camino de diez años que no se siente. Y aquella vez se andaba más por la supervivencia que por la celebración del campeonato de copa. Marcelino ya habrá dado las pautas. Y seguro que incluso habrá tocado la fibra de los jugadores. Pero cantar, recibir bufandas en alto y alentar sin descanso antes y durante el envite, si no tienes sangre de horchata, motiva a cualquiera.

No será fácil, puede pensar usted durante su jornada laboral. Y se tratará de autoconvencer procrastinando un poco y viendo alguno de los vídeos de You Tube de las gestas valencianistas. O quizá se ponga algo de esa maravilla de banco de imágenes que tiene La Guarida del Valencia. Basilea, Barcelona en 2008 o Sevilla en Europa League antes de lo de M'bia. Todo vale para la sugestión propia. Pensará en conjeturas, como si Piqué va a jugar de verdad o solo juegan al despiste porque una enlongación fue lo que dejó a Paulista ko casi dos semanas. Y buscará respuestas a La Duda que servidor citaba en el primer párrafo. Porque con Guedes, nuestro Cid Campeador, todo será menos complicado. Y se imagina al portugués vestido de Claudio, con el mismo siete, rompiendo por velocidad y exprimiendo al máximo las cinturas de los rivales hasta casi el quebrado. Y le da igual que Gonçalo lleve tres partidos que ni la huele. Está forzando para estar. Y está, estará a todas.

Y perdonará a Jaume por todo lo anterior. Porque no es más que un chaval que está viviendo su sueño, jugar en el mayor equipo de su tierra. Y plantarse en una final. Ahí es nada. Y si puede haber alguno que explique claramente en el vestuario lo que esto significa para el valencianista desde el norte de Castellón hasta el sur de Alicante es el de Almenara. Con su ascenso a la élite de manera tardía. Con su posición sin ganarse nada. Si alguien puede explicarle a ese italiano que sonríe cada vez que un compañero marca gol, es Jaume. Si alguien puede rodear cariñosamente del cuello a Soler, Gaya o Lato, mirarles a los ojos y decirles 'Por partidos como estos vale la pena las horas en Paterna, los lloros por las noches de soledad y los sacrificios de nuestra infancia. Nos podrán ganar, pero nunca sin dejarlo todo en el campo', ese es Jaume. Y llevará el uno. Con sus manos como última frontera del castillo.

Y volverá a pensar, mientras se acerca la hora del partido, que Parejo es la clave. Que a su temple y medición de riesgos ha de añadirle lo mismo que los canteranos. Pensar que juega para los niños. Para las niñas. Esos que aprenden los números con los jugadores del Valencia. Como el pequeño Dani Parejo junior. Esa chiquillería que sale a Mestalla a acompañarlos y que sus ojos destilan admiración. Para ellos juegan. Para que los muchos Oriol que hay por nuestra tierra puedan mañana llevar la camiseta blanquinegra al colegio y lucirla con orgullo. Como alguna vez hizo usted. Como alguna vez hice yo.

Y ya sentado en el sofá para ver el partido, pensará en Meriton. Y en si Peter Lim habrá mandado directamente algún mensaje a los jugadores en plan Rajoy, por la tele. Que Murthy o Alemany hayan trasladado algunas palabras en nombre del dueño no se pone en duda. Y con ese ramalazo de gestor parido por horas y gracia del PC Fútbol, musitará que una final es un espaldarazo al cambio de rumbo que, desde Meriton, han comenzado este año para seguir cosiendo los jirones de la bandera de estos dos últimos años. Y para seguir remendando los que, a día de hoy, se siguen haciendo, como la secretaría técnica, con más letras que componentes. Un error que conviene subsanar. Aunque el superagente esté del lado de la propiedad, es básico dotar de ojos y cabezas esta parcela. Vicente Rodríguez, Salva Grau y Domingo Catoira han de ser reforzados para que se siga creciendo y no se escape ningún buen jugador emergente antes que su valor ronde los veinte millones de euros.

21.30. Undiano pita el kick-off. Y recuerda, en ese momento, que la Juventus fue último equipo en eliminar en doble partido al Barça. Y viste de blanquinegro. Y esboza una sonrisa de chiquillo, antes de prepararse a disfrutar sufriendo. El resultado, mañana en Café Mestalla.

viernes, 2 de febrero de 2018

Un artículo en dos partes.

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foto: www.valenciacf.com

Jueves, 1 de febrero. 17.42.

Odio escribir así. Bueno, en realidad no odio escribir. Me encanta escribir en general, para ser más exactos. Pero esto de escribir de la actualidad valencianista un jueves por la tarde cuando a la noche hay partido es un joda, que diría un argentino. Recuerdo comentarlo en las primeras veces que tomé café con Vicent Molins cuando los dos compartíamos espacio en Plaza Deportiva aquellos viernes con partidos en jueves. Puedes estar toda la semana preparando el tema, escuchando radios, leyendo prensa escrita o incluso bucear en hemerotecas que la actualidad del resultado del partido de turno te va a atropellar. Y es que no hay nada que pueda superar a la ilusión. Nada mejor que un remate seco a la cepa del palo, sacándole un sonido contundente y hermoso, como un verso de desamor. O la épica tras luchar contra los elementos, siendo los elementos un rival duro, un árbitro mosqueante o un tiempo de perros. Por eso es complicado ahora, en este momento, darle a la tecla, porque imaginas a Parejo convertido en Baraja o a Zaza callando a todo el campo sin gesticular después de dejar sentado a Cillessen, mientras en un gallinero en las alturas, unos valientes vestidos de blanco y negro celebran y reparten besos y abrazos.

Ya ven, la ilusión mueve montañas. Y eso no hay Tebas que pueda con ello. Porque díganme ustedes como califican que alguien se pegue el pechazo de tres horas largas en autobús para sufrir durante hora y media y volverse a casa con otras tres horas largas, probablemente con el lomo caliente. Pues eso, ilusión.

Y nos da igual la melancolía en la que está sumida el Valencia. Y las bajas. Y los que estarán delante de azulgrana. En este mundo tan mecanizado, tan de Moneyball y con tanta brecha salarial, estas pequeñas cosas son las que nos hacen sentir vivos. Aunque nos cuesten canas. Aunque nos vayamos sin cenar. No lo hagan, cenen antes, si pueden. No les prometo que la digestión sea placentera, pero lo que va davant, va davant.

Doy gracias que no estudio a tiempo completo. Si tuviera que hacerlo, me sería difícil concentrarme. Estaría jugando con el bolígrafo, rayando los apuntes, generando alineaciones e incluso tácticas. Cogería mi libreta y mi pizarra blanca donde hay un campo dibujado, tengo una de mis tiempos de entrenador, y marcaría las jugadas. Y la llenaría de flechas con los movimientos para anular a Messi. Y me corroboraría a mi mismo que la mejor manera de parar al astro argentino y a su socio uruguayo es cortocircuitar a Busquets, el principio de todo. Y me inventaría arengas. Y recordaría a Aragonés y sus charlas motivacionales. Y también a Pacino. O a cualquiera de esos entrenadores de película. O a Aimar, tan reciente su marcha y que bien nos vendría esta noche. Ya ven, que cosas. Si solo es una semifinal de Copa.

Me asomo a la ventana. Y no veo a la chica de ayer. Pero sí veo que está lloviendo. Huele bien. Huele a fresco. Miro el móvil. Allí, en Barcelona, me dice que también. Huele a épica. Seguiré cuando acabe. Acabe como acabe. Espero.

Viernes, 2 de febrero. 00.31

Acabo de escribir la crónica para Café Mestalla. Me siento un poco LoboVCF, porque el nervio lo tengo dentro como una solitaria adelgazante en la corte francesa del Rey Sol. Es lo que les decía allí arriba, escrito por la tarde. Cualquier cosa de la que hables va a quedar empañada por las tarjetas que no se mostraron, por las paradas de Jaume, por el achique excesivo de Gayá en el gol de Suárez o por las mil y una opciones que tenía Mina en esa ocasión de pregol, que diría Lillo, acabando el partido. 

Lo bien cierto es que el equipo salió vivo del primer asalto copero. Y que quizá la vuelta sea ese partido en el que todos estamos pensando, que todos estamos imaginando pero que nadie decimos en voz alta en nuestros círculos por aquello de no gafarlo. Porque lees las declaraciones de los jugadores después del partido y comienzas a creer en ello. Ya ves. Tú, que hablas siempre de lo vacíos de contenidos y lo llenos de clichés que están las palabras de los futbolistas. Pero en este caso no te vale. Te cargas tus principios. Claro que sí. Porque esto, bien puede valer una final. Con el balón del Mundial, la madre de todas las competiciones de quedarse o irse, el Valencia se puso a noventa minutos de acierto para provocar un éxodo para una final. Casi diez años después. Es viernes, pero que sea ya domingo. Porque así estará más cerca el jueves.