miércoles, 20 de diciembre de 2017

Doctor Voltaje. 7 de diciembre. Wah-Wah.

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Si la memoria no me falla, cosa bastante probable, era la primera vez que volvía a Wah-Wah después del retiro del querido José Casas. Y he de decir que un escalofrío recorrió mi cuerpo. Ya sé que sigue vivito y coleando, pero llámalo frío de diciembre, llámalo nostalgia del que, a veces, se siente mayor, eché de menos ese '¿Cómo estás, cielo?' con el que me agasajaba inmerecidamente cada vez que pisaba su reino. Y como aquel que vuelve después de mucho tiempo a los lugares de la infancia que le han hecho feliz, vuelvo a la sala, no sin antes seguir el ritual del carajillo en el bar de al lado, primero Let's Go de Tono y Manolo, ahora Bule-Bule, regentado por buena gente de sonrisa y amabilidad solícita.

El menú rockero de aquel jueves raro de puente era de lo más apetitoso. La puesta de largo de Doctor Voltaje, presentando su álbum de debut y antes, para calentar al personal, dos de los Jolly Joker, Lazy Lane y Yannick, con versiones en acústico de canciones de los 80 y 90. Y a bien que lo hicieron. Por sus manos y gargantas pasaron The Cult, Velver Revolver, Led Zeppelin, con una bonita colaboración de viento en su introducción a 'Stairway to heaven', o Skid Row dejando un agradable aroma a aquellos nostálgicos desenchufados de ese canal que antes fue de música llamado MTV justo antes que subieran a escena Doctor Voltaje.

Los Voltaje, que tuvieron que añadir su doctorado por aquello de las coincidencias, entran con el ídem a tope. Al once. El cantante, Francis Sarabia, -que esta vez no está ligeramente ronco ni enfermo que yo sepa, como ocurrió en su puesta de largo en el AFS Festival- canta con eso que se ha de cantar. Tiene un tono de voz muy peculiar que le confiere de poder y dignifica muy mucho el cantar en castellano. Y una nueva voz sobria y potente en este panorama nunca viene mal. Bienvenidas esas cuerdas vocales. No es fácil presentarse ante la concurrencia en una fecha tan extraña y ver tantas caras conocidas entre el público. O sí, quien sabe. Lo bien cierto es que mostraron un amplio repertorio de saber hacer y estar más que rodados en esto de los escenarios, aunque de manera separada. Y se les notaba agradecidos por poder compartir con todos nosotros su trabajo, grabado en The Rooms.

Su disco de debut suena bien. Es rocanrol. Algo tan fácil y, a la vez, tan difícil. Disponen de estribillos y melodías que se te graban a fuego en la mente. De esas que se pegan a la boca y las cantas sin pensar. Y en el escenario de la Wah-Wah así lo hacen transmitir. Con un juego de base conjuntado y las seis cuerdas de Eloy pasando de la caricia al fuego, según exigencias, nos ofrecieron un show con rock del bueno, con actitud y una fiesta para la ciudad en aquel jueves con vestido de sábado. Ese poder hipnótico que tiene el Hammond de Suzuki, como si hubieras respirado aire enrarecido. Ese deslizar los dedos de Carlos con su bajo, con ritmos de poseído. Wally y sus solos de batería. Rebeldes que no siguen el guión pactado. La parroquia disfrutaba, vistos los cabezazos asintiendo que observé en uno de esos momentos de mirón que me suelen dar en los conciertos. Fue una gran noche de rock and roll, como precisamente cantan ellos mismos en su videoclip de presentación. Y fue una agradable sorpresa escuchar una versión de Buenas Noches Rose, meneando la guitarra.

Que rompan lo que quieran. Pagan Doctor Voltaje. Muy recomendable seguirles la pista. Yo lo pienso hacer.

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