viernes, 8 de febrero de 2019

Gameiro, la madurez y un tipo de Getafe.

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Siento comenzar hablando del vil metal, pero si los jugadores cotizaran en bolsa, las acciones de Gameiro serían alcistas a más no poder. Siguiendo el símil, todo aquel que, en su momento más bajo, no se hubiera desecho de sus papelitos, hoy nadaría en la ambulancia, que diría Pazos en «Airbag». Como Marcelino, por ejemplo. Porque el bueno de Kevin está consiguiendo la redención a base de goles y partirse la cara por la camiseta blanca centenaria. Incluso ya tiene imagen icónica, tapándose el ojo a la funerala y señalando al infinito. Como somos tan dados al exceso por estos lares, para bien y para mal, exigimos desde ya posters de gran tamaño, chapas, camisetas e ilustraciones de Lawerta para abrazar al nuevo guía. Marcar en el Nou Camp y en el alargue de una semifinal copera dan para eso y mucho más. Ese gol de anoche se cantó por algún rincón de Sevilla como si a la hija la hubieran nombrado fallera mayor. De hecho, de las diecinueve mascletaes que se preparan en Fallas, una la debería de anunciar el francés. Junto con Mina y Rodrigo, por aquello de la custodia compartida en el noble arte de repartir alegría a base de goles.

Decía José María García en antena que el tiempo es ese poderoso juez que pone a cada uno en su lugar. Supongo que ahora lo dirá igual, pero jugando al chinchón en su retiro o recuperando un guiso que se antojaba soso al primer golpe de cocción. Y ese tiempo nos ha tapado la boca a todos. A unos más que otros. Con Marcelino, con Gameiro, con Parejo y con todos y cada uno de la plantilla del Valencia CF. Salvo con Cheryshev. Todos ustedes saben que el excelente estado de forma y acierto de Denis es por aquel artículo de la exigencia al ruso como unidad de medida. Puedo exigir ilustración de Lawerta en cualquier momento. Por los servicios prestados.

Es ciertamente evidente que las cosas han cambiado en el vestuario. Se puede personalizar en la salida de Batshuayi como piedra filosofal del mal, pero sería catalogar de floja la mentalidad del grupo. Personalmente, sin datos que lo contrasten, abogo por una catarsis grupal, con autocrítica por parte de todos y un aviso a navegantes por parte de Mateu. Sí, lo sé. Puede ser inverosímil. Pero déjenme soñar. Es lo que servidor haría si tuviese mando en plaza. Porque que este equipo, más muerto que vivo hace apenas un mes, se muestra más incisivo, es más ligero, tiene hechuras de difícil de ganar y va minando, poco a poco, cualquier resquicio de moral de los rivales. Jugando sin resuello hasta el noventaylargo. Y eso cala.

Madurez. La palabra de la semana. Todo el valencianismo, de repente, ha madurado. Por no pedir cabezas cuando venían mal dadas. Por no entrar a trapos en ruedas de prensa. De fuera de Valencia y de dentro. Que los hay. Busquen la rueda de prensa y escuchen, de todos los medios valencianos, quien le mete los dedos en la boca a Marcelino. Y con que elegancia sale de la situación el asturiano. Madurez, decía. Incluso la de Parejo. Que es otro. Que manda, que grita, que juega al primer toque con todo lo positivo que eso conlleva para el juego del equipo. Incluso se ha vuelto más pícaro, moviendo sprays y todo.

Y Getafe, como club. Y su presidente. Exponiendo su punto de vista de todo aquello. Faltón y desconsiderado. Abrazando su momento de gloria ante un micrófono verde. El de De La Morena. Machito. Cobarde. Como un mono de feria. El medio quería espectáculo y Ángel Torres estuvo al nivel. Y luego, sabedor que Valencia y su cantera es un más que apetecible lugar para pescar cesiones o traspasos de bajo coste, como buen presidente embrague, metió la pata y cambió. No le conviene, a futuro, estar mal. Listo. Perro viejo. Cobarde. Otra vez. Pero este circo funciona así. No conviene sulfurarse.

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