viernes, 21 de diciembre de 2018

El pinball de Marcelino.

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Hubo una época en la que nuestra vida de ocio adolescente se reducía a unas salas con multitud de maquinas recreativas, futbolines, billares y máquinas de pinball. Realmente las conocíamos como 'petacos', por aquella castellanización de flipper, las paletas con las que lanzabas la bola metálica que iba de un lado para otro, que daba nombre al conjunto del juego de salón. Esas partidas, a tres o cinco bolas, te permitían sacar premios extra, como una partida completa, normalmente al llegar a un alto puntaje o una bola extra al conseguir ciertos objetivos de destreza y puntería con la dichosa bolita plateada. Y la temporada de Marcelino este año es un pinball, sin lugar a dudas.

Esta claro que no dispone de partida gratis en el casillero. De hecho, podríamos hablar que la partida, temporada, que está jugando ahora es por su habilidad y puntería con las paletas que regían el vestuario la temporada pasada, obteniendo una puntuación en las dos primeras bolas que le permitieron jugar con menos rigidez la tercera, acertando en las dianas y jugando con la fuerza de esos pequeños toques para que la bola circule por un pasillo u otro.

Pero este año, ay, la cosa no marcha. Con fama labrada, o confirmada, en los recreativos de los entrenadores, la segunda bola está en juego y toca remontar la mala puntuación de la primera. Donde antes había acierto con las dianas, ahora no hay nada apenas. Los toques sísmicos no le salen como él quisiera y es más un sufrimiento que un placer el luchar para que la bola no se meta por el agujero y se acabe la partida de manera precipitada.

Pero cierto es que hay ligeros visos que apuntan a una mejora. Uno de los espectadores que complicaba el juego de Marcelino en el petaco está fuera. El dueño de los recreativos lo ha sacado a dar un paseo para que no moleste a Marcelino en su partida. Y hay algún otro que lleva casi el mismo camino. El señor Mateo, gerente de los Recreativos Valcefé, tiene en estima a este jugador de pinball y espera que vuelva a ser el mismo que el año pasado. O que se asemeje bastante. Por lo que le ha otorgado, sin que nadie lo viese, una oportunidad, tratando de eliminar cualquier distracción que permita al jugador García Toral volver a ser el que era. Sin distracciones, sin guiños innecesarios a quien no se lo merece puede que la cosa revierta y se logre una puntuación acorde al jugador y lo que representa.

Tiene bola extra, o camino de conseguirla. De la destreza de Marcelino depende que se coma el turrón. Está en las tiendas desde octubre y podía haberlo hecho ya, pero ustedes ya me entienden lo que les quiero decir.

Brindo por la salud de todos los que me acompañan cada semana, comentan y difunden estas palabras y ojalá nos vengan mejores bolas a todos en este pinball gigante que es la vida de cada uno de nosotros.

viernes, 14 de diciembre de 2018

La ginebra de Murthy.

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Cuando la pelotita no entra, el cuello de la camisa aprieta. Y eso lo saben, o deben saberlo, aquí y en Singapur. Por eso, cuando la semana pasada Héctor Gómez le preguntó en la 97.7 Radio Levante al presidente del Valencia CF, Anil Murthy a que se dedicaba y este le contestó buscando ser simpático o gracioso que, mayormente, tomar el sol, comer y beber gintonics, se me torció el morro. No seré yo quien no cuente y viva las alabanzas de esta tierra, sus horas de sol y su excelente temperatura. Pero que el presidente del Valencia CF lo suelte con esa pachorra en antena podría catalogarse de meninfotisme a su cargo. Es decir, la forma de vivir valenciana le va calando, pero en lo menos bueno que tenemos.

Me recordó Anil a aquellos aficionados que van al campo y los pincha la cámara del vídeomarcador con cara de supuesta preocupación y el semblante les cambia al verse en la súpertele, saludando hasta al lechero. A esos los quiero animando al equipo contrario siempre. Porque les importa un bledo la mala racha de Rodrigo o cualquiera de las carencias que presenta el equipo. Siendo diplomático como es Murthy, demostró un patizambismo dialéctico como una catedral. Hubiera pagado un par de cafés por ver la cara en ese momento del entrevistador y una cena por entrar en su cabeza. No digo que no disfrute de la ciudad, su clima y la socialización que tiene. Todos lo hacemos en nuestro tiempo libre para desconectar y no pensar en los marrones laborales del día a día. Incluso podemos bromear en la intimidad acerca de nuestra procrastinación laboral. La diferencia es que Murthy no estaba con sus colegas de fatigas. Estaba en un medio de la ciudad, hablando de su trabajo y siendo, en cierta manera, fiscalizado por ello.

Este episodio solo me lleva a una conclusión. Meriton todavía no ha entendido el entorno. Según cuentan, parece que el presidente se arrimó durante un tiempo a determinado periodista no muy santo de la devoción de la mayoría. Supongo que para tomar el pulso del valencianismo. Error. Arrimarse a cualquier periodista en activo es peligroso porque se puede caer en el sesgo del medio y en el quid pro quo con más o menos voluntariedad. Lo suyo es preguntar a los papás del cole de las niñas de Murthy, por ejemplo, o a su restaurador de confianza. Así es como se pulsa el sentir de la gente. En política y en deporte. Bajar al barro, sin estridencias. Sin fanfarria. Tomar un poquito de cada uno para crear el frankestein del sentimiento valencianista. Lo otro, las risas y el vanagloriarse de beber de vez en cuando ginebra al sol provoca que afloren malasombras que te tilden de beodo.

Creo que es momento de dar una vuelta de tuerca más al organigrama del club. Es necesaria una persona que sepa desde las tripas lo que es el valencianismo. Pero no desde la bufanda. Que esté preparado. Que tenga trayectoria en gestión. Que pueda, en cualquier momento, ponerse delante de un micro y hablar al valencianismo de tú a tú. El Valencia CF necesita que Fernando Gómez haga dupla con Voro para tener hilo directo a tres con Murthy, Alemany y la secretaria técnica. Y con las peñas. Y con los medios. Y con la calle.

Perderíamos un excelente analista deportivo. Pero el Valencia ganaría en credibilidad. Y perdería ese aroma, seguramente erróneo, de meninfotisme.

viernes, 7 de diciembre de 2018

Una final sin trofeo.

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En un fin de semana futbolero por excelencia, tendremos ganas de ver los partidazos que hay dependiendo del resultado del marcador de Mestalla, a eso de las seis de la tarde, minuto arriba, minuto abajo. Porque el partido contra el Sevilla es, sin duda, el envite que va a marcar el invierno valencianista. Una victoria abrirá la esperanza de reconducir la situación para tratar de llegar al objetivo de ser cuarto y jugar Champions el año que viene. Es lo que tiene cuando la ruta económica va marcada casi en exclusiva por eso. Vamos, una final sin trofeo. Con lo que mola ganar finales y levantar copas, de un tiempo a esta parte, las únicas copas que levanta el valencianismo son las que pide la parroquia en el bar para celebrar victorias como la que, espero, se produzca mañana.

Y una derrota será una depresión deportiva. Saltarán las costuras. De puertas hacía adentro, la difícil convivencia en el vestuario provocada por los malos resultados se convertirá en más difícil todavía, como en el circo. De puertas hacía afuera, saldrán voceros apocalípticos que exigirán reacciones sin medias tintas. Pedirán sangre, por supuesto. Cambios, reacciones. Algo evidente. O no, según convenga a la empresa. Porque el mismo rigor no será el que se apliquen los propios narradores en su casa. Allá cada cual con su línea editorial. Pero los parabienes de la temporada pasada, con alfombras y focos a nivel nacional, son ahora otra cosa. Nada nuevo bajo el sol. La cabra tira al monte. Parece que la estructura deportiva a la que se alababa hace poco más de un año, no sirve. Cierto es que los refuerzos que, en principio, venían a sumar no lo están haciendo. Pero siempre se ha quejado de la volatilidad del proyecto deportivo. Ahora hay mando en plaza, que es Marcelino. Y más arriba de él, la secretaría técnica y Mateu. De ellos depende que si los resultados no funcionan, variar el rumbo. Con un viraje ligero o con un golpe de timón. Pero ahora tenemos hombres de fútbol con una trayectoria fuera de toda sospecha. Siento usar la muletilla, pero peor estábamos con el mando de Gary Neville o de Pako Ayestarán. Y justo por eso, por tener a Marcelino como director de campo del proyecto deportivo y haberle dado todo lo exigido por él, debe existir ese mismo nivel de exigencia con los resultados del técnico astur. Confianza que se solidifica con los resultados. No hay otra.

Se avecina una final sin trofeo. Otra más. Esperemos que el colectivo deportivo sepa interiorizar la importancia de los puntos del partido del Sevilla y demuestren que la plantilla actual puede volver a enganchar a la grada. Es el único paso para seguir y optar en un futuro a jugar finales con trofeo. No digo que esté cerca esto. Pero sí estará muy lejos de jugar finales con trofeo. Y la estabilidad como club se tambaleará, por mucho que haya un accionista con el 80% de las acciones.