viernes, 12 de julio de 2019

Besar el escudo

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Les confieso que una vez tuve unos principios. Pero como Groucho, ahora tengo otros. En este caso, hablamos de fútbol. Servidor ha vivido diversas fases con eso del juego. Embelesado andaba con la línea menottista de tratar bien la pelota, Clemente y su pragmatismo de aprovechar al máximo los recursos tuvo un gran momento, Aragonés, Guardiola y su Barcelona, Benítez, por supuesto y, claro, la selección campeona de todo, que mezclaba el trato amable a la pelota y el compromiso de morder para recuperarla. También les digo que el juego de Marcelino, agazapados para salir a la contra ha dibujado varias alegrías. Evidentemente, son casi todo referentes de estilos de juego que ganaron cosas, excepción quizá de la etapa de Aragonés en el Valencia CF, donde solo, entre comillas, nos ganó el corazón.

Pues con el folclore futbolero me pasa lo mismo. Será la edad o vaya usted a saber. Quiero pensar que antes, cuando éramos más jóvenes, los que pululaban por el mundo del balón eran más serios. Serios en el sentido de caballerosos, de hombres de palabra. De honrados, si quieren. Quizá, de manera inocente, idealizo que todos los directivos del mundo eran como Vicente Peris. Y todos los jugadores como Claramunt, Fernando o Arias. Y la firma en un papel tenía el valor que en la Fira de Xàtiva un apretón de manos: sagrado e inviolable.

Ahora, la cosa viene diferente. Jugador X firma por equipo tal, subiendo el nivel deportivo y económico. Por supuesto, todo son palabras y buenas intenciones. Amor eterno a nivel "tú-hipoteca del banco". Material para tabloides con clausula estratosférica. Este se jubila aquí, dice el aficionado, pensando que si viene algún pez gordo con la chequera, por lo menos se puede rellenar el vacío con varios jugadores. Para reparar la marcha de Mijatovic, Roig se trajo a Karpin, Romário y Vlaovic, por ejemplo.

Las clausulas no sirven, el jugador jugará donde quiera. Y si en el club se enrocan, el jugador, para forzar la salida, busca tretas, vídeos supuestamente robados mostrando su disconformidad o pildoritas en sus redes en las que traslada el descontento. Joaquín, antes de pasar de futbolista a comediante, lanzaba mensajes desde Florencia suspirando por volver al Betis. Y no es más que el circo mediático. Como besar el escudo.

Besar el escudo es el nuevo beso de la muerte. Como el de Michael a Fredo. Hemos asistido a bochornosas demandas nada más aterrizar jugadores. A llantos por la marcha y alegría, previo paso por la peluquería, en el nuevo destino. Y, como les dije arriba, una vez tuve unos principios. Esos en los que pensaba que para besar el escudo hay que ganárselo primero. Desconfío mucho de quien besa y abraza de buenas a primeras. Pero ahora, a fer la mà, quiero, preciso y demando espectáculo desde el primer día. Como dice Javier Aznar en su maravillo podcast Hotel Jorge Juan en Vanity Fair. Espectáculo desde el minuto uno. Show, foto, snaps, stories de Instagram y tuits que levanten polvareda. Luego, el rendimiento del campo dirá si es un dels nostres o un cantamañanas.

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