martes, 12 de enero de 2016

Todas las "y" del mundo para este nuevo año.

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Puede que acabases 2015 subido en una nube de alcohol y lisérgicos, saludando a todos como la fallera mayor o la reina del carnaval creyéndote el lobo de Wall Street. O puede que te dedicases a comer lentejas, de bote, y vino tinto, sin más compañía que tu batín de invierno y tus pantuflas, mientras atronaban, moderadamente, las canciones que escupía 'Cachitos' en La 2. Cualquiera de las dos opciones es igual de válida para cambiar de año, que no es más que una excusa para realizar propósitos, deseos y purgas varias que van a la basura no más tarde de la hoguera de San Antón.

Pero en esas estamos, en no repetir clichés, en dejar de fumar y desempolvar las zapatillas de deporte que alguien te regaló porque te vio fondón. En no tener a tu camello de guardia en las teclas de marcado rápido, que es tan de los noventa que merecerías estar muerto. En todas esas cosas que te arrepelienten -sí arrepelienten, de arrepentir y repeler-, pero que forman parte de ti sin querer que sean tu marca.

Y aunque no merezca la pena intentarlo porque estás de bajona (in)directa con la muerte de Lemmy y Bowie, piensa que no se mueren nunca porque están en el aire, como el amor en aquella canción. O en la rabia de Monty en el escenario, tan tímida ella cuando escribe enseña a regañadientes, o en el maniquí de casa Pol, el hombre al que hay que abrazar siempre por el antes y por el después de cada una de sus noches en su casa que es, un poco, la nuestra. 

La vida es tan amarga que abre a diario las ganas de comer, dijo Jardiel Poncela. Pues eso. Cómete la vida.
Y compra cosas bebibles.
Y descorcha sin medida.
Y huele sin rubor.
Y prueba sin permiso.
Y brinda con pasión.
Y disfruta con alegría.
Y engorda con amor.
Y luego corre. Corre. Corre más.
Y al final, rebaja peso.
Y vuelve a empezar.

Celebra. Compra. Descorcha. Huele...