De todos es bien sabido que en este rincón se habla de mujeres, de
vida que acelera los latidos y de rock. Y no siempre el rock es
estridente, huele a bar y tiene a busconas merodeando para sacarte los
cuartos y los medios por la cara y/o la nariz.
A veces, el rock
llega por donde menos te los esperas. Con un plato preparado por tu
chica, con un solo de trompeta en cualquier callejuela, con la
presentación de un libro o con una charla plagada de buen rollo y
mejores intenciones. Y esto último es lo que fue Valencia Vibrant.
Puro rock.
Se
respiraba, desde el primer café, que íbamos a presenciar algo
diferente. Incluso teniendo como escenario un lugar en el que retumban
tambores de guerra que parece no acaban y siendo este el escenario que
no queramos sea otro icono de juguete roto por los de siempre. Pero aun
así fue paradójicamente bonito, o curioso, escuchar ideas vibrantes, con
un toque de progresismo bien entendido, sociabilidad, paletas de
catering y juerga encubierta, como pasa en LinkedIN, con disfrutones
crudófilos saltando a la arena del otro lado de la barra para tirar aquí
unas cañas y brindar porque sí, por poner un ejemplo replicante de
haber visto cosas que no creeríais.
Valencia es rock, es
literatura, es recuperar la autoestima. Es decir «¡Eh! Yo soy de
Valencia y Gandía Shore no es la regla. Es únicamente una reunión de los
tontos del pueblo». Y no digo que los que allí estuvimos fuéramos los
más listos de la clase, ni mucho menos, pero talento había. O, por lo
menos, labia y exposición.
Ahora solo falta que nos dejen hacer, que nos dejen vibrar y que no se quede todo como aquella canción de Julio Iglesias.
Y morteruelo, orujo de Cuenca y unas buenas partidas de futbolín para después del almuerzo.
PD: La foto se la he cogido prestada a los amigos de Verlanga, que la tienen de molona imagen de portada en su Fan Page de Facebook