Siempre
se pueden mejorar las cosas. Y relativizar las miserias de la vida es
mucho más fácil en agosto, teniendo las pelotas en remojo, que
hacerlo en noviembre, con traje y corbata nudo Windsor.
Donde
va a parar.
Incluso
es mejor hasta para conocer a tu suegro.
Ese
señor que, en invierno, es recto y tiene tatuada una mirada marcial
digna de caudillo hijoputa, en verano, a los calores sofocados de la
piscina y asomando la panza arriba del traje de baño, que no
bañador, parece que le importe un poco menos que la niña de sus
ojos se haya encaprichado de un aprendiz de vividor y se la imagina
menos veces cabálgandote en los momentos de movimiento de gutarra y
noches de exceso. Y más si debajo del brazo llevas ese vino resultón
con el que te dejaste asesorar por la dependienta buenorra en la
elección y metes golazo con el champagne de la viuda, que no
Delaviuda que, por otra parte, es cava.
Y
que narices, ahora es tiempo de cigarrear, que para hacer de hormiga
tenemos once meses por delante, menos si los mayas hacen un pleno al
quince.
Ahora
es tiempo de jurar amor eterno al cardamomo con el canto del cisne al
gintonic y pensar en fórmulas para maridar al nuevo rey que se
avista, el vodka. Pulir las nuevas técnicas de optimización de los
recursos profesionales, con un buen blanco en la mano, o cerveza si
no se puede más, reír de los momentos tensos y pensar que no lo
fueron tanto, aunque ese día casí nos costó la arritmia.
Ahora
toca entrar en debates acerca de la técnica de las nadadoras de
sincronizada, enamorarte catódicamente a golpe de zapping, pensar en
plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo y reir por solo pensarlo, correr de
madrugada, hacer siestas indecentes, de llorar otra vez por Santino,
que iba para Don, pero que por su sangre caliente nos dio la oportunidad
de tener a Michael, de ciscarnos en las santas madres de Roures y la
Liga, que nos meten el vicio del balón a horarios de after-hours y
ante los que no podremos hacer nada, solo el pataleo y, como mucho,
la baja del fútbol de pago para pasarnos al lado pirata.
Y
soñaremos con chiringuitos del mundo al revés, donde la montaña
del beber va al Mahoma sediento. Y con una juerga bien parida, con
cruzaditas de las que nos gustan porque somos jovenes todavia, aunque
nos llamen señor y ya veamos que las veinteañeras cada vez nos
hacen menos caso.
Y
brindaremos por Teruel, que existe y mucho, porque gracias a esos
pueblos del pilón, los jornaleros de la música podrán tener una
vuelta al cole mucho más desahogada.
Y
le meteremos caña a todo esto con la banda sonora que nos regaló
Danny Boyle en la inauguración de los Juegos Olímpicos que, por
otra parte, se que tienes dispersada en la discoteca de tu casa,
señora.
Sí,
es agosto, calor, trajes de baño y tías en bikini amortizando su
cirugía.
PD:Para mis anfitrones.
http://thetractores.bandcamp.com/
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