Mayo, a lo tonto, es un mes de efemérides. Así, de primeras, un 23 de mayo, de 21.30 a 21.45 fuimos campeones de Europa. Lo recuerdo como si hubiese estado allí, mirando el habitat de la grada. Nunca se estuvo tan cerca. Quizá en los penaltis. Pero en ese descanso, mirando insistentemente el marcador con el uno a cero era media asa de la copa. La trayectoria indicaba que el equipo era correoso. Era la Cúperativa, una perfecta maquinaria engrasada para defender y ser letal. Pero dos penaltis en una final y aquella de Zahovic hicieron que la hostia fuese morrocotuda. Nunca sabremos ya que hubiera pasado si Mendieta hubiese levantado la copa. Quizá hubiese sido el estilete de oro y el ciclo hubiese seguido con las ligas, la Europa League y algo más. Quizá la chilena de Rivaldo y Gaspart desencadenado en el palco nos la hubiese soplado. O quizá, probablemente, la Copa de Europa hubiese llamado a las moscas a la miel y hubiéramos repetido la historia de aquel Olympique de Marsella de Bernard Tapie, arrasando con todo y vendiendo al club a los bancos y a inversores extranjeros.
Aunque mayo tiene truco en esto de las cosas que pasan. En mayo se resuelve toda competición que se precie. Las ligas se ganan, o se pierden, en mayo. Las finales europeas igual. Entonces, mayo tiene tantas efemérides como veces que has tocado chapa o has estado cerca de hacerlo. En mayo celebramos ligas individuales y ligas con doblete. En mayo se casaron amigos y dejamos la tele enchufada con la clasificación del teletexto, testigo mudo de las elucubraciones etílicas sobre las cosas de la vida y del balón. Mañana, en otro barrio, puede escribirse otra efeméride. Blanca o roja, según ganador.
Mayo también tiene, a pesar de los protagonistas, efemérides luctuosas. En un mayo se fue Puchades, de Sueca, valenciano y valencianista, del que dice que se llevó a la ciudad una maleta llena de comida por si pasaba hambre de la que dieron cuenta sus compañeros de vestuario. Probablemente es una de las enseñas de este bicharraco de casi cien años. Cosa que conviene recordar desde el club siempre, no este año, reaccionando al sentir popular de las redes, con esa enciclopedia de datos y fechas a señalar que es @ciberchenet. Incluso hasta nos arranca una sonrisa cuando una tarde de mayo, Pablo Aimar hizo aquella rabona en Orriols.
Y a falta que las obras del estadio arranquen de verdad de la buena, en esta semana de mayo se han puesto las primeras piedras de construcción de este nuevo Valencia que se vislumbra. A la renovación de Gayá, siempre en candelero, incluso dando por hecho que iba a ser vendido en esta temporada, se une, demostrando cierto músculo de cartera, el fichaje de Kondogbia, hasta ayer, a préstamo por parte del Inter. El bueno de Geo ha revalorizado su valor, apostando por un equipo que venía de vagar por el desierto, ha rozado volver a ser internacional. Bueno, eso lo intuimos desde aquí, porque no recuerdo a Deschamps visitar Mestalla para ver en directo a King Kond y ese saludo rapero que hace con el personal del club lo podrá repetir cuantas veces quiera la próxima temporada porque se queda. Es una buena noticia, sin duda. Es un motivo de ilusión ante lo que nos viene encima. La Champions, nada menos. Esa que nos fabrica efemérides. Esa que nos hizo llorar.
Viva mayo, ¿no?
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