La noche tenía un buen traje. Asistir a un concierto, en los tiempos que corren, siempre es una bendición y motivo de fiesta y, en este caso, no iba a ser menos la cosa. Presentaba Miguel Conejo en Valencia su proyecto en solitario. Quizá este nombre no te suene mucho, así a bote pronto, pero te pongo sobre la pista diciendo que es uno de los músicos con más talento del país, reclamado por los mejores de los mejores, con más de diez años en escena y, como un hombre del Renacimiento, tocando todos los instrumentos, produciendo y pariendo todas las canciones de su proyecto en solitario, llamado Diciembre y que supone un paréntesis de giras, brindis y aplausos con su compadre Rubén Pozo. Tras comprobar con agrado y eterno agradecimiento que estamos en lista, buscamos el lugar correcto cercano a la mesa de sonido y a la barra y dejamos pasar el tiempo para disfrutar de Leiva y su banda reclutada para esta gira, bautizada como Leiband.
Llego pronto, lo que me permite poder detectar el ambiente que se respira antes de que el artista pise el escenario. He visto en los exteriores de la sala a niñas devorando sus bocadillos para entrar con tiempo y poder corear, suspirar y emocionarse con las letras de este trovador moderno, reclamado por grandes como Sabina y respetado por los profesionales de este país, muy por encima de que sus temas suenen en radiofórmulas y etiquetas molestas preconcebidas. De hecho, el que estén personas entre el público como el gran Carlos Tarque, con su económizada melena, y el entrenador de fútbol Jose Molina, dicen mucho de este artista.
La cosa se hace esperar un poco, solo lo justo. En el escenario, todo listo, con el micro del cantante vestido con pañuelos al estilo del que usa Steven Tyler. Pienso en cómo estará el artista en estos momentos, ya que en más de una ocasión ha dicho que los nervios previos le hacen subirse por las paredes y ganas de salir corriendo muy lejos. Pregunto en la mesa de sonido la hora prevista y poco más tarde de las diez y media comienza a salir la banda, cerrando el desfile Leiva, vestido con una casaca que bien podía ser el botín de un asalto nocturno al museo del Sargento Pepper. Suenan las notas de Nunca Nadie y las chicas que agolpan las primeras pilas le hacen los coros a la perfección, consiguiendo la mueca canalla del cantante. Le sigue el requiebro futbolero-amoroso de Penalties, y la cosa no decaerá hasta el final del concierto. Está respaldado por un elenco de grandes músicos, y me gusta ver sección de vientos en los conciertos de rock. Ya me pareció un acierto en la gira de Para no ver el final de M-Clan y me sigue pareciéndolo esta noche.
El cantante nos da las gracias por el esfuerzo de sacar una entrada en estos tiempos que corren, lo que arranca los aplausos de la peña, mientras van cayendo los temas del disco en solitario, con algunos de Pereza, como si fuéramos unos animales, que en cualquier parte con un plástico nos vale. No va a ser cosa de destripar el repertorio canción por canción, sería como decirte que al final el asesino es el mayordomo, así que solo te cuento que los momentos altos son muchos, Como lo tienes tú maridada con Hey Jude, por poner un ejemplo, o el rescate de la versión del gran Joaquín, el Bob Dylan español según palabras de Leiva, de El caso de la rubia platino, mientras el Vis a Vis retoma el humedecimiento de aquellas partes que alguna vez fueron, o esperan ser, besadas con cariño. Cesar Pop toma las riendas con Ya no tengo Problemas, aparece como invitada la estrella de los tejados, lo más rocanrol de por aquí, ya sabes, de la que estábamos colgados y la sala se viene abajo. Es un verdadero himno, que me recuerda a muchas gentes del Foro, como no podría ser de otra forma. La banda se retira para solicitar los aplausos para los bises, que arrancan con algunos de la banda, como el bajista, con el torso desnudo desde hace tiempo a lo Red Hot Chilli Peppers, viviendo y gozando los últimos instantes. Despedida con conga rockera al son de Stay with me y sensación que la banda es una banda, pero sobre todo un grupo de amigos que disfrutan cada segundo que pasan en el escenario, cada momento vivido arriba, cada charla con el público, con los susurros a ellas, con los guiños cómplices a ellos. Y nosotros que nos alegramos por estos momentos. Que los vientos si nos traigan estos nudos en la garganta.
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