viernes, 6 de abril de 2018

València (futbolera) enamorada.

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Foto: www.valenciacf.es

Les he de confesar que he estado tentado de disfrazarme de Enrique Ballester y emular el mítico 'Una vez al Flaño no hace daño' con un, supongo, menos acertado juego de palabras. La jugada se gestaba con el apellido del joven francés al que siguen desde la dirección deportiva del Valencia. La cosa iba por una simple operación matemática. Pero me entró miedo. A @ARIAS4EVER se le ha ocurrido hacer un juego de palabras con la carne y Chicharito Hernández y se ha tenido que poner a fregar los platos y apagar el cacharro un rato. Así que dejaremos pasar ese tren con impostado desprecio para artículos venideros, si procede.

Ya ven. Ha llegado la primavera a València. Supongo que lo habrán notado. Les comienza a sobrar a mediodía la chaqueta necesaria de buena mañana, maldice como un argentino a Higuaín cuando se le olvidan las gafas de sol encima del escritorio y le apetece tomar un buen vino mientras el sol acaricia su cara en la terraza de costumbre. Aunque vino hay que beber siempre. En vaso, chato, copa o a morro.

La primavera, les decía. Donde todo es optimismo y estamos abiertos a cualquier oferta que represente alegría de cigarra. Tengo un amigo que estoy seguro que vive una de las mejores primaveras de su vida, estrenando novia. Viviendo esa fase de enamoramiento tan bonito para el actor y tan empalagoso, a veces, para el espectador. O quizá sea la envidia el sentimiento y el pensar que es empalagoso tan solo autodefensa. Y al Valencia le pasa lo mismo que a mi amigo. Está de romance. Salvo drama mayúsculo, vamos a tener que negociar con nuestras señoras un par de horitas, o cuatro, para nuestras cosas los martes y miércoles del año que viene. La Champions asoma la patita y esperamos no tener que aguantar a Esteva y sus gallos falsificados. Ni a la suela del zapato a lo de Malta, Señor y De la Casa. Dos grandes noticias, Esteva en su casa y nosotros en el campo. Y este romance de Valenciastán es de manual. Tocando y dejándose tocar. Acercando al aficionado. Enviando a Mina y Zaza a la tienda oficial. Abriendo un entrenamiento para la chavalada y el público en general. Por cierto, me gusta que Zaza lleve gorra de visera rígida con el escudo del Valencia en este tipo de actos. Aunque sea de noche. Aunque esté en un recinto cerrado. La cabeza de Zaza es un buen escaparate para vender la gorra, un producto de merchandising. Cualquier otra cosa, mala leche de balde. Y quizá no saber pensando que sí.

Y como todo buen enamoramiento, intenciones positivas. Sueños en color. Deseos de noches de boda eternas. El Valencia sufre plácidamente esta fase. Rodrigo, como santo y seña, al unir el compromiso y la profesionalidad que estaban fuera de toda duda con el acierto cara a portería. Lato, Gayá y Soler como oscuro deseo de otros. Quizá por desestabilizar, quizá por deseo real. Ofrecimientos, como el de Chicharito Hernández que, ahora sí, hace ojitos. Algo normal. El equipo demuestra una solidez y un trabajo que no pasa desapercibido para nadie. Y a un mexicano, que no ha dormido nunca entre sábanas del Valencia, pues normal que le apetezca seguir en la élite dentro de un club que crece y vuelve al lugar donde debe estar. Desaires pasados no cuentan. Alguno de ustedes, valencianista de cuna, habrá renegado o dejado de ir a Mestalla cuando era invierno en Meritonalia. Y están perdonados, si servidor estuviese en condición de ofrecer tal sentencia. Lo único en estos casos es que es ahora el Valencia y Mateu quien tiene la sartén por el mango y pelear el sueldo a la baja de quien quiere jugar en este club. Y este equipo tiene la coreografía perfectamente ensayada, como el fuera de juego del Arsenal en Full Monty. Ahora todos quieren bailar y cantar. Pues canten y bailen con el Rey Elvis.


PD: A riesgo de sufrir escarnio público, disfrazémonos de Ballester, como les anunciaba en el primer párrafo. Que sea lo que Dios quiera. El Valencia sigue a Boubakary Soumaré. Ojalá se concrete para conseguir titulares como 'Soumaré no resta' o que el propio jugador dijese 'Obviamente, no vengo a restar'. Se abre la veda.

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