viernes, 29 de diciembre de 2017

La utilidad de la derrota.

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Derrota útil. Seguro que lo recuerdan. Jorge Alberto Francisco Valdano Castellanos acuñó ese término siendo entrenador del Valencia después de caer a doble partido en una eliminatoria de Copa contra Las Palmas, que estaba en Segunda. Esa definición, junto a aquello de cambiarlo todo, hasta los percheros, fueron los grandes legados del argentino a la historia valencianista. Después de pasar por aquí, no ha vuelto a entrenar, ni lo hará más. Se le nota más cómodo con el micro en la mano y haciendo entrevistas íntimas a jugadores y entrenadores en Universo Valdano, un buen programa, si es capaz de verlo usted con la inteligencia que le supongo como lector de estas líneas, sin la bufanda roncerista o picosiana.

La utilidad de la derrota, les decía. Nuevamente, conviene citar al Premio Nobel de Literatura, Bob Dylan para asegurar que, por fin, los tiempos están cambiando. El derbi autonómico saldado con derrota ante el Villarreal, hace justo un año hubiera sido un caos. Hasta el árbol de Navidad de la Plaça de l'Ajuntament sería una pira en llamas, como si de una felicitación de Izquierda Unida se tratase. Ni pensar quiero si Neville o Prandelli estuviesen en el banquillo valencianí y la dirección general rulase como pollo sin cabeza. Por suerte, está Mateo Alemany al mando en los despachos, personaje del año del Valencia CF en mi opinión, y el indestructible Marcelino con su equipo en el control y explotación del vestuario. Y sin entrenar el asturiano a la grada, sabe sacar lo mejor de ella. Como buen gestor de grupo. La ovación, aplausos respetuosos si no queremos caer en la euforia, después del cero a uno prenochebuena es síntoma que hay recuperación, hay comunión y hay sintonía del equipo con la grada. A pesar de no hacer un buen partido. De ir a arreones. De comenzar a vislumbrar que, poco a poco, le van cogiendo la matrícula al equipo y que espera una segunda vuelta más dura que lo que podamos tener en el imaginario. También es cierto que podemos argumentar las bajas como causa de esta residual vulnerabilidad, pero como dijo el mítico Luis, aquí cualquier tonto te hace un reloj y funciona.

Cierto es que no es lo mismo presentar batalla con Andreas que con Guedes de la partida porque son talentos distintos, pero esto también es fútbol. El famoso fondo de armario. Pero también es cierto que la transición del equipo, que podríamos personificar, otra vez, con el cambio de Parejo, ha adelantado etapas. El vísteme despacio que tengo prisa trasladado al fútbol este Valencia se lo ha cargado a patadas. Los jugadores, cuando no tienen ideas tácticas, o las tienen pero se las neutralizan, ya no son vacas mirando al tren. Corren, pelean y se vacían, en esa épìca tan del agrado del aficionado al deporte, que los compara en su imaginario con gladiadores de película o currantes de una fundición. Incluso se permite que Zaza sea expulsado por el bagaje anterior que tiene y porque ha conectado con la grada con esa manera de jugar, como si tuvieran secuestrada a Chiara y fuera su vida condicionada a no guardarse ni un gramo de esfuerzo. Gustan estos jugadores aquí, siempre que estén bien entrenados con alguien que sabe de banquillos y sepa canalizar esa imperiosa manera de jugar, porque con un Neville de la vida, hasta el mismo Maradona sería un fiasco.

Pero no conviene pernoctar en este enamoramiento inicial. El amor se construye con pequeños gestos diarios, con detalles. Amores rotos del pasado, recuerden el flechazo de Enzo hace casi tres eneros, roto por la pachorra y los desprecios públicamente privados con la institución y el equipo. Aunque sigo pensando que, con un buen entrenador y un club asentado, otro gallo nos hubiese cantado con el gallito argentino. Por tanto, no olviden, esta derrota valdrá si se aprende a ganar en la misma situación en el futuro. Si no, volveremos a tener el corazón roto y tocará volver a empezar, como filmó Garci.

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