viernes, 20 de abril de 2018

Echando chorizo a la paella del Valencia.

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Foto: www.valenciacf.com

Jornada intersemanal. Ayer acabó una y esta noche ya empieza la otra, para disgustos de ese sector de nuestras chicas a las que ver el fútbol les parece una soberana manera de malgastar el tiempo. Pues veremos como hacemos cuando llegue el Mundial, que este año toca.

Pero antes hay que finiquitar la temporada doméstica. Que, en lo que al Valencia compete, está muy cerca de volver a la élite europea. Posiblemente en el bombo cuatro, sí, pero élite al fin y al cabo. Y en aquel miércoles tan lejano que no parece que fuese anteayer, volvió a la boca aquel equipo ramplón y quieroynopuedista de las dos últimas temporadas en el purgatorio. Y claro, fue como echar chorizo a la paella. Saltaron las alarmas. Se señalaron a los jugadores menos habituales e incluso al entrenador. De hecho, en el bar del pájaro se empezaba a comparar con ciertos tics de Nuno en su segunda temporada. Discrepo, por supuesto. Nuno era, o es, amigo directo de Lim. Así nos lo vendía él. Hilo directo. Se sentía pleno de poderes. Y se emborrachó de ello. Con Marcelino no lo veo ni parecido. Abogo más bien por una gestión de vestuario, por un premio al trabajo sordo al que no tenemos acceso directo. Perfectamente puede un jugador trabajar entre semana a un nivel concreto que le facilite la entrada en el once inicial para dar descanso a los que más carga de minutos llevan durante la temporada y salir con los brazos caídos. Se juega como se entrena, dirán en un bando. Correcto. Pero no conozco a ningún entrenador que se tire piedras contra su propio tejado. Y Marcelino tiene pinta de no dar puntada sin hilo.

Otra vertiente de la alineación pasada fue el escaparatismo ante Lim. Que el entrenador, estratega él, le haya dibujado una matriz DAFO de la plantilla para que vaya tomando nota más allá de los números. Aunque estoy casi convencido que la plantilla del año que viene ya está en la cabeza del asturiano, de Mateu y de toda la dirección deportiva y que tan solo los pagos de la UE y de Bankia podrán contrarrestar el plano deportivo que ronda por las cabezas pensantes del valencianismo profesional. Lo realmente sorprendente es la mecha corta. Por no hablar de la posición ventajista ante los tropiezos de Atleti y Madrid por aquello de la lucha por la segunda plaza. Que sí, que nos pone. Que sí, que cuanta más alegría en la casa del pobre mejor. Pero solo la cuestión económica es asunto para arrear finalmente y abordar esa segunda plaza que parece que sea el culmen de todo. Y oigan, que suena un poco provinciano esto de quedar por encima de los de la capital. Si se nos llena la boca con el histórico del club, esto ha de ser la guinda. Nada de ir a fuego y dudar de todo. Hasta de la clasificación para la Champions. Y no ha sido cosa de un Manolete de la vida. Pero bueno. Lo bonito de este deporte es que cada uno se lo interpreta y se lo sufre a su manera. Como el curling, supongo.

Ante esto, siempre he pensado que el debate viene por las conjeturas e interpretaciones de los silencios. Debate que nos alimenta de libretas con futuribles, de jugadores marcados en verde y en rojo, de sueños inalcanzables, de intocables incluso ante ofertas escandalosamente escandalosas. De prisas por cerrar las incorporaciones, de puntos de vista diferentes, de jugadores fetiche y de los que no lo son. Del sobado argumento de mejorar el colectivo con fichajes de perfil medio.

Este que les escribe prefiere los debates desde arriba. La construcción en positivo. Solidificar lo hecho esta temporada. Para que no venga el primer lobo con su cuento y, al primer soplido, derribe la casa.

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