Freno. Pausa. Selecciones. La Nations Cup. El nuevo invento. Nada que opinar. Por eso es ahora un buen momento para intimar ustedes y yo. Para contarles de donde sale el sentimient. Imaginen a un chaval listo de los que aprende a leer antes que casi cualquier cosa. Menudo, pero hábil con la pelota. Pelota que es casi más grande que su cabeza. La verdad es que no recuerdo, ni asocio nada en mi vida sin que ande el Valencia de por medio. Ni el fútbol. Siento no poder decir cuando fue la primera vez que entré en el Luis Casanova. De lo que sí estoy seguro es que no pagué. Recordarán los más viejos del lugar que los niños no pagábamos hasta cierta edad. Luego, mientras me hacía un hombrecito, me sacaron el pase infantil y usaba las primeras filas de los sectores 3 y 4 del Gol Sur como mi patio de recreo. Mirabas arriba a la derecha y buscabas la bandera del Valencia y antes del pitido inicial te montabas tu particular cuento de la lechera con la victoria propia y los empates o derrotas de los que iban por delante. Anotabas el minuto de los goles en el programa de mano que se entregaba en cada partido -que vuelva, por favor- y escuchabas atento a García en Antena 3, y seguro que a Lloret sin saberlo, cantar la quiniela de camino de vuelta a casa en el coche.
Si el partido era sábado por la noche, cenabas antes y bajabas dos pisos bajo de tu casa para, a la hora acordada, marcharte con tus tíos al fútbol. Tu tío, tu padrino, es el que te llevaba. Igual que después hizo con tu hermano, sin ser padrino suyo, ni falta que le hace. Y mientras, en casa, esperaba tu padre que seguía el partido por la radio pero se mantenía despierto a que llegaras para que le hicieses una crónica detallada. Sentado en la cama, le narrabas con detalle las acciones de Arias, Quique, Fernando o el paradón de Sempere. Ya ven, ya tenía interés por contar cosas.
Recuerdo a Saura, que era el galo valencianista en el Mundial 82. Su convocatoria fue el triunfo del valencianismo de campo y pueblo, derrotado por la caída final de Sempere en la lista final, aunque en mi memoria siempre estará como tercer portero del Mundial de Naranjito. Pero Saura y Tendillo fueron los nuestros con la Furia Española. Antes no se llamaba La Roja, ni se ganaba siempre. Recuerdo ver el gol de Saura en la tele. En una cena. En casa mis tíos. Donde nadie prestaba atención al Philips K-12 de color del comedor. Casi nadie. Este moco que les habla flipaba de ver el Casanova en la tele. Lleno. Esperando que nadie le hiciera nada a tu sector. A fin de cuentas los que estaban allí ocupaban las sillas de prestado. En septiembre volveríamos a nuestros asientos, a nuestro sector y debía estar todo perfecto. Así era yo con el Casanova. Incluso hasta me molestaba que jugadores rivales escupieran en el césped, el mejor cuidado de Primera División, escuché alguna vez.
Recuerdo al Valencia llegar a Catarroja. En el 81, cuando el Catarroja todavía jugaba en el viejo campo donde ahora está la Plaça Major. Catarroja, de donde es Arias, Don Ricardo. Recuerdo mis dudas sobre con que equipo ir. Disipadas por mi padre. Primero del Catarroja y después del Valencia. En la grada del viejo campo también recuerdo jugar en los partidos de liga de esa Tercera valenciana con enjundia. Mientras los mayores seguían el partido del Valencia por la radio. Mágicamente coincidía jugar el Catarroja CF de local y el Valencia de visitante y veíamos los cortes imperiales de Melero o las estiradas de Ramírez con el rabillo del ojo, pero gritando como el que más ante cada gol de los blanquiazules contra el Aspense, Olímpic, Cargagente o Onteniente, antes de ser Carcaixent i Ontinyent. El Valencia en Catarroja, les decía. Allí estaba yo, en la grada de siempre. En ese amistoso que fue una fiesta. Y cuando acabó, en la puerta, atándome el zapato con la pose más futbolera que hay para atarse un zapato, rodilla en tierra, Cerveró pasó por allí y me tocó la cabeza. Ni me enteré hasta que mi padre me lo dijo. Luego coincidí con el enfrentándome en los banquillos del fútbol regional y ahí nos dimos la mano, guardándome esta anécdota de chaval para mi memoria. Y Roberto, recién llegado al club y con mucho por recorrer, se marchó sin levantar polvo con su Seat 127, como si tal cosa, sin imaginar como iba a ser su futuro.
Por eso, cualquier cosa que haga este club me parece fantástica. Reinventarse, remodelarse, caer y volverse a levantar. Citar a los argentinos y alegrarse porque hoy juega el puto Valencia. Porque me he estudiado más a Montes, Cubells, Claramunt y Puchades que a la Generación del 27. Y me sigue emocionando que alguien tenga el detalle de plasmar mis pequeñitas aportaciones a este sentiment, como hizo Jose Ricardo March en su silla de enea en Las Provincias.
Saura, Cerveró, uno de nuestros "one club man" y el 127 de Roberto. Un cachito más de mi Centenario particular.
uno de mis primeros recuerdos es oir a Valdez decirle "hijo de puta" a Sol por no darsela en un saque de banda, era un Trofeo Naranja ,yo le preguntaba a mi padre ."por qué le insulta si son compañeros"? y me dijo, "es que es argentino y para él eso no es un insulto". La verdad es que me convenció poco. Un saludo y gran articulo amigo
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Chufero. Los argentinos y sus peculiaridades, sin ninguna duda.
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