viernes, 7 de febrero de 2020

El VAR, Casa Rubiales y el libro de reclamaciones

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Les confieso una cosa. Tengo envidia. Esta mañana, mientras remoloneaba en la cama escuchando la radio, han hecho una ronda con las cuatro ciudades que hoy estarán pendientes del bombo en casa Rubiales. A la una, hora del aperitivo. Ya ven, que bonito. Quedar con los colegas en el bar, pedir unas cañas y escucharlo por la radio. O por la tele. Vale, entiendo que es viernes y a la una todavía está la gente trabajando. Pero no dejen que la verdad estropee una buena historia, diablos.
Tengo envidia. De soñar con un desplazamiento a Sevilla y visitar Pino Montano. Y recordar el 99, con Mendieta, el Piojo y Cañizares sin tinte en el pelo y con el cuello subido a lo Cantona. De jugar otra vez entre semana una de esas que hacen optar a tocar plata. Preguntaba Vicent Marco, de Benifaió él, si hay alguna edad para acostarte jodido por culpa del deporte. Servidor el martes andaba jodido a base de bien. Todo lo jodido que puede estar uno con esto del deporte. Supongo que ustedes, si tienen a una parienta, o pariente, al que se la sopla lo de la pelotita, igual han de aguantar aquello de 'No sé como te pones así por culpa de esos mantas. Ya ves que disgusto te llevas tú, ellos, con todos los millones, seguro que están la mar de bien' y cosas así. Si es así, les abrazo fuerte.

El VAR no va a cambiar. Son árbitros ayudando a árbitros. Pero no como aquellos que se ponían en la línea de meta que no veían nada. Ni camisetas rotas con pezones al aire. El nivel de exigencia que tienen los trencillas cara a las pantallas es el que no tienen en el campo. Mediciones por milímetros, cuando siempre, ante la duda, se da por buena la cosa. Manos que no se protestan y que se pitan a control remoto. Manos protestadas que no se pitan. La tecnología mal aplicada. El poder que exige una gran responsabilidad y que no se tiene.

Manos negras, contubernios y todo eso, nada de nada. Conmigo no cuenten. Si hacemos esto desde Valenciastán, nos ponemos al nivel de Ángel Torres y su 'Parece que molestamos ahí arriba'. No se hagan daño. No cometan el error, otra vez, de hacer como censuran que hacen.

¿Soluciones? Bueno, hace poco les citaba que me gustaba ver a Ferran, en el partido contra el Barcelona, apretar al árbitro y pedir a los compañeros que lo apretaran. En las famosas manos del Granada que no se pitaron, Soler tímidamente levanta la mano. Y Maxi reclama con una tibieza impropia de uruguayo. Eso es lo que hay que hacer. Reclamar, renegar, protestar. Con corrección, pero hacerlo. Es, quizá, el único camino. Como el que va a una casa de comidas, Casa Rubiales, pide sopa de ajo y te la sirven fría. Si no reclamas, no te la calentarán. Arias lo ha entendido. Eso hay que hacer. Getafe, que entrenador Bordalás, nenes, y un Atleti con más dudas que el malo de Batman son claves para recuperarse del mal trago que el campeón copero no puede defender su cetro.

A pesar de todo, esta copa mola. Mucho. Y solo si eres un cenutrio con el estómago agradecido como Roberto Gómez, puedes decir que no tiene valor. José María García debe estar en casa alucinando en colores de como su equipo ha derivado en fantoches tragaldabas que, a duras penas, podrán mirar a sus hijos a la cara sin vergüenza. Servidor piensa disfrutar estas semis de Casa Rubiales como espectador neutral. Bueno, no tanto. Por cariño, iré con el verdugo. Hay niñas que se merecen un poquito de alegría, que estar pichipachá es menos si marca el Graná.