“Hijo mio, la felicidad está
hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión,
una pequeña fortuna…” Groucho Marx
Leer esta frase ahora suena frívolo y
la sonrisa se puede transformar en congelada mueca, pero es que solo
nos puede quedar el humor. Nos estamos bajando los pantalones y
apretando el cinturón, cosa que es imposible hacer a la vez, pero
aún así no está de más el acordarte que tenemos una canción,abuelos y cervecitas de los sábados.
Vamos, no me jodas.
Vente a mi barrio que te lo explico.
Los mercados ambulantes de pueblo
tienen cierto encanto. Los alimenticios y los de moda y complementos.
Sí son de urbe, las paradas tienen un palo definido, con
profesionales de la venta ambulante de etnia gitana, herederos de
aquellos mercaderes venecianos o de los que okuparon, sí con k, el
templo de Dios, según aquel best seller. Un zoco, con menos encanto,
pero con encanto, al fin y al cabo. Los cercanos a la playa son más
molones y te permiten pasear con la mano de tu chica agarrada a la
tuya, vestiditos de blanco ibicenco, con perroflautas y sus
manualidades para buscarse la vida y aparente apertura de fronteras
en cuanto a pulgas y liendres se refiere. Pero bueno, como diría
aquel, más triste es robar.
Les decía que los mercados ambulantes
de urbe tiene encanto. Ahora está la cosa tan apretada, que las que
eran habituales clientas de La Catedral se parapetan en su gafas de
sol XL para la búsqueda de la ganga en Delmer y soltarse el moco,
mintiendo acerca del pedigrí del trapito, en las cenas en Masias,
picaderos y similares tabernas.
Pero lo mejor no son los corners de
ropa interior, colgada como si fueran jamones o terrazas del sur de
Italia, que también. Lo mejor son las conversaciones cazadas al
vuelo en las calles cercanas, comentarios de barrio, sinceros y sin
milongas, que nos hacen ver y oír, otra vez, que la cosa está
azuloscurocasinegro.
Dos señoras interrumpen casi al
unísono su ruta para preguntarse mutuamente por la salud y todo eso.
Una vez roto el hielo, pregunta clave, de 50x15, “¿Cómo está el
tuyo?” Esta pregunta, hace poco tiempo se podía responder con un
“Anda un poco resfriado” o “Le han caído tres al muy cabrón.
Desde que va con la hija de la Antonia, no da un palo al agua” u
otras frases por el estilo respondiendo de la vida, obra y milagros
del futuro cani de turno, pokero en potencia y audiencia potencial de
Telecinco o MTV Tuning.
Pero no.
En esta mierda de noria que es la vida,
nos toca estar ahora abajo y estas abnegadas amas de casa hablaban y
se preguntaban por sus respectivos maridos y el marrón que significa
no poder trabajar de lo suyo, o de lo que sea, para una generación
que solo ha sabido hacer eso, trabajar, con callos en las manos y
vacaciones de fiambrera, lata de cerveza y playa dominguera. Y bien
felices eran con ello, que cojones. Eso y celebrar los goles de
Santillana, Hugo Sánchez o el macarra del momento, casquete a la
parienta, si ella quiere, y la cuadratura del círculo. La vida es
bella.
Ahora toca mucho sofá, horas en el
SERVEF, SOIB o sitio de moda para parir, algún tercio a palo seco
con sabor amargo en el bar de la esquina para comentar lo mal que
está la cosa, los rescates a la peña de las corbatas y soltar algún
que otro que perra es la vida que siempre jode a los mismos.
Pues no queda otra que remangarse y
tirar para adelante. Nadie garantiza catorce pagas hoy en día con
diplomas y orlas colgando de las paredes, pero estaréis conmigo que
algo ayuda. Es como un deportivo y un buen nardo, uno ayuda a
trabajar al otro.
Y las titis y el trabajo no van a
llamar a la puerta de tu casa como un testigo de Jehova o la
pizpireta comercial del Circulo de Lectores.
Los chinos, siempre los chinos, dicen
que en cada momento de crisis se esconde una oportunidad. Nos tocará
bajar al bar de la esquina a preguntar al dueño.
Ánimo.
Epílogo: Mientras esto sube y se
reproduce en la red, se prepara la ultima función de la Sala
Durango, que echa la persiana. Brindo por que el futuro le depare
alegrías a su staff y al boss Javi Ramone, mientras suena en
Grooveshark a todo trapo, en su honor, la versión de Danny Boy, cantada por el Hombre de
Negro.