La música. Melodía, ritmo y armonía, combinados. O sucesión de sonidos modulados para recrear el oído. Bajo estas definiciones, marcadas por los colegas de Pérez-Reverte y su diccionario online, caben muchas cosas. Infinitas. Y algunas de ellas, innecesarias.
Decía Igor Paskual en la presentación de su libro que el rock ha perdido toda la esencia de ser una música contestataria y que tipos como Tom Waits venden la idea de la dura vida para las clases burguesas sin ningún pudor ni vergüenza.
Esas gentes quieren salir de allí a través de sus guitarras, trompetas o rimas rítmicas. Y algunas veces, cuentan su día a día, no en plan 'mira que guay soy y como molo', sino con un triste y sincero 'menuda mierda de vida me ha tocado vivir, jugándomela contra la parca a la mínima y ojalá pueda salir de aquí para no volver'. Pues a esas gentes me da la sensación que les faltamos a la verdad, a la esencia real del invento y que no contamos con aquello del "sangre, sudor y lagrimas" para valorar el trabajo que, de manera demasiado fácil, llega a nuestras manos.
Loquillo, en una entrevista que leí o escuché hace tiempo, hablaba de las cosas definitorias del rock con un ejemplo: su padre, currante en el puerto, le consiguió, con mucho esfuerzo, unas Converse All-Star cuando esas zapatillas significaban actitud. Esas mismas zapatillas fueron el capricho de los matones del barrio que, a la fuerza, se las quitaron al joven Loquillo. Con lo que su padre respondió recuperándolas a la vieja usanza, buscando a la banda y dándoles un par de cachetes bien dados.
A lo que quiero llegar es que el rock siempre ha sido rebeldía sincera, calle, lucha, protesta y mala leche. Labrando recto, aunque las cosas vengan torcidas.
Y en estas épocas en las que uno se ha de buscar las habichuelas, más aún.
Volvemos al pasado.
Como cuando tenías que patearte media ciudad para conseguir el disco de tu grupo preferido, hacerte colega de un plasta resabiado solo porque tenía el vinilo de aquella banda de la que habías oído hablar y podía grabarte una cinta. O buscar emisoras piratas que emitieran esa maldita música del demonio llamada rocanrol. Cuando no era fácil. Cuando todo tenía un precio y no era siempre en el sentido económico.
Cuando pedir una cerveza en un garito de rock era una verdadera aventura y sentarte junto a tíos con veinte años más que tú, con tatuajes de los que te marca la vida y las rejas, era una ruleta de la que es mejor callar y asentir para no tener un labio partido.
Y no todo es malo en este invento de 'consiga todo fácil' llamado Internet. Puedes leer esto, por ejemplo, puedes contactar con tus colegas del cole y puedes explotar la faceta solidaria de las personas y aglutinarlas en lo que realmente quieren y necesitan. Puedes incluso hasta follar sin pasar por eso de la barra del bar y vender la Luna.
O puedes hacer que tu grupo de música, o uno de ellos, pueda volver a grabar un disco, montar una gira o incluso tocar en el día de tu cumpleaños. Podemos volver a aquellos tiempos en los que la emoción de tocar el plástico envolvente de un disco te bombeé el corazón de manera acelerada, como el joven que toca por primera vez con sus yemas un cuerpo de mujer. Tener esa sensación de palpar algo único, tal como si acaricias el tacto cálido de la madera trabajada por el artesano tallista. Y todo con el simple hecho de participar en una colecta, aunque una vez pasado el nombre por el filtro necesario del marketing, se llame crowdfunding y no sea más que un creer en ello y un motivo más para lucir con orgullo la camiseta diseñada o hacer atronar cualquier soporte por el que salga la música.
Garaje Jack, desde Madrid, Uzzhuaïa desde aquí, y algunos más son los que han optado por esta versión clásica del rock, para seguir con las guitarras, los viajes en camioneta escuchando a los Stones o a Camarón y vivir como uno siempre ha soñado. Y es una gran alegría comprobar que el monstruo sigue vivo, que hay vida más allá de Cuarentas, Máximas, Diales y viejos canales con la M que antes eran de música. Que no han de ser malos por necesidad, aunque lo piense, pero no nos alimentan el alma.
Apuesta por el rocanrol. Gracias.
Gràcies per voler felicitar-me personalment el dia del meu aniversari. Mentres existeixca la veu humana, que s'aparte el Facebook. Un bes molt gran. María Dolors.
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