lunes, 2 de febrero de 2015

Restaurante Tapería Aliaga. Donde me robaron el corazón.

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Anunciaban los creativos de la cuenta de la ONCE, en una de sus maravillosas campañas, que ser amigo se hace con el día a día, con un saludo por la mañana, con los comentarios de las noticias del periódico y cosas así. Ese mismo argumento de venta para vender los premios de su cupón, nos puede servir para todas las pequeñas cosas de la vida, si nos ponemos en plan plasta/Mr. Wonderful o para reírnos de la vida a la cara y bailar antes de estar muertos, si nos ponemos chulos por pelotas. Y de reírse de la vida, con largos tragos y sin mesura, con la delicadeza de un tango bien ejecutado, nos sirve los platos Raúl Aliaga, en el Restaurante Tapería Aliaga.

Pero antes, y siendo justos con todos, hay que contar una historia.

Siempre es importante llegar a los sitios de dos maneras, por instinto o por recomendación. Y no todas las veces los resultados son satisfactorios. El instinto, en este caso el hambre, es mal compañero de viaje y nos pueden cegar los olores más que las visiones. Y las recomendaciones, dependen mucho del emisor de la recomendación. Servidor ha llegado a oír sandeces vestidas de recomendación acerca de la lucha de clases entre bocadillos y comidas de mesa y mantel, comparándolas como iguales cuando son, de todo punto, diferentes.

Por eso, y por otras cosas, Maika es un buen motor de búsqueda. Su sapiencia, sus incontables horas de vuelo, su lucha nata contra la vida, a la que va ganando por goleada, a pesar de tener a su lado un patán de lastre como el menda, y sus mil vidas vividas en una sola, -fue it-girl antes que todas vosotras, imagen de portadas y superviviente de chiringuitos financieros-, la hacen infalible en cualquiera de las suerte arriba comentadas. El instinto, por la condensación de su vida y la recomendación, por haber sido agraciada con un paladar para distinguir los matices de los sabores digno de la mejor crítica de cocina del mundo. Bien harían los Señores de la Cocina, así en mayúsculas, en ficharla ya para cualquiera de sus salas.

Y a Aliaga entré por recomendación, que es igual de confortable que unas pantuflas en los pies una tarde de invierno valenciano. Y el lugar, pasó a formar parte de mi pequeño e inexperto corazón gastronómico. Ahora que está tan de moda los locales con alma, ahora que somos todos expertos en texturas, en espumas y en trampantojos, se agradece la cocina de verdad. La de un buen pescado, la de un solomillo en su punto de sal -gorda, por favor- y abrazar cualquiera de los vinos que en la sala les puedan recomendar, según su estado de ánimo, para que la experiencia sea completa.

Imposible quedarse con algún plato sin caer en la injusticia del destierro. Calamar de playa, una tabla de quesos con su manual de instrucciones, con el brie en la cúspide, o su magnífica tarta de zanahoria son solo algunos ejemplos a vuelatecla que les puedo sugerir. Aunque siempre la gracia es sentarse y esperar a que Raúl les aconseje de su despensa fresca y de mercado para poder vivir la vida un poco más a través del paladar.

Aprovechen la generosidad del amistoso chivatazo. Quítense el corsé de los barrios gastro, con bistros de segunda, imitando al maestro, y vengan a la periferia de la gran ciudad. Visiten Aliaga, en Catarroja y ya me dirán.

Y quizá, si les gusta, podamos hablar de pastelerías secretas otro día.

2 comentarios:

  1. Anónimo01:05

    Chapeau. Como siempre querido Peris. Código Rocker; el orgullo de la Familia.

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  2. Anónimo04:38

    Que gran comentario del restaurante de la familia Aliaga! Despues de mas de 20 años al pie del cañón en Catarroja,nos ha demostrado ser la cocina mas tradicional y casera y a la vez innovadora de Catarroja,demostrándolo en el primer concurso de tapas celebrado por 2 tipos de jurado diferentes y elegido la mejor tapa del concurso 2013 compitiendo con nombres importantes de la hosteleria levantina.
    Una suerte tenerles en el pueblo.
    Enrique Rojo

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