En previas o prórrogas de cenas de empresa, el 17 de diciembre era fecha para lanzar a cara o cruz. Botas o zapatillas de estar por casa. Chupa o manta. Con una fantástica oferta en la escena de música en directo, salió cara. Y el proyecto dinamitador de Pölvora hizo mover los tacones a Loco Club para escuchar 'Fuego y ceniza' el primer disco de esta nueva formación, un poco Frankenstein, un poco grandes retales, pero de la que se esperaba lo que finalmente sucedió.
La sala presentaba un fantástico aspecto. Viva y llena de alegría y ganas de ver una, perdón, mascletà a base de guitarrazos y toques de parche. Muchas caras conocidas de la escena rock valenciana con la misma intención que servidor. Dar rienda suelta a la adrenalina y prestar el hombro de manera figurada. Siempre es un gusto ver a Pau Monteagudo, Kako Navarro o Dani González y a mucha más gente solo con la excusa de hacer aquello que cantaba Robe de salir, beber y todo lo demás.
Avisando a navegantes, la introducción no dejaba lugar a dudas por si se había colado algún seminarista despistado de lo que iba a suceder. Fragmentos de 'Civil War' de Guns n'Roses y Aerosmith daban la entradilla al escenario a José, Izzra, Alex, Rubén y Lane Lazy. Este último, a la voz, era uno de los incentivos por sentir en directo como sonaba su garganta en castellano encima de un escenario. Ninguna sorpresa. Lo esperado tras escuchar los doce temas de 'Fuego y ceniza'. Solvencia absoluta y actitud. Como siempre.
Uno a uno fueron cayendo los temas del disco, con la consecuente comunión con el público. Los temas de Pölvora nos resultan familiares. Como un viejo amigo de los de verdad. Son los que hemos escuchado, en esencia, otras veces. En otras manos, con otras letras e, incluso, con otras notas parecidas. Somos nosotros en otro mundo, viviendo en Los Angeles en la segunda parte de los años ochenta, bajando de un autobús con apenas nada. Sobreviviendo a antros, a licores baratos y a desengaños amorosos que no queremos mostrar. Pero, a pesar de querer vivir siempre en un videoclip de aquella MTV que era una cadena musical, nos ha tocado despertar el instinto en momentos puntuales como este. Y ellos son nuestra banda sonora. Y es más que suficiente. Pasar el rato sin pensar en todo lo que nos enerva, que no es poco. Y es verdaderamente saludable que nunca flaquee la escena musical. En realidad, vale cualquier escena. Por eso, lo conseguido por la banda es de sombrerazo. Y por eso, que diablos, volvimos a brindar mientras el público comenzaba a entrar en catarsis, tarareando esa canción de la banda de cuyo nombre no quiero acordarme. Quizá por otras reflexiones. Pero catarsis al fin y al cabo.
Mientras el quinteto nos envuelve en su contundencia, con Alex nuevamente mutado en Billy Duffy, un breve y afectuoso saludo a Mon, tras la barra del Loco, colaborador de 'Abierto a mediodía', el programa de radio de Ramón Palomar con quien hubo brindis por salas así de llenas y oyentes predispuestos. Es de recibo destacar la calidad del sonido de la banda, perfectamente engrasada. Parecía que estuviesen cerrando una gira de cincuenta conciertos por todo el territorio en lugar de estar estrenando la formación en casa. Bárbara la energía de Alex, la fluidez de Izzra y la contudencia de Jose y Rubén en el desarrollo de los temas, que contó con versiones de algunos clásicos de Uzzhuaïa como 'Baja California' y reverencias a AC/DC con 'Rock n'Roll Damnation' y, por supuesto The Cult, cerrando el concierto con 'Love Removal Machine'.
Final en todo lo alto, con la satisfacción de una noche de buena música y profesionalidad a la que se sumó ese genial y casi olvidado tercer tiempo donde las charlas sin sentido, los abrazos etílicos, las reflexiones lapidarias sobre las bandas de un solo éxito y el overbooking en los baños, no es una buena juerga si no hay llenazo en los baños con todos parloteando, nos dejó ese buen sabor de boca que estos pequeños momentos nos hacen sentir. Porque, en definitiva, no queremos vivir una vida sin más.
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