viernes, 30 de noviembre de 2018

Unicornios valencianistas.

blogger widgets

No. Este que les escribe resume en ese monosílabo el post-partido del Valencia en Champions. El partido en sí era una cosa difícil de salida. En el campo de la Juve y contra un equipo que lo ha ganado todo excepto un empate y una derrota en el alargue contra Mou y su flor. Cosa de la que luego hablaremos. No aporto nada nuevo si incido en que el maná de la Champions se marchó en aquella noche de empate en Suiza. Ahí comenzó el Valencia a plegar las camisetas con el balón estrellado en las mangas. Porque jugártela contra el campeón de Italia y el equipo más poderoso de Inglaterra era este año apostar sobre seguro al no éxito de los blaquinegros. Quizá el año pasado, con esas dinámicas positivas que propiciaron un engranaje casi perfecto, se hubieran tenido opciones. Pero este año, justo por eso, por la dinámica, era difícil. Como encontrar un oasis cuando estás perdido en el desierto.

Dirán algunos que la suerte que ha tenido el Manchester es la que le ha faltado al Valencia. Dos goles en los minutos del alargue, menuda flor. Bien, compro la teoría a medias. Porque la otra mitad se llama carácter ganador. El portugués Mourinho, en su faceta de entrenador, tiene más que demostrada su solvencia para gestionar grupos y llegar al fondo de ellos para exprimir al máximo. Y eso que hace bien poco estaba más fuera que dentro, con supuesto desencuentro con Pogba y resultados regulares. Y un equipo es, casi siempre, el reflejo del entrenador. Luego el Mourinho personaje ya es cuestión de gustos. Pero es un tipo que ha jugador catorce veces la Champions League y se ha clasificado para octavos en todas. Y las dos que no las jugó, ganó la Europa League. Supongo que estarán conmigo que es incontestable deportivamente.

Por eso mismo no imagino a nadie de los Red Devils salir a prensa después de caer en la fase de grupos y hablar en positivo. Ni a Mata, que es el yerno perfecto. Si Juanín hiciera eso demostraría una sospechosa ausencia de inteligencia y una falta de aprendizaje de lo que significa el United después de tantos años allí. Lo lógico es salir cabreado, o más bien triste. Analizar en medio plazo, con sosiego y autocrítica, es lo que hacen los líderes de verdad, no los impuestos. Y el positivismo impostado es, como dice mi querido y admirado Vicent Molins, muy de Mr. Wonderful.

Y bueno, el equipo que tenía en el pasado el apelativo de 'Bronco y copero' debe de ser más de Mr. Puterful, maldita sea.

A quien corresponda. Tomen nota. Mimbres hay para construir un gran cesto a medio plazo. Estoy convencido. Pero llamando al pan, pan y al vino, vino.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Mestalla se pregunta quienes somos.

blogger widgets

Conozco a no pocas niñas y niños de un par de años o tres que farfullan, con la dicción propia de su edad, las canciones que canta Mestalla y que arrancan desde la grada de animación. Canciones con un ritmo fácil, al alcance de cualquiera con un rastreo sencillo en internet y que, por repetición, los nanos las cantan animados por los padres metiendo de manera velada el cuquet del valencianismo en sus jóvenes venas. Eso está bien.

Conozco empresas de diferentes tamaños a las que se les han ofrecido servicios de gestión de redes sociales porque tenían interés en crecer, tener visibilidad y aumentar su prestigio. Se les ofreció la mejor de las propuestas y, tras marear hasta límites insospechados, decidieron prescindir de estos servicios profesionales para jugárselo todo a una carta a un familiar imberbe con básicas, o nulas, nociones de gestión. Y parece que el Valencia CF ha hecho eso mismo con la cuenta en inglés de Twitter, buscando llegar a un perfil diferente al que se llega en las otras cuentas oficiales del club en la red del pajarito. Vistas las burradas, espero que simuladas, del autor o autora, supongo que querrán llenar Mestalla de guiris borrachos llegados del norte que, en un tremendo combo, tienen fútbol en Mestalla y continuación del petorro en Benidorm. Eso está mal.

Conozco a gente que piensa que el sentido del humor es un síntoma de inteligencia. Servidor es uno de ellos. Y reírse hasta de su sombra es eso, de listos. Por eso, las viñetas de Raúl Salazar en El Jueves donde se explica el Valencia CF a los no valencianistas me parece una sátira acertadísima de este ecosistema valencianí. De hecho, el humorista gráfico entra aclarando que es socio y tiene el detalle de no caricaturizar el escudo usando para las viñetas imágenes reales del escudo. Eso está bien.

Conozco a gente que pide que se haga lo mismo con otros equipos de la Comunitat. No para reírse con ellos, sino de ellos, que es diferente. Y porque se sienten ofendidos por estas viñetas. Eso está mal.

Conozco un medio extranjero, ¡la BBC tetes!, que ha colocado a Mestalla como el campo español más intimidatorio. Si andan buscando relatos para dotar de chicha el vender el Valencia CF al mundo, Ciaran Valey, quien firma el artículo ha dado a Anil & cia. el pase de la muerte para marcar gol. En casa ya es más que suficiente con dotar con un poco de cariño a cualquier acto, dependiente del centenario o no, que se haga con el escudo del club por delante. Eso está bien.

Conozco, a través de diversas informaciones, que existe un problema entre el club y la Curva Nord con el tema de la animación, las pancartas y cierta censura ante estas acciones, según una de las partes. Esto solo tiene un perjudicado, el propio Valencia y la calidez del ambiente en los partidos. Para ser justos es necesario saber la versión de la otra parte. Pero sin conocer su versión no se entiende que se tiren piedras sobre el propio tejado. Ahora, también es cuestión de animar sin mesura. Si no hay lonas, pues bufandas. O papeles. O a grito pelado. Y si así no se puede o no se quiere, cada uno a su casa y Dios en la de todos. Eso está mal.

viernes, 16 de noviembre de 2018

He venido aquí a hablar de nuestro libro.

blogger widgets

Y luego hay quien se queja del club. Si la semana parecía floja con el parón por selecciones, nada, se monta la presentación del libro del centenario en un lugar chiquitito en comparación con la magnitud del evento y arreglado. Añádanle la salsita de los intensitos, despechados, vividores de trincheras y plañideros y tendremos una movida divertida de la que solo hacen falta un par de paquetes de palomitas y sazonarlas al gusto.

Personalmente, me invaden las ganas de poder leer las páginas del libro presentado. Viendo la lista de autores, muchos están entre mis favoritos en cuanto a lecturas futboleras. Este club si tiene quien le escriba. Y muy bien, además. Y es bonito ver que existe un discurso pausado y reposado del pasado y del presente y un análisis del futuro con redacción impecable y ritmo, más allá de bufandeos relativamente recientes. Ser coordinador de un libro coral es como hacer una convocatoria para un Mundial. Todos tienen la suya en la cabeza. Pero quien la hace es el seleccionador y, por tanto, el único responsable. Por lo tanto, desde ya, felicitaciones a Alfonso Gil y al resto de su equipo. Y oigan, que el que vale para arengar o narrar, a veces, no vale para escribir. E incluso el que vale para escribir, en algunos casos, no vale para hablar en público. Y todos, en cierta medida, son parte del mosaico que conforma este ecosistema llamado Valencia Club de Fútbol.

Y quizá la idiosincrasia del club, su marca personal, sea esa misma. La de no tener discurso. La del navajazo a la mínima. La del meninfotisme moderado o llevado a la máxima expresión. La de rajar de tu club como el que raja de tu familia. Pero ojo que venga uno de fuera a hacerlo, que le sacas las criadillas. La de la improvisación hecha con el corazón. Como en Milán, con los bávaros con un tifo y una lona espectacular que mostraron a la salida de los jugadores y la réplica desde el fondo valencianista lleno de amor propio con bufandas extendidas al aire y el gutural 'Valencia, Valencia' como retruque. En definitiva, como bien dice hablando de otras cosas mi admirado Jesús Terrés, somos descendientes de bucaneros y baja fauna portuaria y eso sale tarde o temprano. Y haciendo trazo gordo, hemos generado bandos mediáticos gordos con dos tíos de fuera que han hecho aquí su trinchera, con incluso uno de ellos teniendo historial rajador del club que ahora, indirectamente, le da de comer. El sant, quan més lluny, més miraculós.

Pero hay otro discurso con más luz. El del creador con talento sin esperar nada a cambio. Y me viene a la cabeza Lawerta y sus maravillosas ilustraciones, a bote pronto. O Rafa Lahuerta y sus textos. Uno de ellos usado como arenga por Benítez, al loro. Esas aportaciones. Como los podcasts que van circulando por ahí. Con más o menos fortuna, pero sin, creo, esperar nada a cambio. Acciones pequeñas que conforman el relato. Como cuando presentaban jugadores en diferentes puntos de la Comunitat Valenciana. Dejando semillitas aquí para crecer allá donde son siete horas más, por ejemplo. Como hicieron en su casa cuando, un día, su tío, su padre, su abuelo o su primo mayor les llevo por primera vez al fútbol a ver a once tíos de blanco con un murciélago en el pecho.

Ese es nuestro libro particular. Cojan, si quieren el presentado el otro día y vayan añadiendo apéndices particulares. A ver si así se quedan contentos.

martes, 13 de noviembre de 2018

Loquillo. 9 de noviembre. Plaza de Toros.

blogger widgets


Fa vint anys que tinc vint anys.
Vint anys i encara tinc força,
i no tinc l'ànima morta,
i em sento bullir la sang.

Las estrofas de arriba, que canta Serrat con ese ritmo casi poético, sirven para resumir, si se puede, el sentimiento de todos y cada uno de los que llenamos la Plaza de Toros de Valencia el viernes 9 de noviembre. Nos hemos enamorado, reído, llorado, despedido de amigos que marcharon demasiado pronto o despertado con tremendas resacas teniendo como banda sonora cualquiera de las muchas canciones que Loquillo y sus socios se han sacado de la chistera. 
Y a eso íbamos. A recordar cuando fuimos los mejores y no teníamos mayor preocupación que llevar impoluto el pelo y el cuello de la camisa de manera correcta y pagar las deudas de amor con la mejor de nuestras torpes sonrisas. A tener el dinero justo para decidir si pagar esa copa que separa la diversión del exceso. A que nos duela todo el cuerpo mañana. A despertarnos con una sonrisa, mientras atrona un dolor punzante en nuestra cabeza y suena, al mismo tiempo, "Rock and Roll Star".

Plaza de Toros. 9 de noviembre. Arriesgado escenario por el otoño volátil tan traicionero que sufrimos al este de la península que un día te da vermú en terraza y otro lluvia hasta los talones. Pero quien no se arriesga, no se divierte. El tiempo no lo impide y, con permiso de la autoridad, tiramos de transporte público para atrenizar con tiempo suficiente en el coso de la calle Xàtiva donde una hora antes de abrir las puertas ya hay colas. Se mezclan chicos raros a los que vuestras madres miran mal mientras los imaginan más formales con tiendas de campaña de fans de Malú. Toca al día siguiente, y no seré yo quien frivolice sobre esas tiendas, cuando he pernoctado igual por unas entradas de fútbol o plantarme a las siete en primera fila para una actuación que comenzaba a las once. La juventud sigue viva y tan solo es cuestión de motivación. Pero eso es otro debate. Aquí hemos venido a rockear. Por lo tanto, nos zampamos unas hamburguesas rápidas y calóricas y a la grada. Cerca de la barra. Porque el rock da sed.

La elección de espacio nos pone a mitad de la cancha. Si el escenario es la hipotética portería, nosotros cantaremos gol desde el flanco izquierdo de la grada. Calentamos con tragos de cerveza mientras vemos actuar a Nat Simons que es una verdadera maravilla que merece la pena escuchar con calma. Sigue teniendo Loquillo la habilidad de descubrir talento y la versión de "Cruzando el paraíso" con la que nos deleitarán me recordó a cualquier fotograma de 'Ha nacido una estrella' de Cooper y Lady Gaga, salvo que el cantante de El Clot sigue estando arriba.

Pero volvamos al principio. Acojonante escenario y montaje. Con tres pantallones, dos laterales para seguir el concierto y uno detrás de Laurent Castagnet, baterista, donde se sucedían diferentes imágenes escogidas, supongo, con mimo para dotar de más fuerza a todas las canciones del concierto. Solo contar, para no destripar el repertorio, que salen con "Rock and Roll actitud", que es uno de los mejores arranques de concierto que uno puede hacer para entrar arreando a porta gayola. Que para eso estamos en una plaza de toros. La banda se sabe guapa a rabiar y se les ve con ganas de dejarse la piel. Y la plaza latió como si fuera la puta Bombonera del barrio de la Boca. Nos acordamos de los ausentes, como Johnny Hallyday, presente en la pantalla gigante en la antes mencionada "Cruzando el paraíso". Recordamos estibadores y la vida de antes. Soñamos con la Movida. Revivimos la Transición y sus matices de colores. Vimos encestar a Solozábal, Jimix y Epi otra vez. 

Se nos puso la carne de gallina con el acústico de "Brillar y brillar". Nuestros corazones se transformaron en acordeones de la mano de Lucas Albaladejo, teclista superlativo. Cantamos estrofas de boleros, incluso ritmos de Depeche Mode y T-Rex para entre bailes, vídeos y abrazos de euforia celebrar la aparición de aquella que no necesita más que la carne de los muertos. Todas gritaron a la falda de Igor Paskual y sus piernas, que lleva camino de convertir "El rey del glam" en el nuevo "Las chicas del Roxy". Alfonso Alcalá nos demostró la rabia de un bajo antes de enloquecer solo a su contacto. Y Josu García y Mario Cobo son hachas afiladas, complementarias entre sí cuando se precisa lo duro y lo clásico del rock.

Las tocaron todas, por supuesto. Las de Sabino, las suyas, las tuyas, las nuestras. Por lo que si eres de los que ha vivido su época anterior, no te decepcionará. Loquillo muestra el repertorio de cuarenta años con sus altos y sus bajos, con sus luces y sus sombras. Sigue teniendo una banda de rock and roll. Son los Siete Magníficos, quizá por ahí venga su intro musical. O quizá no. Pero lo que si es seguro es que es Rock and Roll actitud y hemos tenido suerte de llegarlo a conocer. 

El concierto de Valencia quedará para nuestros corazones. Puede que, cuando ya no podamos bailar, en el final de los días, nos preguntemos ¿Dónde estabas tú el nueve del once? Aquel día de 2018 donde dijimos adiós con lagrimas en los ojos al Nueve Tragos, por amor.

viernes, 9 de noviembre de 2018

Que se acabe el invierno.

blogger widgets

Ya sé que ni ha empezado. Que, según calendario, el inicio del invierno suele coincidir con el Sorteo de Navidad, ese día donde se derrama más cantidad de cava Hacendado que en cualquier cena de empresa prenavideña. Esta afición necesita alegría. Gritos. Abrazos. Y, porqué no, morderse las uñas por los nervios. Valenciastán necesita algarabía. Vacas gordas de la ilusión. Y hay de aquel que, después de un tropiezo del equipo de Marcelino, ni cena.

Necesita el aficionado volver a sentirse aquel niño que coleccionaba cromos en verano y que iba al Rastro a buscar los que le faltaban. Ya ven, adultos hechos y derechos apelando a su regresión infantil por las cosas que hagan veinteañeros millonarios. Que baje Freud y lo vea. Este valencianismo invernal no se reconoce a sí mismo. Celebra los goles de Ronaldo y sus abdominales juventinos como un gol salvador de Tendillo. Y maldice el talento de Mata, yerno perfecto, que siempre se ha sentido agradecido con la ciudad y el club y por el que todos alguna vez hemos fantaseado con su vuelta. Todo esto después de lo de Mina, Rodrigo, Soler y los demás frente al Young Boys.

El invierno aquí nos acobarda. Nos retiene en casa, debajo de la manta. Nos hace timoratos ante todo. Cuando era verano, o primavera, la gente iba a Mestalla fresco, jovial y alegre. No con soberbia, pero sí con esa autoconfianza de quien se sabe que va a tener en la pirámide básica de las emociones, el trabajo y el esfuerzo. Y que tarde o temprano el rival hincará la rodilla casi siempre. Porque lo otro llega solo. Ahora a Mestalla se llega de manera funcionarial. Sin apenas alma. Con el tan nuestro, 'Anem a vore que fan estos hui'. Y miras a izquierda o a derecha. Y buscas a ese aficionado veterano, que ha vivido copas del Generalísimo, ligas de Forment, Recopas y descensos. Y analizas su comunicación no verbal. Sus gestos, sus muecas. Y resoplas. Y arrugas con tus manos cualquier papel que tengas a mano hasta convertirlo en cualquier cosa que hecha por un escultor de renombre podría estar expuesta en alguna galería moderneta. Hoy tampoco. Frío seco. Cortante. Sin aire. Hasta que, saliendo de la nada, el chico que no valía ni para Segunda B golpea seco a la pelota. Y, durante un segundo, el silencio. Y el grito. Gol. Gol de Mina. Y lo canta todo dios. Hasta Paco Rius. Y se asoma la luz. Sigue siendo invierno, pero hace sol. Un sol que calienta y que provoca sonrisas.

Y yo sólo observo el sol, 
cómo entra el sol, 
sólo observo el sol, 
cómo entra el sol 
en los lugares qué habitan 
los hombres y se refracta su luz. 

viernes, 2 de noviembre de 2018

Mateu Alemany, delantero centro.

blogger widgets

Hace un par de días, Mateu Alemany se puso frente a los periodistas para tratar el estado de la nación valencianí. Se mostró incisivo, directo y contundente. A veces, incluso hasta con cierto toque de nerviosismo. Parecía un delantero del Valencia actual y uno del año pasado al mismo tiempo. Aunque más lo segundo que lo primero. Pero Alemany demostró ser letal. Sin alardes y con efectividad. Y sin ningún atisbo a la galería, más allá de su imagen de marca, con el nudo de la corbata flojo y el añadido de esa barba que casi todos llevamos con más o menos dignidad. Creo que no encontraremos en Mateu Alemany ninguna concesión a la grada, ningún titular incisivo. Sobre todo en todo aquello que corresponda a la situación deportiva, sea cual sea la que se tenga en el momento que salga a ponerse delante del micro. Sabe perfectamente las palabras que han de usarse en cada situación. Discurso plano para dejar claro que no va a subir el pan. Y la sensación que no va a haber filtraciones de ningún tipo, por el bien del colectivo, o sea, el propio club.

Con la comparecencia del director general se puso en escena la unidad en el discurso con respecto al entrenador. Es tranquilizador para el aficionado racional que sea así. Cualquier otra puesta en escena hubiera resultado inquietante y digna de la parada de rotativas. Pero es correcto que las conclusiones se realicen cuando toca. Y, de paso, nos da cierta medida a los de fuera de como es la hoja de ruta de trabajo en el club. A medio plazo. Con preocupación por el día a día, sí. Pero sin rasgarse las vestiduras. Cabeza en una empresa deportiva donde es complicado no discurrir con el corazón. Entendiendo los condicionantes en la confección de la plantilla. Sus particularidades. Y sus riesgos medidos. Ejemplos en el deporte hay muchos de buenos comienzos que acaban como el Ball de Torrent. Y en el fútbol, ni les cuento. Pero bien es cierto que el nerviosismo es algo que no debe tener un club profesional, como bien dijo Mateu.

Entiendo que esta postura de la empresa deportiva choca diametralmente con otra, la empresa periodística, ávida de titulares a grandes columnas. Y también entiendo que un periodista ha de ser notario de la actualidad y fiscalizar todo aquello que pasa por sus narices. Obligación de la profesión. Y narrar, con sus inputs, aquello que ve, no lo que quiere ver. Y se quiere ya. 

De momento, mala alforja la de Alemany para este viaje.