Vale que el título es pelín garrulo y/o macarra. Vale que es una
copia y/o adaptación de alguna pelicula. Vale que acabo de malgastar los
comodines de y/o en la primera línea, pero todo eso da igual. El baño,
esa estancia con multitud de utilidades más allá de las necesidades
físicas y secarse el pelo, viene camino de convertirse en elemento
indispensable de nuestras vidas golfas, glorias y eventos.
Todo
el mundo sabe que las cosas más importantes de las cosas menos
importantes pasan en los baños. De eso controla mucho tu vecina del
cuarto, la de los aros grandes en las orejas, que lo utiliza como
improvisado estudio fotográfico. Y en aspectos de jaraneo, el insulso,
el alicatado baño, se convierte en sala de confesión, en ágora de
debate, en cuarto oscuro, en complice de besos robados, en atalaya de la
ilegalidad. Todas estas cosas pasan en el baño, salvo si el sarao es en
una casa particular, donde este espacio lo ocupa la cocina, pero ya
hablaremos de eso en otro capítulo.
Puedes
hacer todas las cosas pensables, las que se puedan contar y las que no.
Y de toda la vida de Dios, el baño se ha usado para cantar. Por la
acústica, por la intimidad, por cualquier motivo, en seco o en mojado,
sentado o de pie, uno canta en el baño. Ahora convierte esta cosa del
cantar en un proyecto viral y convence a los grupos que más te gustan, o
a los que más odias, en que se marquen una canción en cualquiera de los
baños que tengas más a mano. Pues eso mismo es lo que se han marcado
las gentes de Water Tapes, un grupo de gente que tuvo la idea en un bar y
que desde entonces, han ido sembrando su leyenda baño a baño, como
chaperos de Van Sant, hasta llegar a cuatro años de esta idea loca, que
es de las más sensatas.
Y
para celebrarlo, van a montar este viernes 11 del mes robado a Sabina,
una fiestecita donde casi siempre, en Wah Wah, cuyos baños conocen bien,
por haber perpetrado allí algunas de sus piezas. Es fácil, si conoces a
los sospechosos habituales, verles desaparecer con el artista de turno
una vez acabado el concierto. En un primer instante, puedes pensar que
van a escribir una versión libre de cualquiera de los pasajes de los
muchos libros que hablan de los excesos del rock. Nada más lejos de la
realidad. Tan solo buscan un poco de intimidad con el artista, le
explican el proyecto, en que consiste Water Tapes y le ofrecen la
posibilidad de participar, atrancando la puerta para que curiosos como
servidor - buscando placeres hedonistas, terrenales y de dos rombos-, no
puedan ser la inoportuna interrupción, mientras se produce el
acontecimiento del cante en el baño.
Así de simple. Así de fácil. Y todo comenzó, según dicen ellos, con unas cervezas espontáneas.
Quizá
la próxima vez que sienta el palpitar del mal samaritano ante un
vestido, unos tacones, una melena o una elegante forma de pedir una
copa, quizá cuando después de las copas y la complicidad, me disfrace de
valiente, solo entonces pueda atreverme a decir ¿Nos marcamos un Water
Tapes en el baño, encanto?
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