El otro día, era más bien noche, me encontraba junto a una bella
dama en uno de esos bares de cabecera donde te conocen por tu nombre,
saben tu marca de whisky y no hacen preguntas. Hablábamos, entre trago y
trago, de nuestras pasiones cinematográficas, géneros y demás cosas. El
tan socorrido, y a veces mitológico, filtreo. Uno de los dos, no voy a
decir quien, se declaraba fanático de las películas de terror, en
concreto de cierta saga con caretas y mogollón de agobio, así en plan
terror psicológico, mientras el otro comentaba que, sintiéndolo mucho,
no comulgaba con ese fanatismo y que, de hecho, no recordaba haber visto
en su vida más peliculas de terror que aquellas de Freddy Krueger y las
de aquel muñequito que, cuentan las malas lenguas, se hizo presentador
de informativos. Y quizá aquella de 'Cementerio Viviente', pero más por
The Ramones que por la historia, que incluso tenía su gracia.
Como
decía, nunca he sido fan de las cosas de terror -maldita sea, ya he
roto el misterio de la charla-, no sigo nada relacionado con zombis,
vampiros, hombres lobo, millonarios fans del sado, ni cualquier otra
criatura inventada que parece ser levanta pasiones y genera encarnizados
debates en los foros correspondientes. Supongo que será una cuestión
adolescente, y creo que mi teen spirit se quedó eternamente en los
noventa.
Sin embargo, las cosas de este tipo
hechas aquí, que se puedan palpar y notar como tuyas, sí que me atraen.
Como las moscas a la luz o servidor con las mujeres fatales. Quizá sea
culpa de cierto chovinismo y querencia por la terreta y sus frutos,
desde naranjas a músicos, que las cosas hechas contra vientos y mareas
en este desierto de gestión cultural siempre me han parecido de una
calidad extraordinaria, salvo contadísimas excepciones bañadas en la
soberbia, esos proyectos en los que nos quedamos en el porche sentados
en nuestra mecedora y con nuestra armónica esperando ver pasar el
cadáver.
Pero,
aunque hayan cadáveres y sea un proyecto, a FallaZ quiero que le vaya
bien. Mejor dicho, quiero que le vaya muy bien. Es una idea molona: un
apocalipsis zombie aprovechando una Valencia en Fallas, al que rescatan
del fin del mundo, o intentan escapar de él, cuatro músicos de rock,
tipo Los Cuatro Fantásticos y que cuenta, con apariciones estelares como
la de Neus Ferri, supongo que en plan refuerzo y luciendo tipazo de
toma pan y moja.
Y
claro, aunque es altamente atractiva la historia, los creadores no
tienen a la Marvel detrás. Nacho Martínez (Ignatus), ilustrador y
escultor fallero, y Monty Peiró, muchas cosas, pero sobre todo cantante
de rock, son los padres de la criatura. Y se han abierto una huchita de esas de micromecenazgo para financiar el proyecto en la que, por la
mitad de la mitad de la mitad de la mitad de lo que se gasta Charlie
Sheen en hielo para las copas, puedes ser parte de la historia y recibir
un ejemplar de este tebeo, como le gusta decir a Paco Roca.
Y
no pienso contar más de la historia, entre otras cosas porque no se
nada más. Y si las supiera, que igual si se, no iba a destripar la
movida. Tan solo enfatizar que la idea me parece desternillante y
gamberra, que llevará una carga de crítica a esta, nuestra sociedad,
supongo, y que va a ser divertido ver a gentes, con las que te has
tomado algunas cervezas y cantado coplas a la luz de la luna,
transformados en personajes de comic (jódete A-ha, que estos molan más).
Y
que aunará, en sus treinta y tantas páginas, guiños a nuestra cultura,
nuestra herencia más preciada. Esa que nadie puede tocar, libre de
trencadis, de mangarrufas, de subidas de IVA y que será, este comic,
FallaZ, uno de los cien motivos para no cortarnos de un tajo las venas.
Bebed menos este fin de semana y sed parte del apocalipsis fallero zombi.
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