lunes, 18 de abril de 2011

Maxitweets. Semana de Pasión.

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La calle se llena de aromas. Por una acera, a capirote, pasión y sentimiento. Por la otra se huele a anhelado sol, calma y joie de vivre. Alguien nos recordó que este país es diferente, o cada vez más parecido a Obamaworld, con la censura de las tetas electoralistas, en los días previos a El Imperio Contraataca, es decir, la segunda parte de la guerra de las galaxias balompédica. Descubrimos una nueva Biblia y nos abonamos a las buenas maneras de servir una copa como Dios manda, si Dios fuese bebedor social. Reinvindicamos el maridaje de la cerveza de gama baja con gaseosa para rebajar sin miedo el calor de pensar en esas marcas blancas del short y los tirantes en las pieles tersas que se cobijan en las orillas del Mare Nostrum, y que nos marcan la frontera del territorio virgen y sabroso. Apuntillamos de una vez, como si fuésemos hijos del albero, la vida de Belushi, en un final que puede ser el tuyo o el mío y que, no por anunciado, deja de ser doloroso. Descubrimos a Nick Curran, gracias a Igor, sin él saberlo. Y nos trasladamos a la última tarde con calma y pasión silenciosa de la pluma del maestro, mientras pierdo el pasaporte para cruzar furtivamente tu frontera pálida no profanada por el astro, abriéndome paso con surcos dibujados con mis labios, intentando llegar a aquellos otros tuyos. Es Semana Santa en mi alma, pero en mi cuerpo es de Pasión.

lunes, 11 de abril de 2011

Gritando en Silencio, o los cuatro jinetes anti-SGAE. Madrid, 1 de abril 2011

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Nueve meses. Un parto. Esa ha sido la espera. Muchas hojas del calendario caídas y cuatro estaciones en la mochila han sido necesarias para escuchar los primeros llantos de la criatura. Aunque no sea en el mejor de los paritorios, ni en lujosas Clínicas Mayo, viene fuerte y con ganas de dar guerra. Recuerdo los inicios, los filtreos, esa entrega al sexo furtivo, del que en un principio no importa y crees controlar, pero calando poco a poco como la fina lluvia del norte, metiéndote su veneno por las arterias y haciendo latir de emoción al escuchar cada palabra, cada desgarro, cada invitación a la vida, al día, a los excesos, a la noche. Pero llegados al sol mallorquín de agosto, el control era con des, la pasión se ahorraba en disimulos y solo esperaba oír, sentir, tocar y disfrutar egoístamente. Y conmigo, el tipo culpable que hoy este así, ciego creyente e infinitamente agradecido por ello. Esta es mi manera, con un humilde e imperfecto homenaje metafórico, de intentar pintar el descubrimiento de Gritando en Silencio y mi primer concierto de ellos.

Porque estos tíos son especiales. Porque son colegas, de los de toda la vida. Porque se saltaban las clases juntos para componer, pensar y latir rocanrol con mensaje, con poesía. Porque se curran ellos mismos todas las fases del montaje, sufrimiento, gestión y parto, otra vez, de lo que es un disco, un concierto, un modo de vida. Porque los contratiempos que no los matan, los hacen más fuertes. Porque lo hacen desde fuera de los circuitos, románticos y quizá un poco locos por ello, pero algo tendrá el agua cuando la bendicen con más de ochocientas personas un viernes en Madrid a la hora de las cañas, por esa recaudatoria moda de usar discotecas como salas de conciertos, con todo lo negativo, incluido el sonido y la visión. Resumiendo, porque tienen un par. Así que, como dicen ellos, arrancamos.

Sala que piensa en verde. Viernes tarde. Hay cola, buena señal. Y como ya pasan de las cinco, la gente, con más o menos disimulo, bebe en vasos grandes de plástico mezclas indescriptibles, algunas de ellas dulzonas. Accedemos al interior de la sala. Tocan los teloneros, Yeska, locales. No lo hacen mal. Los estudiaremos. Poco a poco se acerca la hora. Los sevillanos tienen un maestro de ceremonias para iniciar su concierto, el cantante de Amenoskuarto me chivan, que se dirige a la audiencia con el corazón en la garganta y un poco de demagogia reivindicativa para cumplir su cometido, que no es otro que calentar a la peña para que cuando salga el cuarteto la cosa esté álgida. Y lo consigue. En el momento en que pisa el escenario Miguel Ángel Santos, el guitarra, se producen los primero gritos. Hago un visionado de ciento ochenta grados. Destacable número de mujeres. Es buena señal. Eso es que llegan. Los otros tres miembros salen a escena. Aldo Jaenes, bajista y stripper en macrofestivales y Jorge Correa, el baterista, con el torso descubierto, como a porta gayola. Seguro que, entre bambalinas, está elQuinto, Carlos Roldán. Sin tener el disco físicamente disponible, Marcos Molina, trovador y poeta, les dedica el concierto a las cuatrocientas personas que hicieron la compra anticipada. Vítores y brindis para ellos. Empiezan a mostrar las canciones de su segundo disco, Maldito, coreadas por el público, gracias a las benditas descargas libres. Cerveza. No creo que, como dice su letra de Hijos de la madrugada, que haya muerto el rock&roll, que ya no está de moda. No lo parece, y si agoniza, el canto del cisne suena a orgasmo. Larga vida. Primer pelotazo. Para otro grupo normal, Vértigo sería el primer single de su nuevo trabajo. Para ellos, solo es su primera conexión fuerte con el público. Empujones, gritos a la oreja y olor a sudor de los de verdad. Antes con el humo se disimulaba, ahora toca aguantar. Soy mayor para esto así que, aprendiendo de los maestros, me retiro de la primera línea de fuego e intento ponerme cerca de la mesa de sonido que, casualmente está cerca de la barra. Perfecto. Todos contentos. ¿Había comentado ya la presencia numerosa de mujeres? Es algo lógico si te paras a escuchar sus letras. Son verdaderos poemas, algunos de ellos sin fundamento de canción y carentes de estribillo, solo sentimientos volcados ensuciando papeles: ‘he prometido no hacerlo, no escribir siempre tan triste, pero recuerdo cada una de las hostias que me diste’. Rock callejero. O como dijo uno que sabe, rock estatal.

Deduzco, en un ataque de superficial simpleza, que debe ser casi el final, si atendemos a la duración imparable que lleva el concierto. Ahora es el momento de las canciones de su complicado, por las dificultades vividas para que saliera a la luz, Contratiempo. Nunca un nombre fue tan acertado para un disco. Las dos partes de Rutina en las venas, con caja flamenca y taburetes entre ambas, provocan las raíces y el desgarro de la gente, con sentimiento, pasión cofrade y fe sin cortapisas. Comento con el que sabe que aún faltan buenos temas del primero, que no puede ser el final. Y no lo es. Poco a poco caen casi todos los temas de su primer trabajo. Saxo. Que no sexo, aunque no me importaría con la chica de los pantalones ajustados y melena caoba del fondo de la barra, con la que brindo desde la distancia, aprovechando que el novio está en el baño. Repito, saxo. Solo puede ser turno de Metido en un blues. Que buen rollo desprende esta canción. Se nota como besas que no dices que no a nada. Habrá que bajar a Sevilla a encontrar esa musa y probar sus labios. Me corroe la envidia, ni sana ni hostias. Envidia pura hacía Marcos. Es un poeta. Heredero de León y Quiroga. Si Sabina escribe en prensa y edita libros, en cuanto peguen el petardazo o alguien se quite la venda editorial en este país, este tío podrá hacer lo mismo. La protesta viene con la demoledora Cuentos de desgarro, que enlazan con otra con trasfondo, Miedo. Dos temas más, Dos copas de más y el homónimo del grupo, para telonear el trío de coplas final. He venido para esto. Para escuchar y ver al diablo pasar jocoso y ladino, leer en mi ataúd que la droga, el rocanrol y el sexo solo es actitud porque somos animales y no estamos hechos para las ciudades.

Miro la hora. Dos horas, más o menos. Varias cervezas y algún escocés en el cuerpo y con la pausa que implica y obliga la transformación de sala de conciertos a discoteca desconcertante, hacen que me reivindique en querer libertad y que un amigo me vuelva la sonrisa, atrapado como un full contra un repoquer y no pudiendo aliviarme ni al talento de un escote. Y me di cuenta, Gritando en Silencio, que perdí la voz cantando, juro que no gritando, y que nada será igual que antes.

jueves, 7 de abril de 2011

Madrid, Caballo Ganador

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Empezar un mes en viernes, ya desprende buena onda. Si lo aliñas con un viaje donde sabes que el destino final va a ser noches de rocanrol, buena comida y chicas bonitas, abril te tiene que caer bien hasta tal punto que te apetece compartir el tuyo con Sabina, huérfano de él porque alguien se lo ha robado. Así que, con estas expectativas, monto en el Caballo Ganador sin una buena GQ que llevarme a los ojos, mala señal para mí, pero buena para Fruela y su equipo. El primer traqueteo al arrancar el tren me transporta a imaginarme las caras, los gestos y los abrazos de los que esperan la llegada. Intermitentes fundidos en negro, mezclados con paisajes rápidos me hacen pensar que, a la hora del café, Madrid estará bajo mis botas hechas para caminar.

De inmediato estoy en terrazas con tapas al Sol y cerveza del lugar. Y con los primeros autorretratos inmortalizando momentos. Corpore sano con los alimentos. El alquiler de nuestro volante americano para dar gas a nuestras noches y derrapar en vuestros corazones, nos da la libertad para romper los grilletes del eficaz submundo de tuberías de números y colores. Visitamos a un grande de la radio, norma no escrita, pero de obligado cumplimiento, para preparar el primer sudor rockero. Sala que piensa en verde. Mucho botellón de calimocho en las colas locales. Melenas negras, camisetas negras, algún cuero ajustado en ellas. Bien, bien. Para adentro. El trozo de pan en mallorquín, pero con faltas de ortografía. Yeska. Ni atención les presto. Lo siento. Vengo a ver a los sevillanos que hacen poesía con guitarras, Gritando en Silencio. Lo disfruto con el afónico que más vocea, mi hermano de la roqueta, en la primera fila, a base de codazos y empujones. Canciones nuevas, coplas viejas. Me gustaban en la roca, me gustaban en mi casa y me gustan aquí, dando botes, reventando tímpanos junto al resto de la gente, incluidas las ceñidas de cuero de la puerta, desmelenadas por las notas, los versos y, quizá, por el alcohol. Y es una banda que tiene un par de narices, por no decir huevos, al ser outliners de la industria, con compromiso de libertad para las creaciones, copias y comercio justo en su mercadotecnia, de la que hacemos buena cuenta para disfrute personal y regalos varios. Aún atronaban las estrofas de ‘Mírame desnudo’ cuando, después de ser echados por los hijos del Este de manera marcial de la sala verde, recuperamos fuerzas, viendo más carne de la que queremos por parte de un cantinflas que nos corta la digestión con su momento bizarro-hucha, y nuestro GPS roquero nos llevó al lugar del crimen, como buenos asesinos que somos. El Refugio, un garito entrañable, llevado con estilo, rock anglosajón y la gente justa. Copas, fotos, bailes, saludos a la isla, medias quemadas, más copas y a retirarse, que mañana será día grande. Ya es mañana. Perreo, cita, Alcorcón, concentración de motos y moda de los cincuenta. Migas. Rock con sonido de Harley Davidson. El coche de Christine. Princesas con tupés que no se deshacen aunque se haga el pino mientras pasa un huracán. Pin-up y acompañantes Presumidas. Bonita ropa. Irene y Fer. Beba Stone y sus papás. Elvis, como no. Pase. Caras rancias que despiertan bostezos. Jamones que despiertan el hambre. Contoneos que provocan aullidos. Fotos con moteros, fotos con abuelos, fotos con niños, fotos con coches. Ha nacido una estrella. Bravo. El rock nos espera después de saborear la fama local. Previa. Cervezas, abrazos. La chica del país de las maravillas. Pilarica Power. Leo en alguna parte ‘Ten en cuenta que muerdo’ y me quedo con la boca abierta. Los Perros del Boggie y Burning nos esperan. Iván, en la puerta, todo tensión. Pausa, abrazo sentido. Se merece toda la suerte del mundo este tipo. La gente se desmelena. Ya conocemos el camino para paliar la sed. Y los escotes de las chicas. Es solo rocanrol, pero me gusta la camiseta. Compro. Barriga de parto cervecero con Chemi. ¿Os dije que es un gran tipo? Entrada de los chicos. Gran bolo, sin versiones, con un par. Arantxa, eterna sonrisa. Cara de póquer de Cortés Montero. Preocupa el sonido, pero triunfan. Se los ve contentos en escena. Y después también. Turno de Burning. Rock de La Elipa de toda la vida, sin alardes, pero con estilo de la calle. Del mamado por Los Rebeldes, Loquillo, Rubén, Leiva, Tarque y mucha más gente. Nos vamos arriba. Mucho mejor sonido y menos gente. Hola Rafa. Abrazos con Laura C. Aitana perfecta, niña buena. Sonrío por ello. Estribillos de toda una vida, canciones de varias generaciones, no hace falta más. Fiesta privada después del concierto. Caras relajadas, Iván ya sonríe, ya bebe, ya abraza, ya disfruta. Es el ganador de la noche. Éxito. Brindamos por ello. Salud y pesetas. Raúl Cimas. Volvemos al 2010, con humo en el local. Destrozamos el baile del rocanrol, aunque las piruetas son meritorias y mantenemos el tipo. Ernesto, la leyenda, mi amigo. Noche eterna. Bebiendo como si mañana el Sol se tomará una excedencia. Prórroga, con pasta italiana para beber. Ya es el segundo mañana. El Hombre Lluvia hace su aparición. Motos de Jerez. Pizza a la carta. Alcalá. Tapas. Risas, como siempre. Volvemos al lugar del rabo un cazo. Maca. Preciosa la calle Mayor alcalaína. Tirones de orejas a María Efe. Veintialgo, creo. Soy de letras y personas, no de números. Chin-chin y retirada. La salud nos pone a prueba. Previa de la vuelta a casa. Camino a Alameda, a mostrar los respetos. Tapas en Chamberí. Callos, como no. Un precioso ángel negro pasa por mi cabeza y me hace reír. Brindis. Planes de futuro breve que suenan a mar, arroz y pausa. Estos lunes son mejores que los míos en la tierra de las flores, las luces y el amor. Todo tiene su fin, y el nuestro es una hora antes de los toros. Amenazamos con volver. Sabes que te quiero, aunque te abrace poquito, número seis. Tren. Para el traqueteo. Una azafata me toca suavemente el brazo:

- Señor, despierte. Hemos llegado a Madrid.

Sonrío, bostezo, me rasco la cabeza y me quito la pereza. Me viene Calderón de la Barca y Segismundo, con aquello de ‘la vida es un frenesí, una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son’. Es viernes, a la hora del café, Madrid está bajo mis botas hechas para caminar. Estoy listo para soñar.