He leído recientemente que aquí, en Valencia, se mueve algo por cualquiera de los estratos que campan por debajo de la superficie, huyendo de las normas no escritas dictadas por unos pocos y que nos han convertido en una mera caricatura de aquello que nuestros padres quisieron que llegáramos a ser. Ese movimiento, dicen, viene dado por la disconformidad, por intentar cambiar el rumbo de esta tierra, convertida en supermercado de mangantes sin normas de caballerosidad, donde el "rápido y ya" se ha convertido en un pelotazo continuo, saltándose el paso del sudor y trabajo para lograr el objetivo.
Y de eso saben mucho en el rock. Precisamente aquí, donde es difícil encontrar a primer golpe de bota buen licor y música en directo, los estratos del rock no han parado de moverse. Las sobadas palabras de los gurús de la palabra y la automotivación no están de moda en este círculo porque, simplemente, toda la vida ha sido así. Hacer música es tarea de luthiers, tanto en la forma como en el fondo, pero aquí más todavía desde que la mutación de las salas de moda de los ochenta pasaron de las guitarras a la electrónica. Está claro que hay de todo, tantos gustos como colores y el talento no es absoluto y concedido para todo aquel que tenga los huevos de subirse a un escenario. Porque, independientemente que cantes como una manada de gatos o como el eterno Freddie Mercury, subir a un escenario es cuestión de echarle cojones, tengas o no que mear de pie.
Y en esas anda la tropa, peleando, buscando y manteniéndose activa, en continuo movimiento. Tirando de colegas, amantes y conocidos para sablarles simpáticamente con micromecenazgos abonados con gusto para seguir sonando a sudor, a canciones de resaca y para soñar cualquier grandeza que no tiene mayor tamaño que la propia satisfacción de uno, que es la más difícil.
De esos tipos de la pelea es Adri. Un tío que emana rock por los cuatro costados en cada cosa que hace. Cuando ofrece sus servicios de transporte en su pequeña empresa RockRunner, huele a rock, cuando posa en pelotas para un calendario solidario, huele a rock, cuando está pendiente de todo lo que sucede en el escenario con Los Perros del Boogie, huele a rock. Incluso cuando empotra a alguna moza en alguna de esas noches cualquiera, de esas de dos calaveras, desprende un mojo de rock que más quisiera algún niñato fotocopiado proyecto de estrellita.
Pues Adri lo ha vuelto a hacer. Sí ya tocó el cielo con aquellos conciertos homenaje a The Beatles y AC/DC, este sábado le auguro variados besos con lengua y tocamientos de senos, que es como imagino yo como será tocar el cielo cuando tengo el día erótico, cuando acabe el concierto homenaje a Elvis. Estarán todos los sospechosos habituales de la escena local de guitarras y botas de 'chúpame la punta', parroquianos del Kraken y del Peter Rock, compañeros de fatigas en esto del lado salvaje de la vida. Pero esta vez, Adri viene con refuerzos. Si el leit motiv es Elvis y el 60º Aniversario de su primer sencillo 'That's all right', no podría ejercer como maestra de ceremonias nadie mejor que Marta Vázquez, voz de RockFM y experta en la vida, obra y milagros del Rey del Rock.
¿Hueles eso, Adri? ¿Lo hueles muchacho? Es Rock hijo. Nada en el mundo huele así. ¡Que delicia olor rock por la mañana!
Brindo por los tipos como Adri. Rock, señorío y cojones. Nos vemos en la Wah-Wah.
PD: Seguro que Vicente Ahumada esa noche sonríe allá donde esté, ¿verdad, Rafa Escalada?