viernes, 25 de noviembre de 2016

Verlanga deja Balencia.

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Puedes volver a leer el titular de esta entrada. Dos, tres o las veces que quieras. Efectivamente, puede que haya alguna de las tres palabras que esté mal escrita. Si has encontrado dos, puede que seas un aficionado del cine del gran Luis García. Y si solo encuentras una, es que eres lector, y fan, de Verlanga, la revista cultural que, a final de mes, baja la persiana.

Ya ves, a pesar de molar hasta la saciedad. A pesar de convertir la falta ortográfica en marca y conseguir agitar a través de sus artículos esta Valencia cultural adormecida. Verlanga ha sido, es, uno de los agentes culturales que ha sacsat esta ciudad dormida. Como un niño cuando mueve con vehemencia una de esas bolas que simulan que dentro está nevando. La nieve estaba ahí, pero hacía falta la ilusión infante para (volver a) ver la nieve. Y lo hacen con gracia. Me niego a hablar en pasado. Siguen hasta el martes, según cuentan. Y, tras la noticia, colas virtuales en este libro de condolencias que son las redes para mostrar la pena, el quejío y el lamento. Ya no habrán más Pistas, tendremos que conformarnos con releer los Vis a Vis, o contar, otra vez, los pasos de esa fantástica sección denominada Un turista en su ciudad. Se acabaron los vermuts, oscuro objeto de deseo de servidor y auténtico medidor del molómetro de esta ciudad, tan puta, que ha dejado que esto acabará aquí.

Gracias a ellos, salivé con Paladar, su newsletter gastro, moví el culo para ir a alguno de sus Aperitiver, buceé tardíamente en la historia de Julio Bustamante (perdón) y abordé a Jabois en el baño en aquella maravilla llamada InCulturaFest. Y seguro que queda más poso asimilado sin saberlo. Y seguro que ahora la cuidad está un poco menos viva. Y que igual debemos mirar porque estas cosas son efímeras. Igual no somos tan tan como creemos que somos. Servidor primero, el burro delante para que no se espante. Quizá seamos más de postureo que de acción. Porque otra razón no veo.

Supongo, intuyo, que a Rafa, Eva, Diego y Miguel Ángel les dará rabia que esto acabe. Y puede que hayan soltado en la intimidad alguna malsonante por el fin precipitado de la V.

Pero quizá, como dice Felip Bens, no nos merecíamos una iniciativa cultural como Verlanga.

Viva Verlanga.

viernes, 28 de octubre de 2016

Entrenadores de base, personas de élite. Ramón Alapont.

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Llevamos toda una semana hablando de lo mismo. 'Lo mismo' es, dentro del particular universo del balón, la falta de respeto de unos deportistas de élite, bien pagados y con la vida resuelta si no pierden la cabeza, con respecto a los aficionados del equipo contrario después de un gol en el último segundo. O, si lo ven desde el otro lado, la agresión sufrida por unos deportistas indefensos ante el lanzamiento de objetos e improperios varios solo por el hecho de marcar un gol en el último segundo.
Lo bien cierto es que los valores que desde las escuelas de fútbol base se enseña por monitores anónimos parece ser que se vayan por el sumidero conforme los ceros van sumando en las cifras de sus cuentas corrientes. Los flashes, los elogios y el conseguir sexo las cosas sin apenas esfuerzo, van enterrando aquellos valores iniciales de belleza al deporte que enseñaron en algún momento los entrenadores de base.

Como, por ejemplo, Ramón Alapont.

Ramón fue un hombre dedicado en su vida al balón, en su vertiente más modesta. Jugador de tercera categoría en sus años mozos, cuando las piernas no le daban para aplicar el fútbol que tenía en la cabeza, pasó al otro lado de la raya de cal. Aplicando el sentido común a todas las enseñanzas a cada uno de los chavales que pasaban por sus manos. Inculcando valores para la vida en el campo de entreno y de juego, donde el contrario es rival, no enemigo. Donde la deportividad debe imperar ante todas las cosas. De todos aquellos cientos, o quizá más, que pasaron por sus manos, tal vez uno o ninguno ha llegado a vivir del fútbol a pleno rendimiento. Y quizá si hubiera vivido mil años, ninguno habría llegado. No por las condiciones de los chavales. Por sus manos han pasado talentos que, a veces, han tenido la mala fortuna del camino complicado o no han tenido ese golpe de suerte, puedes llamarlo padrinos, necesario para dar el salto. No conviene poner nombres a estos casos, más que nada porque quizá tú no sepas de quienes hablo si personifico tácitamente y puede que, si lo hago, tenga papeletas para recibir algún puñetazo en la barra del bar como respuesta del que tiene el orgullo herido. Así que dejemos mis ojos y mis dientes en paz en este sentido.

Estos entrenadores, de vieja escuela, forman, sin saberlo a los hombres que serán frente a la vida. A distinguir lo justo de lo injusto. Lo bueno de lo malo. El no engañar en el campo, se traslada a la vida. Ahora, los modernos imparten clases de coaching, adaptando conocimientos deportivos para el desarrollo personal o empresarial. Cosa que, sin tantas pijadas, llevan haciendo toda la vida tipos como Ramón. Con unos ingredientes muy sencillos: enseñar y educar a todos y cada uno como si fuesen hijos propios. Tan fácil, tan difícil.

Ramón se fue con Caronte no hace mucho. Y su ausencia física se empezó a llenar con el florecimiento de sentimientos, de palabras y de movilización popular. Con el deseo que su recuerdo permaneciese para siempre, incluso para quienes no lo conocieron. Incluso para quienes no tuvieron la suerte de cruzarse con él. Y algunos de aquellos pequeños futbolistas, convertidos ahora en hombres de bien y padres de familia, comenzaron a remover conciencias para que, en su pueblo, se rindiese el homenaje merecido. Y van camino de lograrlo. Movilizándose a través de las redes sociales, recogiendo firmas casa por casa y llamando a las puertas correctas de las instituciones, están en el camino de conseguir que el paseo que conduce al viejo campo de fútbol donde tantas veces entrenaba lleve su nombre. Y conseguirán que se realice una escultura en su honor para que, entre otras cosas, cuando pase cualquier chiquillo por delante de ella camino al entrenamiento, el pequeño, al que podemos llamar Hugo o Jaime, se gire y le pregunte a su padre que es esa cosa negra y grande y quien era Ramón Alapont. "Ramón Alapont fue un entrenador que tenía el papá cuando tenía tu edad y nos enseñó a ser honrados en el fútbol y, sin saberlo, en la vida. Y tu papá es como es gracias, en parte, a él. Y esa cosa negra es una escultura a modo de homenaje.", diría el padre con la voz emocionada. Y el hijo, hinchando el pecho y mirando con admiración a su padre, comience en ese momento a admirar a ese señor que tiene una escultura.

Espero, de corazón, que todos los propósitos fijados por aquellos pequeños futbolistas, hoy padres, se lleven a cabo. Y que todos los que han sido como Ramón en cualquier deporte tengan el reconocimiento merecido en todos los pueblos, en todos los campos o canchas de entrenamiento donde haya uno.

Por todos los Ramón del mundo y por el poso que han dejado para que este lugar sea un poco mejor.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Bon vent, Moniato.

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Internet és el que té. Des de sempre. Tens la pantalla de l’ordinador i parles, a través d’ella, amb persones que tenen les seues pors i els seus fantasmes, però tu els idealitzes de manera que crees un vincle, diguem-ne, especial. I fins i tot, sorgeix l’amor. Bé, no lo llames amor cuando quieres decir sexo, si vols. Recorde aquells hilarants Diarios de Patricia on es trobaven cara a cara persones ‘enamorades’ gràcies a Internet i on s’han vist resultats de tots els colors, des de besos apassionats com si foren els actors de De aquí a la eternidad, a fugir pel carrer del mig.

Idealitzar. Eixe perill o eixa beneïda activació neuronal que ens permet viure més feliços. Com el mite de la caverna de Plató. Però llevant la fullaraca i filtrant les persones tòxiques, els trolls i els falsos votants del PP a ritme de Gürtel, la xarxa és un bon lloc per a aprendre, per a fer relacions professionals i, sobre tot, per a entretindre’s. Internet, i totes les xarxes socials que la conformen, és un viver de talent. I igual d’important és triar amb qui vas per la senda de la vida 2.0 com per la vida de sabata, calcetí i ruixats de tardor.

I @moniato1 era un d’ells. Poca cosa sabíem els que no el coneixíem personalment. Només que darrere del compte hi havia una persona reivindicativa amb molt de sentit de l’humor, que no deixava de posar el dit en la fita, però sempre arrencant un somriure a tot aquell que llegia les seues piulades. L´idealitzàvem jove, patidor i esportiste a la força, per prescripció mèdica, i sempre serà part d’un xicotet grup on la privacitat ens permetia poder desbarrar de tots aquells que, entre altres coses, no tenen sentit de l’humor.

La vida, esta perra vida, ens ha llevat a @moniato1, Hèctor per a la família i amics de carn. I dic de carn perquè, sense haver-lo conegut, tots els que hem compartit alguna piulada o algun debat ens considerem amics del xicot. I, com si d’un Bowie de Twitter fora, la seua darrera piulada té ara, amb el context, forma d’epitafi virtual.


Bon vent, amic. Guarda’ns lloc i demana copes per a quan ens toque. 

El món és un poc més bort sense tu.


miércoles, 17 de agosto de 2016

Comer, reír y llorar en la mesa.

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La mesa.

Cuatro patas y un tablón en su forma más primitiva. Protagonista de veladas agradables y otras que no lo son tanto. Parte primordial de anuncios que hablan de ella casi sin hacerlo. Y en el cine. Una mesa sale en El Padrino, por ejemplo. La mesa traspasando la categoría de mueble para convertirse en ritual de camaradería. Un lugar donde se para el tiempo. Un espacio donde, a veces, importa más el con quien que el qué. Un sitio en el que he sido feliz muchas veces.

El sábado, sin ir más lejos.

Con unos locos totalmente cuerdos. O quizá no. Pero son (somos) nuestros locos. A esas horas donde la mayoría estaban pensando en cafés, la correa del perro o en como regatear la resaca del festival del verano de turno -el Medusa, por ejemplo-, llegaban en goteo constante los comensales, previa invitación. De diferentes lugares, donde el frenesí vital ha dejado paso al ocio relajado. Dando una patada al reloj, como un recio defensa alemán despejando la pelota.

Sin filtros de Instagram ni poses. Y con la única delicatessen gastro de los tomates de El Perelló, una verdadera maravilla. Lo demás, colesterol de embutidos y fritos, regado con vinos peleones, gaseosas burbujeantes y cebeda preparada. No hace falta más. Pellizcando el pan. Rebosando los vasos. Manchando el mantel. Sin cuerpos esculturales de gimnasio rodeando la mesa, pero curtidos en la vida, regateando bofetadas vitales y físicas, pero brindando para que las esposas no se queden viudas. Cumpliendo con los mandamientos del esmorzaret, pero sin diminutivo. Con su carajillo. Con su humo de nicotina y de hoja. Con su copa. Y porqué no, con su palillo.

Con chascarrillos. Con tintineo de copas. Con chapuzones regados con copas. De gintonic. Sin cabriolas cocteleras. Y volviendo a brindar. Una. Dos. Cien veces.

La mesa.

Porque no todo está dentro de las Estrellas Michelín para ser feliz. Y porque son compatibles.

¿Verdad?

martes, 9 de agosto de 2016

Bebemos.

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Las entradas siempre son dignas. Bien limpios, con la sonrisa propia de un amenazado vendedor a domicilio, en peligro de extinción. Con esa sensación de profesional de la materia, tomas asiento en la barra. Y con total diligencia y educación, pides al camarero, tu nuevo mejor amigo, que te aconseje con alguna copa. Pero mejor caes en la típica cerveza. Para que complicarse. Si hemos venido a lo que hemos venido.

La fauna se sucede y pasa delante de tu espalda. Lo sabes porque ves a otros animales como tú pasar en el espejo que hay delante tuyo. Cuatro mesas ves, con diferentes caras. Tres hombres y una mujer. Él y solo él, el espejo, será el impertinente del bar que te dirá, cada vez que levantes la vista del vaso, el aspecto en el que vas mutando, a pesar de creerte un Dorian Gray del alcohol.

Pero no.

Bebes a sorbos cortos, como catando. Pero solo quieres que el tiempo no pase. No mides en minutos. Mides en tragos. Y quieres que sean cortos a veces, eternos la mayoría. Y no piensas en él. Y no piensas en ella.

Suena música. No sabes bien si es para bailar o para traicionar. Debe ser para lo segundo porque nadie baila. Ni siquiera nadie tararea una canción que habla de medicarse y de mitigar el dolor. Y comentas cualquier cosa con tu nuevo compañero de taburete. Que resulta que no es compañero, es compañera. Y resulta que no es tu compañera. Es la del tipo grande que está justo detrás de ti, a la derecha de tu espejo. Y resulta que no comentas cualquier cosa. Le sueltas lo que en tu mente etílica es un piropo, pero, a oídos de la realidad, no es más que una soez concatenación de palabras. Y claro, eso es jugarse la cara para que te hagan una cruz. Y pasa. Que te la hacen. La cruz en la cara. Y no te hacen el Cristo entero porque el barman, tu nuevo mejor amigo por segunda vez, saca el genio y detiene la masacre. Y tan amigos. Y brindas. Tú invitas. Con la compañera y su compañero. Fuera cerveza. Chupitos. Un malentendido propio de la ebriedad. Atenuante de la acción. Mañana veremos, cuando la cosa se enfríe.

El rimel se ha corrido en la mesa dos. Y las gafas de la mesa tres han desaparecido. O mutado en varias copas que adornan la mesa, como setas en temporada. Y en la cuatro, risas nerviosas con olor a whisky que parece tomarse al pie de la letra la canción de la medicación, vistas las sendas al baño. Solo la mesa uno mantiene la compostura. Como la de un enterrador, impertérrito ante el dolor ajeno. Bebiendo. En silencio. Como si de una puta leyenda viva del rock español se tratase.

Pagas otra ronda. Crees. Sueltas algo de dinero en la barra, al mismo tiempo que balbuceas algo al responder a tu nuevo mejor amigo, el barman. Sigues hablando, mientras poco a poco se vuelve todo negro y tu mejilla está fría. Como la barra.

Bebemos*.

(*Interpretación libre del videoclip "Bebemos", de Igor Paskual)

martes, 26 de julio de 2016

Rafa Escalada.

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Cuando acabe el verano, todas las cosas que ahora están cambiadas volverán a su sitio. Bueno, todas no. Habrá mínimo una que será, a todas luces, diferente. La radio. Cuando se acaben las fotos de pies en la arena y los aquí sufriendo, y uno sintonice sus diales radiofónicos de cabecera, volverá a encontrar a los Francino, Magraner, Palomar, Gómez o Montalt de turno, por nombrar algunos. Pero habrá un hueco. Alguien que ya no estará. Las noches de Rock FM ya no tendrán su voz. Uno de los tíos que más sabe de música en este país, sin duda alguna, comenzará septiembre sin la zozobra del lunes que tiene por marchamo ese mes. Podrá dedicarse a cuidar geranios, espárragos o a visitar obras. De arte. Podrá cambiar este ritmo de vida letal que nos marca los horarios de manera marcial por el jodido slow life tan deseado por muchos y soñado por todos cuando echamos la primitiva semanal. Pero las noches de la radio ya no serán las mismas. Porque ya no sonará la voz de Rafa Escalada, apodado en su última época como Oldie.

Porque el Oldie ha pasado a mejor vida. Es decir, se jubila.

Se jubila. Nadie lo diría, con esa cara de cuarentista que tira para atrás. Y con su jubilación se va una parte de nosotros. Aquella que surgió por generación espontánea. El penúltimo aliento de aquella Rock&Gol. Toda una muestra de gestión de talento a través de las redes sociales. Aquella que provocó Iván Guillén, desde aquel sótano, donde se mezclaban fiambreras de comida con The Crystals y el fin de semana comenzaba los viernes a las 12, a golpe de Ramones. Comenzando desde cero y emitiendo solo desde la web, creó legión y vertebró la península desde el norte hasta el sur, desde el este hasta el oeste. Gentes de las que no recuerdo sus nombres pero sí sus caras, gentes de las que no me quiero acordar, proyectos de hermanos que pasaron a desconocidos, desconocidos que se tornaron hermanos. Ponte tú, que lees esto, en el saco donde te encuentres más cómodo. Suena a topicazo, lo sé, pero yo estuve allí y te lo cuento como lo viví. Y no exagero ni una puta coma. Encargándose de una parilla dos personas, naciendo así el dueto Youngie&Oldie, insertando contenidos en una web que también vagaba por el cajón del olvido. Poniendo al rock en el mapa. Presentando a aquellos primeros Perros del Boogie, a The Right Ons o a Garaje Jack y haciéndonos forofos sin medida. Procrastinando por obra y gracia de los comentarios en Facebook, generando sesudos debates siempre con las guitarras de por medio, en aquel muro loco que era la fan page de Rock&Gol. Redescubriendo la pasión del serial radiofónico, donde las historias tenían reglones en forma de pentagramas guitarreros. Desempolvando el rock de nuestros armarios burgueses.

Luego alguien vio el negocio latente y convirtieron a nuestra particular Radio Encubierta en una emisora más cercana a la radiofórmula que a la labor didáctica que en sus oyentes ejercía. ¿Cómo se atrevían? Habían hecho suya esa radio que nosotros ocupamos pacíficamente y que creímos nuestra para siempre. Nunca sabremos la historia real de aquella mutación, ni falta que nos hace. Pero recordamos que no había información y sufrimos el silencio como sinónimo de malas noticias. Y Escalada, que casi dejó de ser Oldie, salía a antena con voz plana, como de secuestrado hablando por teléfono con su familia como prueba de vida. Y salió el chismorreo. El estúpido ego del ser humano convertido en soy una fuente fiable y el me han dicho, pero que no se lo diga a nadie. Mentiras, la mayoría. 

Y al final, ni tan malo. Ni santos ni diablos. El rock es rentable. En cierta medida. Rock&Gol murió tal y como la conocimos y sus imágenes navegan en la profundidad de las búsquedas de Google. Con aquellos carteles reivindicativos. Con aquel logo entrañable que suena a chinchetas, al mismo nivel que las maracas de Machín. Iván montó su RockRockRadio como proyecto más personal, mientras se encargaba de dotar de molamiento a otros medios y formaba una familia. Y Rafa encontró acomodo en el mismo lugar, que comenzó a llamarse Rock FM, en una evolución lógica y una apuesta firme por el nicho de mercado, entendiendo los nuevos gestores que no podían dejar perder semejante potencial. En el horario que más le gusta, el de antes de cerrar. Como cuando las Conservas Escalada. O El Peluco. Porque él viaja a otro ritmo, fuera del tuyo y del mío. Sintiendo como deporte aquellas cosas magníficas de Rossi. Ni gol ni gaitas. Osasuna como mucho. Y porque a esa hora podía recibir visitas. De Chemi, metido en el cajón de los hermanos, muchas. De otros supongo que también.

Pero se acabó. Porque como cantaba Medina Azahara, todo tiene su fin. Y está bien que así sea. Nos quedamos con el recuerdo, con saludar a Tarque sin que él se acuerde. O a Leiva, acordándose. Con ser amigos de la primera formación del Los Perros del Boogie. Con la nostalgia de aquel primer concierto, el pistoletazo de la Triple R, desvirtualizando a los locos y las locas del muro. Que jóvenes eramos. Y con que pasión lo hicimos todo. Beber y brindar, fundamentalmente. Nunca hubo más. Nunca hubo menos.

Muchas gracias, Rafa. Por todo lo que hiciste, por todo lo que haces y por todo lo que harás. Porque has dado sentido y luz a alguna de nuestras vidas. Y no exagero un ápice.

¡Arracatapum! ¡Parampachún!

miércoles, 22 de junio de 2016

Tan joven y tan viejo.

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Me hago viejo. Es empírico. Tan solo hace falta echar un vistazo al DNI o narrar las molestias articulares que adornan mi cuerpo. Las victorias del Madrid -no por ellas, sino por las mamadas que reciben cuando lo hacen-, ya no me dan dolor, simplemente no las veo y me dan igual, mientras abro otra botella de Mas de l'Alba y mi pelo huele a ti. Y lo atuso, que todavía es pelazo y -espero- por mucho tiempo. Y pienso en dejar crecer la barba o no, dilemas del primer mundo que huele a hipster. Cuando solo es que somos unos vagos. 

La crisis de los cuarenta dicen que llega de diferentes formas. ¿Crisis de los cuarenta? Lo que pasa es que sois somos unas nenazas. Nuestros padres no tuvieron esa tontería y si alguna vez tuvieron dudas, las sesgaron con silencio siciliano, discreción, trabajar y callar.

Y con tomarse un refresco de gaseosa con jarabe de fresa iban listos. Nada de after-work. Ni caña en el bar entre semana. En el balcón, de cuatro metros, cuando el calor apretaba hasta de noche. Ni terraza con vistas ni hostias. Refresco y punto. Quizá tocado. Un chorrito de coñac. O ginebra. Larios. La duda ofende. Y miraban a sus mujeres como mujeres, mientras nosotros las mirábamos como diosas, que para algo eran nuestras madres. Y el valor de la radio o la tele, pagada a tocateja no sea que vengan mal dadas. Y la prensa de papel. Con los dedos manchados. Y ese olor. A tinta.

Y aquí andamos nosotros. Con nuestros dramas, nuestras chorradas de adultescentes, millennials o lo que narices seamos ahora. Con nuestras fotos tomadas setenta veces para subir la sesenta y ocho a Instagram. Rebuscando cuales son los reductos para permanecer eternamente jóvenes y ser aceptados socialmente. Como toda la vida desde la puta guardería. Primero fueron los tebeos, rebautizados de mil maneras para no parecer infantiles, luego los videojuegos en consola y ahora las redes efímeras, esas que intuimos causan furor entre los adolescentes de primeros besos con lengua e imperceptibles resacas de botellón. Y tuiteamos fuerte desde nuestro sofá. Indignación caduca en 140 caracteres. Mirando hacía otro lado cuando no queremos ver. O tapándonos la boca cuando no queremos hablar. O los oídos al no querer escuchar. Como los tres monos. Ya ves, justo ahora que más hay que ver, más hay que oír y menos hay que callar.

Crisis de los cuarenta, dicen. Consumidores por naturaleza. De los de pagar a plazos hasta un teléfono de última generación del que solo usamos un porcentaje mínimo de él. Curioso, como de nuestro cerebro. Pero andamos felices. Con nuestra pirámide de necesidades cubierta, viviendo más cerca de la inopia que de otra cosa. Con nuestros selfies y sus palos. Con nuestros dedos haciendo la uve. Che, como adolescentes. Nos tienen tan calados que ese gesto, la uve con los dedos, es la marca de los adultescentes millennials que se presentan a las elecciones. Buscando cierta identificación, supongo.

Puta vida, tete. Que Johnny Deep pase de los cincuenta y que siga viviendo como con treinta. Esa es la crisis de la edad. Ver retirarse a Valerón, a Xavi o a Pirlo. Pensar que ya nos queda poco de Navarro, Pau o Nadal, que ya no son tan indestructibles. Esa es la crisis de la edad. Porque vives su sudor en tu sofá. Porque son de tu generación. Le 'hablabas' de tú a tú. Y desde ya, quienes ocuparán tu rinconcito de deportistas admirados nacieron después del Cobi, del arco y la flecha y de Epi llevando la antorcha. Niñatos más altos, más guapos y más fuertes que tú. Que te podrían levantar a tu chica sin apenas esfuerzo.

Tan joven y tan viejo. Like a Rolling Stone.

viernes, 27 de mayo de 2016

Buenos tiempos para el Montgorock.

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Foto: Luis Crown

Resulta difícil cronicar -verbo inventado- un festival cuando hay momentos en los que la música es casi lo de menos. E incluso resulta difícil justificar la frase anterior cuando las más de 7.000 personas que pasaron por el recinto del Montgorock tenían como principal aliciente ver el fabuloso cartel que se anunciaba para el evento con más repercusión de la Marina Alta del pasado fin de semana. O casi del verano. Pero es que a veces es lo de menos. Estos festivales, donde la música se mimetiza con tu respiración y tus latidos, donde el poro se llena de notas y polvo a partes iguales y donde es imposible no perder matices de los conciertos sin sacrificar todas tus necesidades fisiológicas, es vivir con mayúsculas. Es ser salvaje y venirnos arriba con fuego y gasolina. Es llegar solo y despistado a mitad del festival y encontrar el amor fugaz cuando el sol se mezcla con la luna. No fue mi caso, pero sí el de una rubia con pinta en la mano e ídem de guiri, que se abrazó a un zagal que esa semana no merece jugar a la lotería, por si acaso.
Aunque bien pensado, yo tampoco debería jugar. Porque gracias a mi Ángel de la Guarda motorizado, una especie de Adri Rock Runner pero más femenina y sexy, pude plantarme en la casilla de salida de los autobuses camino de la costa. Brindaré con ella este fin de semana y le susurarré al oído todas las cosas bonitas que recuerdo del Montgorock.
Como por ejemplo, que los festivales con sol, cerveza y relaciones forjadas a base de sudores de rock y confesiones de barra, donde casi no es importante el cuando, sino el porqué, nos reconcilian. Y que el Montgorock es un poco el Kraken, es un poco aquellas noches lejanas en Zaragoza o Madrid, donde se forjan esos abrazos sinceros que te crujen las costillas y estas fotos grupales en las que ves a todos sonreír.
Es un poco ir a verlas venir sabiendo que no vas a caer en el desamparo. A pesar de la habitación para uno. Es recibir el primer abrazo del fin de semana por parte de Ernesto, leyenda activa de la música -eso tú, lector habitual, ya lo sabes-, mientras arriba del escenario Gran Quivira lo da todo a base de sudor, sol de frente y primeros pasos de la sarta de conciertos que íbamos a vivir en dos días. ¿Hay algo más molón que hacer rock con gafas oscuras? Si encuentras las fotos, probablemente tendrás la misma respuesta en la boca que yo en la cabeza. Sonaron de puta madre, por usar algún tecnicismo y, como siempre, Monty alentó a las masas con bofetadas contra el postureo, mientras Marcos Bañó disparaba ráfagas que se quedarán para siempre y el Dave Grohl particular de la Rabia Rubia, conocido en otros lares como Rafa, vibraba como solo saben hacerlo los molones, sin apenas inmutarse. Todos somos exactamente igual que todos los demás que no quieren ser igual. Maldita sea.
Queriendo todos adoptar el dress code de La M.O.D.A., como unos aprendices del salvaje Marlon Brando, rendimos cuenta de algunas cervezas cortesía de la pulsera naranja del acreditado por obra y Gracias de la generosidad del equipo, con caras de Maricruz y Josan Serrano, unos señores con mayúsculas que se merecen una ovación por su valentía y pasión por sentirse vivos en el andén, mostrándonos a todos esa sensación de no haber perdido nuestro tren, aunque nos crujan las rodillas, queriendo quedarnos a vivir en ese instante en que la montaña rusa llega arriba. Y con esas, con esa voz de David que nos vuelve locos, comenzamos a languidecer casi con la noche y nuestra vida se transforma en una comuna de camerinos y más saludos. Mientras comienzan a sonar los alemanes de Itchy Poopzkid, la gente cena o bebe. Algunos ambas cosas. Y nosotros, en ese aura del backstage, donde se cuece el pasillo final, comenzamos a hablar del viento, del sol, de zapatos, de brillos de labios y de cuidados de la barba. Llega el Guaje Igor, gutarrista de Loquillo. Abrazos y vaciles, algunos futboleros, sin pagar el vino pero sí hablando del Sporting, como si estuviéramos en aquella bahía inestable.

Mi discreción, y fortuna, me permitió ver algo al alcance de unos pocos. Las esperas son lazos de sangre, son la capilla previa del torero, del deportista. Ese ritual, en el que el artista, de la guitarra, raqueta o balón, necesita para interiorizar, visualizar o rezar antes de salir frente al público. Ese momento lo vi, como un chiquillo travieso que observa por la cerradura, cuando Loquillo juntó en corrillo a su banda a escasos minutos de salir. Por casualidad, tras salir de un rincón oscuro a hacer aquello de pie. Parando mis pasos ante la escena y recogiéndolos hacía atrás para ver y no romper la magia del momento, no sea cosa que el Loco me de una hostia por mocoso chismoso, salga torcido a escena y me tire la primera botella que encuentre cada vez que coincida con él en el Nueve Tragos de Andrés. Afortunadamente, no fue así y la banda se marcó un gran concierto que pudimos disfrutar todos los allí asistentes, arrancando con Salud y rocanrol, terminando con Cadillac Solitario y con las lagrimas de Merche, emigrante repatriada, entre medias. Y saludando desde lejos a la banda, cruzamos el recinto porque, casi sin descanso, la perrera comenzaba a ladrar. Gran valor y mérito de Los Perros del Boogie, lanzando sus primeros acordes casi al final de los de Loquillo, recogiendo la ola y marcándose un concierto de los más espectaculares de la noche, bautismo de fuego del crossfiter new guitar Borja Gandía, que resolvió con sobrada nota nuestras ganas de rocanrol y fiebre que, claro, van de la mano los dos.
L.A. y Sexy Zebras cerraron la primera noche con una aspiración brutal de nuestras fuerzas, sustentadas únicamente por las ganas de esculpir nuestros viejos cuerpos y no pensar en el mañana que estaba por llegar, doloroso y expectante con sus dientes afilados y sedientos.

Y al segundo día, flaqueamos. A pesar de dormir casi hasta mediodía. A pesar de oír la voz del cuerpo y la sonrisa que echábamos de menos en esa cama para uno. Nadie dijo que iba a ser fácil. Tocaba vitaminarse, mineralizarse y pedir un carruaje que nos llevara al recinto, donde Miss Octubre mostraba su potente show casi a las mismas horas de sol que el día anterior Gran Quivira y con idéntico resultado en la piel de Agnes que en la de Monty. Mientras tomábamos aire, y un poco de Mala Vida, el análisis mental de lo vivido y por vivir no dejaba otra que dejarse llevar por la alegría de Muchachito, el festival de verano convertido en música. Con diversión fantástica. Con los metales despertando a cualquier muerto, que los había. Con los niños bailando. Como los hijos de Carles "El Moro", mamando este hippismo tan sano y necesario en cualquier educación que se precie, donde saltar, sudar y jugar ha de ser necesario para ser hombres y mujeres de bien. 
Y pasó por nuestros ojos Rubén Pozo, un llanero solitario que, con pasión, sabe estar a las pequeñas duras, haciendo fuerte el cuerpo para disfrutar con más ganas cuando lleguen las grandes maduras. Siempre me ha parecido un músico excepcional, desde que meneaba su guitarra con Buenas Noches Rose y que constató con Pereza. Y es un seguro de vida, un acierto seguro para cualquiera que contrate sus servicios, obteniendo, de paso, la cuota femenina de fans que ha de tener todo festival que se precie. Por mucho polvo de tierra que haya.
Polvo del que parecen alimentarse Arizona Baby, con esas barbas, esos pelos, esas gafas y ese rock que es tan casi nuestro como de ellos y que nos maridan con cualquier licor de alta graduación, carne bien tostada y partidas de cartas. Fue, durante unos breves momentos, la banda sonora perfecta a nuestras pizzas y productos locales, servidos por las maravillosas gentes de los foodtrucks que, con una sonrisa, ejercían de buenos samaritanos por un puñado de tokens.
Con Quique González, respeto eterno y manos estrechadas, llegó la magia. Con el tempo del sol casi sincronizado, se llevó la luna debajo del brazo con todas sus melodías de tipo auténtico y comprometido, mientras llamaba a Charo, preguntando todo lo preguntable, provocando sus respuestas y los trances de los y las montgorockers, ese término del que ya no nos desprenderemos aquellos que comimos polvo del recinto de La Fontana.
El golpe final fue cosa de La Pulquería, a golpe de tequila, barcas hinchables y fiesta mariachi, cabrones. Como sabiendo que ya andábamos cortos de fuerzas, inversamente proporcionales al moreno que iba luciendo Josan, de acá para allá y teniendo el temple y la muleta para satisfacer a todos, desde la más alta estrella hasta el más modesto meritorio de la barra.
Con Kitai, teniendo su momento en el escenario Rockers Gin con su rock atronador lleno de insolencia juvenil, nos centramos en pulsar otra capilla, esta vez desde el camerino de Los Zigarros, encargados de cerrar el festival. Abrazos y besos con los Tormo, dando gracias que no se quedaran con el vino y Sinatra después de la nocturnidad de Granada. Viven un gran momento, con la gira de su segundo disco y, para los morbosos, con normalidad y brindis con los miembros de Los Perros del Boogie. Algo que servidor había detectado entre el mundillo y algunos fans, pero que ambas partes afrontan con normalidad. El negocio está así montado y, como ya dije en su día, hemos ganado dos grandes bandas en Valencia. Y punto final, con llave al mar.

Con Los Zigarros si se dio todo. Era el final, el último rayo. La última opción de aquel joven en decirle a la chica del final de la penúltima fila aquello de "baila conmigo". Incluso podría decirlo en playback, Ovidi le prestaba su voz sin problema. Y luego, quien sabe, podría prenderle fuego a su pantalón. Y el público saltaba, como si de barras bravas se tratase, a ritmo de Telecaster. Y con expectación entre los compañeros de cartel por ver a estos valencianos que, está claro, ya se ha corrido la voz acerca de lo que son capaces de hacer. Y se encuentran en un excelente estado de forma. Dominando la escena, la gente, la pose, nada impostada y plenamente natural, marcando un cierre de concierto y de festival en lo arriba del todo. Aunque durante un momento me pregunté, como ellos, que demonios hago yo aquí si solo quiero estar junto a ti, lejos de tanta locura.

Esto fue, a grandes rasgos, el Montgorock. O, al menos, mi visión. Por si no te gusta, los chicos de La Gramola de Keith tienen la suya y es muy recomendable. Un evento lleno de transversalidad, (¡toma palabro!) que puso a Jávea en el mapa de la música. Actuando globalmente pero también localmente, fomentando a las bandas locales, potenciando la gestión de jóvenes voluntarios y la unión de diferentes sinergias desde el ámbito público hasta las entidades privadas. Nos guardaremos para el final la parte menos glamurosa, el trabajo previo, las acciones, el fomento del festival en Fitur, el sacar a la luz del sol el rock con la matinal sabatina de Romero, que no siempre está en garitos oscuros de, dicen, dudosa reputación. 

Llego a casa y me deshago de mis pulseras y acreditaciones. Cansado, sonriendo como un viejo, ya no puedo disimular.
No obstante lo cual, me sigue gustando el cabaret. Me sigue gustando el Montgorock.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Nosotros sí usaremos el #paellaemoji.

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Hoy, tras conseguir la aprobación por parte de Unicode que el emoji de la paella estará en su próxima actualización, un redactor de Vice escribía un artículo titulado «Vale, ya tenéis el emoji de la paella, ¿y ahora qué?» Pues es muy sencillo de explicar. O a lo mejor no es tan sencillo, visto el afán provocativo en la redacción del texto. Pero allá vamos.  

Pongámonos en situación. En estos tiempos que corren, donde la política de ahora dicen que se basa en la participación y todos vivimos en la nebulosa de los mundos de Yupi, de las confluencias y la paz y el amor, nuestra tierra, Valencia, conocida en otras latitudes como “el Levante español”, ha sufrido el azote de una serie de fantoches que, nacidos o criados en nuestra terreta, se han dedicado a saquear todo lo saqueable como si fuesen británicos en Egipto.

Y eso, quieras o no, al que es de aquí, pues le toca un poco las castañas. No vamos a ser más papistas que el Papa, pero esta tierra siempre ha sido de trabajadores, gente honrada en su gran mayoría, que no lo ha tenido fácil históricamente. Y por obra y gracia de un puñado de delincuentes ahora tenemos que aguantar cuando vamos fuera de nuestra comunidad chanzas de graciosetes -igual eres tú eres uno de ellos-, sobre lo bien que se nos da robar a los valencianos y chorradas varias. Y se abusa de la generalización. En otras autonomías son tacaños o vagos y ahora los valencianos somos corruptos, tirando de cliché. La ventaja que creemos tener nosotros es que somos los primeros que nos tomamos la gracia con gracia, si la tiene. De hecho, todos los años realizamos una purificación mental y física en una fiesta que se llama Fallas, donde nos burlamos hasta de nuestra sombra y quemamos la sátira, muchas veces mirando nuestro propio ombligo. Lo que nos toca las pelotas es si tiran a dar. Ahí si has dado en hueso. Y ya ves, mira si somos simples que, con una campaña graciosa para poner un emoji en nuestro móvil, nos damos por satisfechos. Nos demostramos, una vez más, que estamos por encima de los que nos han gobernado, de los que nos hacen sentir señalados. Y gracias a eso, a la pesadez en redes sociales y a que en La Fallera han visto una gran idea para crear una campaña fantástica, podremos usar el dibujito los domingos, cuando nos toque hacer comboi y preparar la paella, mientras en otros lares hagan cosas de modernetes de barrios gentrificados.

Es normal que no nos entiendas. Leyendo «Lo que a todos nos parecía una paella normal y más que correcta supuso una decepción tremenda para los organizadores de esta pantomima ridícula» nos das un poco de penita. No pretendemos enseñarte ahora a distinguir los distintos tipos de paella. Entre otras cosas, porque quizá no entenderías de la misa la media cuando te habláramos de paella y caldero o de tornillos y hierros. Y mucho menos de ingredientes. No pasa nada. Love of Lesbian tampoco sabían y esa ignorancia se arregla como casi todas las cosas, viajando. Así que vamos a decir que ese emoji inicial es lo que en la costa del ‘Levante español’ se llama “paella mixta” que es un esperpento creado para alimentar a turistas que, normalmente cocidos como ratas, les da igual carne que pescado. Se prepara una cosa mezclada, con un poco de todo y ya está, aberración perpetrada. Quizá estaría bien que visitases Wikipaella, que no deja de ser una buena piedra de toque para saber que es una paella y que es un ‘arroz con cosas’. Para que puedas dártelas de entendido de la gastronomía, hacerte selfies en Instagram con el filtro Valencia o, quien sabe, hacer un reportaje sobre ello. Es como si al catalán le pareciese bien que el pa amb tumaca se hiciese con tomate frito de bote y que, de alguna manera, en una campaña popular, se viese que no es el tomate natural de toda la vida de Dios. O en el caso que hubiera un emoji de la fabada, le pusieran macarrones.


No obstante, deseamos de corazón que te inviten a muchas paellas mixtas y que nunca nadie tenga a bien en convertirte en un efímero ninot de falla. Y puedes poner paella todas las veces que quieras cuando te inviten a alguna. Nosotros, desde aquí, usaremos #paellaemoji.

lunes, 9 de mayo de 2016

El verano comienza en mayo con el Montgorock.

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No recuerdo donde, leí que los jóvenes de hoy en día no quieren el calor del funcionariado como profesión para cambiar su tiempo por dinero. Que prefieren emprender. Que visto como está el percal, es casi lo mismo que echarle un par de huevos. Es de admirar esta cuestión ya que, aunque uno no deja de ser un romántico con respecto a la condición humana, hay mucho cobarde repartido a discreción. Pero no cobarde en el sentido de temeroso. Cobarde en el sentido de no ir de frente y buscarte las vueltas, haciendo todo el daño posible, si cabe. El problema de esto es que no los ves venir. Igual te aparecen con la piel de cordero en forma de zapatos de Prada de hace cuatro temporadas y chaqueta lustrosa del excesivo uso y, ante la primera sensación de pena, esta se transforma inmediatamente en asco por la calidad del personaje.
En el mundo de la música hay muchos chaquetillas de este estilo. Gente que se aprovecha del sudor ajeno para el beneficio propio sin emplear una gota de sus poros. Pero, afortunadamente, existen también otros, mayoría, que nos hacen abrazar al ser humano como aspecto genérico con la mayor de las ternuras. Porque con sus pequeñas hazañas, nos convierten un poco mejor a todos.
Supongo que esto sería lo que llevó hace cuatro años a Maricruz y Josan a sacarse de la chistera el Montgorock, un festival sin otra pretensión de sentir la vibración de la música en directo en su pueblo. Y en esas cosas, que ahora los autodenominados "nuevos políticos" denominan participación y autogestión, empezaron a mover hilos y a tener continuos dolores de cabeza para «construir una plataforma de lanzamiento que mole para la música en directo», como dice Maricruz, uno de los miembros de la organización del festival. No conozco ningún proyecto realizado desde la sinceridad del corazón que no despierte una sonrisa en quienes lo disfrutan y lo gestionan. El Nueve Tragos de Andrés Albert o el Kraken Bar de gran Pablo son solo dos ejemplos de lo que quiero decir. Y en ambos me he sentido como en casa. Porque consiguen eso, que sea tu casa.
Y la verdad, con tantos palos en las ruedas, es de agradecer que, en este mayo recién comenzado, todo aquel que se desplace a Xàbia pueda disfrutar de un cartel de lo más apetecible dentro del panorama del rock español. Este Duo Dinámico del rock ha sufrido apagones por las bravas por el conocido método del tirón de cable en la discoteca donde contrataron una de las ediciones o la vanidad política, con palabras barrocas de continente y vacuas de contenido, que les obligaron a suspender la edición del año pasado que se iba a realizar en Dènia, sin tiempo para la reacción, con el consiguiente aluvión de críticas de todo aquel que ve los toros desde la barrera y se permite el lujo de apretar muy fuerte los botones de su smartphone para mostrar su indignación, dando de manera altruista recomendaciones paternalistas adquiridas en su Master de Cuñadismo Gilipollas, con sobresaliente Cum Laude.
Sigo particularmente la evolución de este festival desde que vio la luz. Tengo un vínculo con la zona muy fuerte que me acompañará hasta el fin de los días y cada vez que me viene a la cara el salitre de El Arenal, recuerdo aquellas noches sirviendo copas y debatiendo con holandeses sobre fútbol, cervezas y mujeres a finales de los noventa. Y el nombre me parece acertadísimo. El Montgó, la roca, siempre presente en aquella zona, testigo mudo de nuestros llantos y nuestras sonrisas, de nuestras confesiones y nuestros miedos, de nuestros amores y deseos. Testigo de nuestra vida, en definitiva.
«Solo buscamos que nos gusten y que lleven todos una misma línea. Grupos de alta calidad en directo, tanto consagrados como emergentes», nos responde Maricruz cuando este impertinente hurga sobre la confección de los carteles. Y la verdad es que este año han acertado, más, de pleno. Loquillo, Quique González y Los Zigarros tienen nuevo disco recién estrenado. La M.O.D.A., Arizona Baby, L.A., Rubén Pozo y Muchachito no necesitan presentación. Los Perros del Boogie andan cocinando su próximo bombazo y el Montgó será seguro un gran banco de pruebas. Gran Quivira es uno de esos proyectos fantásticos que salen de la mente de Monty Peiró, rodeada de fantásticos virtuosos y que divide al mundo en quienes han vivido la experiencia de verles y quienes no. Y el movimiento divertido del resto de integrantes del cartel, con Miss Octubre, los alemanes Itchy Poopzkid, La Pulquería, Romero y los bestias de los Sexy Zebras nos aseguran, a priori, un fin de semana de diversión y guitarras al once. Y la apuesta por el rock patrio está fuera de toda duda. Cosa que es de agradecer en estos tiempos que nos toca vivir.
No exento de dificultades, en las que no quieren entrar en detalles, los organizadores hablan de amistades que nunca se perdieron en este camino. ¿Y dinero? La respuesta es obvia. Muchos de los asistentes a la edición de este año son invitados por la organización para compensar el agravio del año anterior, por lo que nutre de más valor cada instante que disfrutarán los asistentes al festival, con dos tipos de entradas, una general y otra buscando más la relajación, si se puede usar esta palabra en un festival de rock, supongo que dirigida a jóvenes de espíritu pero viejos de carnet, como servidor.

En última instancia, le pregunto a Maricruz si las experiencias vividas les han hecho aprender de los errores. «Es un error del que no se puede aprender puesto que entonces dejaríamos de creer en las personas», me sentencia con total aplomo.

Y no se queda nada más. Creer en las personas. Como Maricruz. Como Josan. Que con sus arrestos, nos hacen ver este mundo con una escala de colores más allá del gris y el negro. Y nos adelantan el verano a mayo, que no es el mes de la flores. Es el mes del Montgorock Xàbia Festival.

lunes, 11 de abril de 2016

Jabois ante una generación de neoyorquinos en el InCulturaFest.

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Fotografía: Raúl Riebenbauer

En la entrada que hizo Jabois para hablar de lo suyo en el InCulturaFest organizado por Verlanga lo único que se oía era el silencio. Es la manera que tenemos lo que entramos en una edad para demostrar el respeto y la admiración. Ese sonido, el silencio, es el mismo que he vivido las veces que Loquillo ha pisado el Nueve Tragos en cualquiera de las ocasiones que se ha pasado por casa de Andrés a tener su momento de relajación después de cualquier concierto en esta tierra. Es un momento casi mágico. El murmullo desaparece. De repente para ser todo silencio. Como cuando entras de sopetón en una sala y todos se callan porque están malhablando de ti. Pues esto igual, pero en bueno. En otros foros, con otras edades, los gritos y los llantos hubieran sido lo normal pero, con la edad, te haces más neoyorquino en este sentido. Porque cuentan que los habitantes de la Gran Manzana, cuando ven a alguien famoso y se mueren por hablar con él, le preguntan con indiferencia cualquier dirección del callejero, tan solo por el hecho de intercambiar palabras y, supongo, poder luego contarlo en el bistro de moda de turno.
Yo, sin ser de Nueva York ni haberlo pisado, abordé casualmente a Manuel donde buenamente pude, que no fue otro lugar que en el excusado de caballeros. No es el más idílico de los lugares, pero casi todo el mundo sabe que las cosas más interesantes y divertidas suelen suceder en los baños. En esas estábamos, él a lo suyo y yo a lo mío, cuando le pregunto de sopetón, como si de la misma manzana seis fuese «Oye, y tú, ¿de qué vas a hablar hoy?» Tan espontánea reacción, con coartada etílica si fuese a otras horas y en otros lugares, dio pie a una conversación corta pero interesante, polla en mano, sobre los hábitos de los que se sientan frente a la pantalla en soledad, bien sea de ordenador o de teléfono y que hay algunos que se sienten raros cuando los sacan de esos espacios de confort.

Después, al entrar y romper ese mismo silencio con sus palabras y, tras escuchar la presentación por parte de Rafa Rodriguez, el 25% de Verlanga, Jabo dio un sorbo a su cerveza, agarró el micro y empezó contando este encuentro en el baño tan extraordinario que se podría catalogar como fantástico, de no ser porque servidor corrobora que fue así como lo dijo él en la biblioteca de Las Naves. Y contó sus inicios, hablando poco de ese libro que vendrá. Y dijo que era lector empedernido de periódicos, con memoria fotográfica para las palabras. Y que de casta le venía al galgo, con un abuelo marinero que, al pisar tierra, era cronista local de Sanxenxo, que fue quien le chivó la vacante para escribir en el Diario de Pontevedra. Y de las crónicas serias, desde otro punto de vista. Y de las crónicas balompédicas, no tan serias y más divertidas, haciendo épica cualquier trote. Y el escribir, que es casi como vivir. Y las ganas de quedarnos con más, aunque sea con cervezas y arroz en una mesa. Pero el show debía continuar. Y cumplir el horario. Y en esas nos fuimos a seguir la ruta, siendo parte del discurso, de manera involuntaria de Jabois. Pero parte al fin y al cabo.

Ya ven, todo gracias al 100% de Verlanga, Eva, Miguel Ángel, Diego y Rafa, que se montaron esta locura tan molona que llamaron InCulturaFest.

domingo, 10 de abril de 2016

Nosotros no nos mataremos con pistolas.

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Sentía cierto cosquilleo de nerviosismo por ver la puesta en escena de Nosotros no nos mataremos con pistolas, uno de los pelotazos valencianos en lo que a obras teatrales se refiere, bien rodado y con excelente reputación. No soy muy asiduo de las butacas en general, ni de cine ni de teatro. Por estúpida pereza, he de decir. De hecho, muchas veces considero más interesante el esqueleto de la escena y deambular entre bambalinas, con sus hombros, sus nudos corredizos y su sistema de manejo de contrapesos adaptado de la navegación que la propia escena. Pero en este caso no había excusa posible. Podía ir a pie cubriendo un ligero trayecto o bailando, mientras salto de baldosa en baldosa. E iba con ganas. Con muchas. Tantas que me daba miedo. ¿Y si no cubre mis expectativas? ¿Y si estoy predispuesto a un atracón teatral y salgo como si hubiera salido de un mal restaurante minimalista? Pues esas expectativas se cubrieron. Vaya que si lo hicieron. Son cerca de dos horas de libreto, con un trabajo por parte de los actores que solo se puede catalogar como excelente. Y probablemente esta sea una de las más tardías escrituras con respecto a esta premiada obra, pero es una manera como cualquier otra de expresar agradecimiento. Como estrecharle la mano a Román, uno de los actores, al acabar y felicitarlo sinceramente. O ser el único que, en pie, aplaudió al finalizar la función. Desde detrás. Sin provocar levantamientos de culo solidarios que taparan diferentes criterios. Sinceridad. Y emoción. Nada más.

Nosotros no somos Friends. Nuestra generación está perfectamente reflejada aquí. Con sus alegrías y sus miserias. No acabadas de mostrar del todo. O sí las alegrías, magnificadas como un movimiento de parchís. Matando una y contando veinte, mientras las miserias se esconden en palabras vacías de falsa satisfacción. Y todos dibujados por estos cinco protagonistas, más el recuerdo de una sexta, ausente en escena, pero nexo de unión, o motivo de ruptura, entre ellos. Una cama redonda, más de sentimientos que de sexo. Aunque sexo hay, pero no quizá el que esperas. Y no en escena, más allá de los besos y algún magreo propio de nosotros. Aquellos que nacimos para hacer de todo y que caímos como casi todos. Solidarios con los de lejos, pero incapaces con el amigo. Y dentro de un entorno de fiesta de pueblo, la Virgen del Carmen en cualquier lugar indeterminado. Pero que podría ser cualquier otra fecha, como Santa Ana en Albal o Sant Pere en Les Barraques. Amparito Roca nunca sonó tan tétrica ni provocó tanto escalofrío.

Y drogas. Y risas. Y llantos. Y la vida que llega. Y la vida que se fue. Y volver a casa porque se acabó el amor en el extranjero. Y no saber como decirte que voy armado con palabras, pero nunca quise herirte. Que me gusta cuando llegas, aunque tenga que esperarte, que es lo que canta Tortel para ellos. Y para nosotros. Y que es un resumen maravilloso.

Y que tienen que verla. Por supuesto. Porque hay que vivir con los demonios de uno. Pero vivir. Sin suicidarse, pero vivir.

Porque nos han calado. Y ahora ya no hay vuelta atrás.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Ella.

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Ella apareció en la penumbra del amanecer, en un cruce de caminos cualquiera de un miércoles cualquiera. Ante una pared cualquiera pintada de un color cualquiera. Pero desde ese entonces dejó de ser una cualquiera para mí. Es imposible que no te deje huella en alguna de las facetas en la que te la puedas encontrar a lo largo de tu vida: como amiga, como paciente, como empleada, como hija, como madre o como hermana. Y, por supuesto, como amante te deja una muesca en el revolver de la que no sabes si algún día la vas a poder remontar.

Fue como una película de los noventa. De la generación X, que sonaba a grunge y vestía pantalones rotos como desordorante marginal. Crudo, salvaje y no necesariamente con final feliz, como así fue. Ya nadie compra el "...y comieron perdices.", pero nunca hay que dejar cerrada la puerta del todo. Quien sabe, quizá la hambruna obligue a los protagonistas de nuestro biopic a cambiar el 'Never, never, never' por aquel canturreado 'Quizás, quizás, quizás'. Pero hoy es tan poco probable como que el invierno se congele. Eso era lo que decía Don Henley de The Eagles cuando les preguntaban por la ruptura de la banda y catorce años después sacaron un disco llamado así, llenándose los dedos de billetes. Cosas peores se han visto, mira los Guns...

Nuestra banda sonora fue una copla desgarrada, un quejío de flamenco, un dolor en diferido provocado por el que se lanza sin medida a pesar de saber que la resaca va a hacerle daño. Pero eso sería mañana. En aquel hoy nos lanzamos a morder la manzana a plena mandíbula, con tal fuerza que chorrea el jugo por la comisura de los labios y tenemos que sacar la lengua con indisimulada lujuria para que no nos caiga ninguna de las gotas por la cara. Y vivir la vida como hay que vivirla, fuerte. Fuerte al reír, fuerte al llorar, fuerte al gritar, fuerte al comer, (muy) fuerte al beber y fuerte al follar.

Nuestra historia se escribió a trazos, como los mapas que esbozábamos con el dedo pasando por cada una de las pecas de nuestros cuerpos, sabiendo a ciegas la ruta que nos hacía llegar al jugoso puerto. Y usar su espalda de pupitre para esas escrituras sin lápiz, solo con el recuerdo de las palabras filtradas, esas que se hacen fuertes en la memoria y que no las arrancan ni la más potente de las drogas.

En una guerra no hay bando ganador, siempre pierden los dos. Las bajas se amontonan en ambos lados de la trinchera y la vida nunca vuelve a ser igual para quien vuelve del frente. Una herida que se ve desde fuera, un dolor que te consume por dentro. Un terremoto silencioso, sufrido de entrañas hacía adentro, del que no quieres mostrar ni la más mínima arista de ello.

Un amor decimonónico, con artistas involuntarios de este vodevil, casi muerto al llegar y que solo podría subsistir en un mundo de teléfonos fijos y charlas en los bares como ejemplo de sociabilidad. Una pieza de technicolor dentro de un argumento en blanco y negro, donde antes del rótulo de 'FIN' se congela la imagen de ella, medio girada de espaldas, sonriendo porque le has dicho algo tan simple como «Odio cuando te marchas, pero me encanta ver como te vas».

Y se va. A otro calor, a otro leña. Y te quedas con eso. Con las letras, con las copas y con todo lo que mereció la pena. Que, a pesar de todo, fue eso.

Todo.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Marc y todos los niños del mundo.

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Esto va a ser para ti. Pero podría ser para otros muchos. Aquellos que vinieron un poquito torcidos. Con complicaciones, que dicen los expertos. Probablemente ahora estés pensando que narices es todo esto y que fresquito hace. Justo hace un rato andabas bien calentito, con la luz adecuada para escuchar a Chet Baker y ahora te tocan manos frías y vas de acá para allá como un balón del Seis Naciones.
Tranquilo, es cuestión de tiempo. Todo volverá a la normalidad en breve. No a aquella penumbra calentita, porque ahora estás en un sitio donde el pasado nunca vuelve. Es más, ese pasado se convierte a veces, cuando lo recuerdas, en doloroso y cabrón. Pero de eso ya te indicarán tus padres, que van a ser los mejores del mundo. Por dos motivos: han entrenado con tu hermana y porque son de puta madre. Son de los que se comen la vida a bocados sin perder la sonrisa. Luchadores, fajadores y de los que se levantan con más fuerza cada vez que se caen. Tu madre no ha estado comiendo pastas y bebiendo té en estos meses, precisamente. Y tu padre lleva jugando su propia final de Champions contra la vida, convirtiéndose en un virtuoso del regate. Ya ves, él que, cuando jugaba, daba más patadas a las espinillas que a la pelota. Y estoy seguro que va a levantar la orejona. Que será de todos. Un poco. Hasta para los que nos mareamos cuando vemos heridas.

Has tenido suerte, quería decirte. Porque este principio te va a forjar el carácter. Te lo digo ya. Las cosas fáciles no molan, que no te engañen. El dinero, las mujeres y los amigos serán los que tengan que ser y si vienen fáciles, es que algo no estarás haciendo bien. Pero no te preocupes. Estaremos sin que nos veas cerca de ti para explicarte todas estas cosas. Dice un proverbio africano que para educar a un niño hace falta la tribu entera. Seremos tu tribu. Y si las cosas vienen mal dadas, aquí estaremos.

Y desde ya veremos las cosas del mundo con otros ojos, porque conforme lo hagamos será tu herencia. Nos caerá la lagrima -por dentro o por fuera-, cuando veamos en las noticias a los niños refugiados. Sucios de barro, pero no de jugar. Y daremos las gracias a Dios, a Buda o a las Siete Bolas del Dragón por no ser tú el de la pantalla. Y te diremos que a las niñas hay que besarlas si ellas quieren, que al Valencia se le siente y se le sufre y que pegar a otro por ser diferente es de ser mala persona, por no decir cosas más fuertes. Y te enseñaremos que el reggaeton es basura, que la música de verdad es otra cosa. Y a comer verduras y fruta. Y a decirte frases que nos decían a nosotros nuestros padres que, cuando las digamos, nos convertirán automáticamente en señores mayores.
Pero todo eso ya llegará. Ahora duerme, llora y mama. Ya te darás cuenta porqué.

Bienvenido, luchador.

lunes, 15 de febrero de 2016

Mantel y tacón. Monty Peiró.

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Si hubiera que monitorizar y cuantificar en el tiempo cuanto se ha dilatado este encuentro, podríamos hacer como el del chiste. "Cartones, tío, cartones". La infinidad de cosas que han sucedido desde que uno descuelga el teléfono por primera vez hasta hoy, cuando me encuentro sentado frente a ella en el lugar que ha elegido para comer, darían para una comida, una merienda o lo que haga falta en la mesa, aunque sea comer pipas y kikos. Y no solo por parte de ella, ya que servidor también tiene su cuota de culpa. 
El lugar elegido por nuestra entrevistada es "El deslunao de Ruzafa" un lugar con vistas al mercado del barrio hipster por excelencia. Mientras Jose Ondoño autor de las fotos que ilustran esta entrevista, dispara sin piedad con su cámara, observamos las particularidades de un coqueto lugar concienciado y partícipe con las expresiones artísticas locales, realizando en el patio inferior obras de microteatro y algún concierto en acústico, burlando a la encorsetada ley, supuestamente. Damos buena cuenta de un par de hamburguesas estupendas, con sus patatas en salsa y, cuando nos llegan los cafés, comenzamos a hablar de todo lo que nos viene a la cabeza con Monty Peiró, segunda invitada a este «Mantel y tacón».

¿Serías capaz de sintetizar en lo máximo posible quién es Monty Peiró?

(Ríe) No voy a hablar en tercera persona. Te lo digo ya. (Ríe, y comienza a hablar imitando voz repelente: Monty Peiró...) Por sintetizar al máximo, alguien que intenta pasárselo bien y hacer lo que le gusta. Intento aprender y voy un poco sobre la marcha, improvisando. Soy licenciada en Psicología, trabajo como mediadora intercultural y además, canto, toco la guitarra, escribo y me voy inventando otras cosas como escribir cómics, hacer obras de teatro… lo que sea. Intento crear cosas que me gusten. Lo que debería ser lo normal.

¿Eras de pequeña lo que ahora se conoce como "hiperactiva" y antes era solamente "nervioseta"?

Sí, sí, total. Con lo que sé ahora de hiperactividad y por lo que he estudiado, estoy convencida que me hubieran diagnosticado hiperactividad. También tenía un poco de déficit de atención, que todavía lo arrastro, pero ya lo he aprendido a manejar. Sí, seguro que me hubieran medicado muchísimo. Era bastante pesaeta.

¿Cómo se produce el tomar el camino de la música rock? ¿Hubo algún "melocotonazo" o fue una serie de acontecimientos puntuales?

Yo tengo cuatro hermanos mayores. Dos de mis hermanas estaban escuchando REM y trajeron a casa el Out of time en vinilo y The Miracle de Queen. Como teníamos el tocadiscos en casa y me atraía la música pero no teníamos muchos discos, cuando trajeron esos los puse y el Out of time me flipó. Luego, con el The Miracle de Queen empecé a investigar un poco más. El novio de mi hermana me consiguió Under a blood red sky de U2 en cassette y el The queen is dead de The Smiths. Y a partir de ahí me empecé a interesar mucho. Luego descubrí a Héroes del Silencio, de los que fui muy, muy, muy fan, de las de forrarme las carpetas. Te hablo de una época en la que no era fácil, yo vivía en un pueblo en el que no había tiendas de discos y era muy pequeña como para poder ir a Valencia a comprarlos y todo funcionaba en plan pedir favores para conseguir música. También buscaba en la radio canciones, pero fue complicado, hasta que tuve 16 años y ya podía ir a la Pirámide Musical. Tampoco había Internet. La cosa era «Quiero más de esto pero no sé cómo conseguir».
Costó, costó, pero era algo muy guay porque cada vez que conseguía un disco era una fiesta, una victoria y podría estar escuchando el mismo disco semanas enteras.
Después conocí a un chico de mi pueblo que tocaba la guitarra con el que hice mi primer grupo y su padre tenía mucha música y fue el que nos enseñó prácticamente todo.

¿Cuáles son tus discos favoritos? ¿Con qué discos iniciarías a un profano en el mundo del rock and roll?

Es complicado, porque los discos por donde empecé y que han sido claves no se parecen mucho a lo que he escuchado después. He intentado escuchar casi toda la historia del rock. Yo tengo mis gustos, que van hacia el hard rock, hacia la parte un poco más dura, pero he intentado escuchar toda la historia del rock. Me refiero, desde lo más clásico, Elvis, Jerry Lee Lewis, la parte soul de la Motown, que también me interesa mucho, hasta el metal más extremo, porque la música rock me interesa además desde un punto de vista antropológico.
¿Discos favoritos? Evidentemente, Out of time fue un disco clave, fue con el que empezó todo. Apetitte For Destruction, de Guns n'Roses, fue el que me dijo «Ok, esta es mi mierda. Por aquí tiro». Tengo un montón de discos claves. A Night at The Opera, de Queen, porque me cambió todos los puntos de vista, demostrando que vale todo en el rock. Y más recientemente, el primer disco de Vintage Trouble me parece acojonante, me despierta la sensación que todavía se pueden hacer buenos discos y quedan cosas por inventar. Aunque también considero un disco súper importante para mí La leyenda del tiempo de Camarón, me flipa Camarón. Me encanta ese momento en el que rompe y en el que deja claro que podemos fusionar el rock con nuestro propio folklore, con nuestra propia música folk. Me gusta mucho, también me gustan mucho otros discos de flamenco rock, como El Patio de Triana, por ejemplo. Pero, hostia, me jode tener que elegir cinco discos favoritos, porque tengo un montón.

¿Has empezado a stalkear a Axl y Slash para hacer esa colaboración con GNR ahora que se han vuelto a juntar?

No me apetece nada la reunión de los Guns, no me apetece nada.

Yo tengo la sensación que vamos a ver a una señora cantando.

Es que yo ya vi a una señora cantando. Hace tres o cuatro años vi en Benicassim, en el Costa de Fuego, a Guns n'Roses, que en realidad es el grupo-orquesta de Axl Rose y para mí fue terrible. Hay grupos grandes que no he visto porque no he querido verlos por cosas como esa. Yo a los Rolling Stones no los he visto nunca. Lo tengo pendiente y no los he visto nunca generalmente por temas de pasta o por las fechas. Pero no sé si me gustaría verlos. Bueno, en realidad sí me gustaría, pero hay cosas que creo que si no las has visto en el momento… No sé. Ok, lo acepto, no estuve allí. Vale, me jodo. También vi a Kiss hace unos años, pero el caso de Kiss es distinto, porque como casi funcionan como una franquicia…
Por ejemplo, sí me gustó mucho cuando vi a Foo Fighters en su momento, en su anterior gira y eso es lo que más me gusta, cuando veo a un grupo en el momento en el que hay que verlo. Lo de Guns n'Roses... Es que además Axl canta muy mal ahora. 

Es que ver a los Stones en su momento no hubiéramos llegado nosotros. Era verlos mínimo en el 82 y en el 82...

Ya, yo nací en el 81. Por eso, casi prefiero aceptar que no pude estar allí y ya está. Tampoco me gustan los conciertos en estadios. He ido y seguiré yendo, imagino, porque a veces me apetece ir pero no es la manera en la que me gusta ver música en directo.

Yo el otro día vi el de Hyde Park de 2014 de los Stones, cuando hacía no se cuantos años que tocaron allí, y casi por ver la sonrisa burlona del viejo Richards vale la pena. Pero opino como tú, hay que verlos cuando toca.

Hay que verlos cuando toca. A ver, si puedo iré, pero tampoco voy a esforzarme a saco. Si coincide la fecha, tengo la pasta y tal, iré. Pero tampoco voy a mover cielo y tierra para ver a los Stones en 2016.
Mira, uno de los conciertos que más me he disfrutado en mi vida fue uno de Eric Sardinas, un guitarrista de blues rock que me flipa y lo pude ver en el Black Note cuando no era muy conocido, junto a unas 70 personas. Lo vi en primera fila y lo que sentí al estar viendo a un tío en su jodido mejor momento es increíble, el momento en que es la hostia de bueno y lo sabe y lo está dando todo para demostrarle al mundo que es la hostia y está pidiendo que por favor le den una oportunidad. Tocó flipante y tocó aquí, en mi puta cara y me cayó su sudor en la cara. Para mí eso vale mil millones de veces más que ver un concierto en un estadio, en una pantalla, a tomar por culo. Me gusta más la música así, pero está claro que hay gente que es tan grande que o la ves en un estadio o no la ves. Pero bueno, los conciertos que me han cambiado la vida no han sido en grandes estadios.


¿Tienes termómetro para saber cuando un grupo te gusta o no te gusta? ¿Necesitas dos minutos, dos discos, veinte escuchas? ¿Cuánto necesitas para saber si un grupo te va a gustar o no?

Hostia, qué pregunta. Pues no me lo he planteado nunca. Hay grupos que no me gustan de entrada porque hay sonidos que no me gustan. Hay maneras de sonar demasiado pulidas o demasiado producidas que no me gustan. Y hay voces que no me gustan nada. Supongo que eso nos pasa un poco a todos con las voces. Hay voces con las que, por lo que sea, no conectas. Incluso pueden ser cantantes buenísimos. Pero no, no tengo un termómetro.

¿En qué andas metida que se pueda contar, aparte de Gran Quivira? Porque te imagino como una malabarista con mil proyectos.

Con Gran Quivira tengo el grupo que quiero tener porque es el grupo con el que hago mi música. Vamos a una marcha un poco lenta, por decisión propia. Vamos tranquilamente, disfrutándolo mucho. Luego tengo Femme Fractal, el grupo de versiones con Isabel y con Marta y de momento con esas dos cosas voy bien. Sí me gustaría montarme un grupo más extremo, un grupo mas de cantar un poco más bestia y con música un poco más dura. Pero no tengo tiempo, tendría que planteármelo mucho, a ver qué quito, cuántas horas dejo de dormir, porque ya no me da para más.

Hay una cosa que me fascina y es la cantidad de proyectos e ideas que salen de tu cabeza. ¿Cuál es el proceso, si es que lo hay? ¿Por qué decides hacer Gran Quivira? ¿Por qué decides hacer Fallaz?

No lo sé. Depende. Yo tengo un problema, o como lo quieras llamar, que es que, normalmente, cuando se me ocurre algo, lo tengo que hacer. La idea esta de los zombis falleros no recuerdo ahora el momento exacto, pero tenía un debate con mi amigo Jorge Molina acerca de la conexión zombi con las fallas y de repente sale lo de «podríamos hacer un cómic», Y ya está, lo tengo que hacer. Busqué un dibujante y lo hice. Costó muchos años, costó tiempo, porque no sabíamos muy bien cómo hacerlo, aprendimos un montón por el camino y, en ese caso, ese proyecto surgió de 'tengo una idea y la quiero hacer', porque eso me gusta mucho, me estimula mucho la idea de aprender algo por el camino. Me gusta mucho empezar cosas que no sé hacer y aprender por el camino. Y con la música, con Gran Quivira tenía un mogollón de canciones que hacía en casa y cuando di con los músicos, que fue en un concierto de The Delta Saints, que los teloneaban Red Buffalo, empecé a plantearme montar una banda. Cuando vi al bajista y al guitarrista de Red Buffalo, supe que quería tocar con ellos. Eran jóvenes, sonaban muy bien y tocaban muy bien.
Y con Femme Fractal… pues quedo con dos amigas que son músicos y empezamos a fantasear con tener un grupo y la idea inicial que era tocar con tres instrumentos...
No sé muy bien en qué punto se nos fue de las manos, porque es una locura. Tocamos piano, melódica, cello, guitarra acústica, guitarra eléctrica, guitarra española, bajo, tres ukeleles, acordeón, percusiones varias y un montón de instrumentos de juguete… Las cosas van surgiendo, normalmente voy haciendo cosas en casa, tengo una idea y el resto suele llegar de alguna manera. 

¿Qué te saca de quicio, hablando de esto de la música?

Bastantes cosas, la verdad. Me saca de quicio que la gente no sea salvaje.

¿Qué la gente no sea salvaje?

Me refiero…Me  saca mucho de quicio cuando veo gente que toca o canta muy bien, pero están demasiado pendientes de cantar y tocar bien y están privando a su público de la parte por la que la gente va a ver música en directo y no se pone un disco, que es ver a esa persona sintiendo en directo lo que es capaz de tocar. No me vale solo con que toques, además quiero que transmitas algo que no me puedes transmitir en un disco. Porque en un disco yo no estoy delante, tú grábalo lo mejor que puedas que luego lo escucharé en mi casa y ya pondré yo mi parte, lo que falta en un disco, que es el público. Pero si voy a un directo, quiero algo más. Quiero algo más que tocar y ya está. Y eso me saca de quicio porque veo gente que podría darlo todo, ser capaz de transmitir más cosas y no lo hacen, por vergüenza, o yo que sé. No es sacarme de quicio en plan odio extremo, pero no me gusta.
Y luego me saca de quicio Melendi, como a todo el mundo. Me saca de quicio Pereza. Me saca de quicio David Bustamante. Me saca de quicio Malú, que está a todas horas en la tele. Malú me saca bastante de quicio.

¿Y fuera de la música?

Pues casi todo. Casi todo lo que no sea Star Wars, Batman y mi gato. Bueno, Star Wars también me saca bastante de quicio últimamente.

Supongo que lo dices por la última película de la saga. Que no he visto y de momento, no me han destripado. He sobrevivido a los spoilers.

Si te has mantenido sin spoilers tiene mérito, la verdad es que es complicado.

Temas. Creación de canciones. ¿Cómo escribes? Tengo especial interés en el proceso de creación de los temas. ¿Cuál es el proceso para hacer las letras, por ejemplo? 

No tengo un método claro. Lo he hecho de muchas maneras. A veces tengo una letra e intento cantarla sobre unos acordes de guitarra, pero eso no me suele funcionar. Me suele funcionar más cuando lo hago más o menos a la vez, o sea, toco unos acordes que me gustan, empiezo a tararear una melodía que me gusta y sobre la marcha empiezo a meter algunas palabras, alguna frase que tengo en la cabeza o algo que me mola y luego cambio  o termino la letra teniendo un poco el camino marcado de la melodía. Ahora estoy intentando escribir improvisando directamente las letras. Cojo una guitarra, intento no pensar en nada e improviso. Estoy un cuarto de hora, luego lo escucho y me quiero morir, porque la mayoría es una basura. Pero alguna cosa rescato. A veces tengo un riff de guitarra que me gusta e intento encajar una letra que tengo, a lo mejor de hace años o al revés, tengo una melodía de voz y le busco un acompañamiento de guitarra. No tengo un método claro, pero me cuesta, no es algo que me salga fácil. Me cuesta muchas horas y muchos intentos, aunque también es lo que más me gusta.

Tú has escrito y cantado en castellano e inglés. ¿Has pensado en componer algún tema en valenciano, que es tu lengua materna o en otra lengua? ¿Con qué idioma te quedas?

Sí, sí, si mi lengua materna es el valenciano. Si vols comencem a parlar en valencià, pero ahora me costaría contigo, porque siempre hemos hablado en castellano. No, la movida es que la música que siempre he escuchado, el rock, lo he escuchado en inglés y castellano. Ahora empiezo a escuchar música rock en valenciano. Me gustan bastante Tardor y me gusta El Trineu Tanoka. Pero no he escuchado mucho rock en valenciano, entonces como que me cuesta. Ya me cuesta en castellano, porque el inglés como que tiene el campo semántico más acorde al rock, hay cosas que en castellano no funcionan.

¿Más musicalidad, quizá?

No creo que tenga más musicalidad. Para la música que hacemos, el rock, tiene un montón de palabras, de frases, de estructuras que están en pensadas en inglés. Y al traducirlas al castellano no funcionan. El «¡Oh, nena!» no funciona. El castellano ha creado su propia lírica para el rock pero todavía no hay tanto arraigo. Cuesta más. En valenciano no sabría hacerlo.

¿Crees que Valencia está viva, como dicen en Verlanga, en cuanto a música y expresiones artísticas se refiere?

Sí, para mí sí. Me gusta mucho la escena que hay en esta ciudad, tanto de la música como en muchas otras áreas artísticas. A mí me encanta. Me resulta suficiente la escena valenciana para colmar mis ansias. Las visitas de  grupos extranjeros o de otras partes de España, también me gustan, claro, pero la mayoría de las veces que voy a conciertos de aquí no siento que lo que se hace aquí no sea suficiente. Para mí hay mucho y muy bueno. 


El otro día leí que el reggaeton se sitúa como el más escuchado en España en Spotify en 2015, por delante del Pop y el Rock indie (sic). ¿Podemos ser optimistas con lo que viene detrás? 

No sé, aunque el reggaeton personalmente me aberra, porque además me pilla totalmente fuera de mi generación. Pero cuando yo tenía catorce años, todas mis amigas en el pueblo escuchaban el Caribe Mix que era una mierda similar. Era una cosa horrible. Yo lo recuerdo como una autentica pesadilla. Siempre ha sido así. Desde que yo recuerdo, siempre ha habido una música masiva que da mucho asco que es la que ha escuchado toda la gente y luego está el pop y el rock. Tampoco sé que significa exactamente el rock indie, pero sospecho que no me va a gustar.

Supongo que rock indie serán esos que cantan mirándose al ombligo, sin transmitir nada, entiendo.

Oye, en estos meses, ¿cuántas veces te han preguntado sobre el machismo?

Siempre, constantemente. Pero me parece bien que se hable de este tema. Me preguntan un montón de veces porque yo también he expresado muchas veces mi opinión, y no la expreso todo lo que me gustaría porque cada vez que lo hago me caen palos en Internet y no es un tema que yo lleve bien. Me gusta hablar y me gusta contar mi experiencia porque creo que es válida y nos podría servir. Ha habido pocas mujeres en el rock en España, aunque las hay, ¿eh? y todas queremos hablar de este tema, porque hemos vivido ciertas cosas, pero  parece que a la gente le moleste que lo cuentes porque parece que a la gente le moleste saber que eso existe. Yo he llegado a leer opiniones sobre algunos artículos en los que hablaba de esto de gente diciendo, hombres diciendo, 'Eso es mentira, no hay machismo'. Pretenden negar lo que yo he vivido, algo que es tan empírico como que lo he vivido yo. Entonces es un tema delicado. Me fuerzo a hablar del tema porque creo que tengo la obligación de hablar del tema, pero no te creas que me gusta. No me gusta porque a mí me gusta vivir tranquila y que me dejen en paz y cuando hablo de este tema siempre acabo leyendo algo desagradable que dicen sobre mí. Gente que insinúa que tienes lo que te mereces, que si dicen de eso de ti es porque algo habrás hecho... Y es desagradable. La última vez, salió un artículo que tuvo bastante revuelo, que creo que fue uno de los más leídos en la historia de Valencia Plaza, escrito por Jorge Salas, joder, tuve que leer un montón de mierda. Estuve una semana durmiendo mal. Porque me afecta, porque no he aprendido a que no me afecte. Insisto, me gusta bastante que me dejen en paz. Intento no meterme con nadie y hacer mi vida. Me gusta recibir lo mismo y con esas cosas no te dejan en paz y es molesto. 

¿Has llorado mucho por el rock?

Sí, sí, sí. Muchísimo. Bueno, he llorado mucho por bien y por mal. Pero sí, claro. La primera vez que lloré fue... Bueno no, (ríe) la primera vez que lloré fue porque me compré mi primer micrófono después de ahorrar durante seis meses y lo rompí el día que lo compré, que fue una lección bastante guapa del rock. La primera en la frente, esto no va a ser barato ni fácil. Pero la primera vez que leí una crítica de mi grupo lloré muchísimo delante de la pantalla. Una crítica no, una opinión en un foro. Alguien que decía que éramos un producto de marketing.
Hablamos sacado una maqueta, la habíamos publicado y subido a Internet y alguien decía que éramos un grupo de marketing, que éramos unas zorras, porque creo que se nos veía el ombligo a alguna en la foto y que estábamos ahí por nuestro físico y que si fuéramos tíos no estaríamos ahí. Evidentemente, no estábamos en ningún sitio. Acabábamos de subir nuestra primera maqueta a Internet. Y lloré muchísimo. Era bastante inocente hasta ese momento y no pensaba que el simple hecho de subir unas canciones a Internet, como hacía todo el mundo, iba a provocar que la gente me insultara y, sobre todo, que dijeran cosas que eran mentira. ¿Cómo que un producto de marketing? ¿Por qué dicen eso? Es que no tiene ningún sentido. Éramos un grupo de rock como cualquier otro que ha empezado en un local de ensayo, que ha comprado sus instrumentos ahorrando mucho, ha compuesto sus canciones, ha grabado una maqueta, ¿y te acusan de ser un producto de marketing cuando no tienes nada, no teníamos ni sello discográfico? No teníamos nada. Sí, he llorado bastante.  

Hablas de Internet, de foros, y con respecto a eso, una pregunta que es un alarde de originalidad, así que no me la tengas en cuenta. ¿Qué papel o nivel de importancia tienen las redes sociales en todos los proyectos artísticos que realizas?  

Pues tienen importancia en cuanto que me sirven y me resultan útiles para comunicar cosas, para anunciar conciertos, pero cada día intento que tengan menos peso en mi vida. Porque ya te digo, cuando era más pequeña, coincidió que Sweet Little Sister empezamos a estar por ahí también con el principio de todo esto de los foros. Internet llevaba unos años pero era el principio, todo el mundo empezaba a tener en su casa acceso a una tarifa y casi todo el mundo tenía acceso ya en su casa.
Entonces creo que pagamos un poco el pato, se juntaron muchos factores y para mí fue doloroso… Fueron muchas cosas que tuve que leer y mucha mierda que tuve que aguantar y eso me ha marcado y me ha dejado ciertas secuelas. No es que importe tanto lo que la gente diga porque que la gente opine que canto o toco mal me la suda, pero me resulta doloroso ver que hay  gente que no conoces que se puede molestar en insultarte, en opinar de ti, en plan «Esta es una antipática» o «Esta es una flipada», o «Esta qué coño se cree». Hostia, no lo entiendo y como no lo entiendo me resulta doloroso, pero creo que las redes son importantes. Las  utilizo bastante, me resultan muy útiles y hay cosas que me gustan mucho. Me río mucho gracias a Twitter y me gusta subir fotos de mi gato a Instagram... Me gustan pero intento que no tengan mucho peso. Sigo luchando para que me importe menos cada vez.



¿Crees que, con el exceso de información con Internet, cada vez leemos menos narraciones porque dedicamos el tiempo a lecturas más banales? 
Sí, no sé qué hace el resto de la gente, pero yo sí. Me he dado cuenta que leo menos porque leo muchas chorradas. Sí, sí, de hecho es algo que quiero cambiar. Me he dado cuenta que leo menos porque dedico más tiempo a leer hilos de Facebook y la verdad es que preferiría hacerlo menos, me gustaría cambiar eso. A mí por lo menos si me ha afectado.

¿Qué libro está esperando en tu mesita de noche?
Estoy leyendo A sangre fría, de Truman Capote. Me lo dejó David, de Los Perros del Boogie y estoy a ver si lo termino.

Con toda la que está cayendo, que parece que por el bombardeo continuo de información que comentábamos antes, es más que nunca, ¿es necesario hacer rock como manera de protesta o piensas que ese cliché ha desaparecido y se ha convertido en un producto de consumo más, aunque con un mercado más reducido o digamos, elitista?

No, no, hay que hacer rock porque va muy bien para la salud mental. Creo que todo el mundo debería tocar en un grupo de rock. A partir de ahí, creo que cada uno tiene que encontrar su manera. Hay gente a la que le funciona muy bien protestar: lo que odio lo canto, lo grito. A mí me funciona muy bien el canalizarlo un poco al revés, a ver, tengo un sentimiento de odio, de ira, de cabreo o de mala hostia por algo y  lo intento transformar en una canción divertida, con Sweet Little Sister hacía eso. En esa época escribíamos canciones de rock sobre fiestas, sobre cosas bastante banales, pero yo estaba pasando una época con veintipico en la que no tenía un puto duro, estaba terminando una carrera, no tenía muchas perspectivas de futuro y tenía que buscarme la vida como podía. No es que lo estuviera pasando excesivamente siempre bien, pero hacía como una transformación en plan «Ok, tengo mala hostia, tengo el sentimiento, voy a transformarlo. Voy a convertir el sentimiento de odio en una canción súper festiva». A día de hoy no hago siempre eso porque hago otro tipo de música y también uso otros métodos. Pero a mí me suele funcionar eso, el convertir la mala hostia y utilizarla como vehículo para contar algo, aunque respeto mucho a la gente que hace rock como protesta y creo que es súper importante que haya gente que lo siga haciendo, pero creo que el rock o el punk-rock o incluso el heavy metal, lo bueno que tiene es que hay muchas maneras de hacerlo y cada uno puede encontrar su guía. No creo que para todo el mundo sirva lo mismo, pero desde luego es muy guay para sacar la mala hostia y sacarla en estos tiempos que la cosa está bastante jodida.

¿Se folla más al bajar del escenario?

Pues no lo sé, porque he estado siempre encima de un escenario, desde muy jovencilla. Pero yo creo que depende. Creo que te puede ayudar a ligar, porque te ponen un foco en la cara con lo cual vas a estar más visible, pero no lo sé. Yo siempre, desde que tengo 15 años he estado en grupos, no sé cómo es el otro lado.

Volviendo  a lo que hablábamos antes de las orquestas y demás ¿Cómo es la España de las verbenas? ¿Es el último reducto de la denominada 'España profunda'? ¿Tenemos que acabar con ellas?

A mí la verbena, a pesar de que la he sufrido en lo más negativo y la he disfrutado en lo más positivo, me parece que es una de las pocas cosas que unen a las dos Españas. Las fiestas de tu pueblo y ponerte ciego durante tres días bailando lo más casposo y coreando el rock para gente que no le gusta el rock, el Dolores se llamaba Lola o Vicio y tal creo que es un ejercicio de hermanamiento que tiene mucho que ver con que este país no termine de explotar. De verdad ¿eh? He estado diez años currando en orquestas y creo que da para un estudio. Creo que todo el mundo, los rockeros, los pijos, los reggetoneros, casi todo el mundo que conozco, tiene  un sentimiento muy romántico hacia su pueblo y las fiestas del pueblo y creo que bailar abrazado al concejal de tu pueblo, a tu primo, al que no soportas y tal, la ultima casposidad de David Bisbal tiene un efecto balsámico en este país, de verdad.

Me gusta la imagen de bailar abrazado con el concejal.

Pero es así, te pones el forro polar verde, el pañuelo en la cabeza y durante las cuatro horas que dura la orquesta  (que podría durar tres, porque vaya tela), todo está bien. Creo que, de verdad a todo el mundo le gustan las fiestas del pueblo, es como una cosa hortera, kitsch, que creo que se está revalorizando, que no pierde. Podríamos pensar que es algo que se va a agotar con el paso de tiempo, que va a quedar desfasado, pero creo que ni de coña.


Desde fuera, como un satélite de esto, detecto en general un buen ambiente entre las bandas locales. ¿Eso es así de verdad o hay guitarrazos en la cabeza y celos?

A ver, Hay de todo, evidentemente. Claro. Hay envidias, hay malos rollos y tal. Pero no creo que sea la tónica general. No sé yo, yo a veces oigo a gente hablar del tema, a otros músicos que sí que lo ven como mucho más negativo, hablan mucho de la falsedad y tal. Mi visión es distinta. Yo he tenido algunas experiencias con gente que  tiene muy buen rollo contigo y luego te enteras que te están poniendo a caldo por detrás, porque además, siempre te enteras. Toda esa mierda existe pero, para mí, lo que más existe es buen rollo, hermandad y ganas de ayudar. Lo primero porque creo que es un síntoma de inteligencia, es decir, creo que en una escena unida tendremos más posibilidades todos que en una escena competitiva con puñaladas y tal. La mayoría de músicos nos vamos dando cuenta de que el sueldo en el rock no se cobra en dinero, se cobra en amigos, se cobra en noches de fiesta, se cobra en buenos momentos y es mucho más fácil que cobres un buen sueldo si vas predispuesto a hacer amigos. Que sí, que yo he leído a gente que digo, hostia, igual peco de inocente,  igual mi visión es mucho más infantil porque veo a gente hablando de la misma escena que yo veo con mucha más negatividad y yo no lo veo para tanto. Yo veo como te digo, algunas cosas negativas, es obvio, pero tiendo a ignorar esas cosas y tiendo a ignorar a esa gente, no voy a dejar que contaminen algo bueno. Si hay alguien que intenta competir, insultar, uf… no va conmigo, yo quiero pasármelo bien porque es lo único que cobro. Yo con el rock no he ganado un puto duro en mi vida, al revés, si empiezo a contar la pasta que me he gastado... Y también, joder es que tampoco he entendido nunca la competitividad, es que no va conmigo, no lo entiendo. A mí no me pasa, si a alguien le va mejor que mí, joder pues por algo será, intento aprender de eso. Tampoco entiendo por qué a la gente le mosquea que a alguien le vaya bien. Si a alguien le va mejor que a mí no por eso me va a ir a mí peor. Quiero decir, si alguien es mejor que yo, joder, pues muy bien. De hecho siempre he intentado juntarme con gente que sea mejor que yo. Para mí cantar con Neus Ferri es una putada en el sentido que, joder  ¡esa tía es la mejor! Si me van a comparar con ella estoy jodida, pero cantar con Neus a mí me ha enseñado muchísimo, yo soy mejor cantante por haber cantado con alguien como ella, que es mil veces mejor que yo. Y además, juntas en The Backseats hacíamos un buen equipo porque hay zonas del rock que yo sí trabajo y ella no, como puede ser la parte más bestia o más gutural y juntas hacemos un equipo increíble. Intento siempre juntarme con gente que toca mejor que yo para aprender, si no, no le veo mucho sentido. Nunca he sido muy competitiva excepto conmigo misma y creo que se vive mucho más tranquilo. No me gusta nada esa gente que siempre está compitiendo con los demás desde la envidia. También entiendo que pueda haber gente que se sienta como que quiere entrar ahí, en la escena, y no sabe cómo. Si escucho a gente que a lo mejor está un poco fuera de la escena, de los que nos consideramos colegas, que al final  somos los que nos vemos en los conciertos y en los garitos. Tampoco tiene más misterio. Hay gente que está quejándose de "¡Oh, la élite!", y  sin embargo  no han pasado nunca por el Kraken a tomarse dos birras o no van a los conciertos de los grupos del mismo rollo, quiero decir, que esa hermandad se forma como se forman las cosas, se forma hablando, compartiendo cosas,  yendo a los mismos sitio, a los mismo bolos y ya está. No es ningún clan cerrado, de hecho está en constante movimiento.

Oye, con estos calores que no se acaban de ir del todo, ¿sigues durmiendo con el pijama de Hello Kitty?

Yo tengo un pijama de Darth Vader, (suelta una carcajada) bastante guapo además.

A ver si eres capaz de recomendarme solo un disco.

Va, uno de Valencia, el último de Badlands, que se llama Relentless. Me gustan mucho esos nanos, suenan muy guay hacen un estilo bastante arriesgado, un valiente blue-grass, con veintipocos años.

¿Veintipocos? Eso nos hace ser más viejos, ¿no?

Sí, sí la gente joven cada vez es más joven. Me flipa como suenan, me flipa como tocan y creo que es una de las bandas que tendríamos que cuidar y darles lo que se merecen.


Una peli.

Mi película favorita es The Rocky Horror Picture Show. Me gusta mucho porque creo que es súper importante tomarse en serio las cosas que supuestamente no son serias. Rocky Horror me mostró que hay que tomarse muy en serio el pasárselo bien, divertirse y bailar,  ponerte unos ligueros…Hay que tomarse en serio la ciencia ficción y hay que tomarse en serio las ideas descabelladas porque creo que al final es lo que hace que la vida no sea un autentico coñazo, que es que lo suele ser. Más reciente no sabría decirte, veo bastantes pelis. También veo muchas series. Veo mucha mierda en realidad, veo mucha serie B y muchas cosas que no me atrevo a recomendarle a nadie. Pero The Rocky Horror Picture Show sí que la recomiendo.

Un libro.
Siempre recomiendo La conjura de los necios, porque me gusta mucho, pero voy a elegir otro. También recomiendo siempre el cómic Predicador porque creo que es increíble, me parece una obra increíble. Si no fuera un cómic, si fuera un libro, estaríamos hablando todos de Predicador. Voy a recomendar Monstruos invisibles de Chuck Palahniuk.

Un vino.

No he bebido vino en mi puta vida. No sabría distinguir un blanco de un tinto si no viera el color. Es que ni siquiera sé el nombre de algún vino. Y eso que mi tío tiene una bodega, pero no me veo capaz de recomendar un vino.


Un capricho al que no piensas renunciar. 

En realidad no pienso renunciar a las cosas que me gustan sólo porque me haga mayor, quiero decir, voy a cumplir 35 y vengo de Bartleby de comprarme un cómic de Batman. No pienso dejar de hacer estas cosas. Conozco mucha gente que asocia determinadas cosas que le hacen feliz con un determinado momento y luego, de repente, deja de hacerlas por la edad, porque se supone que hay cosas que no son adultas y todo el rollo…Espero no dejar de hacer cosas que me gustan sólo por me haga mayor, espero seguir berreando con 80 años y espero seguir leyendo cómics de Alan Moore… y tampoco pienso renunciar a comprarme millones de pintalabios.

Realmente la pregunta iba por ahí, por los pintalabios. estaba intentando forzar que saliera tu vertiente «soy fan del maquillaje».

Sí claro, me gusta mucho comprar pintalabios como a todo el mundo con dos dedos de frente (risas). En principio, renunciar no, pero que debería cortarme un poco también te lo digo, porque ya es rollo adicción. Puede que tenga un problema.