"Hay cosas que un hombre nunca llega a saber, los deseos ocultos de una mujer."
Este principio, tan válido como otro cualquiera, lleva sonando en modo random dentro de mi cabeza durante una semana, o quizá más. Ahora que el día alarga, y antes de meterme de lleno entre las páginas de los camerinos del rocanrol y en los bajos fondos de la farlopa más chunga, dando buena cuenta en una terraza de una merienda mientras veía la vida pasar, hice un repaso mental de algunas de las mujeres que entran y salen por mi vida y me vino a la cabeza esa pregunta que todos, absolutamente todos, nos hacemos, por lo menos, una vez en la vida: ¿Qué quieren las mujeres?
Aprovechando que llegaba de visita a su tierra, propuse un concilio 'tête a tête' como Dios manda, - vino, queso y relojes en la nevera - con una de las mujeres a las que más respeto, mi amiga Silvia, para intentar clarificar esta duda existencial. Y para vivir la vida y disfrutar de su bella sonrisa, la de la moza, quiero decir.
Mi confidente, fue clara desde el primer momento. No sabe que querrán las demás, pero ella no se anda por las ramas. Como madre primeriza, quiere recuperar su cuerpo cuerpazo, sin más, y volver a tener mambo del bueno con el padre de su hijo. Y puestos a pedir, tortilla de patatas que no engorde y Conguitos, esos que están requetebien con cuerpo de cacahué, pero adelgazantes.
'Ya, claro' -le espeté yo-. 'Tú ya has conseguido el cuento Disney con el tipo guay de la fiesta, respetuoso, caballero y con declaraciones de amor de las de siempre, de rodilla en tierra y champán para brindar. Pero lo normal no es eso. Lo normal es liarla a más no poder y echar la culpa al empedrado'.
Porque eso es así. El agua moja, el cielo es azul, y las mujeres se complican la vida SIEMPRE. Y con 'la vida', me refiero a los temas de alcoba y corazón latino.
Sí, lo se. Esto es una invitación a cavarme la tumba. Pero tengo aquí mismo la pala de punta y el miedo es para los toreros malos y los boxeadores con un mal uppercut, así que traigan un cura para las últimas voluntades y a Ricard Camarena y sus guisantes encurtidos que allá vamos.
Las herederas de Eva no saben lo que quieren. Primero era el macho alfa, nuevos hombres y toda esa gaita. Pero ahora, nos viene el hombre beta, sensible, pero no moñas, a ser posible de pelo en pecho y con menos cremitas. Vuestras amigas de los gabinetes de belleza os esperan en el callejón de atrás, con las uñas de porcelana afiladas, monas.
Aireando otra de vino, no importa cual si la compañía es buena y esta lo era, y dándole lumbre a un Lucky, Silvia asiente con resignación y suelta un 'Tienes razón' que me acojona hasta atragantarme. ¿Razón? ¿Lo hemos descubierto?
Me enumera un par de casos de amigas recientes, de allá por donde el Ebro, que hablan y sostienen mi ¿loca? teoría: Caso 1, socia de un bufete de éxito, madre de una y con otro de camino que anda haciendo tontadas con un bohemio cantante de rock local. Y felizmente casada y bien follada por su marido, asegura, en esos cafés de la tarde tan necesarios para la 'baturra social life'. Pero el rockero tiene un no-se-que que la vuelve loca, chica.
'- ¿Puedo tomar notas? - Claro, a eso hemos venido, encanto. A tirar de la manta'.
Caso 2, no igual pero parecido: joven, aunque cada vez menos, ejecutiva de ventas, que sueña con barcos y viajes a Córcega, con un aspirante a grumete al que conoció después de tirar por la borda al yerno perfecto para su madre. O mientras lo tiraba. Y alguna vez lo llora cuando los gintonics y las bolsitas te hacen llegar a esa fase de lagrima fácil. Al grumete, no al yerno, aunque el fulano es poco más que la tierra prometida en plan chorbo. Justo al final del horizonte. Por lo que es imposible no acordarse del refranero español y aquel 'Prometer hasta meter...'
Pero, ¿tendrá algo que ver que sean mujeres liberales en su profesión las que juegan a este 'Mujeres desesperadas'? ¿Tanta religión ha creado 'Sexo en NY', 'Anatomía de Grey' y las series de Divinity?
Pues no necesariamente. Esta liberación y este liar la madeja vale igual para la gente de los barrios de Salamanca madrileño o El Eixample valenciano, como para cualquier zona de clase obrera y tasa de paro por las nubes. Ahora ya no somos nosotros los que nos cogemos unos mocos en Ruzafa o donde acampemos y, a las horas de cierre, tiramos de WhatsApp para un ¿OLA KE ASE? buscando sexo hedonista sin más. O, al menos, ya no es derecho único del hombre. Ahora son ellas las que le comen el morro a la camarera a la que le ha hecho ojitos, en el baño, con cualquier excusa rápida, por puro placer, y sin pasar de ahí, que no hace falta tampoco, no sea que cualquiera de los chicos se vaya a enfadar. Y ellas nos adelantan por la izquierda en actitud, como un rockero argentino, entrando y saliendo del armario cuando les entra en gana y sin despeinarse un mechón de pelo y el labial de Chanel intacto y libre de toda sospecha.
Pero, ah señoras, en estos deportes existe contacto y el contacto implica, algunas veces, sangre y zancadillas. Y luego no vale pedir árnica, hacer cara de no haber roto un plato o el enclaustramiento monacal, echando toda la culpa al resto de la humanidad masculina porque aquel no bailó a tu flauta como si una serpiente encantada se tratase. Este es el negocio, está así montado y las arrugas en la cara y las muescas en el revólver es el peaje que se cobra esta perra vida.
La otra opción es estar en las mesas de cuestación contra el cáncer y vivir tal y como el símbolo de la pegatina implica, y ser consecuente con todos los actos durante las veinticuatro horas del día. Incluso las del sueño.
"...y entre confusión y prisa me ha surgido una gran risa, era bella su sonrisa." Y este puede ser un final a un todo. Nos enseñáis los dientes y caemos como gorrinos. Porca vida.