La guitarra suena suave. Muy suave. Mucho más que la aguja al pasar por los surcos del disco que la hace sonar. No acompaña que la tarde tenga color de noche para ponerse a bailar porque si. O quizá si se merece un baile el cielo oscuro. Ya dijo aquel que el fin del mundo nos ha de pillar bailando. Tal vez falta una copa de vino del Priorat y rozar tu rodilla con la yema de mis dedos. Pero no se puede tener todo.
Era necesario armonizar este momento. Ha sido mucho tiempo, más del deseado, finales de agosto, desde que este rincón no se volvía a abrir. Os habrán pasado muchas cosas hasta hoy, la mayoría interesantes e intensas a tal nivel que las actualizaciones de este espacio habrán pasado a ser completamente prescindibles, cosa que quizá lo hayan sido siempre.
Otras páginas han ocupado mi tiempo, un reborn en cierta manera, con inmediatez de prosa conjugada con sudor balompédico que si no es el más honesto, si es el más loado. Y eso a ti te puede importar un carajo, porque eres fan de la otra vida, esa que está fuera de carruseles y goles en el último minuto que rompen vajillas. Y bien que haces, joder. Porque el fútbol a veces es una fokin mierda.
Tuve muchos nombres, me vieron con otras barbas y aunque con algún kilo de más, siempre fui yo, marcando una línea clara.
Y recordad para que es esto: «Es rock. Es vida. Es mi mujer y la del prójimo vistas desde el altar. Es un nudo de corbata y un afeitado a navaja. Es una barra libre para los amigos y un ring para los enemigos.»
Tomad esto como una disculpa, ante todo.
Sed bien hallados de nuevo.