viernes, 27 de septiembre de 2019

Presidentes, Celades y directores generales

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Pues parece que estamos como hace un año. Salvo por las canas que tenemos de más y el título de Copa. Que no es poco. Lo del título, digo. Nunca una copa sin alcohol provocó tanta alegría. ¿Lo recuerdan? Parece que pasaron veinte años y solo fue hace cuatro meses. No resulta comprensible, una vez enfriado ligeramente el ambiente, la cantidad de despropósitos desde la zona noble del club. Y la imagen que con ello se proyecta al planeta fútbol. No sé con que cara va a ir Mateu Alemany, o quien sea, a buscar un director deportivo. O la cara de Murthy cuando salga al mercado a buscar un Mateu Alemany. Imagino a Roberto, el de Betxí, tirando de contactos para asegurarse si el marrón es morrocotudo de verdad. O a Fernando, deseado por varios, preparando la respuesta ante un supuesto contacto. Ya ven, los dos ejecutores de los tres minutos más excitantes del valencianismo reciente en las quinielas para volver a hacer sonreír a Mestalla. ¿Merece la pena tener la etiqueta de pelele para el valencianista de a pie por un buen sueldo de ejecutivo? ¿Compensa el jornal con los editoriales hirientes de las radios, teles o prensa que vendrían? ¿Lo haría usted? Respuestas complicadas ante tantas preguntas.

Y, mientras tanto, el equipo no carbura. O lo hace al mismo ritmo que la temporada pasada, mejor dicho. Con la salvedad que el libreto es nuevo por ser nuevo el entrenador. Aunque, de momento, a Celades se le critica su bajo tono al hablar y la calma que proyecta. De momento, no se le puede poner el dedo en el ojo de otra manera. Dicen quienes lo conocen que es así de tranquilo. Y parece ser que enerva a los nerviosos que tienen un micro delante. Confundiendo autoridad con alzar la voz. Puede que sea porque son especialistas en vocear. Relinchar es otro verbo de la primera conjugación que pueda servir. Pero bueno, la educación y la erección son cosas que no se pueden ocultar. En cualquier caso, ya lo saben, lo mejor es formarse opinión propia de diferentes fuentes. Aunque los extremismos siempre han arrastrado a las masas. La tibieza no vende. Nos gusta más un entrenador en banda que parezca un molino manchego. O mallorquín. Que alente a la grada. Como si la chica de la fila 14 fuese a rematar el córner centrado por Parejo. La presión de ser local. Cuando siempre el camino es el inverso. El equipo el que arrastra a la grada. Y de ahí, el doble canal de comunicación. Y no se si la cuestión que anda por las redes, con bandos, nuevamente, ayuda a remar todos a una, que es lo que se supone que hay que hacer cuando las cosas vienen mal dadas. La manada junta se siente más poderosa. Y los sensatos piensan que puede que vuelva aquella época de vivir en la media tabla. Y se tiene ese miedo balompédico tan insulso. Centrando esfuerzos, o desviando atenciones, en desprestigiar a comunicadores con toda la carrera hecha. La del desprestigio, digo. Por los hechos pasados.

En los cien años de historia han pasado muchos presidentes. Algunos buenos, otros malos y varios nefastos. Movidos por amor al club, aplazando su propia boda para hacer crecer al club o movidos por la envidia al no estar en palcos monegascos. Y, por lo que parece, los presidentes de Meriton, a pesar de la Copa, van camino de estar entre los cajones dos y tres. Y quizá no sea culpa de ellos. Quizá sea culpa del dueño y su manera de gestionar las cosas del balón, al verlo como una empresa, cuando es, todavía, un sentiment.

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