viernes, 9 de mayo de 2014

Más de cien motivos.

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Joaquín Sabina recitaba cantando más de cien palabras y más de cien motivos para echarle un capote a un amigo que estaba más allá que acá en el tema de la parca por sálvese aquellas sustancias. Pero Tito Joaquín es perro viejo de callejón y el canto en tercera persona bien podría ser en primera singular, plural o incluso en yo mayestático.

Pero nunca llueve a gusto de todos. La primavera, esa estación en la que dicen que todo es color, ombligos al sol y cañas refrescantes en las terrazas, es también azote para alérgicos, pesadilla para delicados y desastre para los piratas del escaqueo de los agentes tributarios. Incluso alguna la estrella del rocanrol de este país prefería morir por estos días.

Y en este cacho de calendario que nos ocupa, este año se nos cuela la petición a conjugar el verbo votar, poniendo ruedas de molino a los seguidores de la sístole y la diástole sentimental, mientras les nos hablan de la vieja Europa. Valiente contradición esta de solicitar el acto materialista en la estación macerada para los atardeceres, el canto de los pájaros y las sobremesas eternas de sábado, con brindis al sol, programando viajes sin reloj a Formentera o a cualquier otro lugar mientras la brisa pide permiso para entrar por la ventana y refrescar con su paseo la casa para que huela a queso recien cortado.

Y sentiremos el miedo. Ese que dicen que es de cobardes, porque nos vendrán taquicardias con solo activar el pensamiento. Y nuestro sentir de hipocodríacos del corazón nos hará quinientas preguntas de las que más de cuatrocientas no tendrán respuesta todavía. Y buscaremos anestesia en el vino, sin exceso y con mesura. Y recurriremos a Jep, otra vez, porque ya está en nuestro ideario de vida, incluso con sus paseos mañaneros después de la jarana.

Y querremos eso. Aunque caiga un chaparrón.

Sin más.

Tan dificil.

Tan fácil.

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