Jueves noche y rock es peligro en cualquier idioma. Y si te ofrecen
como plan ver a una de las bandas americanas avaladas con un directo
demoledor, tanto que dicen que son “la banda ideal para tocar en el bar del fin del mundo”, pues
la cosa adquiere color de baile con olor a azufre. Pides confesión por
lo que pueda pasar, dejas arreglados todos tus papeles porque sabes que
tu pareja de baile cuando suenan Slim Cessna's Auto Club puede ser la
parca vestida de Satanico Pandemonium o cualquier otra forma con las que
vienen las curvas del infierno.
Como pasaba
cuando a un futbolista le preguntaban por Luis Aragonés, nadie habla mal
del directo de SCAC. Voces nos llegan de todos los lados con frases tan
lapidarías como la anteriormente mencionada. Y por este motivo,
irremediablemente, uno no puede evitar pensar en "La teta enroscada" en
ese universo tarantiniano de Robert Rodriguez en "Abierto hasta el
amanecer". Pero no, estamos en Wah-Wah, otra vez. Y estamos los justos.
'Los jueves vienen los justos y los buenos', me dice la mujer con nombre
de estrella. Y tiene razón. No hace falta más.
La banda
presenta una alineación de seis elementos, cinco hombres y una enigmática
dama. Bueno, para ser justos, cuatro hombres, una dama con misterio y un
ente que puede ser capaz en cualquier momento de pedirle a Ana, jefa
esa noche de la barrita, algo sangrante desde el otro lado. Y no nos
sorprendería los más mínimo que eso fuese lo que pide Jay Munly, una de
las voces junto a Slim Cessna, un tipo alto, desgarbado y con la piel
convertida casi en pellejo que, en cualquier momento puede soltarte una
hostia con una Biblia o invitar a bourbon al mismísimo demonio mientras
le habla de tú.
Empiezan el show con un tema contundente de base rítmica, Americadio,
que suena bien hasta en la zona del guardarropía de la sala, mientras
charlo con Amparito y me confirma que es, en los tres años que lleva
trabajando en la sala, uno de los mejores directos que ha visto,
recordando la anterior visita de la banda. Lo de Aragonés y tal.
Empalman el inicio con otro tema, pero la fuerza vocal del señor Jay, el redentor de almas, al inicio de Cranston, me
provoca una mezlca de acongoje y admiración. Si no entran murciélagos
por las ventanas, vamos bien. Celébremoslo con un White Label pues.
Van
cayendo uno por uno los temas preparados en la lista del concierto.
Están de gira en nuestro país para presentar su recopilatorio “SCAC 102:
An Introduction For Young And Old Europe” y las continuas genuflexiones
y el fervor con el que desgarran sus cuerdas vocales me recuerdan a las
escuchas de los discos de Nick Curran, con una teatralidad esta de los
dos cantantes que ha de ser complemento de las letras y sus temáticas,
cosa que espero descubrir, diccionario en mano, para degustarlos más, si
cabe.
Hay mucha barba en la sala, terreno
abonado para que Lord Jack haga, bien, de las suyas. Arriba del
escenario, y abajo, corre la cerveza y algo de bourbon que aplaca la sed
de los presentes. Son esta banda gente de pocas palabras, tampoco hace
falta que nos cuenten nada, y los pocos-pero-buenos brindamos y
aullamos con la banda, que controlan los registros del banjo,
contrabajo, pedal steal y las mandolinas eléctricas casi como el que
respira, como el que peca o como el que folla sin dejarse nada para
después, como si no hubiera un mañana, y que nos despiertan los más
bajos instintos del buen sexo a mordiscos.
Y
quizá por ese fervor pecaminoso divino o por el trance que provoca esta
música del demonio, se acerca a la barra la segunda mujer que me llama
la atención de la parroquia, chicas Wah-Wah aparte. La primera es una
joven, quizá no tanto, ataviada con todo el kit del medio oeste, a
saber, sombrero vaquero, pechera, botas y manguitos con forma de huesos,
que baila y aulla, os juro que aullaba, cada tema y cada vacile del
gutarrista dando cera con el cacharro de doble mástil. La segunda, una
rubia con unas botas de caña preciosas que se acerca a la barra para
cervecear y a la que no me resisto a decirle hola como la araña a la mosca. Brindo con ella, asiento y me despido para el momento final, que
debe estar próximo, habida cuenta de la excitación del público y el
calorcito interior de servidor, a pesar de los hielos.
Vuelve la banda para acabarnos de reventar a golpe de Gretsch
y definir que, realmente, esto es rocanrol y dar cera al grito de
'¡Aleluya!' con una biblia a grito de gospel, transformado por Chuck Berry,
y bailar como en cualquier fiesta del granero no debería ser otra cosa
que una regresión a aquellas tierras donde la camisa de franela a
cuadros y la barba no es de postura, es de verdad y donde el licor no
lleva frutas, colores ni, algunas veces, hielo.
Y
como siempre he sido de Luis, una vez vistos estos chicos de Denver,
puedo decir ahora yo también que es una de las bandas con el directo más
demoledor.
Slim Cessna's Auto Club. Bailar, cantar, beber y sudar. Y sudar, sudar, sudar, sudar, volver a beber y sudar.
PD:
Para que te hagas una idea, esta lista fue lo que tocaron los chicos de
Denver, descontando tres temas de su último disco, 'Unentitled'
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