jueves, 26 de noviembre de 2020

Maradona y Diego

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Dice Maruja Torres en un tuit que con la muerte de Maradona han aflorado los cursis deportivos. Bueno, pues aquí llega otro, con más modestia. Maruja Torres es escritora y está en esa edad en la que la vida y su trayectoria le permite poder decir lo que le venga en gana. Los cursis deportivos nos hemos puesto así porque el barrilete cósmico nos ha hecho muy felices en tramos de nuestras vidas. En momentos. Como supongo que a los lectores de Torres les puede pasar al leer alguna de sus novelas o artículos. Que muchos años escriba la señora Torres y siga repartiendo su felicidad escritora. Y su mala leche que nos siga resbalando. Como un lateral intentando hacer un barrido para quitarle la pelota a Diego. Patadas al aire, sin éxito.

Conocí a Maradona en el Mundial 82, el de Naranjito. Entró en mi casa por la ventana de la vieja Philips de color y culo gordo. Y lo hizo de tapadillo, porque en casa si veíamos a Argentina era por Kempes que, a pesar de volver a River, seguía siendo nuestro Matador. En la primera mitad de los 80, en Valencia, los niños queríamos ser Kempes en los partidos del recreo. Y luego, si eso, Maradona. Y ya diseñábamos jugadas mágicas con pelotas de plata, haciendo de jugadores y comentaristas al mismo tiempo, narrando los regates con esa pelota que olía a infancia, mortadela, foie-gras y queso, que nos parecía el más mundialista de los Tango. Con Kempes comenzó todo y así como los Guns 'N Roses te llevan a investigar a Aerosmith, los Stones y Hank Williams, Don Mario Alberto dejo la estela para Maradona, todos los de antes y todos los de después de la albiceleste. Y esa pasión desaforada, ese romanticismo de la grada, donde no caben extorsiones ni crímenes, esa estela, ya no se borró. Incluso en el Mundial del 86, que tenía camino de ser el definitivo donde España pudiese pasar aquel techo de cristal de los cuartos de final, ya mirábamos con un ojo y medio a Maradona, Valdano, Ruggeri, Pumpido y todos aquellos, con aquellos partidos nocturnos que nos hacían dormirnos en los pupitres. El 86 dejó paso al 90 donde los alemanes dejaron sin gloria a esa banda del patio que repitió drama en el 94, con Maradona de Lázaro resucitado gritando gol al mundo y siendo custodiado por una enfermera en su particular milla verde camino del control antidopaje, que fue el principio del fin de su relación con su amiga, la pelota. Cuentan los argentinos que usaron a Maradona para vender entradas en el mundial norteamericano y, visto que podrían campeonar, reventaron el invento para dar, de puertas para afuera, ejemplo de limpieza en algo tan corrupto como era aquel monstruo llamado FIFA.

Después, la espiral. Diego fuera de la cancha mutado en Maradona, siendo estrella del rock con todos los excesos, pero con todo el talento. Poniendo siempre por encima al jugador por delante de la persona. Todavía pudo regalarnos en España, gracias a Cuatro, sus comentarios del Mundial del 2006, mostrando que para él no había lado oscuro en la luna de la pelota. Que envidia a Maldini y Carlos Martínez. Bandazos, malas compañías y una dificultad extrema de dejar de ser Maradona para ser solamente Diego. Decía el actor Óscar Jaenada que al encarnar a Camarón, cuando rodaban por los barrios donde vivió la leyenda, la gente le ponía de todo en los bolsillos. Y eso le hizo entender lo difícil que sería para el mito del cante sobrevivir a sus demonios. Con Maradona ha sucedido lo mismo. En esta época de redes sociales y cámaras de vídeo como la palma de nuestra mano, el mundo ha visto a la persona y sus miserias degradarse hasta el tambaleo y balbuceo, como un juguete roto por el halago desmesurado. Todos quisimos ser Maradona antes que cualquier superhéroe, dijo ayer Pablo Aimar. Incluso algunos hubiéramos querido ser la pierna derecha del astro solo por estar cerca de la izquierda. Hasta con la uña del dedo meñique del pie derecho nos hubiésemos conformado. Pero dile tú a un tipo de 30 años para abajo que Maradona, ese gordo adicto que farfulla más que habla, era mejor que Messi o Cristiano Ronaldo. Y claro, llegan bromas, chistes y memes sobre sus adicciones de aquellos que no profesan esta religión maradoniana. Y piensas, con razón, que se merecen una patada de las muchas que recibió Diego en una de esas gambetas que no le salieron. Porque, suele pasar, de puertas para afuera, esos pobres diablos posturean sobre el bien y el mal de manera contundente, sin saber que ellos también quisieron ser Maradona.

Hoy compré toda la prensa que pude. Es una costumbre convertida en militancia. Guardar, siempre en papel, las cosas importantes. Hoy, y durante varios días, todos dirán cosas bonitas de Diego. Y muchas de Maradona también lo serán. A pesar de todo. Como bien dice mi amigo Santi, con Maradona se va el fútbol de nuestros padres, que es el de nuestra infancia.  

La pelota se tiñe de negro. Hoy es el primer día del fútbol sin Maradona. Y solo apetece coger una pelota y darle golpecitos con el pie. Tic, tic, tic, sin que caiga al suelo. Aunque los ojos húmedos casi no te la dejen ver.

viernes, 1 de mayo de 2020

El guiri español

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España, como país, concepto o casa de citas, sabe enterrar a la gente. Cuando alguien pilla la barca de Caronte todo son buenas palabras. Aunque no sean verdad. La cancelación de los pecados podríamos decir. Muy católica esta movida nuestra. Se supone que el dolor de la pérdida borra todo. Uno puede ser un defraudador a Hacienda que en el sepelio siempre se hablará de como ayudaba a cruzar la calle a las personas ancianas. Raras excepciones pueden haber. Bueno, en el ámbito privado y anónimo seguro que sí. Pero en el público, muy pocas. Y Michael Robinson ha sido una de las grandes excepciones.

Se marchó el tipo de la sonrisa perfecta en el descanso de este partido que nos estamos jugando con la vida. Robinson y Sammy Lee. Todavía los recuerdo en los cromos. Osasuna fichaba ingleses para perforar aquellas porterías de El Sadar con esa comba tan característica que hacía la red colgada del larguero. No era nada habitual por estas tierras el fichar guiris, en el más amplio sentido de la palabra. Sudámericanos a patadas, pero hijos de la Gran Bretaña, pocos veías. La historia, ya la saben. La rodilla que dice basta. La retirada forzosa. Con cierto tufo a putada médica. La aparición en televisión comentando partidos de Italia 90, que servidor no recuerda. El tango maradoniano del subcampeón, supongo. Pero siempre entrará en nuestra memoria como el comentarista de los partidos del Plus. Ese Plus cruel para los no abonandos, con esas previas, que ya eran fantásticas, que nos permitían verlo todo hasta el pitido inicial. Imborrable ese Valencia-Atlético de Madrid, primera retransmisión de aquel canal codificado.

Y de la llave del Plus, todo para arriba. El Día Después, primero en codificado y después en abierto. Con varias parejas de baile. Nacho Lewin, Lobo Carrasco, Ramos Marco, Josep Pedrerol, Raúl Ruiz y alguno más que seguro se quedan entre las teclas. Y ese Atocha de maqueta para explicarnos el fútbol. Y lo que el ojo no ve. Y las mejores jugadas de la jornada. "Made in Valencia" cuando entraba alguna combinada del equipo de Hiddink, en plena voragine de la fiebre holandesa traída por Johan.

Caló a la afición en Mestalla en su entrevista en el Chester de Risto Mejide. Cuando jugaba, les decía a los compañeros que era importante aguantar la primera media hora sin encajar. Se iban a encontrar el campo lleno. Siempre. Daba igual que fuese bien o mal el Valencia CF.  Una vez pasado ese tramo, Mestalla se iba a cagar en alguien. Podría ser el equipo rival, el árbitro o el propio equipo local, pero en media hora, movida.

Que injusto que el último partido comentado por Michael fuese una derrota de su Liverpool. Justo cuando tenía la victoria casi en el bolsillo. Pero también tuvo la suerte de narrar dos Copas de Europa reds. La de Benítez y la última de Klopp. Nos deja infinidad de documentos, reportajes, esa manera de hablar tapándose la boca y su Informe Robinson. Todos, sin excepción. Pero, ciñiéndonos al fútbol, aquel reportaje de España en Sudáfrica.

Quedamos un poco huérfanos a los que amamos comunicar de alguna de las maneras y, sobre todo, a los que consumimos deporte más allá de bufandas y cavernas. Y no dejo de pensar en aquel periodista madridista, Miguel Ángel Díaz, de Defensa Central, demostrando en aquel Chester, lo generosa que es la profesión de periodista que permite ejercer a mezquinos incapaces de sustentar cara a cara una verdad, su verdad. Pero sobre todo, no dejo de pensar en Carlos Martínez, que no ha dicho esta boca es mía por la afonía del dolor de la marcha de su amigo inglés.

Se tienen dudas sobre si el fútbol va a ser diferente o no. Yo tengo la respuesta. Que no les quepa duda que el fútbol y el deporte en general va a ser diferente a partir de ahora. Porque ya no va a estar Robinson para contarlo.

domingo, 5 de abril de 2020

Cualquier tiempo pasado

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Sí, lo sé. No es normal asomar por aquí en domingo. Pero en estos tiempos donde nada es normal, una licencia no viene mal del todo. Y así pueden usar esta entrada para que sus ojos caigan poco a poco en la siesta tonta y placentera del domingo, después de darle a la mandíbula con lo que hayan tenido en la mesa. O quizá en esas horas bobas, antes del aplauso de las 8, sin nada que hacer más que mirar la parte de dentro de la nevera o la ventana que, a veces, parecen lo mismo.

Siguen los medios cubriendo la ausencia de deporte en directo con gestas del pasado. De todos los pelajes, de todas las disciplinas. En una matinal de domingo puedes revivir la goleada a San Marino con camiseta del Real Madrid. Y pegados a la tele sin rechistar. Matinal de domingo, ojo. Ese horario del demonio de Tebas. Pero claro, no es lo mismo estar en casa por narices que poder salir a tomar el sol en cualquier terraza y que las nanas correteen por los parques. Nada que ver, Javier. No te flipes.

En esta vida futbolera que nos toca vivir, el Valencia CF sigue en Champions. Sigue sonando el himno. Siguen moviendo la lona los recogepelotas y Cañizares sigue saliendo en la tele, pero con guantes y pelo oxigenado. Y Gerard también sale. De corto. Quizá un poco más fino. Y nos vuelve a despertar la pasión. Aquellos tres contra la Lazio, que era un equipazo a base de talonario. Galácticos antes de la apropiación indebida por parte de Floper. Con Salas pidiendo casi perdón al marcar. Que pena no haberlo tenido en el bando. Pero Gerard dejó sin garganta al valencianismo. O por lo menos a servidor. Cuando las décimas de fiebre no eran sospechosas de nada más, allí estaba, gritando gol. Castigando la garganta. Gritando desde la distancia a mi hermano el nombre del jugador, una, dos, tres veces. Y el muy cabrón, en lugar de subirse a la ola de la euforia, se marcó un Ayala en Sevilla pidiéndome calma y que pensará en la garganta. Nos ha jodido mayo. Si no se grita ese gol, no merece gritarse ninguno.

Siempre fui de Gerard. Carlos Bosch, en Superdeporte, cuenta la historia de su fichaje por parte de Paco Roig al más puro estilo Lendoiro, de madrugada. Y, en su día, imaginé como sería ese Valencia CF de Gerard, con Valdano en el banquillo y Romario en el ataque. No salió mal del todo la cosa, aun sin Romario ni Valdano. Y el jugador demostró ser inteligente. Viniendo de Barcelona, se adaptó al medio y a la lengua, valencianizándose hasta alcanzar una perfección con el 'apitxat' que ya quisieran muchos.

Pero los sueños, sueños son. Aunque sean malos como este. El problema, volviendo al presente, es que los actuales del Valencia CF tienen un marrón. Y gordo. El aficionado se ha vuelto sibarita del esfuerzo y la garra. Y va a exigir, más si cabe, eso mismo cuando los Gayà, Parejo, Soler y companía se vuelvan a calzar los borceguíes. Espero que en el grupo de WhatsApp de los jugadores, después de comentar los TikTok de Garay, -bien por esa diversión sana, con ajo y agua para los amargados- comenten el nivel al que han de llegar para poder vivir otras tardes, otras noches, siendo ellos protagonistas. Con Mestalla vibrando y riendo. Gritando hasta romper la voz. Por usted. Por nosotros. Y por ellos. Para que cuando pasen veinte años, que no es nada, la piel se les vuelva a erizar.

viernes, 20 de marzo de 2020

101 años y dos días

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 Foto: www.superdeporte.es
 
Joder. Si los fundadores del Valencia FC hubiesen procrastinado un poco, nos toca vivir el Centenario en streaming. El sueño húmedo de cualquier conspiranoico que ve a Meriton como el culpable de todos los males. Hubiera sido un quilombo guapo. Los guardianes del sentiment pidiendo que se les dejara caminar por las calles frente a la contra que no lo hace, siendo tachados de mamadores. ¿Se imaginan? No, no lo imaginen. No hubiera pasado. Se hubiese optado por la responsabilidad. En esta tierra nuestra donde la militancia en un club deportivo y las fallas son asuntos de fuerza mayor, con la cancelación de la fiesta se dimensionó la seriedad del asunto. Y por encima de todo, hasta del escudo, está la gente. Por mucho que Tebas siga insistiendo en que se ha de acabar la liga. Por mucho que los jugadores se sigan machacando con sus máquinas de última generación. Yo, de momento, prefiero tomar vinos con mis colegas. Por Skype, claro. Supongo que me llegará el momento de hacer algo de actividad física, más allá de viajar a la nevera. Por no hacer, ni el reto de los toques con el papel higiénico. Toques. Cuando era más joven se llamaban repiques. Malditos modernos y su adaptación vaga del vocabulario.

Servidor ya da por amortizadas las fallas. Y la liga, casi que también. Por mucho que el dueño quiera acabarla. El dueño de la liga. Así, en partidos miércoles-domingo. Hasta entrado verano. Ojo, que puede haber nicho de mercado si, cuando se vuelva a esa deseada normalidad, juegan los partidos a partir de las 10 de la noche. Y que le den al mercado extranjero. Con abrazos de gol, aunque sea de codo. Partidos con nocturnidad, sin calor veraniega. O con menos. Como aquellos que vivíamos en el Casanova a las diez y media. Que comenzaban en sábado y acababan en domingo. Siempre he pensado que los periodistas y algunos jugadores se juntaban en las barras de la noche valenciana al acabar esos partidos. En agradable camaradería. Con códigos no escritos de no soltar prenda de lo que pasase en aquellos lugares. Las Vegas valenciana.

No queda otra que ser responsables. Tirar de nostalgia y recuerdos. Salir solo a lo justo. Aunque los que no tenemos hijos lo llevemos mejor, sin duda. Mantener a los peques en casa puede ser un ejercicio de santa paciencia digna de Job. Y tener consuelo de tontos porque, de momento, el Valencia CF será vigente campeón de Copa más tiempo que el que tocaba por calendario. Y pensar que Piccini está más cerca de recuperarse. Toda alta es bien recibida para cuando el dueño decida, o le dejen, volver a hacer rodar la pelota. Mientras, nos toca ser Ferran o Vicente regateando bulos que nos llegan por Whatsapp. O ser Quique Sánchez Flores teniendo ataques de risa en ruedas de prensa ante los vídeos que nos llegan de los confinamientos o lesiones por una mala técnica en el toque de papel higiénico.

No nos queda otra. Pero, si nuestros abuelos lo hicieron, nosotros también. Amunt!

viernes, 6 de marzo de 2020

Nuestro coronavirus privado

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A todo esto, esta noche hay partido en Vitoria. Y poco, o nada, se ha hablado. El debate en la peluquería ha ido de partidos de Champions a puerta cerrada sí o no, de relativizar los riesgos por el fútbol y las Fallas y que, si acaso, cuando pase todo ya veremos. De compararse con el baloncesto. De atizar a un dueño y ensalzar al otro. Esa sensación hay. Puede que la cosa no sea grave del todo. Pero no está de más que esa nueva parafernalia de dudar de todo la guardemos en un cajón. Como dice Klopp, no entiendo de política ni de coronavirus. Y si él lleva una gorra y va mal afeitado, servidor es de pelo descuidado y, dicen, excesivamente largo. Y temo que Twitter me quite la cuenta por no haber opinado de todo sin saber de nada.

Pues con todo, cambiemos el tercio. Aunque si buscan crispación, pueden dejar de leer en este mismo instante. La foto que ilustra esta entrada es la primera que nos tomamos los tres con ese escenario detrás. Un tío y sus sobrinos. Un tío que nos llevó al fútbol desde pequeños. Primero al peludo. En la época de los 80. Cuando Kempes se asomaba al ocaso. Contestando con orgullo de chiquillo cuando preguntaban los vecinos de asiento de que equipo era, que de la Real, por Arconada. Como todos los niños. Con Serrat de lateral izquierdo y el orgullo de Arias. Del poble. Fernandista convencido sin repudiar el arroyismo. Después, cuando el peludo empezó a trasnochar, cogió el testigo el de la sonrisa pícara. Primero al Mestalla, a ver a Arroyo, que bien valía madrugar un domingo para ir a Paterna. Después a los grandes. Incluso el sobrino pequeño se sacó el pase. Luego la vida hizo cambiar las visitas quincenales a Mestalla por seguirlo desde la tele. Sin perder un ápice. Pero visitando Madrid con agua, La Cartuja, París, Milán y Madrid otra vez. Gozando hasta la afonía Goteborg, Mónaco y Sevilla por pantalla. Joder con los sobrinos, les dio fuerte el virus. No el corona. El blanco del murciélago. Blanquinegro ahora, innegociable siempre.

Ahora, con la pausa de la vida, hemos vuelto. Con los mismos rituales de antes. Los que nos enseñaron. Llegar pronto, sin prisa. Ver el ambiente. Hacer tertulia sana, comentando la semana del balón. Lo bueno y lo malo. Lo que se espera del partido de turno. El saludo educado a los nuevos vecinos, por el cambio de sitio. La Grada Joven y el sector 3-4, ya saben. Gozando ahora con Ferran como lo hicimos con Vicente, Leonardo o Penev. Añorando a Tendillo, Ayala y Quique. Solsona como vago recuerdo. Subi torero. Riendo con la victoria. Como siempre. Lamentando la derrota o el empate rival en el último minuto. Como siempre. Pero siempre relativizando. Recuerden, la cosa más importante de las menos importantes.

No nos pongan en cuarentena. No nos aíslen. Estaremos siempre del lado del escudo. Por encima de todos los que mandaron. Incluso Tuzón. A pesar de Murthy. Y seremos del entrenador que se siente en la banca hasta cinco minutos antes de que lo echen. Nos pasó con Benitez y Cúper. Y con Ayestarán y Neville, también. Somos así. Así nos lo han enseñado. El virus, supongo.

Y, a estas alturas, no lo vamos a cambiar. Que cojones. Con la foto de vida tan bonita que nos ha salido.

viernes, 7 de febrero de 2020

El VAR, Casa Rubiales y el libro de reclamaciones

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Les confieso una cosa. Tengo envidia. Esta mañana, mientras remoloneaba en la cama escuchando la radio, han hecho una ronda con las cuatro ciudades que hoy estarán pendientes del bombo en casa Rubiales. A la una, hora del aperitivo. Ya ven, que bonito. Quedar con los colegas en el bar, pedir unas cañas y escucharlo por la radio. O por la tele. Vale, entiendo que es viernes y a la una todavía está la gente trabajando. Pero no dejen que la verdad estropee una buena historia, diablos.
Tengo envidia. De soñar con un desplazamiento a Sevilla y visitar Pino Montano. Y recordar el 99, con Mendieta, el Piojo y Cañizares sin tinte en el pelo y con el cuello subido a lo Cantona. De jugar otra vez entre semana una de esas que hacen optar a tocar plata. Preguntaba Vicent Marco, de Benifaió él, si hay alguna edad para acostarte jodido por culpa del deporte. Servidor el martes andaba jodido a base de bien. Todo lo jodido que puede estar uno con esto del deporte. Supongo que ustedes, si tienen a una parienta, o pariente, al que se la sopla lo de la pelotita, igual han de aguantar aquello de 'No sé como te pones así por culpa de esos mantas. Ya ves que disgusto te llevas tú, ellos, con todos los millones, seguro que están la mar de bien' y cosas así. Si es así, les abrazo fuerte.

El VAR no va a cambiar. Son árbitros ayudando a árbitros. Pero no como aquellos que se ponían en la línea de meta que no veían nada. Ni camisetas rotas con pezones al aire. El nivel de exigencia que tienen los trencillas cara a las pantallas es el que no tienen en el campo. Mediciones por milímetros, cuando siempre, ante la duda, se da por buena la cosa. Manos que no se protestan y que se pitan a control remoto. Manos protestadas que no se pitan. La tecnología mal aplicada. El poder que exige una gran responsabilidad y que no se tiene.

Manos negras, contubernios y todo eso, nada de nada. Conmigo no cuenten. Si hacemos esto desde Valenciastán, nos ponemos al nivel de Ángel Torres y su 'Parece que molestamos ahí arriba'. No se hagan daño. No cometan el error, otra vez, de hacer como censuran que hacen.

¿Soluciones? Bueno, hace poco les citaba que me gustaba ver a Ferran, en el partido contra el Barcelona, apretar al árbitro y pedir a los compañeros que lo apretaran. En las famosas manos del Granada que no se pitaron, Soler tímidamente levanta la mano. Y Maxi reclama con una tibieza impropia de uruguayo. Eso es lo que hay que hacer. Reclamar, renegar, protestar. Con corrección, pero hacerlo. Es, quizá, el único camino. Como el que va a una casa de comidas, Casa Rubiales, pide sopa de ajo y te la sirven fría. Si no reclamas, no te la calentarán. Arias lo ha entendido. Eso hay que hacer. Getafe, que entrenador Bordalás, nenes, y un Atleti con más dudas que el malo de Batman son claves para recuperarse del mal trago que el campeón copero no puede defender su cetro.

A pesar de todo, esta copa mola. Mucho. Y solo si eres un cenutrio con el estómago agradecido como Roberto Gómez, puedes decir que no tiene valor. José María García debe estar en casa alucinando en colores de como su equipo ha derivado en fantoches tragaldabas que, a duras penas, podrán mirar a sus hijos a la cara sin vergüenza. Servidor piensa disfrutar estas semis de Casa Rubiales como espectador neutral. Bueno, no tanto. Por cariño, iré con el verdugo. Hay niñas que se merecen un poquito de alegría, que estar pichipachá es menos si marca el Graná.

viernes, 24 de enero de 2020

La doble C entra en escena

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Pues así, por sorpresa, se ha creado una estructura deportiva. Con un portero como director de fútbol y un centrocampista como jefe de scouting. Ojeadores de toda la vida. La verdad es que el fútbol se está baloncestizando con palabras que vienen de allí. La rotación es el rooster, los que rescinden contrato son agentes libres y cualquier otra patochada que no me viene a la cabeza. Pero bueno, la doble C ha llegado. César y Corona se van a encargar de la faceta del fútbol en el club. No sé si es un mal comienzo desprenderse de Domingo Catoira. Aunque también es lícito crearse su equipo de trabajo, como espero haga César. Y ha de darse aire porque tiene unas cuantas patatas calientes en la sartén.

Sin tiempo para acondicionarse el despacho, la doble C tiene a Gonzalo Villar pendiente si cambia el Palmeral por el Coliseo. Más todo el lío con los delanteros. Rodrigo y Gameiro andan en varias portadas. Y por el primero parece que Mendes ya se ha dejado ver por Barcelona para ser vendido como un perfecto recambio de Suárez. Que no lo es. Por mucho que sea el nueve de España. Pero ya sabemos como se las gasta el superagente. Le vendió a Laporta a Deco haciéndole imaginar al Nou Camp corear su nombre, como hacían en el campo del FC Porto. Así que con Yorye, todo es posible. Y pinta que va a ser que sí.

A mí Gameiro me ha hecho muy feliz. Y he aprendido a tenerle fe gracias a Pepe Lobo y todas las buenas gentes de la Sevilla palangana. Todo lo demás, trincheras y contabilidad deportiva. Algún fulano dijo que el corazón tiene razones que la razón ignora. Pero en este invento, no es tanto los movimientos sino lo que traigas para sustituir. Recuerden el hype que tuvo Valenciastán con el Lille, alabando la gestión del dueño. Entradas y salidas sin rasgarse las vestiduras. El principal problema, las fechas. 

Lo ideal sería una rueda de prensa. Una explicación del proyecto. La doble C, con su jarrita de agua del grifo, en el Media Center, contando la hoja de ruta. Decir que el proyecto es la cantera o es otra cosa. Hablar a las claras de la gestión deportiva. Así evitas suspicacias e interpretaciones sesgadas. Si va a ser todo Esquerdo, Kang In, Ferran, Gayà, Jaume, Soler y los que vengan detrás. Porque no parece que deshacerse de Rodrigo sea buena idea, vistas la señales de cierto cansancio golbal y bloqueo de fútbol cuando no está el 19 en el campo. Y ya puestos, mejor ser cabeza de ratón que cola de león para asegurarse la Euro. Por mucho que esté Messi al lado.

Llámenme loco, pero este año hay inestabilidad en la parte de arriba. Con el Atleti de transición, (¡felicidades Juanjo!) ya no es ese equipo fiable de años atrás, de momento. Por lo que hay dos plazas Champions sin dueño definido. Y tres años seguidos en la máxima competición ha de abrir brecha sí o sí.

Esa es la primera clave para la doble C. Mucha tela que cortar. Espero no hagan un roto.

miércoles, 15 de enero de 2020

Badlands + Dead Bronco. 6 diciembre 2019

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Un viernes festivo es un buen día para desempolvar el gabán rockero y, libreta en ristre, llevar los pasos a la ciudad, donde hay concierto. Una de las muchas fiestas que organiza Montgorock para calentar el ambiente ante el próximo mayo, cuando casi se confundan primavera y verano. Sala nueva. O mejor dicho, espacio adaptado en Palau Alameda, un lugar que ha entrado con fuerza en eso de salir, beber y el rollo de siempre. En la cola, enorme a cinco minutos de dar las ocho de la tarde, hora prevista de acceso al lugar, mucha variedad y algún sombrero de vaquero. No sé si me he vuelto viejo de repente, dos días antes fue mi cumpleaños, o que la cosa va de modas, pero oigo cerca de mí que tomar una cerveza de lata en la calle traída de casa o del ultramarinos de turno ahora se llama 'yonquibirra'. Supongo que la analogía de lo barato y fácilmente etílico es una unión de cosas para que beber cerveza se asocie con eso. En fín, cosas de la edad, supongo. La cola se mueve y solo tengo ganas de tomar una cerveza. Publicidad subliminal y un brindis por los caídos, supongo.
Hablemos de la sala. Mientras ameniza la espera Merche Madame Blues a los platos, observo el lugar. Peculiar, sin duda. Imagino, por la historia de la sala, noches de farra, glamour y copetín con Abba y Boney M a todo trapo mientras corre sin medida el Chivas y la farlopa cuando era una droga elitista. Demasiadas trampas, con espacios a doble nivel que, por otra parte, vienen bien para estar fuera de lo que antes sería zona de baile y ahora son las primeras filas de los conciertos. Pero no me disgusta la sala. A pesar que la sonorización con Dead Bronco no suene todo lo bien que pueda llegar a ser. Y eso que suenan salvajes y estridentes, cumpliendo rigurosamente el papel de teloneros y caldeadores del ambiente para el grupo que hemos venido a ver la gran mayoría. Y digo la gran mayoría porque Cebri el grande, enfundado en un sombrero de perfecto vaquero del Algarve portugués, me recomienda encarecidamente su escucha. Y no defrauda. Suenan rudos, como maquinas sin afilar y una energía por parte del vocalista Matt Horan, cuya voz recuerda por momentos a la del metálico Hetfield, digna de mil analgésicos. Comentamos las mejores jugadas con David Lobo de Calaveras y Adri Rockrunner acodados en la barra y esperamos a los chicos de las tierras malas.

Se viene Badlands. Muchas ganas de ver su nueva puesta en escena con el nuevo disco. Y, sobre todo, escuchar en vivo los temas en castellano. Sin desmerecer al inglés y los grandes temas que llevan en la mochila, el castellano me toca más la fibra por carecer de intermediarios en eso del sentimiento. Lejos quedan aquellos tiempos en los que completaba las clases de inglés con las canciones y las traducciones. Supongo no ser muy original pero 'Jaulas vacías', con dedicatoria de May a su señor padre y, por supuesto, 'Tornado' son un par de melocotonazos. Y esta última creo que será un clásico desde ya y para siempre. Y quien sabe. Puede que sea el empujón definitivo para volar sin alas. Desde que conozco a la banda, se han ido rodeando de gente muy válida y han superado cambios de componentes. Marcos Bañó, Victor García y su Gramola, Josan Serrano, Ariel y toda la crew que rodea a estos musicazos nos concilian con la música hecha desde la amistad y el sacrificio. Un golpecito de suerte, por Dios. Un nuevo True Blood, por ejemplo. Y que los tipos de HBO escojan al azar cualquier tema de los que canta Ibañez, mientras Adrián y Marco bailan con sus instrumentos a ritmos de banjo y bluegrass, marcando el tempo, y la diversión Pruñonosa, Giner y Wirjo.

Eso queremos. Porque así los coros sonarán más íntimos y cálidos. Porque una parte de Gener subirá al escenario aunque sea diciembre para darnos esperanzas de primavera. Porque hemos venido a bailar, reir, mover el tacón y charlar hasta altas horas de la madrugada de lo divino y de lo humano. De sus grandezas y sus miserias. Y todo con la furia de un tornado, siendo la excusa perfecta.

Banquemos a Badlands. ¡Amor y country!

viernes, 10 de enero de 2020

Tabla rasa tras la Supercopa

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Es irresistible comenzar con un clásico de nuestra infancia. ¿Cómo están ustedes? Espero que a estas alturas estén dados de alta en el gimnasio y lleven una estricta dieta a base de piña, superalimentos y todo eso. Servidor seguirá dando cuenta del jamón y todo lo demás, ya se lo advierto.
Bueno, al turrón (perdón). Muchas cosas han pasado desde la última vez que nos citamos en este rincón. La vuelta a La Liga ya queda lejos y la sufrida victoria ante el Eibar parece lejana, aunque con los puntos en el zurrón. Y este fin de semana pueden hacer sesión doble de gimnasio al no haber liga por aquello de la Supercopa de España saudita. Del trofeo corto más importante del mundo, como lo cito su papi Rubiales, mucho se ha escrito ya. Y no merece la pena insistir en el tema por reiterativo.

Por tanto, hagamos tabla rasa y saquemos algunas conclusiones deportivas de la semifinal y lo que viene:

- El Valencia CF no es equipo para amistosos. Vale, era un torneo oficial en el que los de Celades presentaron guerra quince minutos. A partir del gol de córner con despiste global de todos, no hubo nada. Este equipo, históricamente, se ha hecho fuerte por la competitividad en competición. En amistosos, más de cien veces se ha dejado llevar, aunque por la camiseta que se lleva no deberían hacerlo.

- Toque de atención sin consecuencias. Si la caraja se produce en la doméstica o contra Atalanta, nos quedamos calvos del disgusto. Es importante haber vivido este simulacro y los jugadores, cuerpo técnico y todo lo que rodea al club sepan y entiendan que la cuesta de enero no permite medianías. Que hay que poner la intensidad necesaria para seguir la escalada, pausada pero escalada, y asaltar la tercera plaza, a cuatro puntos vista.

- La portería. Eterno debate del fútbol, más viejo que la tiza. Sigo pensando que Jaume fue vital en la Copa. Es un tío valiente, o insensato, y las salidas por arriba cuando se colgaban balones en el Villamarín fueron claves. Así como un portero tiene unas características, otro tiene otras. Todos salen mal parados bajo palos si recordamos que, durante un tiempo largo, el portero de España jugaba en el Valencia. Primero Zubizarreta y después Cañizares. Que el entrenador decida. Ambos aportan cosas y, en situaciones normales, Cillessen debería volver o, en su defecto, apretar los dientes teniendo la Eurocopa en el horizonte. Pero bendito problema el de Celades, del que se beneficiará el grupo.

- Tres centrocampistas. Parece ser que ahora King Kond y Le Coq no pueden jugar juntos porque se tapona la creación de Parejo. O esa es una de las lecturas. Discrepo rotundamente. Es, volviendo a lo anterior, una baja intensidad y un buen planteamiento de Zidane para complicarle las cosas al metrónomo valencianista. Pero si algo tienen tanto Kondogbia como Coquelin es un aceptable manejo de la pelota. Y nunca vi quejarse a un centrocampista ofensivo de tener dos esbirros que le hagan el trabajo sucio de barrer y marcar raya.

- El mercado. Sí, hace falta un lateral derecho. Sí, es complicado ahora en enero encontrar un Réveillère, pero es labor de Jorge López encontrarlo para aportar al grupo. Wass, a quien el big data le marca que no se lesiona con facilidad, lo está jugando todo y Correia sigue sin estar. Y sin jugar. ¿Recuerdan que, cuando llegó Celades, muchos decían que iba a jugar casi por decreto por venir de donde venía? Y Piccini necesitará tiempo para coger forma y ritmo de competición. Quizá la repesca de Jason podría ser una opción tipo parche, para estos meses que quedan, aunque no sea lateral puro. Tocará esperar.

Se viene una cuesta de enero apasionante. De números, de cálculos, de noches europeas, que esperemos sean más de dos. Liga, Copa, vigente campeón y Champions, con un equipo sexto, a pesar de las bajas y que espera la competencia que puedan aportar al grupo Cheryshev, Kondogbia y Guedes como vueltas reales más deseadas. Da pie a pensar en que, como cantaba Simple Minds, we're alive and kicking, vivos y coleando.

Bienvenidos de nuevo. Gracias por estar ahí.