Te
fuiste sin decir adiós. Vacilaste un instante, pero te habías cansado
de mí como se cansa un niño de su juguete favorito, y por eso hiciste lo
mismo: guardarme en un baúl junto al resto y apartarme de tu vida.
Nunca me tiraste a la basura por si acaso debieras luego recuperarme
fugazmente para revivir los viejos tiempos, y yo hubiera preferido un
portazo en las narices a una palmadita en la espalda. La esperanza es
una compañera peligrosa que se bebe tu copa de gin-tonic cuando estás
distraído, y el verde siempre fue un color difícil de combinar.
A
pesar de ser una gran urbe, Madrid nunca será lo suficientemente
grande. Me cruzo contigo frecuentemente. De eso estoy seguro. En un paso
de cebra de Princesa, buscando discos en las estanterías de la FNAC de
Callao, husmeando en unas perchas de Preciados, tomando un vino en
Huertas. Paseando por la acera de Gran Vía siento tu presencia en la
estela que deja un autobús que va hacia Atocha, en el interior de un
taxi que se dirige a Goya, en la línea 1 de camino a Plaza de
Castilla... Resulta que ahora todas llevan tu perfume y hacen sonar sus
tacones con tu mismo compás.
Confieso
que me costó un tiempo regresar a esos lugares, pero ahora vuelvo a
sentarme a ver pasar gente en la misma terraza, a pasear por el mismo
parque, a fumar un cigarro en la misma esquina y a tomarme un chupito
con el mismo camarero. Quiero que lo sepas porque un día de estos puede
que nos crucemos de verdad, y entonces me gustará contarte que no tengo
nada que decirte, encontrarme con tus ojos para ignorarlos, compartir
contigo cuánto tengo por vivir sin ti. Me gustará recibir el portazo en
las narices que no recibí entonces para volver a ser libre.
Parece
que la necesidad de olvido en este caso está ligada al resentimiento
pero no es así. Sólo es el instinto de supervivencia, que me invita a
soltar lastre innecesario y seguir hacia adelante. Terminar esta novela
para centrarme en la siguiente. La vida no es un libro sino unas obras
completas.
Nada
más que añadir. Sin rencor. No obstante, si necesitas suerte, amor,
amistad, cariño, apoyo o respeto por mi parte, ya tuviste en su día.
Ahora ya da igual.
Pues eso: FIN
Salud.
A veces, o casi siempre, incluso siempre; por amor a una mujer se pierde el alma. Es mejor marchar con la cabeza alta y no con heridas abiertas ni fuego en las brasas.
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