viernes, 29 de diciembre de 2017

La utilidad de la derrota.

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Derrota útil. Seguro que lo recuerdan. Jorge Alberto Francisco Valdano Castellanos acuñó ese término siendo entrenador del Valencia después de caer a doble partido en una eliminatoria de Copa contra Las Palmas, que estaba en Segunda. Esa definición, junto a aquello de cambiarlo todo, hasta los percheros, fueron los grandes legados del argentino a la historia valencianista. Después de pasar por aquí, no ha vuelto a entrenar, ni lo hará más. Se le nota más cómodo con el micro en la mano y haciendo entrevistas íntimas a jugadores y entrenadores en Universo Valdano, un buen programa, si es capaz de verlo usted con la inteligencia que le supongo como lector de estas líneas, sin la bufanda roncerista o picosiana.

La utilidad de la derrota, les decía. Nuevamente, conviene citar al Premio Nobel de Literatura, Bob Dylan para asegurar que, por fin, los tiempos están cambiando. El derbi autonómico saldado con derrota ante el Villarreal, hace justo un año hubiera sido un caos. Hasta el árbol de Navidad de la Plaça de l'Ajuntament sería una pira en llamas, como si de una felicitación de Izquierda Unida se tratase. Ni pensar quiero si Neville o Prandelli estuviesen en el banquillo valencianí y la dirección general rulase como pollo sin cabeza. Por suerte, está Mateo Alemany al mando en los despachos, personaje del año del Valencia CF en mi opinión, y el indestructible Marcelino con su equipo en el control y explotación del vestuario. Y sin entrenar el asturiano a la grada, sabe sacar lo mejor de ella. Como buen gestor de grupo. La ovación, aplausos respetuosos si no queremos caer en la euforia, después del cero a uno prenochebuena es síntoma que hay recuperación, hay comunión y hay sintonía del equipo con la grada. A pesar de no hacer un buen partido. De ir a arreones. De comenzar a vislumbrar que, poco a poco, le van cogiendo la matrícula al equipo y que espera una segunda vuelta más dura que lo que podamos tener en el imaginario. También es cierto que podemos argumentar las bajas como causa de esta residual vulnerabilidad, pero como dijo el mítico Luis, aquí cualquier tonto te hace un reloj y funciona.

Cierto es que no es lo mismo presentar batalla con Andreas que con Guedes de la partida porque son talentos distintos, pero esto también es fútbol. El famoso fondo de armario. Pero también es cierto que la transición del equipo, que podríamos personificar, otra vez, con el cambio de Parejo, ha adelantado etapas. El vísteme despacio que tengo prisa trasladado al fútbol este Valencia se lo ha cargado a patadas. Los jugadores, cuando no tienen ideas tácticas, o las tienen pero se las neutralizan, ya no son vacas mirando al tren. Corren, pelean y se vacían, en esa épìca tan del agrado del aficionado al deporte, que los compara en su imaginario con gladiadores de película o currantes de una fundición. Incluso se permite que Zaza sea expulsado por el bagaje anterior que tiene y porque ha conectado con la grada con esa manera de jugar, como si tuvieran secuestrada a Chiara y fuera su vida condicionada a no guardarse ni un gramo de esfuerzo. Gustan estos jugadores aquí, siempre que estén bien entrenados con alguien que sabe de banquillos y sepa canalizar esa imperiosa manera de jugar, porque con un Neville de la vida, hasta el mismo Maradona sería un fiasco.

Pero no conviene pernoctar en este enamoramiento inicial. El amor se construye con pequeños gestos diarios, con detalles. Amores rotos del pasado, recuerden el flechazo de Enzo hace casi tres eneros, roto por la pachorra y los desprecios públicamente privados con la institución y el equipo. Aunque sigo pensando que, con un buen entrenador y un club asentado, otro gallo nos hubiese cantado con el gallito argentino. Por tanto, no olviden, esta derrota valdrá si se aprende a ganar en la misma situación en el futuro. Si no, volveremos a tener el corazón roto y tocará volver a empezar, como filmó Garci.

viernes, 22 de diciembre de 2017

Valencianos contentos por el fichaje de un portugués.

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Cuando usted lea esto, visitante habitual, tal vez ya sea millonario porque le haya tocado la bolita del Gordo. O incluso una pedrea. O tal vez no, pero sigue ahí, en su lugar de trabajo, con la ilusión intacta por recibir esa llamada en la que alguien desde el otro lado del teléfono le dice que ha tocado premio. Tanto si pasa como si no, eso, la ilusión, es la que mueve el mundo. Y pueden, si quieren, aplicarlo a todas las cosas de la vida. Relaciones, trabajo, eventos y, por supuesto, el deporte. Y por supuestísimo, el fútbol.

Eso es, la ilusión de salir bien las cosas, de tener un poco más de pelo al que agarrarse después de venir de vagar por las medianías, como un desfasado a las cuatro de la mañana en el garito de moda. Sin esperar nada a cambio, cualquier alegría, por pequeña que sea, era buena. Pero ahora, queridas amigas, el equipo va al parón de Navidad en los puestos de arriba. En los que dan pasta de la buena, por obra y gracia de la Champions y el jugoso y justo, en este caso parece que sí, pastel de la tele. No marquen otra cosa en el calendario de ilusiones, que todavía es pronto. Comiencen a soñar despiertos si, cuando lleguen las Fallas, estamos en estas posiciones y a tiro de las cosas de arriba. Difícil, pero ya saben, la ilusión.

Y miren ustedes por donde, la derrota de Eibar parece que fue hace dos meses porque nos ha venido un huracán desde L'Equipe, periódico deportivo francés por aclarar conceptos, que habla del trabajo de Lim por intentar fichar a Guedes. Ese matiz, que sea Lim, es una variable importante en la ecuación, a la que volveremos luego. La cosa viene de un medio serio y de trayectoria, la mayoría de las veces, solvente. Como bien decía Josep Lizondo, en L'Equipe tiene el mismo espacio el PSG y el Nantes, llámenlos locos, pero igual ese es el camino. La pluralidad. El no hacer periodismo de bufanda. L'Equipe y su noticia, les decía, han provocado un efecto rebote por aquí que la cosa se ha ido tanto de madre que del partido del sábado, -el que nos interesa, no el que nos están poniendo hasta en la sopa- poco se habla. Y anda que no es importante ganar al Villarreal. Por los puntos, por la distancia que comenzaría a tener el Valencia con respecto al quinto y por las tertulias en las sobremesas navideñas. Valencianos ilusionándose por el fichaje de un portugués. Menuda herejía, tetes.

Porque el valencianismo vive su particular fiebre alcista de Bitcoin. Como la famosa criptomoneda, miramos al futuro con las pupilas más dilatadas que aquella pareja puesta hasta las trancas y hablando de hipotecas fijas. Sin importar el mañana. O mejor dicho, pensando en ese mañana dando por sentado que lo inmediato está más que conseguido. Pues aquí, el Grinch valencianí les dice que tiren de memoria. Que cuando Nuno y el año I de Meriton, por poco nos quedamos si Champions en Almería y conviene no decir gat hasta que no esté en lo sac. Por eso conviene, por la salud inmediata, focalizar todo en esta temporada, en el poc a poc de Marcelino. En ese camino que hace que jugar en el Valencia vuelva a ser apetecible, con portugueses cantando fados de saudade desde Milán por esta València noble, con lustre y que vuelve a acaparar titulares, para bien esta vez.

Así que mejor dejar que el ruido del futuro no entorpezca. Tenemos la ventaja que la bomba de Guedes es por un jugador que ya está en la dinámica del grupo y que su continuidad no va a entorpecer mucho el día a día. Imaginen que Lim gestionase por su cuenta la llegada de, por ejemplo, Pastore, del mismo lugar. Ya podría generar un mosqueo o una ligera complicación para con los que están batiéndose el cobre hoy. Porque así, usando su agenda, si que nos sirve en este sentido Lim, Mendes y todos. Aunque sea porque Gonçalo lo vean como una inversión a la que sacarle rédito económico. Y sin descuidar el trabajo de scouting de Vicente Rodríguez, Salva Grau y el resto del equipo de la secretaría técnica, que es donde se juega el club la soldada. Las gestiones PC Fútbol de Lim son solo la guinda, el complemento al trabajo bien hecho por todos, desde la vertiente deportiva, hasta la económica, para sanear y tener un proyecto sólido que no dependa exclusivamente de la bolsa de jugadores.

Ganemos al Villarreal de mi querido amigo Héctor Molina y vayamos haciendo camino al andar. Y en abril, veremos.


miércoles, 20 de diciembre de 2017

Doctor Voltaje. 7 de diciembre. Wah-Wah.

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Si la memoria no me falla, cosa bastante probable, era la primera vez que volvía a Wah-Wah después del retiro del querido José Casas. Y he de decir que un escalofrío recorrió mi cuerpo. Ya sé que sigue vivito y coleando, pero llámalo frío de diciembre, llámalo nostalgia del que, a veces, se siente mayor, eché de menos ese '¿Cómo estás, cielo?' con el que me agasajaba inmerecidamente cada vez que pisaba su reino. Y como aquel que vuelve después de mucho tiempo a los lugares de la infancia que le han hecho feliz, vuelvo a la sala, no sin antes seguir el ritual del carajillo en el bar de al lado, primero Let's Go de Tono y Manolo, ahora Bule-Bule, regentado por buena gente de sonrisa y amabilidad solícita.

El menú rockero de aquel jueves raro de puente era de lo más apetitoso. La puesta de largo de Doctor Voltaje, presentando su álbum de debut y antes, para calentar al personal, dos de los Jolly Joker, Lazy Lane y Yannick, con versiones en acústico de canciones de los 80 y 90. Y a bien que lo hicieron. Por sus manos y gargantas pasaron The Cult, Velver Revolver, Led Zeppelin, con una bonita colaboración de viento en su introducción a 'Stairway to heaven', o Skid Row dejando un agradable aroma a aquellos nostálgicos desenchufados de ese canal que antes fue de música llamado MTV justo antes que subieran a escena Doctor Voltaje.

Los Voltaje, que tuvieron que añadir su doctorado por aquello de las coincidencias, entran con el ídem a tope. Al once. El cantante, Francis Sarabia, -que esta vez no está ligeramente ronco ni enfermo que yo sepa, como ocurrió en su puesta de largo en el AFS Festival- canta con eso que se ha de cantar. Tiene un tono de voz muy peculiar que le confiere de poder y dignifica muy mucho el cantar en castellano. Y una nueva voz sobria y potente en este panorama nunca viene mal. Bienvenidas esas cuerdas vocales. No es fácil presentarse ante la concurrencia en una fecha tan extraña y ver tantas caras conocidas entre el público. O sí, quien sabe. Lo bien cierto es que mostraron un amplio repertorio de saber hacer y estar más que rodados en esto de los escenarios, aunque de manera separada. Y se les notaba agradecidos por poder compartir con todos nosotros su trabajo, grabado en The Rooms.

Su disco de debut suena bien. Es rocanrol. Algo tan fácil y, a la vez, tan difícil. Disponen de estribillos y melodías que se te graban a fuego en la mente. De esas que se pegan a la boca y las cantas sin pensar. Y en el escenario de la Wah-Wah así lo hacen transmitir. Con un juego de base conjuntado y las seis cuerdas de Eloy pasando de la caricia al fuego, según exigencias, nos ofrecieron un show con rock del bueno, con actitud y una fiesta para la ciudad en aquel jueves con vestido de sábado. Ese poder hipnótico que tiene el Hammond de Suzuki, como si hubieras respirado aire enrarecido. Ese deslizar los dedos de Carlos con su bajo, con ritmos de poseído. Wally y sus solos de batería. Rebeldes que no siguen el guión pactado. La parroquia disfrutaba, vistos los cabezazos asintiendo que observé en uno de esos momentos de mirón que me suelen dar en los conciertos. Fue una gran noche de rock and roll, como precisamente cantan ellos mismos en su videoclip de presentación. Y fue una agradable sorpresa escuchar una versión de Buenas Noches Rose, meneando la guitarra.

Que rompan lo que quieran. Pagan Doctor Voltaje. Muy recomendable seguirles la pista. Yo lo pienso hacer.

viernes, 15 de diciembre de 2017

Huérfanos de Zaza, ¿huérfanos de raza?

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Vivimos una semana en la que se va a presentar la batalla futbolística del fin de semana con una novedad respecto a las anteriores jornadas de esta temporada de vino y rosas. En todas ellas, la presencia de Simone Zaza era una de las cartas de presentación que el equipo de Marcelino y Uría mostraba a las pizarras rivales. Tan solo aquel pequeño tirón de orejas en el derbi local frente al Levante privó al espectador neutral y al aficionado pasional del italiano en el once inicial. Pero esta semana no. Esta semana, el novio de Chiara tendrá que soltar su ímpetu gritándole a la tele, mientras sigue las andanzas de sus colegas de equipo en Eibar. Cumple ciclo de amonestaciones el nuevo héroe valencianista. Uno di noi. Con cifras goleadoras con marchamo de mito. Y si nunca es bueno no tener a tu goleador, la visita a Ipurúa tiene pinta de ser una de esas en las que, a priori, Zaza se iba a sentir como pez en el agua. Campo pequeño, mucho balón largo, cuerpo a cuerpo. Partido de los difíciles. Pero conviene no engañarnos. La derrota de Getafe y el casi empate en casa contra el Celta marcan cual va a ser el camino que se va a encontrar el Valencia desde ya hasta que termine la liga. Nadie les va a regalar nada. Todos los equipos van a querer ganar al Valencia. Como quieren hacerlo con el Atleti. Y, por supuesto, como quieren hacerlo con Barça y Madrid. Pero valencianistas y colchoneros son más accesibles. Más terrenales, si quieren. Por aquello de sus plantillas y sus jugadores franquicia, los dos transatlánticos del fútbol europeo son menos proclives al despeine por aquello que las individualidades deciden. Puede un tipo de los de esa plantilla estar ochenta minutos mirándose al espejo o a las musarañas, que en menos de diez te mete dos arrancadas y un par de goles por la escuadra y a otra cosa, mariposa.

Pero con Atleti y Valencia es diferente. Quizá Sevilla también sufra de este mal. Clase media aupada a la zona noble. Con descensos relativamente recientes incluso, son mirados con esa envidia y esas ganas de fastidiar a quien saca pecho a base de trabajo y trofeos. Fastidiar deportivamente, claro. Como aquella fábula del pastor que quiere que se mueran las cabras del vecino antes que tener él más. Y por eso van a por ellos. Para zarandear la silla y hacerlos caer. Por este motivo, desde ya, al hacer bien las cosas durante la semana, se le va a tener que añadir ese plus de intensidad exigido del que sabe que no le van a regalar nada. Jugar con raza. Como Zaza. Con esa intensidad que enamora a las cámaras. Que saca una sonrisa de un recogepelotas rival al ser pillado por la chiquillada propia del chaval que araña un segundo, o diez, para ayudar a su equipo. Esa raza del que juega a un suspiro de romperse en mil pedazos y juega como si mañana fuese el fin del mundo. Ese menisco como modo de vida.

Pero todo esto no es malo. La ausencia de Zaza, como antes lo han sido las de Murillo o Garay, van a demostrar el fondo de esta plantilla. Van a definir, quizá, si Mina es algo más que un letal revulsivo. Van a definir si tener cara de buen chico está reñido o no con hacerse respetar como se debe hacer respetar el capitán del Valencia. Y hablo de los dos, Parejo y Rodrigo, que han de ser el espejo en el que los Lato, Soler, Kondogbia, Andreas y Ferran han de mirar y medir hasta cuando y porqué es importante que el Valencia sea respetado en los campos. Ojo, no hablo de ser favorecidos. Hablo de ser respetados. Hablo de mirar antes al escudo que a la edad por parte de todos. Hablo de hacer entender mañana y todos los demás días de competición que si un jugador tiene veinte años y lleva el escudo del Valencia en el pecho es porque se lo ha ganado. Que regalar cargos o titularidades son cosas ya del pasado. Y a ese pasado no nos gustaría volver jamás.

Así que, la oportunidad la pintan calva, plantilla. Demuestren que, sin Zaza, no estamos huérfanos de raza.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Suárez de la vida, actores del balón.

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Andamos a vueltas en este rincón con el apellido Suárez. Si la semana pasada lo mentábamos para hablar del delantero uruguayo del Barcelona, en esta es casi irremediable hablar del también uruguayo y defensa del Getafe, de nombre Damián. Él personificó las artes del Getafe, con tres trofeos internacionales en sus vitrinas y más de 200 millones de presupuesto en plantilla, que se dedicó a defenderse como gato panza arriba ante una expulsión delante de un equipo que venía con unos números que asustan a cualquiera. Que ordinariez, pensaron algunos. Y no, la verdad es que no. Es fútbol, queramos o no.

El ser joven implica ser bisoño y, algunas veces, pecar de bueno. Y Damián Suárez, jornalero del balón, que diría José María García, sabe hacer bien pocas cosas, pero defender cuando la tiene de cara es una de ellas. Yo he visto al mismo jugador ser un verdadero colador en Mestalla sin saber por donde le venían. Así que es una cuestión de oficio y, porque no decirlo, de permisividad del árbitro y sus asistentes. Pero hay que ir más allá. Hay que creerse esto de jugar a fútbol y que llegarán momentos en los que se rayará la legalidad lo justo y necesario sin salirse de ella. Y este otro fútbol, el subterráneo, el que no es ejemplo para los niños, es el que ha de mejorar el Valencia. Recuerdo un enfrentamiento Boca-Real Madrid, -podría ser la Intercontinental de 2000, pero no me atrevo a asegurarlo- en el que Figo se encaraba con el Chicho Serna, un pequeño macanudo mediocentro colombiano, buscando provocar con el manido hijo de aquello tras un lance del juego en el que se encontraron. El portugués pensaría que mentando a la madre del colombiano provocaría agresión para beneficiar a su equipo. Y el Chicho, ni corto ni perezoso le espetó un «Sí, ¿y qué?» y se siguió jugando, con el bueno de Luis en estado de shock por la respuesta. No recuerdo si después de ello, Figo se borró del partido. Probablemente sí. Y en este tipo de lances, como los que tuvo Damián con Parejo, Gayá o Mina al final, no hay mayor desprecio que el no tener aprecio. Cierto pasotismo, el no entrar al trapo ante las provocaciones, meter tres caños efectivos y llevarse los tres puntos del Coliseum. De lo contrario, te vas caliente a casa y sin nada.
Porque esto de ponerse la camiseta del Valencia este año no sale barato. Llegas invicto a Getafe y no puedes pretender que te reciban como Villar del Río a los americanos en «Bienvenido Mister Marshall». No, te van a recibir duro y fuerte, como un equipo grande, que tiene portadas que ellos no tienen y que se quieren ganar por eso mismo, por ser los primeros que tumban a uno de los tres invictos de La Liga. Y con esas jugaron, con sus cartas. Como hace el Valencia cuando tiene delante a Balones de Oro y campeones de todo. De peces grandes y chicos. De amor propio contra cartera más o menos solvente. De esto se trata.

Y luego podemos ahondar en otro debate, la facilidad con la que se cae al suelo en esto del fútbol moderno. Dudo y me temo que en esto del fútbol ultratelevisado, con cámaras en todos los lados del campo y superlentas que detectan hasta el más mínimo detalle, la actuación de todos los actores del balón va a ir a más. Que lejos quedarán aquellos partidos de Primera donde tres eran tres los árbitros y si tenías la picaresca, o mala leche, de arrearle un codazo al rival tenía que ser a espaldas del árbitro o sus colegas. Ya podías, con razón o sin ella, dar treinta vueltas por el suelo o moverte por el césped como un besugo recién pescado que, de normal, con eso te ibas a quedar. Siempre recuerdo la anécdota que nos contó el ya fallecido árbitro Bayarri Ribelles en el curso de entrenadores, cuando uno de los árbitros de campanillas de la época, quizá Guruceta, se acercó a él en Bilbao al ver a un jugador en el suelo, con el fin que le enmendara la plana. «-¿Qué has visto? - Lo mismo que tu, fenómeno.» Pues imaginen ahora con el futuro que viene, llamado VAR, que va a permitir que el mínimo toque pueda parecer una zancadilla en toda regla, un golpear de tacos en la espinillera, cuando solo el viento y un ligero toque provocaron la tala de cualquier recio delantero. Ahí es donde veo yo el problema de VAR, aunque seguro que eso no será así y solo se usará para lo que dicen, goles, penaltis, confusión de jugadores y tarjetas rojas. Aquí estará el quid de la cuestión. Saber si a los mentirosos se les sancionará.

Y hablando de mentirosos, una última cosa de propina. Todos los periodistas deportivos que hablan bien del Valencia fuera de aquí, no se lo creen. Puede que haya honrosas excepciones más allá de Rubén Uría, que dignifica la profesión, pero todos los demás, mienten. No les den pábulo. No retuiteen. No compartan, por muy burra que sea la cosa. Silencio. Eso es lo que les descoloca. Ganarán tiempo y salud.

jueves, 7 de diciembre de 2017

Los Zigarros + Corazones Eléctricos. Sala Repvblicca. 1 de diciembre 2017.

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Puede que los momentos vitales sean los que menos te esperas. Decisiones tomadas que se quedan en la retina para siempre por ser magníficas, por ser la última vez que las disfrutas sin saberlo, y que te saltan a los ojos prácticamente sin querer. Oportunidades únicas o finales de ciclo. Pues bien, servidor cree que este concierto de Los Zigarros en Valencia cierra un ciclo. Desde que se presentaron en su ciudad, Valencia, en la Wah-Wah, aquel último jueves de junio del ya lejano 2013, con la expectación propia que arrastraban, y arrastran, los hermanos Tormo y sus dos talentosos secuaces, hasta el pasado fin de semana, han pasado muchas cosas. Entre ellas, estrechar la mano de Jagger, cosa que no está al alcance de todos. Y llenar una sala de más de mil personas, con el cortante viento frío que soplaba en este principio de diciembre convertido en carámbano, es de tener mucho, mucho mérito.
Yo mismo dudé de permanecer en casa, con un vino, queso y la lista de éxitos de Otis Redding, pero un buen amigo, de esos de los que pondría mi vida en sus manos sin dudarlo con la seguridad de no perderla, me advirtió que podría ser la última vez que los viera en ese formato, en ese tipo de salas y a ese precio. Y fue el acicate necesario para llamar un taxi, salir y saltar, sin cenar, para disfrutar de Los Zigarros y unos teloneros de lujo, Corazones Eléctricos.

Corazones Eléctricos son un seguro de banda. El trío, que suenan como cinco, un acierto empresarial para girar y minimizar gastos, dispone de unos temas contundentes que, unido a una elegancia en las letras y en la puesta en escena, los hacen una opción mucho más que interesante para seguir su gira de invierno. Son el enésimo ejemplo de talento rockero en esta tierra de músicos. Cada vez más me encantan como suenan, la energía que desprenden Kako Navarro y Pau Monteagudo desde sus cuerdas y las letras se pegan como una oblea bendita en una misa de domingo en el paladar de una feligresa recatada. Si ellos mismos se preguntan quien salvará al rock and roll, estoy seguro que estarán en las primeras filas para defenderlo. Una buena elección para telonear a los grandes protagonistas de la noche.

Pausa. Me acerco a la barra y pido la segunda cerveza, que al final fue la última de la noche. Después bebidas sin plomo para estar despierto y atento. Veo que la parroquia anda divertida, con ganas de pasarlo bien. Por allí estaban miembros de Doctor Voltaje y Jolly Joker preparados para este diciembre rockero que se presenta como un epílogo perfecto en lo que a música se refiere.

Escena en negro. Salen dos sombras alargadas y la sala atrona. Los Zigarros están en la ciudad y vienen a no hacer prisioneros. Saludan a la parroquia como ellos saben hacer, diciendo a todo que sí, ejerciendo de buenos hijos con su madre, y cantando a Tom Petty con Pau Monteagudo. Disfrutan con ello. Suena música que recuerda a Aerosmith, a Stones, a The Kinks y a todo aquello que tenías en tu habitación y que era rock y que ahora son sus himnos, coreados por el público, cosa que hace sonreír diabólicamente a Ovidi como Bon Scott en la portada del Back in Black. La máquina zigarrera está perfectamente engrasada, obvio después de recorrer todo el país una o dos veces, con Adrián ejerciendo de jefe a los parches y ese plus que aporta en sus apariciones Ángel Vera cuando su armónica inunda todo el escenario. Y he de reconocer, mientras miro las caras de la gente, sus ojos, sus cantos de estribillo a grito pelado y sus grabaciones con sus móviles, que ya no son nuestros. Ya no son de la ciudad oscura. La que amamos con todas nuestras fuerzas pero también odiamos un poquito. Esa de garitos con calor de hogar y amistad, como el Kraken, de salas de medio aforo y de camerinos como el salón de tu casa. Han volado. Ahora nos va a tocar compartirlos con el mundo. Hasta con el puto Mick Jagger. Y la verdad es que no nos importa. Faltaría más. Han tenido ocasión de poder debutar en primera división y lo han dado todo para no ser portada de un solo día, sin medias tintas, en toda una declaración de intenciones y de vida. Y como espectador, aunque sea solo rocanrol, me gusta. Por eso, como de gente bien nacida, la banda se dejó la sangre en el escenario. Literalmente, con el percance de Nacho Tamarit, el bajo más alto, solventado con unos puntos y un susto. Por eso, como dicen en Dispárame, ponte el vestido azul y pide lo más caro del bar. Y si puedes, no desperdicies nunca las oportunidades de la vida. Sin matarte, pero sin desperdiciar.

Y, al final, no me pregunté que demonios hago yo aquí. Ya puedo decir que yo vi a Los Zigarros antes de todo lo que les depare el futuro a partir de 2018. Que les pinta bueno.

viernes, 1 de diciembre de 2017

De enanos, pelucas y apuestas.

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Vamos a empezar aclarando algunas cosas. Soy aquello que las estadísticas denominan 'Un señor bajito'. Cuando era más joven y ya tenía edad de entrar a lugares de mayores de edad, era requisito indispensable para servidor llevar el DNI a mano para enseñarlo al portero de la entrada. La cara de buen chico y mi estatura no abrían muchas puertas de esas que digamos. También he de decir que nunca sufrí, por fortuna, ningún tipo de acoso o vejación en el colegio. Más que nada porqué todos eramos algo en ese momento. Gordo, fideo, feo, gafotas, orejudo o cualquier característica peculiar te catalogaba de por vida colegial e incluso en el instituto. Pero adaptándome al medio, y por un mero instinto de supervivencia siendo relaciones públicas de mí mismo sin tener ni idea de que era eso, comencé a ser popular y bien considerado, creo, por todos. De hecho, todavía conservo muy buenos amigos de esa época a los que pondría mi vida en sus manos sin dudarlo con la seguridad de no perderla. También les digo que nadie me ha dado nada y puede que la valía profesional se deba demostrar doble con ciertas características físicas determinadas, como todo en la vida. Pero bueno, aquí estoy, dando guerra con la teclas y otras gaitas.

Y la verdad es que la enésima muestra de impunidad con respecto a los árbitros por parte de algunos jugadores de los equipos que le importan a Tebas me ha tocado la moral, siendo finos. En concreto, la de Luis Suárez con el árbitro asistente. Está claro que a los trencillas les meten caña hasta en el cielo del paladar. Va en el cargo. Pero que le dijese 'Enano de mierda' al señor de la bandera, pues oigan, no me ha caído bien. Y me importan dos rábanos las pulsaciones del uruguayo, que eso sea una medida de presión para que el subconsciente se decante a favor, que sea parte del fútbol o todas esas cosas que argumentan quienes defienden lo indefendible. Debería tener el cuenta el chico del bocado fácil que, quiera o no, puede ser un ejemplo o un espejo en el que se miran infinidad de chavales de todo el mundo. Y que si su ídolo le dice a un árbitro aquello, no habrá nada que impida que en cualquier recreo de cualquier ciudad de España un chaval se lo diga a otro, comenzando el bucle. Imágenes hay, pruebas también. No estaría de más que La Liga actuará de oficio y pusiera una sanción ejemplarizante y de calado social para este jugador. No hablo de partidos, hablo de dar ejemplo. Tampoco de dinero si no van a servir para reforzar valores positivos que calen en la sociedad, en los chavales y en los que no lo son tanto. Solo así podremos decir con orgullo que La Liga lleva camino de ser una de las mejores del mundo. Y Tebas, majete, tú que miras tanto la pasta, la responsabilidad social corporativa es un valor añadido a tu marca que puede hacer que se mire con otros ojos el tinglado trincón que tienes montado.

Porque, querido lector, en estas próximas Navidades todas las madres del mundo quieren que su hija traiga un Rodrigo Moreno a la mesa antes que a un matón uruguayo apellidado Suárez. Trabajador incansable, modosito y con pinta de honrado, dan ganas de ponerle un jersey de lana gorda y pasarle en la cena las gambas a lo Laudrup, mirando al tendido. Digan ustedes, si se atreven, si no es reseñable la muestra de pertenencia y de tener los sentidos abiertos que el sobrino de Mazinho piense en honrar la memoria de Jaume Ortí de la manera que lo hizo. Y piensen, con la sonrisa congelada si aquella pseudocampaña a golpe de tuit desde más arriba de nuestro reino pidiendo amarilla por marcarse un Orquesta Mondragón no es para que reciban carbón. No tanto por aquello de la sensibilidad del momento y todo lo demás. A Jaume se le quería aquí y ya. En otros lugares más lejanos, no dejaba de ser más que una molestia por no tener pelos en la lengua o una persona protocolariamente invisible a la que no tener en cuenta cuando forofos con vitola de presidente celebran goles postreros sin medida. E incluso molestias entre la fauna local. Porque Mónaco no se olvida. De ahí el mirarse el ombligo en el fútbol-ficción, un genero en auge que consiste en que se alineen los astros después de un lance del juego no juzgado a favor del color que les paga. Pensando con la bufanda, que pensar con el corazón, solo lo hacen cuando es su bando. Que hasta la casa de apuestas que patrocina al Barcelona ha dado por buena esta victoria-ficción, pagando a sus apostantes las cantidades pactadas en caso de 2 en la quiniela. Como dicen los argentinos, la tienen muy adentro. Más injusto y democrático fue el gol de Michel contra Brasil en el Mundial del 86 y estamos vivitos y coleando.

Por cierto, después del partido del domingo, vino el lunes. Y el goce en la oficina fue correcto, bueno y divertido. Aunque todo el argumentario giraba en torno al gol que no se cobró. Sin ver la buena, tirando a muy buena, segunda parte del equipo dirigido por Rubén Uría y la mano de Ochotorena. Imaginen si llegamos a ganar. Por si se preguntaban como acabó la historia.

viernes, 24 de noviembre de 2017

La semana más larga (y divertida) del mundo.

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Si las cuentas no me fallan, esta semana ha habido fútbol en la tele todos los días de la semana. El lunes y el viernes, liga. Martes y miércoles Champions League y jueves Europa League. Y claro, habrá el sábado, habitat casi natural de la competición doméstica. Pero la parroquia valencianista espera el domingo como un colegial de preescolar latiendo por su primer amor. El domingo hay Partido. Con mayúscula.

Y esto, nos descoloca. No tanto por el partido ni el rival. Mínimo jugamos dos al año contra el Barcelona, así que la cosa no nos pilla por sorpresa. La desorientación viene por la distancia, cuatro puntos, entre Barça y Valencia. Y los dos en todo lo alto. Seguirá el equipo blaugrana primero pase lo que pase el domingo, pero el estado de ánimo fijo que variará si se mantiene la distancia, se alarga o se acorta. Tanto aquí como allí.
Y seguro que muchos de ustedes habrán visto como, de un pequeño tiempo a esta parte, los invisibles valencianistas han recuperado un poco de share mediático. Radios nacionales con programas especiales, entrevistas a jugadores y técnicos y supongo que algo de tele en esos engendros sin calidad y con un amplio perfil de lobotomizados televidentes. Un verdadero foco. Que sí, que el partido es de los buenos. Que merece eso y un poco más. Pero este perro, ya más viejo que joven, intuye que la simpatía y la caricia viene por ser quien es y por jugar contra quien se juega. Porque no creo que ninguno de ustedes dude que si el partido fuese contra el Floper Team, el discurso cambiaría bastante, a favor de quienes ustedes ya saben.

Pero bueno, benditas sean estas loas si no reducen la tensión de estar a lo que estamos. Y tengan en cuenta que no somos más que el elemento conductor, el usar y tirar de esta semana. Los periodistas de bufanda son del equipo, normalmente Barça o Madrid, y del equipo que juega contra el rival. Y este año, desde la Madrid madridista, con o sin bufanda, el domingo irán contra el Barcelona, que no es lo mismo que ir con el Valencia. Ronceros, Juanmas Rodríguez, que pena este señor con lo bien que sonaba en la radio episcopal cuando hacía de sustituto, y todos aquellos que cuyo nombre no quiero acordarme porque no los sé, harán fuerza con cada carrera de Guedes, rematarán cada centro de Gayá y gritarán gol antes que cualquier remate de Rodrigo o Zaza llegue a la red. Pero no por nosotros, por ellos.

Pero más divertido es esto que les voy a contar. Es un poco intimidad costumbrista, aunque sin desnudos. Así que, tranquilos. Verán, en mi lugar de trabajo compartimos estancia tres personas, dos barcelonistas y servidor. A pesar de la evidente diferencia de coeficiente emocional, intelectual sería decirles demasiado, hay buen rollo entre ellos y yo. Pique sano y divertido. Y no vean esta semana, con el soniquete de 'El domingo partidazo, ¿eh?'. Y no vean ayer cuando comentaban, con risita nerviosa, que Messi estaría descansado para el domingo. E incluso hacen bromas con que les da igual que Alcácer, descansado también, no celebre el gol, o los goles, que marque el domingo. Alcácer, que han descubierto que es buen jugador, dicen. Que les gusta como ataca los espacios y como entiende ahora el juego del Barça, dicen. Y que veremos a quien ponen con la baja de Piqué. Que ya ves tú el recurso. De verdad que dan ganas de acariciarles el lomo y susurrar un 'Ea, ea, ya pasó', como si no hubieran más de quinientos millones de diferencia en valor de jugadores. Esa era la cifra, aproximadamente, que citó Juan Carlos Valldecabres en Las Provincias a mitad de esta semana. Casi nada, oiga.

Pero bueno,  ¿y lo divertido que es? De hecho, es como volver a la escuela. Tener la ilusión de que se junte todo y zurrarles el lomo. Y si es por algo injusto, mejor. Con dos palos y tres paradones de Neto, por ejemplo. Para que rabien. Aunque no pasará. Pero si pasa, el lunes no hará falta despertador. No será un lunes mierder y tendremos baile. Y podremos poner el martes los goles narrados por Héctor Gómez, por ejemplo. Con gallo de emoción incluido. El más sincero de todos los gallos. Y el miércoles otra cosa. Y el jueves un póster blanquinegre. Y el viernes descanso porque la alegría dura poco en la casa del pobre. Y esto no ha hecho más que empezar.

Y si no pasa, si el Barcelona gana, o barre, al Valencia, sin problema. Seguir poc a poc, sacar cuanto antes la máxima distancia al quinto clasificado para cuando venga el invierno de verdad, que vendrá. Felicitar y a otra cosa, mariposa.

Però, i si guanyem, Jaume? Això si que seria bonico, Bonico.

viernes, 10 de noviembre de 2017

La alegría del quiosquero.

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Llego al trabajo de lunes a viernes a las 6.45 de la mañana, minuto arriba, minuto abajo. Enciendo el ordenador y, mientras arranca el sistema operativo de turno, cojo una cápsula de café, caliento agua y me arreo un tazón de negro potente para acabar de despertar. Mientras realizo mi habitual snap de todas las mañanas (cuentra de Snapchat: srperis) reviso el correo como el que no quiere la cosa y me pongo a las cosas de la tecla más farragosas, como dicen los gurús del rendimiento laboral. Soy de los primeros en llegar y con todos los que pasan por mi oficina no paso de un correcto 'Buenos días', excepto con él. Con el quiosquero.

Servidor es de costumbres antiguas. Mezcladas con modernas. No uso e-book pero leo mucho a través de la pantalla, las noches y las siestas son con walkman en las orejas, pero la música suena por Spotify y la tinta del periódico en los dedos y su olor es mejor que cualquier fragancia de Hermès en el cuerpo de mi mujer. Bueno, eso no, pero ustedes ya entienden las analogías por donde van. Y creo que la prensa en papel no morirá nunca, aunque esté leyendo esto a través de su teléfono inteligente o tableta. Y que ser quiosquero es la profesión más romántica que puede haber en esto de las transacciones entre escritores de prensa y lectores finales. Trasladar las letras al destinatario, como si de un cartero para enamorados se tratase y ver la vida pasar, entre papeles y tinta fresca. No digan que no es algo simple para alcanzar la felicidad.

El quiosquero, les decía. Llega sobre las 7.30, con la prensa diaria de la provincia de València. Los dos de información general y el deportivo que comparte prefijo con aquel programa nocturno de José María García. Y el semblante con el que llega a dejar la prensa de cualquier día es diferente al de los dos últimos años. Al habitual, y casi obligado, comentario del tiempo o del día de la semana, este año se añade el positivismo de la racha del Valencia. Hablamos de la previa o intercambiamos una microcrónica del último partido, mirando ya sin disimulo al próximo banquete balompédico al que, de momento, nos invitan semanalmente los chicos que dirigen Marcelino y Uría, sin miedo a morir como Sangonera, de fartera de goles. Demasiado tiempo estuvimos a dieta estricta de penas y sequías. Cambios de entrenadores, que eran el atisbo de esperanza del que quiere que todo salga bien en su equipo aunque sea un disparate. Ánimos desde mi visión táctica optimista ante cualquier tibio haz de luz en aquel invierno eterno del Valencia a. M, antes de Mateu, que supo elegir bien al patrón que enderezase el timón para evitar más bandazos que acabarán por encallar este trasatlántico del bar Torino.

Porque esta alegría de quiosquero es igual a la alegría de este servidor de la tecla o la suya, lector. Es la que ha propiciado que el domingo sea día de fiesta, entendiendo el domingo como el día clásico del partido. Pero ya nos da igual que sea viernes, sábado o lunes porque vamos bien, como un tiro. Bueno, que nos da igual es una forma de hablar. Saben que esta locura de horarios sin previo aviso es un sinsentido, por muy bonito que sea pegarse un buen esmorzar el sábado por la mañana y llegar bien provisto de reservas a Mestalla sin que ruja el estómago cuando sean casi las tres de la tarde. Y aunque aquí haya sido protagonista mi quiosquero, esa alegría contagiosa la habrán tenido en la Sevilla de mi admirado Jose Lobo cuando iban a comprar aquellos ABC con portadas tan bonitas de Zamorano, Maradona o Kanouté. O en la Granada de Javi Martín. Incluso en su Santander natal o Madrid adjudicado, el bailarín nocturno de Javier Aznar también puede que haya compartido la alegría de su quiosquero después de una racha para campeonar. Porque los quiosqueros no entienden de libros de estilo, ni de líneas editoriales. El quiosquero elige una trinchera y a ella se aferra. Y si coincide con los gustos de sus parroquianos adictos a la tinta fresca y al tacto del papel, doble alegría. Y si no es así, un poco, aunque sea un poquito, las victorias del equipo local son también sus victorias porque significa más ventas, más tintineo de caja.

Él probablemente no leerá esto, pero mi quiosquero se llama Tadeo. Por su alegría y por la de todos los Tadeos del mundo, salud y rock and gol tengamos todos.

jueves, 19 de octubre de 2017

Suso, ¿por qué no te callas?

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Foto: Valencia CF

Circula por ahí un meme, o una frase que ironiza con el buenrollismo, que dice tal que así, más o menos «Hoy hace un día precioso, verás como viene alguien y te lo jode». Pues en el día precioso que vive instalado el Valencia, ha venido García Pitarch para meter el dedo en el ojo, siendo finos.
El bueno de JGP -con la butxaca llena por obra y gracia de la indemnización creo recordar-, ha encontrado acomodo en BeIn Sports, cadena con los derechos de La Liga y que tiene una extraña manera de manejar su cuota de mercado en materia de fichaje de comentaristas. Si ya chirría que Kluivert comente los partidos del Barcelona en liga de manera partidista, que el analista del valencianismo allende nuestros mares, que diría el clásico, sea García Pitarch clama bastante al cielo.

Verán, esto es la base de la cuestión de aquel mantra que suena por las redacciones madrileñas que dicen que aquí se canta el "vete ya" a cualquier entrenador, siendo falso. Aquí se pone el ojo de refilón, se toca de oídas la partitura de la actualidad valencianista y no se consulta con las fuentes locales para contrastar informaciones. Resulta bastante fácil el descolgar el teléfono y comunicarse al otro lado con un compañero periodista de Vigo, Lisboa o Argentina para conocer novedades en materia de equipos rivales o rumores de fichajes desde el punto de vista de la otra parte. De hecho, dos de los que tienen la fortuna de tener un micro delante como Manolo Montalt y Héctor Gómez lo hacen constantemente, pareciéndome un ejercicio de responsabilidad periodística de lo más correcto. Pero en BeIn Sports quizá no le han dedicado el tiempo suficiente a escoger a alguien con marchamo valencianista que no levante ampollas cada vez que habla. Y es una de arena en su programación llena de cal, con programas como El Club, con Axel Torres o con los excelentes narradores encabezados, siguiendo gustos personales, por Miguel Ángel Román o Lluís Izquierdo.

Resulta sonrojante escuchar a Jesús García Pitarch loar a Parejo cuando tuvo una gestión nefasta en su conato rebelde por querer marcharse al no sentirse cómodo con el club y con su situación personal, inmolándose en el vestuario al que dicen no podía acceder por no poder soportar la mirada fija a los ojos a ninguno de los componentes, mientras capitanes se mofaban del valencianismo o se encaraban a la grada. Resulta sonrojante ver los cheques del ego de Jesús con sus palabras una vez fuera del club cuando en el cuerpo de sus acciones mientras era director deportivo no pagó ni una. Alabar públicamente a Nuno y no entender porqué se puso a la grada en contra durante el segundo año constata el error de contar con él para cualquier análisis. Y más hablar así de categórico de los inquilinos del banquillo valencianista que vinieron después cuando, con mando en plaza según jornal, aposto por Prandelli, buena decisión pero probablemente con verdades a medias, primero y por Ayestarán después con el resultado que todos saben.

Y claro, luego llega y sintoniza un domingo por la noche BeIn Sports un señor de Murcia, al que Ninette ha dejado por su monitor de crossfit, y si el analista del Valencia de su canal de deportes favorito dice todas estas cosas, pues se las cree a pies juntillas. Y el señor de Murcia cree que somos injustos con Parejo, que ha sido siempre un gran jugador que debería tener 30 internacionalidades según parece, cree que a Nuno y a todos los entrenadores les cantamos el «Vete ya» y que la destitución del portugués fue un error porque podría haber sido nuestro Ferguson ibérico. Pero no. Es un poco más complejo que todo eso.

Así que igual lo suyo sería que, para legitimar su discurso y ganarse bien este nuevo jornal, Suso callase para no retratarse más y taparse con la mantita. O asumir que cuando pudo, no hizo nada, mostrar autocrítica y, solo así empezar a borrar esa imagen de paraguas inactivo que tiene en el imaginario valencianí de un exjugador que tuvo la opción de mejorar su club a nivel directivo, no quiso o no lo dejaron y siguió calentito cuando ya estaba más que caducado.

Aunque, puestos a elegir, mejor que esté fuera que dentro del Valencia.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Ya no hay dudas, de momento, en Mestalla.

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Las dudas han cambiado de bando. La clarividencia que antaño profesaba la grada de Mestalla ante las malas decisiones de jugadores y entrenadores generadas por las dudas a todos los niveles estamentales ya no es tal. Es ahora la grada quien, ante un empate en el derbi local, se sienta pesimista y temerosa en su localidad con el inocuo miedo deportivo en el cuerpo. Y más con la previa agorera de que el equipo no tiene gol. Pues bien, parece que habrá tranquilidad hasta el domingo, después del arrebato de Zaza, redimido a fuerza de goles y la solvencia de los sospechosos habituales Mina y Rodrigo, con cinta en el brazo incluida para este último.

El partido transitaba entre el fútbol control del equipo de Marcelino, que a cada combinación de pases solidifica su trabajo, y algunas internadas malaguistas por la izquierda de Lato, desbordado ante las pocas ayudas defensivas de Guedes, que ofensivamente ofrecerá una alternativa más a este ataque coral que parece se encamina este Valencia, pero que ha de combinar con la solidaridad en el repliegue. Pero apareció Soler, empeñado en no hacer caso a las palabras necias sobre su ubicación en el dibujo, pinchando el balón con maestría de veterano y centrando para Mina que usó la cabeza para rematar al contrapie de Roberto. De ahí al descanso, el equipo se sostuvo gracias a las paradas de Neto, con un Rolón empeñado en amargar la noche a Gabriel y Murillo, que volvían a compartir escena después de su presentación conjunta.

Y en esas que, en la reanudación, apareció Zaza. Ya pululó por el área en la primera parte, oliendo la sangre, con un gol anulado y un casi penalti en boca de gol, pero ocho minutos sirvieron para que el novio de Chiara se desmelenase (perdón) y dejara a Michel en puertas de ser el segundo entrenador cesado, asistido por el cartero Soler, nuestro Karl Malone futbolero del terreno. El bueno de Simone es uno de esos pocos delanteros que juegan como si tuvieran a su familia secuestrada y le fuera la vida en ello. Quizá sea el único en estos momentos, con Diego Costa de retiro brasileño rebelde, que no se deje nada entre pecho y espalda, jugando sin freno, con la sangre caliente, casi hirviendo, por conseguir el objetivo a corto plazo. Balón a balón, como si fuera el último. Puede que falte gol individual, quizá no veamos cuatro goles de un mismo jugador, como tienen otros equipos, pero este Valencia con Gabriel de mariscal, con Kondogbia y Parejo complementándose a la perfección y con Soler jugando y haciendo jugar a los de su equipo, va camino de tener mil maneras de matarte. No hay dudas, de momento, en Mestalla. El domingo más. La Real, con la que se sueña con competir allá por el mes de abril por el pasaporte europeo.

martes, 19 de septiembre de 2017

La pelota del armario. Fecha 4.

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Los egos y la mano izquierda de los entrenadores.

Zaza, Cavani y Neymar por un lado, Marcelino y Emery por el otro. Tan importante es el aspecto táctico en un entrenador como la gestión del vestuario. El fútbol moderno se ha llenado de fichajes millonarios con entornos partidistas y con egos desmesurados magnificados con altavoces a golpe de clic. El vestuario se ha convertido en un espacio virtual más allá de las cuatro paredes. Y las excesivas horas de contenido, supuestamente, deportivo convierten en noticia cualquier like o captura de pantalla del futbolista de turno, su prima, hermana, hija o novia. Quien sabe, igual que se instauró en el cuadro técnico a un psicólogo, puede que se tenga que contratar a un gestor de redes sociales para ordenar la vida 2.0 de los jugadores y los que pululan a su alrededor.

Zaza siente el hierro.

Mientras no se demuestre lo contrario, Zaza no es un futbolista sospechoso. Hace poco salieron imágenes musitando las canciones de la Curva Nord y a la parroquia se le hinchó el pecho. Quiero once como Simone era el resumen en el bar de las redes sociales. Así si, y no los mantas del año pasado, se apostillaba. No creo que sea tóxico en el vestuario y simplemente vivió el hecho de que un entrenador ha de tomar decisiones deportivas por el bien del colectivo. Ahora, en estos momentos, se va a comprobar si las cañas del gol contra el Madrid del año pasado y la poca sospecha de dejárselo todo en el campo que le hacen caer de pie ante la grada se tornan lanzas al sacar a paseo la sangre caliente que como italiano le corre por las venas. El único camino, trabajar a muerte y ponérselo difícil deportivamente a Marcelino. Esa será la clave. Y Chiara Biasi solo es la novia del jugador. Y si ese tipo de mensajes calan negativamente en el vestuario, Voro, Uría o los capitanes han de atajar el problema desde ya.

A vueltas con el gol.

Y lo bien cierto es que, sin perder ningún partido y una vez que parece que la solidez defensiva es un hecho, se pide más en ataque. Se habla de los que no llegaron y la pólvora seca de los que están. Y vuelve a salir en escena Rafa Mir, al que Marcelino vio en verano y no acabó de convencerlo, quizá pensando que iba a llegar una guinda en forma de cazagoles contrastado. Quienes siguen a Mir dicen que es muy bueno y que quizá la Segunda B, con seis goles en cinco partidos, se le queda pequeña. Pero no creo que el equipo técnico se tire piedras contra su propio tejado. Si no lo consideraron para ser de la partida, ahora, con apenas cuatro fechas, sería extraño el cambio de rumbo. Pero todo depende de las necesidades y si en el fútbol que Marcelino tiene en la cabeza encaja Mir. En principio, Zaza, Rodrigo y Mina van por delante. Y creo que seguirá siendo así. Esperemos a que los automatismos ofensivos se asienten en el equipo. Y si no hay más goles, ya miraremos otras ventanas.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

La pelota del armario. Fecha 3.

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Choque áspero de aspirantes.

Quizá suene a cacofonía, pero no hay casi mejor manera de adjetivar el partido del sábado pasado. Un equipo que ya está más que asentado en el trono noble y otro que aspira a volver a tocar la gloria en partidos de martes y miércoles. Las sensaciones del equipo de Marcelino son buenas, con el mantra del trabajo en equipo. Coberturas, repliegue y olvidarse de los horrores defensivos casi han bastado para tener cinco de nueve y observar el futuro con la esperanza de volver a la senda. Mirad si hemos mejorado que en dos partidos en casa, Neto, que ya empieza a sumar puntos, no ha sacado ningún balón de la red. Y si esto no os convence, buscad la pareja de centrales del Olympique de Marsella, la doble A, Aymen y Adil y sus últimas fechorías en la Ligue 1 para ver como nos ha cambiado el cuento en esto de defender.

La geografía de Carlos Soler.

Anda la parroquia habitual empeñada en buscar tres pies al gato con el falso morro torcido por aquello de la posición de partida de Carlos Soler en los dibujos iniciales de Marcelino y su escasa influencia en el juego ofensivo del equipo. Quizá habría que adoctrinar un poco al personal en táctica para que sepan que no se trata de donde partes, sino a donde llegas porque según esa teoría, de trazo gordo, un defensa nunca marcaría goles. La partida de Soler en banda se debe a que tiene unos deberes defensivos en esa zona que, bien hechos por él y por el resto, le permiten al equipo recuperar la pelota y hacer las transiciones en ataque. En ese ataque, la automatización de ciertos movimientos de creación de espacios y aprovechamiento de los mismos produce llegadas desde segunda línea con posibilidades de éxito, como en el Bernabéu. Pero claro, el pescador que solo quiere río revuelto prefiere decir que Pereira tiene un coste de cesión de tres millones y dejar la sospecha latente que Marcelino priorizará el coste económico de un fichaje por el talento igual o superior de un canterano a coste cero.

El derbi.

El hype está tan arriba que hay polémica y bofetadas para ir a la acera de enfrente y ver el derbi del cap i casal, cuando antes solo provocaba hastío, aburrimiento y ninguna chanza sana por tener marchita la ilusión. Ahora no. Con ambos, Valencia y Levante, rascando puntos en casa del campeón, con entrenadores que disponen de crédito solvente por su seriedad, trabajo y capacidad de sacar rendimiento a sus equipos, el sábado, a la hora del vermú, toca disfrutar con alegría y camaradería la previa, pasión el partido y deportividad con el resultado final. El fútbol es una fiesta para la familia y para perpetuar los sentimientos hacía unos colores en varias generaciones y los Puta Valencia y Puta Levante solo trasladan un mensaje erróneo y caduco. Probad a ironizar, competid por ser ingeniosos en el pique, volcad la sátira fallera en las conversaciones de bar o los mensajes de WhatsApp a ese choto, a ese granota. Pero bon rotllo i comboiet, por favor.

miércoles, 30 de agosto de 2017

La pelota del armario. Fecha 2.

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Los nervios del hombre tranquilo.

Dicen que Zidane es tranquilo y pausado cuando habla con los medios. Con una sonrisa en la boca responde con aplomo a las preguntas envenenadas de la jauría de periodistas ávidos de carroña para las tertulias televisivas de vergüenza ajena. Pues el domingo, en la banda, tras el enésimo fallo de Benzema -gran jugador a pesar de todo-, le dio una palmada al césped, mandando la tranquilidad a otra parte. Y eso es lo que parece que va a conseguir el Valencia este año. Poner nerviosos a los rivales. No todos los días se va a tener el santo de cara y un delantero de talla mundial delante tan fallón, pero esas dosis de acierto propio y desacierto rival también suman en la calculadora de la liga, que tras dos jornadas está en unos esperanzadores cuatro puntos contra aquellos cero que se llevaban hace justo un año.
Y si el profesional del banquillo pierde los nervios, imaginen la plebe tuitera. Tras el partido, o quizá durante, los adjetivos que acompañaban al equipo de Marcelino eran todos despectivos. Desconozco si 'Puto Valencia' ha llegado a ser tendencia en la red del pajarito azul, pero no deja de ser sintomático que la latente antipatía despierte después del enfrentamiento con final inesperado para esa España madridista tan cañí, tan, a veces, hortera y analfabeta.

El halago que debilita.

Se queja Marcelo que su compatriota Neto, que usaba el tiempo del partido para beneficio colectivo, actuaba como un portero de equipo pequeño, cosa que el Valencia no es. Es el claro ejemplo del halago que debilita, de ser zalamero interesado. Obviamente, Neto hacía su trabajo y el lateral brasileño, tras no poder ganar en el césped, buscó la queja al abrigo de la zona mixta, soñando con un poso de largo recorrido para futuras confrontaciones. Y precisamente Marcelo tiene unas cuantas piscinas en área rival y algún fingimiento de agresión que, siguiendo su rasero verbal, convierten a su equipo en un Catarroja o Sueca United por aquello de actuar como un equipo modesto, que no pequeño. Que estos dos son grandes modestos. O quizá es que le viene grande hablar después de jugar donde juega.

Caminantes blancos regenerados.

Sin hacer ningún tipo de spolier, Marcelino García, de la casa Toralian, ha conseguido mutar a los jugadores. Caminaban más allá del muro de Mestalla con pesadez, pausados y sin criterio ni sentido. Y ha conseguido, a través de un hechizo tan simple como la disciplina y el trabajo constante, que parezcan inmaculados sin miedo a las grandes casas poderosas como la de Florentinnester. Habrá que ver tras el parón como funciona el equipo ante otra casa fuerte, la Simheon y su ejercito. Porque no es la primera vez que once tíos con el escudo del Valencia en el pecho dan el do de ídem en el Bernabéu como escaparate y flor de un día. Recuerden el estreno de Enzo, en Mestalla pero contra los mismos. Puede que, finalmente, con la casa Toralian y el señor Uriah a su lado se acabe este Winter Is Coming que tanto dura.

martes, 11 de julio de 2017

Ya no somos los que olemos a Teen Spirit.

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Movemos agua y limpiamos estantes. Lo que hoy era molón ahora es cool. O peor. Ahora mola caño. Somos víctimas de nuestra adultez mal entendida y de nuestra mentirosa patología del síndrome de Peter Pan. Creemos que por ir a conciertos o abrazar barras para mover el culo y pedir gintonics una y otra vez, nos vamos a convertir en eternos adolescentes como aquel hit de Nirvana. Sí niña, Nirvana fue un grupo antes que las marcas mainstream lo convirtieran en un print de camiseta. Como Ramones. O Kiss. O AC/DC. O muchos más que no me vienen al caso ni a la cabeza. Ni putas ganas.

«Porque ahora es ahora. El presente es lo que cuenta. Vivimos en la época del ya y del todo es ahora. Y mañana ya vendrá. Nos da igual abrazarnos al calor de los brindis un jueves por la tarde que un domingo por la mañana. Por el mero hecho de ser lo que somos. Los que queremos cambiar el mundo. Los que no somos burgueses, ni notarios, ni funcionarios. Queremos ver mundo, besar a todos y a todas. Con y sin lengua. Comer dulce y salado. Y picante. Hasta el extremo. Nos da igual. Deseamos vivir intensamente. Con la misma fuerza de quien muerde una sandia en una tarde de agosto. Y eso somos. Sin más. Sin tiempo para leer cosas de más de siete páginas. Porque somos cultura del chasquido. De lo inmediato. Lo queremos todo ya, menos el orgasmo. Menos eso, todo. Y lo de antes, varias veces, si puede ser. Porque no queremos otra cosa que no sea eso. Hedonismo puro y duro. Aquello que queríais vosotros y que pocos pudisteis conseguir. Cuatro estrellas del rock que hoy están llenas de arrugas y poco más. Y que ahora lloráis, porque la arena se os escapa de entre los dedos. Y vuestros ídolos de botella vienen destilados por los nuestros. Porque el alcohol y los bajos fondos siempre atraen a las almas, sean buenas o malas. También a mí. También a los míos.»

Eso piensan ellos cuando coincidimos por los bares. Cuando invitamos a chupitos al más alto o a la más dotada, con oscuros intereses. Por aquello de maquillar el que dirán. Por aquello de seguir siendo un poco Peter Pan. Aunque las arrugas nos delaten. Aunque la arena se escape de entre los dedos.

jueves, 22 de junio de 2017

Los Perros Del Boogie. Adiós y buena suerte.

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Los Perros Del Boogie bajan la persiana. Así, sin anestesia. En la primera frase. Para no dar pie a ninguna equivocación. En el Día Internacional de la Música. Manda cojones. Eso si que es hacerlo a lo grande, joder. Que vale, que el día este es un invento de los franceses, pero también lo son los croissants y nadie dice nada. Así que chitón. Para unos tíos que han conseguido vertebrar el país entero a través de su música, no hay manera más bonita y romántica que decir adiós en tal día. Sí, vertebrar. Está más que dicho en estas páginas, pero lo repito. Estos chicos, en su formación inicial, consiguieron que gentes de todas partes de España crearan un vínculo común y un comboi para verse las narices de manera real con ellos como banda sonora, por obra y gracias de Iván Guillén donde ahora pace, con éxito, Rock FM en lo que antes era aquella romántica y rockera emisora llamada Rock&Gol.

Algo se barruntaba en la escena rockera de Valencia y alrededores cuando las cosas no fluían de la mejor de las maneras. Quizá la ausencia de la banda como tal en el Montgorock podría ser una pista. Estarán con los arreglos finales del disco, que lo he visto en redes que andan grabando, pensarían algunos. Ingenuos todos. Hasta yo.

La historia de este juntaletras con la banda está de sobra documentada en las distintas entradas de este blog. Desde el principio hasta aquí, en el supuesto final. Y el roce hace el cariño. Se podría decir que se ha cuajado una camaradería sana, con abrazos, ligeras licencias y alguna confesión que no pasará más allá de la barra y los licores que la regaban. Soy de vieja escuela y estas cosas de las confidencias son eso. Compartir momentos, que es lo que decía Monty en su 'Mantel y tacón' acerca de los sueldos del rock a estos niveles.

Imagino anoche a muchos de los asistentes al concierto de The Beach Boys comentando la noticia entre trago y trago. Supongo que con pena por ver desencajarse a una banda que ha teloneado a AC/DC, que ha salido en televisión varias veces, y que ha construido himnos que se cantaban con el alma en la garganta. Y, por lo que a mí respecta, la satisfacción personal de tenerlos como banda sonora de una parte importante de mi vida. La más dura. Esa en la que te haces mayor y aprendes, de verdad, a caminar solo por aquello de los viajes de Caronte. Viajar, abrazar, conocer y amar platónicamente esta perra vida.

Pero es el precio que tenemos que pagar en esta Valencia plagada de talento. Me recuerda a aquellas lecturas que narraban la efervescencia de bandas en Los Angeles en los 80. Bandas que nacen, que mueren, que se transforman, pero que no dejan de sonar. No permiten el silencio. Que se rockea como si la noche del domingo no existiese. Que se pelea por dignificar el ser músico sin reventar cachés. Que sí, que hay un nivel local y que puede que no haga falta más para compartir unas cervezas, cuatro risas y algún canuto, si todavía se usan esas cosas.

Pero eso tan simple hace feliz. Y duele más cualquier separación de estas que el divorcio de tu primo de Cuenca. Porque Los Perros del Boogie te han hecho feliz. Como lo hicieron otros. Busca tú los nombres, que seguro que los tienes en tu imaginario. Y las copas después de estos conciertos saben mejor. Y si estás lejos de casa, mejor aún. Y sí, hay talento. Pero nadie apuesta por el rocanrol a las bravas. Y la selección natural es así de cabrona. Pocos llegan a vivir de ello. Pero pasa igual en el fútbol y en el pop, así que no nos rasguemos las vestiduras. Es solo felicidad. Instantes. Sentirse vivo. Que no es poco.

En su presentación al mundo con su primer disco se presentaban como los hijos bastardos de una antigua melodía de blues y que estaban solos ante el rocanrol. Ahora, con la disolución, o paro indefinido, de la marca LPDB, a pesar de repetirnos hasta la saciedad que son buenos tiempos para el rocanrol en esa maravilla que dejan como último legado llamada 'Salvaje', dudaremos un poquito de ello, mientras ausentes de talento lucen palmito probablemente apadrinados por alguna cuna o vete tú a saber que mierdas.

¿Motivos? Que más da, no importan. Al menos para mí. Lo que si importa es que el hueco se llenará rápido, sabiendo lo inquietos que son todos los que compusieron la última formación. Porque esto es una maldita adicción. Y que seguiremos buscando noches cualquieras, de dos calaveras, para no contárselas a nuestras chicas. Y nos vendremos arriba con todo lo que se pueda quemar, porque nos creemos ser Johnny Cadillac o una leyenda jugándonos hasta la camisa porque nos pierde una canción, nos pierde el rocanrol. Y nos decimos a nosotros mismos que no queremos vivir sin miedo.

Adiós y buena suerte, Perros.

jueves, 18 de mayo de 2017

Solo nos queda Eddie.

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Siempre han vivido en el filo. Lo que para nosotros era alcohol y algo de sexo furtivo, para ellos era un camino salvaje por el lado de la vida. Nosotros éramos estrellas del rock a tiempo parcial, fichando nuestra entrada en viernes hasta el domingo. Ellos, toda la semana. Y cuando nos hemos hecho a un lado de la carretera para formar familia, tener un trabajo más o menos decente y que nuestros suegros no nos miren (tan) mal, ellos han seguido haciendo de las suyas. Quemando camerinos, bebiendo y formando familias para que las cuiden otras personas.

Son parte de nuestra juventud, con nuestros estilismos y decoraciones de entonces que son los recuerdos de ahora. Pantalones cortos, camisas de franela y gorras con la visera detrás. Pelos largos y, a veces, sucios. Sí, lo sé. Una guarrada. Pero éramos jóvenes, insolentes y nos gustaba que nos miraran alerta los guardias de seguridad de los aeropuertos. Era nuestro pequeño triunfo. Sí, éramos un poco gilipollas. Pero de eso se trata un poco cuando eres joven. Crees que todo te queda bien. Las resacas no existen más allá que el ligero dolor de cabeza y una pota sanadora si el estómago no soportaba esa mañana el cóctel de bebidas en forma de chupito de la noche anterior.
Lucíamos las camisetas con orgullo mucho antes que las grandes marcas de moda las adoptasen como suyas para nuestros sobrinos mayores o para las profesoras de infancia de nuestros hijos. Nosotros sí sabemos que es Nirvana. O Ramones. Hasta AC/DC, fíjate tú. Llevar esas camisetas era una forma de vida. De vida juvenil, se entiende. Lo de estrellas del rock de fin de semana. Ahora es una parte más del engranaje. Una postura en Instagram. Un vídeo de YouTube. Un recuerdo efímero en Snapchat.

Kurt se pegó un tiro. Con una escopeta. A lo bruto. Sin posibilidad del error. Jugando con el éxito. O saturado de él, se marcó un Hemingway, con dos cojones. Layne se dejó llevar por el opio en vena -heroína y coca, un speedball de manual-, que vale igual para reventarse la tapa de los sesos. Los dos fueron antes de que Internet cambiase el mundo para siempre. Chris, dicen, ha sido de repente. Nos faltan datos, que vendrán. Muertes de repente en el mundo del rock no hay. Ni en el del pop, maldita sea. Facturas de la vida, supongo. Nosotros, nativos digitales de verdad, que queremos contrastar las noticias que nos importan antes de rebotarlas sin mirar, esta mañana, al primer clic del inmenso mundo que está ahí fuera a golpe de ratón, hemos querido que sea un bulo. Hoax, se llama ahora a la vulgar mentira de antes, creada solo por el placer de crear y ver hasta dónde llega. Como el estúpido juego de machitos de ver quien mea más lejos.

Lo bien cierto es que los chicos de Seattle, los que llevaron la bandera del grunge, junto con Sonic Youth o Sub Pop se están convirtiendo en eternos en sentido real. De los cantantes de las cuatro bandas punteras, Nirvana, Alice In Chains, Soundgarden y Pearl Jam, solo nos queda Eddie. Y ya no queremos más despertares amargos. Porque cuando ellos, los de los posters en nuestra habitación, los que cantaban cuando besamos por primera vez a la madre de nuestros hijos en el asiento de atrás del primer coche que tuvimos, se mueren, somos menos jóvenes. Aunque los cuarenta estén pasados o nos amenacen a la vuelta de la esquina.

Kurt, Layne y Chris ya se han largado de este mundo. Solo nos queda Eddie. Y nuestras viejas cintas de cassette.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Cinco años de Montgorock.

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Resulta prácticamente imposible no comenzar con el topicazo de la correlación entre mayo, Xàbia y el rock en esta primera frase. Como aquello de las perlas de tus dientes. Sirva para pedir disculpas por adelantado ante el uso de trasnochado símil, pero se supone, si el cambio climático no dice lo contrario, que las tormentas primaverales pasan a ser un recuerdo y La Marina recibirá a los primeros turistas de la temporada a golpe de decibelio roquero y buena temperatura.
Porque para servidor, cuando mayo mayea de verdad es a partir de la segunda quincena. Se huele la cercanía de aquel cuarenta de refrán para mandar a paseo el sayo y las primeras cervezas y vinos asoman en terrazas de nueva adquisición, patrocinadas por la marca de moda. Y sí, se cambia de armario. Con todo lo que eso conlleva. Por no herir ninguna sensibilidad, digamos que, entre otras cosas, maldices tu escasa afición al ejercicio, abrazado al dolce far niente de barras, y mientes diciéndote que el año que viene no te pasa. Y ríes por dentro. Porque sabes que pasará.
Y queridos amigos, no hay nada mejor para dar la bienvenida a la primavera de verdad que ir a un festival. Y si ese festival huele a salitre, a pulpo seco y está cerca de donde Dacosta y Miquel con su Baret, tú has de ir al Montgorock Xàbia Festival.

Después del rotundo éxito del año pasado, el festival parece haber adoptado la cómoda velocidad de crucero que todos los que mostramos respeto a las profesiones que rodean a la música deseamos, para que la sonrisa sea la cara que más brille en todos. Lejos parecen quedar los problemas irrecuperables y el, todavía reciente, espaldarazo de la edición de 2016 provoca unas ganas de bailar, brincar y comer en el recinto de La Fontana, mientras el agradable sol te prepara para lo que va a venir.

El cartel no deja lugar a dudas que va a ser un fin de semana intensamente divertido. Solo repiten cartel con respecto al año pasado Los Zigarros, Gran Quivira y los putos Sexy Zebras por lo que monótono para los montgorockers no va a ser. Y también demuestra a las claras que se sigue buscando por parte de la organización el proporcionar nuevas experiencias musicales a los que se gasten la pasta, para no caer en la repetición que si impera en otros carteles. M-Clan, Leiva, La Fuga y Sidecars podrán ser los más conocidos para el gran público. Y principal reclamo, todo sea dicho. Pero si lees más abajo te encuentras con trallazos como los de Whisky Caravan, Aurora and The Bertrayers, Santero y los Muchachos, Geografies, Badlands (que banda, Dios mío) y el primer grande de Corazones Eléctricos, el nuevo proyecto de Pau Monteagudo, cantante de Uzzhuaia, Kako y Víctor, otra nueva buena banda en la ciudad de Valencia. Hay más, por supuesto, pero no pretenderás que te lo de todo mascadito y te fastidie la maravillosa sensación de descubrir una por una a todas las bandas que van a darlo todo en el festival de Xàbia, ¿no?

Y por si fuera poco el menú musical, dormir será de cobardes, ya que este año se introduce la novedad de los conciertos matinales en las dos mañanas del sábado y domingo. Gratuitos y en la playa de El Arenal, la organización propone rock para armonizar el aperitivo y volver a la ruleta rusa de brindis, baile y música. Y bueno, para que el solecito ilumine vuestras caras y así no parecer crápulas de serie B.

No hay motivo para la queja. Incluso aquello de masticar el polvo será un recuerdo por obra y gracia del césped artificial, otra de las novedades de esta edición. Podrán decir los puristas y los jóvenes de espíritu que un festival sin polvo no es un festival, pero es, en principio, un acierto, incluso para poder adoptar diversas posturas dignas del mejor Woodstock. Y creo que es una idea fantástica para poder disfrutar de otra de las novedades, el escenario JamStage, un homenaje velado a Chuck Berry capitaneado por Lovehunters Blues Band donde los artistas del cartel subirán para marcarse sus favoritas perversiones entre concierto y concierto de los escenarios principales.

Pero si hay un concepto que me fascina de este festival es la vertebración en diferentes áreas que van más allá de los chopocientos mil culos moviéndose sin parar. La conciencia con el entorno natural -aún está reciente el incendio del Montgó como para no estarlo-, con actuaciones en materia de medio ambiente a favor del Cap de Sant Antoni, la solidaridad con la Asociación de Personas con Autismo de Xàbia y con el Aula específica de Comunicación y Lenguaje del Colegio Público El Arenal de Xàbia, con una importante Fila 0 que estaría bien llenarla de cifras son solo algunas de las actuaciones satélites que beneficiarán a la comunidad xabienca, más allá de la música prácticamente sin parar en La Fontana, incluyendo la opción de tocar en el festival a los ganadores de los concursos de bandas emergentes, Happy Freuds y Indian Hawk.

En definitiva, el Montgorock Xàbia Festival está en la parrilla de salida. Y no se me ocurre otro lugar donde poder pasar un fin de semana con la familia, menores de 12 años, entrada gratis acompañados de un adulto. O para iniciar el camino de poder formar una, canallas.

PD: Sí sigues con dudas, el año pasado fue así.