Las noches en las que la hoja de ruta no está
establecida son las más caóticas. Y divertidas, claro. Y bueno, que
venga Cenicienta Vicenta a recogerte en su carroza para una noche de
tacón y punta, pues como que es para decirle al ama de llaves que tenga
localizadas las idem, por si acaso.
Y
con una parada técnica para recoger al resto de la banda, -¿Pa qué? ¿Pa qué va a ser? Pa hacer una matanza-, con un buen pincho de tortilla y
bota de vino blanco nos disponemos a marcar la última muesca en nuestro
revólver para decir adiós a este 2013, que la Nochevieja nunca me supo
levantar.
Toca
ver a Los Vicentes, la banda/secta de Roberto El Gato, un tío que se
mueve por el escenario como el felino del que toma su mote y que, yendo a
ciegas prácticamente, las referencias me pintaban una buena noche de
rocanrol y mujeres bonitas. Y de tabaco, condición imprescindible para
un poco de rock sudoroso y divertido, que era lo que nos ocupaba. Que
para fastos tranquilos ya está el Concierto de Año Nuevo o los saltos de
esquí de Garmish. O vivir con tu marido, que cojones.
La
banda se hace esperar, según la hora del concierto, cosa que no importa
a la parroquia que se mete con celeridad en el gaznate líquidos
elementos y las primeras risas acerca del magnético suelo de El Loco.
Luego no nos importará mover las caderas y los culos cuando, entre
canciones de juniors y salmos, nos den caña con las novias de la CIA,
dependientas de la calle Colón y demás himnos.
Pasaron
por el escenario amigos y amigas de la banda, que dieron a la noche un
punto de reunión de colegas sin ningún otro fin que el de divertirse sin
más pretensión que hacer currar a nuestros culos y las caderas de las
camareras al ritmo de nuestras peticiones, de música y de licor. Y la
banda en sí, es una gran banda. Suena como un cañón y, sin estridencias
ni postureos postizos, te meten el ritmo en el cuerpo, como si fueramos personajes de Bitelchus.
Y
fumamos. Vaya si fumamos. Hasta olorcito rico nos llegó al sonar los
primeros acordes de su hit 'Aquí se fuma'. Nunca vi tan maña
coordinación de la gente en un concierto, sacando la pitillera del
bolso, el bolsillo o pidiendo un beso y un cigarro a la morena cañón de
al lado, aprovechando para soltar el '¿vienes mucho por aquí?' con
resultado no desvelable, por caballerosidad.
Y
así fue la cosa, más o menos. Rock fresco, con letras divertidas,
guitarreos molones y olor a tabaco. No me llames Dolores, llámame
Vicente.
Coda: Esta, aunque
corta, es una crónica iniciada a finales de 2013 y finalizada a
principios de 2014. La culpa la tiene el no saber volver a casa. ¡Salud,
vino y espaldas de mujer!
Me encata, no es novedad pero siempre las leo como si fuera la primera o la ultima vez. Love noches de tortilla,tabaco y rockand roll.
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