viernes, 2 de marzo de 2018

Fichajes con sabor a sidra.

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Foto: www.valenciacf.com

Anda la parroquia revuelta con los movimientos del mercado. No estamos hablando de extremos excelsos o de delanteros que garanticen veinte goles por temporada. Hablamos de parcelas que no por no pisar el césped de Mestalla cada quince días, dejan de ser menos importantes. La supuesta externalización a medias con el doctor Maestre desde Gijón algo de polvareda ha levantado, pero menos. A fin de cuentas, a usted o a mí nos importa bien poco que doctor visite a los lesionados. Lo que nos importa es que los recupere lo antes posible. Y si el que decide sobre la plantilla en el campo cree que Fulanito es mejor galeno que Menganito, del club depende la relación que se pueda tener. Total o parcial. No veo un problema. Claro, que tampoco soy médico y no se si eso entra dentro de la caballerosidad de la profesión o no. Lo que sí ha de hacerse es ser claro con las partes, para evitar malos entendidos y rajes innecesarios.

Lo que sí ha levantado y hecho correr ríos de tinta, que diría el clásico plumilla, ha sido la contratación de Pablo Fernández Longoria por parte del club. Un talento precoz, bien preparado y que sus detractores antes de llegar le cargan dos cruces de penitencia, su juventud y ser asturiano. Ya ven. Bueno, ser asturiano no es una cruz. Es más bien un regalo. La cruz sería exactamente por venir con el visto bueno de Marcelino. Pues este que les escribe tampoco lo ve mal. Me parece bien que Marcelino y Uría se rodeen de personas de su más absoluta confianza en todo aquello que tenga que ver con el aspecto deportivo del club. Al único que no han de tocar es a Ochotorena que, con Neto y Jaume, va camino de ser el fokin master en esto de estudiar a los lanzadores de penaltis y mejorar porteros. Es más. Trasladen el fichaje de Longoria a la cuestión estrictamente deportiva. Imaginen que el Valencia le birla a la Juve, equipito modesto de Italia como ustedes saben, a Betancour o a Dybala. Mestalla puede que se quedara pequeño para la presentación y la ilusión sería rebosante. Pues esto es lo mismo. Un tío que controla el mercado como nadie, con fluidez de idiomas y que viene a mejorar una estructura existente que trabaja mucho y bien, formada por valencianistas que sienten el hierro. Que sin ser una condición imprescindible, sí es un plus añadido. Díganme loco, pero mal no lo veo. Aunque el señor Fernández Longoria debe estar flipando un poquito si ha leído un poco por la Internet. Sin llegar, ya tiene bandos. Sin abrir la boca. Y, como siempre, los cuñados graciosos buscando las comparativas por su bisoñez y aspecto. A veces pienso que la juventud es más un castigo que una virtud en ciertos ambientes profesionales.

Y con todo esto el Betis a la vuelta de la esquina, Hulio. Segundo asalto entre el que pudo venir y el que está, con ventaja para la elección de Mateu Alemany. Oportunidad para ver si las rotaciones, por gestión de esfuerzo o por tirón de orejas, se mantienen. Para saber si Ferran va a mirarse en el espejo de Joaquín y dejarle la sonrisa helada al simpático extremo del Puerto de Santa María. Espero que Mestalla le despida con ovación cuando sea sustituido en el 70 y un 3-0 en el marcador. Siempre ha mostrado respeto por el club y su afición, a pesar de ponerse pesado con su marcha al Málaga. Pero ya saben, no es nada personal, son negocios.

Como ven, la sidra parece que ha aterrizado para quedarse en Mestalla. Por lo menos mientras estén Marcelino, Rubén Uría y toda la cuadrilla de hijos de Don Pelayo. Brindaré con una de esas por los éxitos futuros, otra por los 25 años del Súperdeporte y con respeto absoluto el último brindis a la memoria de Quini, uno de esos deportistas que toda su vida hizo felices a las personas que tuvieron la suerte de tenerle cerca de una manera u otra. ¡Puxa Brujo!

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