Sí, lo sé. No es normal asomar por aquí en domingo. Pero en estos
tiempos donde nada es normal, una licencia no viene mal del todo. Y así
pueden usar esta entrada para que sus ojos caigan poco a poco en la
siesta tonta y placentera del domingo, después de darle a la mandíbula
con lo que hayan tenido en la mesa. O quizá en esas horas bobas, antes
del aplauso de las 8, sin nada que hacer más que mirar la parte de
dentro de la nevera o la ventana que, a veces, parecen lo mismo.
Siguen
los medios cubriendo la ausencia de deporte en directo con gestas del
pasado. De todos los pelajes, de todas las disciplinas. En una matinal
de domingo puedes revivir la goleada a San Marino con camiseta del Real
Madrid. Y pegados a la tele sin rechistar. Matinal de domingo, ojo. Ese
horario del demonio de Tebas. Pero claro, no es lo mismo estar en casa
por narices que poder salir a tomar el sol en cualquier terraza y que
las nanas correteen por los parques. Nada que ver, Javier. No te flipes.
En
esta vida futbolera que nos toca vivir, el Valencia CF sigue en
Champions. Sigue sonando el himno. Siguen moviendo la lona los
recogepelotas y Cañizares sigue saliendo en la tele, pero con guantes y
pelo oxigenado. Y Gerard también sale. De corto. Quizá un poco más fino.
Y nos vuelve a despertar la pasión. Aquellos tres contra la Lazio, que
era un equipazo a base de talonario. Galácticos antes de la apropiación
indebida por parte de Floper. Con Salas pidiendo casi perdón al marcar.
Que pena no haberlo tenido en el bando. Pero Gerard dejó sin garganta al
valencianismo. O por lo menos a servidor. Cuando las décimas de fiebre
no eran sospechosas de nada más, allí estaba, gritando gol. Castigando
la garganta. Gritando desde la distancia a mi hermano el nombre del
jugador, una, dos, tres veces. Y el muy cabrón, en lugar de subirse a la
ola de la euforia, se marcó un Ayala en Sevilla pidiéndome calma y que
pensará en la garganta. Nos ha jodido mayo. Si no se grita ese gol, no
merece gritarse ninguno.
Siempre
fui de Gerard. Carlos Bosch, en Superdeporte, cuenta la historia de su
fichaje por parte de Paco Roig al más puro estilo Lendoiro, de
madrugada. Y, en su día, imaginé como sería ese Valencia CF de Gerard,
con Valdano en el banquillo y Romario en el ataque. No salió mal del
todo la cosa, aun sin Romario ni Valdano. Y el jugador demostró ser
inteligente. Viniendo de Barcelona, se adaptó al medio y a la lengua,
valencianizándose hasta alcanzar una perfección con el 'apitxat' que ya
quisieran muchos.
Pero
los sueños, sueños son. Aunque sean malos como este. El problema,
volviendo al presente, es que los actuales del Valencia CF tienen un marrón. Y gordo. El aficionado se ha vuelto sibarita del esfuerzo y la
garra. Y va a exigir, más si cabe, eso mismo cuando los Gayà, Parejo,
Soler y companía se vuelvan a calzar los borceguíes. Espero que en el
grupo de WhatsApp de los jugadores, después de comentar los TikTok de
Garay, -bien por esa diversión sana, con ajo y agua para los amargados- comenten el nivel al que han de
llegar para poder vivir otras tardes, otras noches, siendo ellos
protagonistas. Con Mestalla vibrando y riendo. Gritando hasta romper la
voz. Por usted. Por nosotros. Y por ellos. Para que cuando pasen veinte
años, que no es nada, la piel se les vuelva a erizar.