Les confieso una cosa. Tengo envidia. Esta mañana, mientras
remoloneaba en la cama escuchando la radio, han hecho una ronda con las
cuatro ciudades que hoy estarán pendientes del bombo en casa Rubiales. A
la una, hora del aperitivo. Ya ven, que bonito. Quedar con los colegas
en el bar, pedir unas cañas y escucharlo por la radio. O por la tele.
Vale, entiendo que es viernes y a la una todavía está la gente
trabajando. Pero no dejen que la verdad estropee una buena historia,
diablos.
Tengo envidia. De soñar con un
desplazamiento a Sevilla y visitar Pino Montano. Y recordar el 99, con
Mendieta, el Piojo y Cañizares sin tinte en el pelo y con el cuello
subido a lo Cantona. De jugar otra vez entre semana una de esas que
hacen optar a tocar plata. Preguntaba Vicent Marco, de Benifaió él, si
hay alguna edad para acostarte jodido por culpa del deporte. Servidor el
martes andaba jodido a base de bien. Todo lo jodido que puede estar uno
con esto del deporte. Supongo que ustedes, si tienen a una parienta, o
pariente, al que se la sopla lo de la pelotita, igual han de aguantar
aquello de 'No sé como te pones así por culpa de esos mantas. Ya ves que
disgusto te llevas tú, ellos, con todos los millones, seguro que están
la mar de bien' y cosas así. Si es así, les abrazo fuerte.
El
VAR no va a cambiar. Son árbitros ayudando a árbitros. Pero no como
aquellos que se ponían en la línea de meta que no veían nada. Ni
camisetas rotas con pezones al aire. El nivel de exigencia que tienen
los trencillas cara a las pantallas es el que no tienen en el campo.
Mediciones por milímetros, cuando siempre, ante la duda, se da por buena
la cosa. Manos que no se protestan y que se pitan a control remoto.
Manos protestadas que no se pitan. La tecnología mal aplicada. El poder
que exige una gran responsabilidad y que no se tiene.
Manos
negras, contubernios y todo eso, nada de nada. Conmigo no cuenten. Si
hacemos esto desde Valenciastán, nos ponemos al nivel de Ángel Torres y
su 'Parece que molestamos ahí arriba'. No se hagan daño. No cometan el
error, otra vez, de hacer como censuran que hacen.
¿Soluciones?
Bueno, hace poco les citaba que me gustaba ver a Ferran, en el partido
contra el Barcelona, apretar al árbitro y pedir a los compañeros que lo
apretaran. En las famosas manos del Granada que no se pitaron, Soler
tímidamente levanta la mano. Y Maxi reclama con una tibieza impropia de
uruguayo. Eso es lo que hay que hacer. Reclamar, renegar, protestar. Con
corrección, pero hacerlo. Es, quizá, el único camino. Como el que va a
una casa de comidas, Casa Rubiales, pide sopa de ajo y te la sirven
fría. Si no reclamas, no te la calentarán. Arias lo ha entendido. Eso
hay que hacer. Getafe, que entrenador Bordalás, nenes, y un Atleti con
más dudas que el malo de Batman son claves para recuperarse del mal
trago que el campeón copero no puede defender su cetro.
A
pesar de todo, esta copa mola. Mucho. Y solo si eres un cenutrio con el
estómago agradecido como Roberto Gómez, puedes decir que no tiene
valor. José María García debe estar en casa alucinando en colores de
como su equipo ha derivado en fantoches tragaldabas que, a duras penas,
podrán mirar a sus hijos a la cara sin vergüenza. Servidor piensa
disfrutar estas semis de Casa Rubiales como espectador neutral. Bueno,
no tanto. Por cariño, iré con el verdugo. Hay niñas que se merecen un
poquito de alegría, que estar pichipachá es menos si marca el Graná.