Foto: www.valenciacf.es
Pues se ha acabado la liga. Sí, ya se que todavía quedan dos jornadas. Pero ustedes y yo saben que son irrelevantes. De hecho, lo único que merece la pena es que, por capricho del calendario, cierras la liga en Mestalla y los jugadores que intuyen que no seguirán la temporada que viene podrán despedirse de la parroquia de manera correcta y señorial. No creo que lleguemos al nivel de Alemania, con respeto absoluto, pero algo es algo.
Y, en estos momentos, la cosa se centra en el desagradable tema de la pasta. El pago a los bancos, los hipotéticos ingresos por entrar en Champions, el market pool de la tele o el valor de la parcela de Mestalla, por enumerar los más sonados. Ahora todo es calculadora y sacar balances económicos, apuntes y cuentas de la vieja. Porque claro, de una cosa depende la otra. El tener pastita fresca, o la previsión de tenerla, va a ser fundamental a la hora de reforzar la plantilla para el año que viene, que toca viajar por Europa mínimo por seis partidos. Bueno, en realidad juegas tres partidos por Europa, pero ustedes ya me entienden.
Y ahí ya entra que si se vende a Rodrigo por el efecto Griezmann, que si Aspas no ha rendido más allá de Vigo, que Zaza puede que vuelva a Italia previo pago de más de veinte kilos, que quizá por Neto pagan el doble de lo que costó este verano (Por cierto, ¿alguien se acuerda de Diego Alves?). Incluso durante esta semana Alcácer ha estado en el disparadero, por una supuesta llamada de Marcelino. En el Twitter de Café Mestalla, donde pueden leer mis crónicas de los partidos y algún que otro artículo extra, se hizo una encuesta sobre la vuelta de Paco a Mestalla. Y el personal tiene claro que no quieren que vuelva, porque ha quedado en la retina del aficionado que se marchó cuando iba camino de ser referencia y referente de un Valencia que necesitaba todos sus activos y un plus de sentiment por parte de los que pisan el campo. Aunque también les digo que, si volviese, con una declaración expiatoria y tres o cuatro buenas actuaciones, algarabía general. Es la magia del fútbol. Lo bonito de ello. Todo se purga cuando el jugador lleva tu escudo. Será un canallita. Pero, ojo, es TU canallita.
Luego ya tenemos, en versiones más o menos espacias, lo que se denomina 'el dramita nuestro de cada día'. Abres las redes y siempre hay algún problema y bandos de ofendidos y meninfots. A saber, el rendimiento de Parejo, donde hay titulados en periodismo que, si algún día el bueno de Dani se gira de repente tendrá clavada la cara de estos en su trasero, el baño del presidente Murthy tras la clasificación para Champions (¿Recuerdan cuando Llorente celebró un empate en el Bernabeú? ¿O era el Nou Camp?) o el largarse al Golfo Pérsico por un puñado, gordo, de dolares y participar en una patochada de partido que era lo menos importante de todo. Que sí, que a mí me gustaría que el Valencia fuera un referente en valores, que se posicionara del lado del débil o desfavorecido, pero el club de fútbol tiene detrás unas siglas que son igual de importantes o más que CF o FC: SAD, Sociedad Anónima Deportiva. Y estas tres siglas entienden de números, de balances contables y ingresos atípicos. Y precisamente eso, atípico, es ir a disputar un partido de 60 minutos a Arabia para homenajear a un jugador local que recibe un beso de su madre tapada hasta los pies y que se para para rezar, como manda la tradición de la zona. Pero es medio kilo, tetes. Y todo ingreso es bien recibido. Ya nos pondremos estupendos cuando no debamos nada a nadie y podamos abanderar causas justas. Aunque también podemos abanderar esas causas desde ya mismo. Pero olviden lo de jugar Champions y tener a Guedes y Kondogbia. A día de hoy hay que ceder por alguno de los flancos. Y si toca tragar, como hacemos usted, yo y mi prima, con unas exigencias leoninas en nuestros trabajos, se traga y punto. Con independencia económica es más fácil ser independiente.
Ahora, lo que servidor no hará nunca es avergonzarse de su club por este tipo de decisiones, tomadas por gestores temporales. Si les ha tocado estar ahí, es por los motivos que todos conocemos. Se puede sentir vergüenza ajena por los dirigentes, por los entrenadores que no lo son o por los jugadores que se arrastran en el campo. Pero avergonzarse del club y agachar la cabeza, nunca. ¿No creen?
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