Hay cosas de las que uno se muestra agradecido. Que te roben un beso, que te provoquen un orgasmo, que te aconsejen no ver 'Elysium' o que no le entres a la morenaca del final de la barra del after en Jávea que te hace ojitos porque es más bien morenaco, merecen el respeto y el aprecio de las personas que te han proporcionado esos placeres o evitado aquellos dolores.
El que le abran las puertas a uno de la casa donde viven, lloran y aman los moradores de la misma y darle cobijo, alimentos y charlas bien regadas, es para ofrecer la más sincera de las reverencias desde el fondo de nuestros adentros. Esta claro que toda regla tiene su excepción en esto de la hospitalidad, pero, si esto pasa, es tan fácil como arrojar un 'gracias por todo' y poner arena de por medio.
La casa de uno, les decía. Pues bien, imaginen a un cocinero y su casa, que no es más que su cocina, y todo aquello de la hospitalidad honesta. Y a un bulto sospechoso en ella, como si de un 18th Man de America's Cup se tratara. Pues eso mismo fue lo que pasó en aquel lejano, largo y cálido verano de hace un par de semanas.
Presentaban las gentes de La Matandeta, maravilloso lugar y buenos arroces, sus Jornadas Gastronómicas de la Cocina de los Helados, un loco invento que ya va por la séptima edición, donde el helado deja de ser el rush finale en el postre para mutar en un complemento y acompañamiento perfecto de carnes, verduras y pescados. Y con esas nos plantamos en el Balneario de Chulilla, con su albornoz molón, vacile piscinero y mesa puesta a cargo de Toni Fernández, jefe de cocina del balneario y Rosalía su mujer, excelentes anfitriones de una previa al gran estreno, con la ginebra como perfecto conductor de la francachela veraniega de sobremesa nocturna a la luz del candil de su terraza.
Se notaban los nervios de Rubén Ruiz, jefe de cocina de La Matandeta ante el estreno. Si Loquillo necesita su innegociable calma antes de salir a escena, la propuesta atrevida de este maridaje con los helados del maestro Llinares, no iba a ser menos. Y mal andamos si no hay cosquilleo en el estómago, compañero. Menos mal que de subalterno tenía el lujazo de Toni y su equipo, generando una tranquilidad budista que permitía el chascarrillo entre montajes de los platos, cerca de cincuenta comensales esperaban, y un casi seguro tiro hecho por lo innovador y divertido de los platos. Así que, aunque tenía mandil con mi nombre en cocina, me dispuse a zorrear - por el bien de ustedes, no se crean -, un poco entre los comensales y sentarme a la mesa como el que se sienta a ver un monólogo de Raquel Sastre, esperando la diversión y la sorpresa.
Y muy bien, oiga. Vericuetos de la Ciudad de las Artes, por un lado, interesantes notas de los vinos a cargo de Toni Arraez, anécdotas afrancesadas divertidas de Maria Dolores, la mamma del clan Matanda y mucho Instagram, Twitter y momentos compartidos por los comensales. Y vino. Mucho vino. Arraez mola, arriesga y divierte con la Verdil que da gusto.
De los platos, imposible quedarse con uno. Por diversión, me quedo con la zanahoria de la menestra, con el carpaccio y con el maravilloso codillo, por nombrar algo que raya la - muy personal - nota más alta de un fenomenal servicio de siete platos, y que recibió el aplauso de los comensales cuando los cocineros y sus ayudantes se presentaron en la sala a agradecer nuestro buche.
Para degustar este menú, tienen todo el tiempo que les permita mantener la hoja del calendario que marca Agosto, aunque, siendo justos, debería permanecer hasta el equinoccio de otoño, por aquello de respetar a la única estación que existe: el verano.
Coda: Si son de los que profesan lo de la comparativa de las imágenes y los miles de palabras, dos visiones del evento, a cargo de Arantxa Tarrero (las damas primero) y Ximo Manglano.
Coda 2: Lo de las imágenes es aquí.
Estimat Peris,
ResponderEliminarCom sempre em pren el teu estil embaucador, versió masculina dels relats de Scherezade. Una cosa, carinyet, ha desaparegut erasumus a los 50.
Vixca el blog La Matandeta y sus historias.
Gràcies per seguir-me tu també.
Rectificado y enmendado el error. Y agradecido por tus palabras, claro.
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