martes, 29 de octubre de 2013

Letristas invitados. Pepe Martí.

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Es lo que tiene abrir un melón en esto de las nuevas tecnologías: el lector-espectador con inquietudes pide un espacio, un punto de apoyo para mover su mundo. Y ante eso, solo caben dos respuestas. Y como lo divertido es compartir, -un vino, una tabla de quesos o una confidencia- y sin que sirva de precedente, aquí les dejo un texto de juventud de uno de los lectores habituales, Pepe Martí. Que lo disfruten.
1988 – 2013. 25 años a ritmo troglodita.
Dijo Loquillo en el Nueve tragos que “El ritmo del garaje“ fue un puñado de canciones hechas por gente muy joven para gente más joven. Y casi lo contrario es lo que pretendo desde estas líneas, que aunque sea una historia de adolescentes, ni lo soy ni la escribo para ellos, sino para gente como yo, que desde el umbral de su madurez y con una media sonrisa en la cara, recuerda con cierta nostalgia sus años de mocedad.
Así que, de Pepe Martí esto es mi ritmo del garaje; ¡A por ellos! Que son pocos y cobardes:
Adquirí en el Carrefour, cuando aún se llamaba Continente, por poco menos de mil pesetas  “Mis problemas con las mujeres”, cuando todavía no había tenido ninguno con ellas. Después vino “Morir en primavera”, y fue en ese momento con el “Rompeolas” sonando en todas las radio-fórmulas, cuando empezaron tales conflictos.
Aquel verano del 88 sería especial. Una noche me dormí con la radio puesta y desperté en la madrugada, se escuchaba “Cadillac Solitario” y un jovencísimo Loquillo me arrancó de dentro una emoción extraña. Aquel tipo no cantaba, gruñía con el alma y con los cojones, eso es, El Loco canta con eso. Entonces el otro loco, el locutor de rock and roll, interrumpió la canción con un “de Loquillo y Trogloditas, extraída de su LP El ritmo del garaje”; sentí la necesidad de conseguir aquel disco. Bueno, aunque fuera en formato Cassette, ¿recordáis?
Y en esto que un amigo me confesó que se había enamorado de una chica y estaba dispuesto a declararse. Yo le mostré todo mi apoyo, pero no tuvo suerte. Vino después a contarme que su pretendida le contestó que sólo saldría con él si un servidor no se lo pedía pronto, pero él mismo me sacó del apuro diciéndome que no esperara; prefería que ella estuviera con quien más le gustaba y ese era yo. Esto es amor, y el que lo probó lo sabe (Lope de Vega). Creo que es lo más maduro que escuché en toda mi etapa adolescente, todo lo contrario de lo que hice yo, sólo se me ocurrió decirle “hombre, tiene las tetas más gordas y redondas del barrio, se lo pediré”, él sonrió con cierta expresión de derrota. Se llamaba Moncho y era mi amigo. Años después murió en un accidente de circulación, tiene cojones la cosa. Un abrazo allá donde estés.                                                      
Era la primera vez que salía con una chica. Entendamos por salir aquello que se hacía con 13 años. Pasear, cogerla de la mano y lo más de lo más, abrazarla por la cintura sumergidos hasta el cuello en aquellas calentorras aguas de la piscina pública.
En lo personal lo vivía con entusiasmo pero a su vez acojonado; más que por si su madre me miraba mal, lo estaba por si su padre o su hermano mayor me soltaban dos guantazos. Así que decidí cortar con ella sin haber intentado robarle un beso. ¡ Qué cobardía!, ¡qué poca rock and roll actitud! La dejé después de que un  amigo algo cabrón se mofara de mí preguntándole a mi padre si ya conocía a su nuera.  Lo siento, me invadió la vergüenza. Se llamaba Manolo y casualmente también murió en otro accidente de circulación. Otro abrazo tan grande para ti como el de antes.
Llegó el otoño y con él mi cumple, y esa noche en casa de Vicent “el Yumi”, mis amigos me hicieron entrega de una vieja caja de zapatos llena de papeles; en el fondo una tapa de cassette azul celeste con dos inscripciones en rojo vivo, “LOQUILLO Y TROGLODITAS; EL RITMO DEL GARAJE”. Gracias chicos, es justo lo que andaba buscando. Fue un 15 de un mes bastante brumario, pero aquella misma noche en un claro de luna supe que pronto me convertiría en hombre lobo por culpa de Los Rebeldes, y de los Troglos claro.
El “Yumi” también nos dejó, esta vez por enfermedad, y quiero decirle desde aquí que le quiero un montón.
Con el invierno nos topamos con mi ex-chica saliendo con otro tipo. Era un chico de mi clase con el que me llevaba estupendamente bien, como con casi todos. Pero no pude evitar ponerme celoso, extremadamente celoso; y se lo hice saber a ella. Y ella a mi con un contundente“ahora te jodes”. Esto me costó algún también me emborracho y lloro cuando tengo depresión; ¡¡¡sí!!! ¿Qué pasa?
En nochevieja el padre de un amigo nos prestó su planta baja a modo de garito. Tenía baño, trastero y una especie de cocina con fregadero. A su vez el local hacía las funciones de garaje de su Ford Orión cuando nos marchábamos a casa y decidíamos dejar descansar al vecindario. Después de cenar gané el campeonato interno de chupitos de vodka, pero tuve que salir a la calle a pillar algo de aire fresco. Hacía frío pero no eché de menos mi chaqueta de aviador a lo Top Gun que traje aquella noche. Allí en la calle reparé en algo que me sorprendió, se escuchaba una música débil que salía de los altavoces de un solitario Seat Ritmo blanco, era una cinta de “El ritmo del garaje” y su dueño la dejó puesta sin darse cuenta al aparcar el coche. No había nadie, sólo aquel coche y yo. Volví a sentir aquella misma sensación que sentí la madrugada en la que me despertó aquella nostálgica canción. La misma sensación que me producen las canciones de ese disco cuando las escucho ahora y estoy sólo, sensación de que algo no volverá, algo como… ¿quizás he pensado nostalgia de ti? Sí, ya lo se; no volveré a ser joven.
Cuando saltó la cinta, ya que el radio-cassette no tenía auto-reverse, decidí volver a entrar, pero alguien gritó mi nombre. Llevaba medias, cazadora de cuero y mini falda ajustada, todo del mismo color; el mío, el negro. Se acercó hacia a mi y me contó que había cortado con su chico. Que si no lo hacía no podría venir a verme, y era lo que más le apetecía en ese momento. En ese instante salieron todos a la calle, eran casi las doce y las campanas de la iglesia esperaban. Pero yo decidí no seguirles, me quedé sólo con María y la invité a pasar a mi garaje.                                                               
Subimos a un estrecho altillo donde se realizaban las tareas de D.J., donde sólo cabía una colchoneta y un radio-cassette. Me arrodillé para “pinchar” mi cinta y ella se tumbó al mismo tiempo que empezaba a sonar lo que para mi siempre ha sido el más genuino sonido troglodita, los tambores de la intro de esa canción que algún iluminado decidió que compartieran los dos iconos del pop-rock de este país. Y mientras Loquillo y Alaska entonaban el tu madre no lo dice, ella sacó una foto mía de carné que le di en nuestras primeras citas, y dedicándome una sonrisa me dijo, “eres mi rocker”. Y yo me quedé mudo como siempre me suele suceder cuando lo importante no es hablar si no hacer, y lo hice. Me lancé al abordaje y la besé con pasión, bueno más que pasional ahora se que fue instinto sexual; y más que un beso aquello fue un montón de lengüetazos a diestro y siniestro, pero ¿qué queréis?, era la primera vez que hacía aquella cosa tan rara y nadie me había enseñado.
Mi mano izquierda se apoyaba en el suelo para no caerme de la colchoneta, la derecha la dejé caer con timidez sobre el lateral de sus caderas; vamos, aquello era un casi culo, y ella rodeaba mi cuello con sus brazos. Estaba casi oscuro, sólo nos iluminaban de manera intermitente una tira de luces de colores de esas que se ponen todavía en el Belén. Un ambiente perfecto para la ocasión. La cosa empezó a subir de tono y decidí mover ficha. Crucé mi alfil derecho con poca delicadeza hasta sus senos, eso sí, siempre por encima del jersey. Para entonces mi cerebro ya  actuaba desde dentro de mis pantalones y en aquel instante descubrí que sus pechos me  parecieron enormes y sorprendentemente duros, más de lo que nunca había imaginado antes, ya lo decían Los rebeldes, huesos blandos… carnes duras. Y es que,” al darle pechos a las mujeres que gran idea tuvo el Señor, y que franqueza al colocarlos justo delante del corazón” (Sabino Méndez).
Al mostrarse receptiva no tuve más remedio que intentar el jaque a la reina negra, y aventuré mi mano por debajo de su falda. Pero a medio camino, allá por la mitad de sus muslos, una mano rápida frenó y apretó mi muñeca, pero sin hacerla retroceder. Ella paró de besarme y me lanzó una mirada inquisitiva en la que se podía leer: No corras rocker, no corras.
De pronto alguien aporreó la puerta. Bajé rápido a abrir con la sensación de que había estado haciendo algo malo. Cuando ella me sugirió que no abriera ya era demasiado tarde. Allí plantado  estaba el tipo con el que había cortado horas antes, el cual ignorando mi presencia la observó con un velo de sangre en la mirada. La mía, avergonzada, se agachó al suelo con un solo deseo en el alma, que jamás me lo encuentre. Dio media vuelta y se perdió.
Fue entonces cuando María bajó del desván, se sentó en un sofá al fondo del garaje y me exigió que fuera su chico. Yo me sentí extrañamente seguro de mi, tanto que  ni el mismísimo Loquillo; cogí su foto de mi y escribí al dorso, “para María de Pepe el rocker”. Tomé su mano y como con un pégate a mi nena salimos a recorrer las calles de mi rocker city en la que fue la primera madrugada de aquel maravilloso 1989, el año en que mis tiempos estaban cambiando.

Agradecido:
A mis hijos, porque ellos son mi rock and roll actitud y porque ellos me dan la fuerza para luchar la vida por amor y con la energía de un adolescente.
A mis amigos, sobretodo a los muertos del arcén, dentro de los cuales quiero incluir a Juan Pedro y a Javi Casañ. Porque me siguen quemando por dentro y porque ellos me hacen creer que ya no somos inmortales, ahora somos eternos. Todos vosotros también fuisteis mi ritmo del garaje.
A Peris, por ser honorable y leal, y por prestarme su blog. Te prometo procurarme uno.
A María, que aunque nunca se llamó así, yo la recuerdo subiendo la radio al desván y siendo mi primera. Y como no la he visto en años no se si se conservará bella, pero os aseguro que lo fue.           

A las morenas de caderas anchas que después, como María, creyeron que yo era alguien con un toque especial; y que con sus tetas gordas y redondas, y con sus tejanos rellenos me dieron problemas, me mataron en primavera y me hicieron hombre mientras respiraba aquel aire de delirante juventud. Porque aunque fueron pocas no fueron cobardes y algo me quisieron.
Y entre todas ellas una, la más guapa. La que un día en Nueve tragos quiso ser mi sueño de rock and roll, y que años después se convertiría en la madre de mis dos hijos. Y aunque un día ella quiso que despertáramos, yo sigo soñando despierto. Y… ¿sabéis muchachos?, no me vais a creer. Tampoco se llamaba María, pero sí igual que aquella primera chica del garaje, y para mi su nombre es… el de todas las mujeres.
Y recordad, no poseemos nada con certeza excepto nuestro pasado; nuestro ritmo del garaje.

domingo, 27 de octubre de 2013

Mi derbi local.

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Puede que sean las cosas del cambio horario. O quizá el enclaustramiento de las noches de los sábados. El caso es que a hora de martes, me desperté este domingo. Y con prensa, pan de obrador y café de los que mejor saben, me dispuse a teclear acerca de la palabra de moda en este fin de semana. Derbi. Ayer sábado vivimos uno, el de los transatlánticos del fútbol mundial separados por el puente aéreo. Aunque ahora lo llamen 'clásico', haciendo propia los plumillas holgazanes la definición argentina, no deja de ser derbi como aquellos que narraban ya en las radios de blanco y negro. Y esta tarde, uno regional, con focos solo hasta donde llegan los límites de la autonomía valenciana, entre Villarreal y Valencia, que marcarán la temperatura de objetivos de ambos, por lo menos durante una semana más. Pero si rascamos más hacía adentro, si buscamos más en nuestras tripas, hay un partido sin acreditación de medios, sin grandes titulares, sin aperturas de los boletines de noticias, que va a ser más histórico que estos dos. Primero por la novedad, segundo por el contexto. Separados por la naturaleza en forma de barranco, esta tarde se disputa el primer partido oficial entre dos clubes vecinos, casi hermanos, de l'Horta Sud. Hoy se juega en categoría regional preferente valenciana, un Massanassa-Catarroja.

Sería interesante saber como se ha llegado a esta situación, como se enfrentan un club de 33 años de historia, el local Massanassa, contra uno de los históricos de la Tercera División valenciana, que hace bien poco, concretamente dos temporadas, fue campeón en esta categoría. Y como casi todas las cosas en esta vida del balón, todo es cuestión de suerte, por decirlo de alguna manera. 
El Massanassa, tanto en su actual denominación, como en las anteriores, siempre ha navegado en aguas modestas de la Primera y Segunda Regional, sin más interés que el lúdico y sin otra aspiración más ambiciosa. Para ver fútbol más atractivo, la ciudad de Valencia ofrecía un programa mejor, e incluso la localidad vecina, Catarroja, ofrecía mejor cartel. Bastantes buenos peloteros de Massanassa han cambiado de orilla del barranco para defender los colores del equipo de fútbol vecino, con el apoyo y admiración de sus paisanos. De hecho, la primera vez que el Massanassa asciende a Regional Preferente fue en la temporada 2006-2007, con un equipo entrenado por José Hernández, precisamente entrenador actual del Catarroja y dirigido desde los despachos por David Ribes, un joven de la localidad, amante incondicional de este juego y que tuvo los arrestos necesarios para tomar las riendas de una entidad que iba a la deriva un par de años atrás, categoría que recupera hace dos temporadas y en la que se encuentra cómodamente instalado en la zona media.

Por otra parte, el Catarroja, con un histórico de 27 temporadas en Tercera categoría, siempre ha buscado un poco más de relevancia en estos casi noventa años de historia. Con una percepción del fútbol un poco menos romántica, dentro del profesionalismo que se le pueda permitir a un equipo amateur, sus cotas han sido más ambiciosas, teniendo en sus vitrinas dos títulos de Tercera División, el último conseguido hace bien poco. También ostenta el dudoso honor, y no contrastado al 100%, de ser el equipo español que, siendo campeón la temporada anterior, queda último en la siguiente, un hecho que, a pesar de su peculiaridad, no deja de ser una muestra quizá de una mala gestión deportiva de un supuesto gigante con pies de barro.

Pero hoy la historia no juega. Hoy, cuando a las cinco se dé el pitazo inicial, no pesarán las temporadas en Tercera o la bisoñez en la Preferente. Hoy se verá en el campo el trabajo de hoy, con dos modelos de gestión: la local y tradicional del Massanassa, con una directiva a la vieja usanza dirigida por Vicente Campos, que se nutre de los atípicos de las rifas, loterías y publicidad en los carteles anunciadores, contra los jugadores presididos por Javier Estívalis, desmarcado del día a día del club tras conseguir un excelente acuerdo con la filial española de Boca Juniors, dejando a los nuevos gestores argentinos la planificación deportiva, y con dos entrenadores ambiciosos, Edu Revert y el citado anteriormente José Hernández, que seguro que presentarán sus mejores armas para vencer en este histórico choque, pequeño, pero histórico al fin y al cabo.

Y el campo de tierra será esta vez de césped artificial. Y el balón será de material sintético moderno y no del pesado cuero de vaca cosido a aguja, de los que precisan pañuelos en la frente para protegerla al cabecear. Pero seguro que, a las dos riberas del Barranco de Chiva, se vivirá pasión compartida por el resultado en los mismos noventa minutos. Como en aquellos amistosos en blanco y negro, donde los tres puntos no importaban, porque no exisitían. Donde se jugaba solo por ganar al vecino con las mejores armas.

lunes, 14 de octubre de 2013

Nuestros héroes eternos.

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Es en tardes así cuando pasa. Que no tienen nada de especial y diferente, pero pasa. Te encuentras sentado en tu zona de lectura, las pantuflas ya han salido de la caja y acarician tus pies. Sostienes el libro que, en otras ocasiones, devoras con ansia, leyendo un párrafo cualquiera y, de repente, te das cuenta que no has retenido nada. Desandas lo leído. La inercia de la lectura, piensas. Vuelves a leer. Pero nada. Da igual que sea el párrafo del libro en el que por fin hay tetas y coños. Tu cabeza está a otra cosa. Siempre he creído, en algo hay que creer, que el cuerpo humano es sabio y te avisa del cansancio. Las agujetas en el deporte o la ínfima descarga de semen tras el cuarto polvo no son otra cosa que señales de tu cuerpo. Cansancio, cerca del límite, dicen.

Quizá fue algo que alguien dijo. Que no le diste importancia, pero que quedó allí, en un rincón de tu cabeza. O igual fue un surfeo de ideas que, separadas no tienen conexión, pero una te lleva a la otra, asociadas entre si. Los 'seis grados de separación' de los cojones dentro de tu cerebro.
Igual fue que pensaste que, a esas horas, deberías estar en la conferencia que organizaba aquella rubia periodista, amiga de la morena camarera fotógrafa. Esa que comparte página los viernes con otra rubia que sale en la tele y que tiene un libro con una chica de blanco en la portada. Y que en ese libro, leíste una vez algo que te llegó más que el resto del libro.

Y recordar aquello te hace pensar que ya no quedan de esa clase. De los del sudor en la frente, de los de diez o doce horas de trabajo. En ese momento ya sabes que no vas a leer más y cierras el libro justo cuando el tipo iba a bajarle las bragas a la morena. De ahí no pasará hasta que tú lo digas. Y vuelves a ellos, a los de las diez o doce horas de trabajo. A los que no tenían sopa boba del paro y les tocaba levantarse al canto del gallo para el pan, las legumbres y los pucheros. Te levantas y ves por la ventana a los niños jugar, columpio arriba, tobogán abajo. Pronto acortará el día y la vida, piensas, y hay que disfrutar el momento. Te tocas el pelo con tus manos y piensas en las suyas. Las de las diez o doce horas. Duras, trabajadas. Trabajo y orgullo bien entendido. Y en el rostro que tenían, o tienen los que aún están. Curtido, con una historia en cada arruga, en cada mueca.

Eran, o son, los que no creían en los duros a cuatro pesetas. No existe el dinero fácil. Humildes pero honrados, con valores universales. Y caballeros. De los de rosas en aniversarios. Y alguna joya, joder, que no todo ha de ser pan duro.

Y piensas que quizá ellos sabrían como manejar todas nuestras pelotas de malabares llenas de fuego. Y te viene John Wayne, Humphrey Bogart y Clint Eastwood a la mente. Porque si. O por otra razón, que igual no importa demasiado.

Y sonríes, mientras miras por el cristal como se apaga el día.

Esos son nuestros héroes. Y la rubia del libro con una chica de blanco en la portada tiene el suyo. Como lo tengo yo. O lo tiene mi amigo. O la hermana de mi amigo. O la morena con nacionalidad pilarica. O tú. O ella.

Héroes. Eternos, aunque no estén.

Espero que Pepe, el penúltimo de nuestros héroes eternos, os salude a todos de mi parte.

viernes, 11 de octubre de 2013

Chemi Sánchez. Al amparo de la oscuridad.

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Al amparo de la oscuridad apuro unas últimas caladas antes de irme a acostar. No recuerdo quién ni cuándo me arrebató la cualidad de la ebriedad, o si alguna vez la tuve. La capacidad de hacer el tonto la tengo sin beber, pero independientemente del número de consumiciones soy capaz de mantenerme lúcido en todo momento. De verdad. Y esa lucidez me mata. Me mata porque me priva de placeres tales como la desconexión temporal de neuronas necesaria de vez en cuando, tener los cojones para acercarme a hablar con ella, llevarme un par de guantazos por torpe, bailar con las farolas...
Al amparo de la oscuridad observo sin ser visto, pues el sol es mal compañero. Los observo a ellos, príncipes y princesas de la noche, que sólo lo serán hasta dentro de un rato. Consumidos por el deseo, el hambre y el sueño, aunque aún no lo sepan. Al amparo de la oscuridad las miro a ellas, reinas de la noche -o quizás de la mañana-, diosas de la Montera al abrigo de las rejas de ventilación, a la espera de un negocio que cerrar. Al amparo de la oscuridad veo como todo lo que está muriendo ya vuelve a nacer como de la nada.
Necesito compañía. La puta más barata que encuentro a estas horas es rubia, se llama Carla (o Carslberg, no recuerdo) y me cobra un pavo por quedarse a mi lado sólo un rato. Me niego a guardarme un momento así para mí solo. Al amparo de la oscuridad todo toma otro sentido, y ahora duele menos mirar que cerrar los ojos. Ahora sí.
Me siento superior, poderoso, invencible… Pero siempre al amparo de la oscuridad. Huyo. En unos minutos la Puerta dejará de nuevo de estar huérfana de su Sol. 
Y yo volveré a ser el cobarde de siempre.
Salud.

viernes, 4 de octubre de 2013

Chemi Sánchez. The Classic Man.

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Una vez yo tuve un ‘esmárfon’. Echaba retratos, y en los bares con ‘güifi’ gratis yo me enganchaba a la red para ver cómo andaba el patio y compartir en ‘feisbuc’ el ‘yintónic’ de macedonia que me estaba tomando con todo el personal. Quizás aquello fuese lo único que me gustaba de ese cacharro, pues en ningún momento tuve ni la intención de instalarme eso del ‘guásap’ ni ninguna otra aplicación. Una noche lluviosa de alcohol, con buena compañía y buena música en El Refugio, lo perdí.
Lo que para algunos hubiera sido una soberana putada para mí se convirtió en una de las mayores liberaciones posibles. Con él se marcharon los problemas de conexión, el insoportable silbidillo de los pajarillos y el número de mi ex, que afortunadamente nunca me aprendí de memoria (mecanismo de defensa, lo llaman), así que no hay posibilidad de humillarme a las cuatro de la mañana con un vergonzoso mensaje etílico en braille: ‘T wepir N xm,v alj erjiodnf’. Ahora tengo el mismo Nokia de hace unos años y chic@, no quiero otra cosa. Lo uso para llamar, contestar, escribir algún SMS (como valen pasta hay que dejarse de nimiedades e ir al grano) y despertarme con Los Ilegales. Y molo más. Molo más porque ante el cachondeo general de la gente cuando saco el trasto, basta cambiar la palabra ‘viejo’ por ‘vintás’.
Yo no quiero molar, pero sí confesaré que me divierte bastante ese cambio de expresión de quienes pretendían reírse de mí y no conmigo cuando les planteo la aclaración. ¡Es vintás! Justo la misma expresión que al contarles que mis gafas (con más de 30 años) Ray-Ban son las auténticas con los cristales BL americanos originales y no los RB italianos de pacotilla. La palabra de moda es ‘trendi’, ¿no? -no me busques en el ‘Tuister’-. Pues bien, ahí va el truco que lleva funcionando toda la vida: Pásate de moda y estarás a la moda.
Cómprate ropa de la pasada temporada -que encima es más barata- y lúcela con desdén, no guardes nada en el fondo del armario porque en breve volverá a invadir las calles. Te reto a hacer la prueba: busca algo bien hortera y llévalo encima como si fuera la última tendencia vista en las pasarelas de Milán, que lo mismo lo es. Hemos asistido a las impensables resurrecciones de las sandalias cangrejeras, las zapatillas TAO, los vinilos, los relojes CASIO, los monopatines estrechos, los Modern Talking… Prepárense por tanto para volver a coderas, hombreras, rodilleras, mirinda, pelos a tazón… ¡Pon una pila a tu viejo walkman y desentierra tus cassettes!
¿Sermón? ¿Discurso? ¡Ná! Declaración de principios. Últimamente ando algo quemado de tanta gilipollez general y al final acabo pagándolo contigo. La verdad es que visto así y tengo un móvil, unas gafas de segunda generación y otras muchas arcaicadas por vaguería, tacañería y quizás por tocar un poquito los cojones -que siempre me ha gustado-. Así de triste. ¿Pero a que lo he defendido bien con un poco de palabrería barata? Terminado mi alegato/presentación/farsa, que sepas nunca acabo una entrada sin una canción y sin desearte salud.
Y como no sólo de lo viejo vive el hombre, ahí va algo nuevo.
Salud.

martes, 1 de octubre de 2013

Letristas invitados. Chemi Sánchez.

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Con este tema de ampliar horizontes y ceder rincones de este cachito, la cosa se me está yendo, benditamente, de las manos. La grandeza de los acontecimientos es de tal calibre que no puedo más que esbozar una sonrisa de alegría, quitarle un poco el polvo a las copas y brindar ante la nueva llegada de un miembro, -atención señoras-, viril y masculino. A este señor lo conocí como se conocen a las grandes personas de verdad, en la barra de un bar. Alguien me dijo una vez que en estado etílico, las personas se quitan la careta y se muestran tal y como son realmente, sin posturas ni artificios. No hizo falta celebrar San Patricio a deshoras para saber que el caballero Sánchez es de ley y es uno de los tipos que más sabe y que mejor habla del rock. Por lo menos, de los que yo conozco. Y aprovechando que ha decidido aparcar, espero que momentáneamente, ese lujo underground que era su Chemi Rock Blog y abusando de la ausencia de talento de los cazatalentos de las revistas especializadas, (¿Hola Rolling Stone?), abro el Laprhoaig bueno para presentar, con infinito cariño a Chemi Sánchez


Escribo sin saber escribir y hablo sin saber hablar. Hace meses me tomé un descanso de ambas cosas, pero como los merengues: ‘Si el Sr. Peris llama a mi puerta no le puedo decir que no’. Pese a la que está cayendo, y a que sigue habiendo muy pocas balas para tanto gilipollas, aún creo que el mundo se puede arreglar alrededor de unas cervezas y rodeado por buenas compañías. 
Elijo a mis amigos porque es uno de los pocos privilegios que me ha brindado la vida, y cuando veo todo mal la música me proporciona una salida, que para eso está. Dudo mucho que esté a la altura de esta aventura, pero lo vamos a intentar. Salí un día de Segovia y me perdí entre Atocha y Chueca. 
Me gusta pisar cabezas de gamba apoyado en una barra, una caña bien tirada, un buen riff de guitarra, dejar algo de bote y no saber cómo coño he venido a parar aquí. Música con la que bailar y pelis con las que reír. Mezclemos churras con merinas y veamos qué es lo que sale. Sólo una advertencia: nunca me tomen en serio.