jueves, 3 de julio de 2014

San Juan, los Stones y las buenas intenciones.

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Dicen que la noche de San Juan es mágica. Con eso de ser la más corta del año, la mística que la envuelve tiene una aureola de optimismo, de anuncio de cerveza con perfectas barbas y apetecibles ombligos. También cuentan que es aquella en la que se queman las cosas malas, se piden deseos a la resaca de las olas y, con suerte, puedes robar algún beso a la luz de las estrellas.

Vivimos en un continuo renacer, en un mundo lleno de buenas intenciones que nunca, o casi nunca, se llevan a cabo. Año Nuevo, Noche de San Jose, Noche de San Juan, septiembre o cualquier lunes del año son las fechas en las que queremos poner nuestro contador de pecados culpables a cero, de erradicar cualquier atisbo de hedonismo maligno, de proponerse una vida más espartana, con arroz blanco, verduras y running tres veces por semana.

Pues una mierda. De eso nada. Buenas intenciones, las justas. No confundamos esto a hacer el cabrón al prójimo, que son cosas distintas. Hablo de buenas intenciones en plan 'mi cuerpo es mi templo', quitarse las grasas, dejar los habanos y suicidios vitales varios. No se donde leí una de esas frases que les llega a las maripilis en los sobres de azúcar que luego se las quedan como estados místico/molones/gilipollas en Facebook que decía algo así como 'La vida no se mide por los momentos que respiras, sino por aquellos en que te quedas sin aliento'. Y es verdad. Estamos encorsetados en las costumbres provincianas del sábado sabadete con cena y el misionero de polvete. Y está bien eso de salirse del camino. Como bien nos decía un jefe de sala un miércoles cualquiera mientras descorchaba un excelente vino de Fontanars «No hay que dejar el vino solo para el fin de semana. Si lo dejamos todo para el fin de semana, no nos da tiempo a hacer todas las cosas buenas que nos gustan.» Como dejar la vajilla buena para las ocasiones especiales. O comer marisco solo en Navidad. 

Duerman menos y vivan más. O vivan durmiendo eternamente, si es lo que les gusta. Hagan el amor a deshoras y follen en cualquier lugar menos en la cama. Porque luego, queriendo contestar una WhatsApp mientras conduces o revisando ese bultito que parecía una picadura de mosquito, la Dama Negra te pide la mano para un baile y sabes que no puedes decirle que no.
Hagan como los Stones. Vivirán setenta años y varias vidas.
PD: La fotaca es de Mario Testino.

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