Amigos, marzo está bisoño. Y eso, en la tierra donde no tenemos tele propia, significa gifs y vídeos de Rita con nocturnidad, pólvora, música, arte en cartón piedra, falleras con escote, falleras sin escote y chascarrillos sobre el fornicio, con el gran Julio como artista invitado. Sí amigos. Mientras en otras partes, Madrid o Valladolid por ejemplo, marzo tiene pinta de cinco o seis en la escala de molómetro, aquí, en la terreta, andamos todos revolucionados. Los teléfonos de los chicos malos que venden al peso echan humo y los salones de belleza empiezan a promocionar sus depilados en partes intimas.
Vale,
está claro que no a todo el mundo le gustan las fallas. Las
aglomeraciones, el olor a fritanga de las paradas de buñuelos, los
borrachos (los que beben y los que queman), y todas aquellas cosas que
hacen que más de un vecino se vaya al pueblo de sus abuelos en la
Alpujarra o por ahí, donde la palabra 'falla' tiene significado solo si
la usas con 'Sergio Ramos', 'luna' y 'penalti' en una frase.
Pero
vamos a intentar desde este rinconcito mantener un poco el orden y
marcar unas pautas para poder disfrutar la jarana con el mayor de los
estilos, o con el menor de los ridículos.
Como vestirnos.
Valencia
no es Pamplona, donde no hay duda acerca de como vestirse para la
fiesta. Aunque Hemingway también pasase por aquí, no tiene estatua. Aquí
somos barrocos y descendientes de piratas, nos emperifollamos hasta el exceso en nuestras fiestas y
no hay uniforme de fiesta como tal, pero si se dispone de accesorios
que nos harán integrarnos un poco más en el bullicio en estos días de
calle. A saber:
-
El pañuelo fallero. Has de hacerte con un pañuelo fallero. Pero no de
esos de publicidad de cerveza que te reparten las primas de aquellas de
Gandia en Fitur a los pies de un trailer. Lo suyo es que te compres uno
en cualquiera de las tiendas especializadas en indumentaria valenciana
de la ciudad. Que sea suave al tacto de tu cuello, porque te lo has de
anudar allí, como si fueras un bandolero de Sierra Morena, y una
irritación en el cuello es lo último que queremos.
- El blusón. La indumentaria de trabajo del agricultor adoptada
como uniforme de calle informal en Fallas es una prenda en desuso,
lamentablemente, que ha pasado a un segundo plano con la irrupción de
los forros polares de colores con los escudos de las comisiones. Aunque
ya se veía su triste final con la aparición de los blusones
multicolores, que los pioneros en adoptarlos usaban como elemento
diferenciador y símbolo de rebeldía. Pero a esto le ha pasado como a las
camisetas y las banderas con la foto del Che Guevara, el invento ha
perdido su gracia y significado. Por lo que hay que volver al blusón
negro o de un solo color.
-
Los complementos. Aquí, menos es más. O sea, que mejor nada. Puede ser
que veas a teenagers con petardos de fieltro, falleritas de fieltro o
cualquier otra cosa de fieltro en las solapas de sus blusones o forros
polares. Y puede que tengas la tentación de comprarlos porque te parecen
la mar de cuquis, o sea. Hazlo, pero solo para regalar a tu sobrina, si
tiene menos de ocho años, o a tu abuela. Porque a nuestras abuelas todo
les queda bien, que diablos.
Como comportarse.
Dejemos
clara una cosa: Valencia en Fallas no es como Las Vegas, donde (casi)
todo vale. Puede ser que te confunda el olor a pólvora y los aromas a
aceite refrito de los buñuelos y que incluso te declares a la luz de la
luna con las Torres de Serranos de fondo bucólico fallero. Pero no. Hay
cosas que no se pueden hacer. Hoja de ruta:
-
El bebercio. Partamos de la base que el alcohol que te pueden servir es
sospechoso hasta en los locales de Ruzafa (hola, modernos). Y no te digo
nada de las verbenas en la calle y fallas de medio pelo, que son las
que dan vidilla al bonito arte de callejear, no nos engañemos. Por lo
que, si ya no es recomendable pasarse con las cantidades de alcohol, en
estos días menos todavía, a no ser que quieras tener a todos los
Mayumana entre tus orejas al día siguiente. Y claro, puede que te
envalentones y le sueltes algún ripio a alguna Aldonza Lorenzo creyendo
que es Dulcinea y venga su quijote y te parta la boca por hablarle así a
su cari, tete.
- La manduca. Estamos en la tierra de Ricard Camarena, Quique Dacosta y toda la gente que
hace del buen comer un ritual, una forma de vida. Cualquier día del año
es bueno para vivir estas experiencias, pero Fallas es sinónimo de
callejear, de comer por instinto, sin horas marcadas. Hay que probar los
buñuelos de calabaza, mojados en chocolate caliente, pero
preferiblemente que sean caseros, realizados por alguna señora con
mirada maternal y que te permita ver el maravilloso ritual de hacer los
agujeros en la pasta de calabaza previa a la fritura. Y entrar a las
barras que te inspiren confianza y un poco alejadas del bullicio, que
cada cosa tiene su tiempo y su canción.
-
La orquesta. No estás en tu casa, con todos los cedés por el suelo y
una copa de Teatinos en la mano, cambiando los temas a tu ebrio antojo.
La gente que está arriba del escenario se merece un respeto porque se ha
trabajado un repertorio y todo tiene un orden y sentido, por mucho que a
ti el cuerpo te pida la última de Pablo Alborán o Extremoduro y,
mientras tú pides otro tema más, después de haber hecho los bises dos
veces, a esta gente aún le queda desmontar todo el tinglado y cargarlo
en la furgoneta, que no tienen crew como los Rolling Stones. Y lo mismo
vale para los DJ, que no dejan de ser músicos a los platos. Y no, no
puedes pedir el micro para marcarte un karaoke ni aunque estés en tu
casal, a no ser que pagues tú, de tu bolsillo e integramente, la jarana.
-
El sexo. Cuenta la leyenda que una vez alguien tuvo sexo furtivo en los
baños de un casal mientras los parroquianos del lugar aporreaban la
puerta, apresurados por sus vejigas y otras premuras lisérgicas y que,
una vez acabada la cópula, fueron despedidos los actuantes con una
cerrada ovación. Vamos a ver, el que desprende follabilidad le da lo
mismo Pascua que Ramos y las noches con los gatos pardos funcionan mejor
cuando vas bien vestido que no con un forro color fluor, olor a
buñuelos, cuatro cervezas y dos tapas de albóndigas de bacalao con
ajoaceite. Aunque eso no te quita la emoción de poderlo intentar, usando
tu poder de poseedor de barra libre para separarle las rodillas a la
moza en cuestión. Pero, como en las 51 semanas restantes, habrá mandanga
si ella quiere, así que, tú verás.
-
La resaca. En este punto es donde se distinguen a los niños de los
hombres, y no en el anterior. Puedes haber tenido una noche toledana,
puedes haber sido la viva imagen de George Best, pero si adquiriste un
compromiso para el día siguiente, has de mantener buena tu palabra, por
mucho que la boca te sepa a cenicero y presentarte en él con la más
radiante de tus sonrisas. Remedios, algunos, pero ninguno mejor que no
llegar al exceso. Comer antes de acostarse suele funcionar. Y puedes
probar con el Bloody Mary o con una taza de caldo de puchero, que
resucita a cualquier muerto.
De
todos modos, como dijo aquel, el hombre propone y Dios dispone. Y si tu
Dios es Baco o Don Carnal, poca cosa vamos a poder hacer desde aquí. En
todo caso, si sucumbes, nos cuentas alguna de tus batallas en estos
días y en paz, ¿no?
No sabes cómo envidio tu pluma. Cada día escribes mejor. Por favor, plantéate de una maldita vez escribir un libro. Quien dice por favor dice "hazlo o te mato", ya sabes...
ResponderEliminarhe disfrutado leyendo tu articulo. Enorme¡¡
ResponderEliminarme encanta, simplement una reflexió enorme de la festa jeje.
ResponderEliminarPD: gracies per enrecordarte un poc de mi i de la profesió
un abraç amic