martes, 14 de abril de 2015

Vive el momento.

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No voy a descubrir el poder de la pólvora.
Ni lo pretendo. Y menos en esta vuelta al rincón, que anda desatendido por sacar a pasear la tecla en otros lares.
Pero es menester decirlo, otra vez.
Vive el momento.
Cualquiera que sea. Bueno, malo o regular.
No te suicides, pero no te pierdas ninguna. No esperes a San Juan o a otra patochada como excusa.
Vive como cuando te comes una sandia a dos carrillos, chorreando por los lados y riendo por ello.
Concédete un empacho. O dos. Visita a algún maestro de la mesa y vívelo con los cinco sentidos para no olvidarlo jamás.
Recorre con los dedos la espalda de la mujer que amas hasta que rocen de memoria cada lunar.
Corre, pero de pensamiento.
Aprende de los que saben, que suelen ser más mayores que tú, porque no tienen la insolencia de la juventud.
Huye de las personas que sean tóxicas, de las que tienen mala aura, que dicen los de los chakras.
No te fíes de los que dicen blanco hoy y mañana negro. Pero no les dejes de sonreír para que se instalen en su locura.
Hazte un traje a medida.
Besa y abraza a quien quieres de verdad.
Juega con tus hijos, biológicos o no. Su sonrisa es la mejor de las luces.
Ten alguna resaca.
Baila, aunque seas un patán.
Trabaja como si fueras a quedarte toda la vida allí, aunque sepas que no.
"Vive deprisa, muere joven y tendrás un bonito cadáver" es la mentira más grande del mundo y coartada para aquellos que se pasaron de la raya. Llega a viejo, con arrugas que cuentan historias y dietarios con hojas amarillas que despierten envidias.
Ten artistas cerca. Tienen una visión privilegiada de las cosas.
Escucha más que habla.

¡Va por ti, amigo de la varita!

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