jueves, 31 de enero de 2013

Cine a pelo. #littlesecretfilm

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La carne con un punto de sal y ligeramente sangrante. El olor a césped recién cortado. El sudor y el resuello después de un poco, o un mucho, de sexo adúltero. Las comidas poco recomendables, pero que todos hacemos. Besos, abrazos, borracheras, tonterías y resacas.

La vida está hecha de estas pequeñas cosas. Y cuando las vemos hechas por otros, en pantalla gigante y con palomitas, se llama cine.

Y el cine es una maravilla. Así, a pelo.

Cine es un acorazado ruso, Charlot, Buster Keaton y Harold Lloyd. También es Escarlata, Tara y Rhett. Ford y El Duque - John Wayne, por favor, no jodamos -. Fred y Ginger, cantar bajo la lluvia, desayunar en Tiffany's después de una noche de juerga, Billy Wilder y muchas cosas más.

Cine es, incluso, Elvis haciendo de Elvis.

Las películas de la Famiglia, De Niro, Pacino y los demás. El Rat-Pack, Jack, Newman y Redford. Sí, cine, cine, cine.

Cine es Gilda, Audrey, Liz, Marilyn, Meryl Streep, la Roberts y, que coño, Jessica Chastain.

Cine es Welles. Y Brando. BRANDO.

Cine son todos estos y estas, más los que se hayan podido quedar en el teclado. Y la inspiración provocada por todos, en cualquier parte del mundo, para que la rueda gire y nueva gente siga contando historias, también es cine.

Por eso, es motivo para celebrar una nueva iniciativa, gestada en la sombra, y que el uno de febrero verá la luz, con pinta de ser una revolución para el sector, que, entre putas y curas, póngale usted mismo las caras a los adjetivos, pretenden, sin conseguirlo, asistir a su funeral.

Porque el cine es como el rock. Nunca muere.

Un manifiesto molón. Unas normas fáciles, y difíciles a la vez, y un bofetón de aire fresco que espero, y deseo, sea el inicio de una gran amistad.

Yo, mañana, veré una primera muestra, 'Los desórdenes sentimentales' de Ramón Alfonso, con Belén Riquelme y Emilio Linder. Porque uno también tiene sus debilidades.

Descubre #littlesecretfilm. Busca su hashtag en Twitter. Indaga, investiga, siente, emociónate. 

Mis respetos a los héroes del celuloide

martes, 29 de enero de 2013

Sesenta kilos. Ramón Palomar.

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Sesenta kilos. Casualidades de la vida, y de la genética. Es justo lo que pesa este juntador de letras que suscribe. Y sin correr. Ni vestirme con leggins, -sí, esas mallitas de colores son leggins, leotardos de tía- y correr arriba y abajo mientras en el mp3 suena el último pelotazo del grupo pre-mainstream que dejará de serlo cuando vaya al Arenal, al Primavera o al Su Puta Madre Sound Festival.

Sesenta kilos, decía. De cocaína. Tranquilos, que no avise nadie a la Policía a través de twitter, que hablamos de una novela. La primera, y espero que no sea la última, de Ramón Palomar.

Overbooking en el hall del Astoria. El antiguo hotel de los toreros presenta una bulla considerable en la puerta de los ascensores. Todos con destino a la novena planta, donde está el salón Tapices, con unas vistas de la ciudad que merecen mucho la pena, emplazamiento del sarao molón de la semana. Observo, de refilón mientras espero mi turno en el ascensor, el Lounge Bar. Parece, digo, parece, un buen lugar para un gintonic. Pero me sobra el pincha con los platos. Cuando ponga jazz o rock suave, volveré.

Es lo que tiene llegar a última hora. Llenazo y con la charla-espectáculo empezada. Uno siempre disfruta de la presentación de estos eventos, sin encorsetar, prácticamente sin guión del Russafa Rat-Pack. Sainete, radio en directo, y a deshoras, de 'Abierto a mediodía' los viernes a la una, en esa previa al arroz con los colegas donde Modesto, Diego y Paco desbarran con sus cosas, sus historietas narradas y la radio se hace magia. Ha sonado muy Disney esto último. Lo siento. No lo haré más.

Modesto ejerce de conductor del acto. Habla del mítico garito Brillante, de Ramón y su don de barman que presta el oído al bebedor solitario. Suelta pullas, devueltas con gracia, y con la complicidad de MacDiego, que sigue preguntándose que pinta siendo amigo de Palomar. El tipo de los dos Goya, nueva estrella del grupo, descubre los hilos, fijando este trabajo como el más autobiográfico de su colega, por encima de columnas o dietarios.

La cordura en la mesa, ya sabes 'poli bueno-poli malo', la aporta Santiago Posteguillo, uno de los primeros lectores del borrador inicial, y padrino en estas nuevas lides novelescas del autor, que cita y compara, casi nada, a tipos como Tarantino, Ritchie o Dostoievski, así como para no ponerle presión al xic d'Alberic, y que la ve como una potencial película, haciendo esas palabras convertir las niñas de los ojos de Ramón en símbolos del euro.
Desfilan por la charla John Ford, Peckimpah, Billy Wilder, la sesión de tarde de los sábados del VHF y los amigos que tienen un amigo que conocen a un tipo que sabe no-se-qué, como partes de este puzzle con forma de novela negra, donde los malos parecen, o son, los buenos y, de los que parecen buenos, solo hay uno.

Y Amapola. Que parece que existe de veras y, por lo que dicen, mola un montón.

Ovación a la mesa, cola casi interminable de firmas. Jamón, vino y trío rockabilly con música de tacón y punta a cargo de Cat Club.

Mientras espero el turno de firma, dos cosas. El libro está tatuado. Las letras del título tienen relieve. Tatuaje rugoso, de los de cárcel, nada que ver con los de Benji o Abel Alcoy. Otro personaje del libro, su propia tapa. Una invitación más a la lectura. La invitación definitiva es el prólogo. Unas pocas páginas con un fiambre, navajas y sopletes para descongelar. Me tiro de cabeza a las páginas, seguro.

Oiga, ¿y no habla de damas? Taconazos entre el público, sí. Y de buen nivel, además. Señoras que no cumplirán los sesenta, dichoso número, también. Rock, política, cultura, la noche y La Edad de Oro asistieron a la puesta de largo de Ramón Palomar como novelista. Un tipo que, a sus treinta y quince primaveras ha tenido su baile donde se ha hecho mayor en esto de las letras.

Que Dios te bendiga, Ramón.

martes, 22 de enero de 2013

Vinos on the rock(s)

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Ya ha asomado el morro por aquí el señor Albert, don Andrés. De hecho, creo que el nombre de su local, Nueve Tragos, aparece más que 'tacones' y 'culazo' en el blog. 


El caso es que es un señor con todas las letras, de esos que van de frente, un buen barman y un emprendedor nato.

No hay que redundar en lo mal que anda la tropa con la que está cayendo, con ginebras con frutas servidos por escotes generosos de poca inteligencia. Lo de los escotes no molesta, pero no saber preparar una copa, si.

Pero siempre nos quedarán tipos como Andrés, con pasión por lo clásico, el cine de toda la vida y los placeres disfrutados con calma.

Y su nuevo proyecto está aquí. Sencillo, sin alardes y con un objetivo claro: acercar el mundo del vino a los que lo temen. Con especial énfasis en la D.O. Ribera del Júcar, donde su sangre se mezcla con la tierra de las cepas. 

Y en un constante proceso de evolución. No se me ocurre entorno mejor que el Nueve para una cata, aparte de las bodegas, evidentemente.

Por don Andrés y su nuevo proyecto, bebamos.

sábado, 12 de enero de 2013

Rock en la mesa

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Antes que nada, una aclaración.
Porque sí. Y sin pedirla nadie.
Aquí se habla, y escribe, de noches eternas, de excursiones interminables con la música como excusa y de mujeres.
De unas pocas.
De bastantes.
Bueno, de muchas. De las necesarias, sin importar la cantidad.

Pero este es un espacio donde reina el desorden. De ahí el nombre, ideado en uno de esos momentos de lucidez por parte del entorno del menda. Llegará un momento en que el sucio juego, las drogas y el rock pasarán a un segundo plano y el verdadero heavy metal no aparezca a caballo de melenudos virtuosos o tías buenas de tacón "chúpame-la-punta" y 'ponme una Bud y un tirito'. La transgresión y la rebeldía no es colarse en el metro durante toda la vida. Jugar a engañar el paso del tiempo solo vale si eres Dorian Gray o un corazón con freno y marcha atrás

Y no vale poner de ejemplo a los Stones. Ellos son otra liga. Y pueden hacer lo que les rote.

Teatros de minutos, un saxo y una trompeta, beber de Bushmills para arriba, el café de las cuatro, el gintonic de las seis o una espalda desnuda de mujer al trasluz son rock. Porque el rock es aquello que te mantiene vivo, Y si todo esto no lo hace, estás más muerto que George Best, que de vivir sabía un rato.

Dicho esto, hagamos rock.

Esta perra vida, con cartas marcadas y tahúres zurdos, hay veces que te da un respiro. Se dan una serie de factores que permiten la reconciliación, con el mundo, con tu amante o con el vecino cabrón que no lo parece tanto y con el que no te conviene cabrearte por si te da un susto la patata. Y eso viene cuando menos te lo esperas. Como la bala que te lleva al huerto en territorio comanche. Se activa un resorte, un impulso que va a cambiar por completo la hoja de ruta vital desde ese mismo momento. Puede ser coger la carretera equivocada, un nuevo corte de pelo o hacer parada y fonda.

Y esta parada y fonda me ha cambiado la vida.

Mucho rondábamos el palomar sin hacer nada al respecto, pero una coartada perfecta fue más que suficiente para poner los pies en lo que, en tiempos de Tonet y Neleta, fue una vieja granja en medio de los arrozales del parque natural de l'Albufera de Valencia. Sin avisar nada más que lo justo. Y en el día de Reyes. "Hueco para ti donde sea, querido", me dijeron. 

Y ese 'donde sea' fue seductor. Imposible negarse. Pecado sería hacerlo. 

Un abrazo sincero con Helena, la jefa de sala y funambulista de la restauración de éxito. La carta, una lectura de entretenimiento, porque ese día íbamos a comer lo que la señora gustase de traernos. Faltaría más andar con milongas. Tres entrantes justos, con magia para el carpaccio de sepia bruta, nos prepararon para un arroz del senyoret con un A2 Verdil, de la bodega Antonio Arraez. Sencillo.
No hace falta la estridencia en la mesa. El buen yantar, como dirían los clásicos literarios, se basa, como en todas las cosas de la vida, en hacerlo bien, ponerle corazón y la pizca justa de sal. Y ahí está la grandeza. En comer el puchero de tu madre, aún siendo huérfano. En no pensar en las manecillas del reloj y dejar temblando la botella. Y si, con todo eso, unes un entorno natural y protegido, la sobremesa es una delicia.
Bajamos el estupendo arroz, cocinado por don Rubén, jefe de cocina, con un paseo por la granja, moscatel de Setúbal en mano, para disfrutar de las vistas y de las historias que han vivido estas paredes, pasadas y futuras, de las dificultades que conlleva estar dentro de un parque natural y el exceso de celo de funcionarios de comida rápida y gris existencia.
Tuvimos la suerte de poder entrar en el obrador de las paellas, aún con el olor caliente del trabajo bien hecho, jugamos con los chuchos en los jardines mientras disertábamos y aprendíamos de Rubén y Helena acerca de los pequeños secretos, sin importancia pero importantes, de los fogones y, cuando el Sol nos abandonaba de su compañía, fue en ese momento en el que hicimos el brindis más importante del día, para que ni la mezquindad ni el hijoputismo pueden superar estos momentos.
Y no con un adiós, sino con un hasta luego, se fraguó el pacto de volver, cuando las flores jueguen a nuestro favor y el Sol y la Luna se alarguen de manera que nuestros relojes se queden en la nevera. O quizá antes, porque en este lugar, cada momento tiene aura de especial.

Ah, este lugar se llama La Matandeta. Y por si no lo has notado, me ha dejado enamorado.

martes, 1 de enero de 2013

Un año para abusar

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Pues bueno. Ya estamos aquí, otra vez. Con aquello del año nuevo, las buenas intenciones y toda esa fanfarria que viene con las luces de Navidad y que se va a la primera quincena del nuevo año, justo cuando tu jefe cualquier tocapelotas te remueve, en sentido figurado, las mismísimas.

Y ahora, ya sabes lo que toca, si no eres marciano. Listas, resúmenes del año con voces bonitas y propósitos de Mickey Mouse para el año estrenado. Que, en el mejor de los casos, se van a quedar en eso, en palabras anotadas en un papel, porque siempre será mejor no revisar el colesterol y tener motivos para brindar, incluso teniendo como único motivo no tener motivo.

Los mayas nos la han jugado y nos va a tocar seguir pagando la hipoteca y mamársela al banco, como poco. Pero también nos esperan uvas cocinadas pendientes de descorchar, mesas y manteles por descubrir, nuevas religiones en forma de cuerpo de mujer, seguir con los viejos buenos vicios adquiridos y continuar practicándolos en este año que acabamos de desenvolver.

Y es que, como dice el maestro de Úbeda, hay más de cien palabras y motivos para no cortarse de un tajo las venas. Con unas cuantas pizcas de sabiduría popular en Twitter, los refranes del siglo XXI, acerca de cosas y propósitos que merecen un trago, podemos dejar a un lado esas aburridas listas:

- "Opté por darle al whatsapp el uso justo que se merece: el de SMS. Las conversaciones, tête à tête. Con los que están lejos, por teléfono." Alena KH, una inteligente chica venida del Este y que nos da sopas con honda a todos los de aquí.

- "Como sólo cuando tengo hambre, duermo sólo cuando tengo sueño y llamo sólo cuando echo de menos." Alena, otra vez. Sopas. Honda.

- "Fóllate a tu jefe y que se jodan las de contabilidad." La buenorra de Desigual. Traducción: mola ser jefe.

- "No creo en cambios bruscos. Feliz 2013". Sara Ele, una fan de Audrey, entre otras cosas. Un respeto.

- "Mis mejores deseos para todos en 2013: que veáis grandes partidos de fútbol, que os emocionen muchas pelis y que folléis mucho". Paco Gisbert, porque a nadie le amarga un dulce. Ni una caja entera.

- "Reading is sexy". Los colegas de Jot Down llevan una preciosa galería de imágenes que lo constata. Y la verdad, es muy sexy.

Pero bueno, todas las opciones, deseos y cosas de esas se pueden resumir en uno solo, recibido de un buen amigo entre copa y copa: "Abusa lo que puedas, pero no te suicides", que no es más que un Carpe Diem, pero sin pijadas ni mariconadas.